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“Tres aspectos de la educación de Finlandia que necesitamos importar con urgencia”

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A fines de mayo puse aquí una entrada con la que pretendía mostrar cómo es que apurarse con la educación o escolaridad de los niños no garantiza de ninguna manera una buena formación. En el ejemplo hablaba de Finlandia, un país cuya educación está entre las mejores del mundo y cuyos niños empiezan a los 7 años. Esta es la entrada: “El ejemplo de la educación escolar en Finlandia”.

Pues bien, ahora les traigo más Finlandia, como para reforzar lo dicho:

Tres aspectos de la educación de Finlandia que necesitamos importar con urgencia

Este artículo está escrito desde el punto de vista de España. La autora toma como ejemplo tres aspectos de la educación finlandesa y la compara con los mismos aspectos en la educación de su país, de ahí el título de la nota.

Los tres puntos son importantes, y de hecho se podría decir lo mismo de nuestra educación, pero lo que nos interesa en particular, en esta ocasión, es el segundo punto, donde habla del comienzo de la vida escolar en el país nórdico (a los 7 años).

Bueno, nuevamente, repito, aquí lo que trato de hacer no es animar a los padres a convertirse en una familia finlandesa en el Perú (o en el país en el que esté el lector), eso sería ridículo. Lo que trato es de demostrar cómo es que el adelantar etapas de desarrollo, por ejemplo haciendo que los niños empiecen la educación inicial al año y medio, no ayuda en nada y, es más, podría incluso traer consecuencias negativas, de las que ya hablé en su momento.

Es mejor hacer las cosas a sus tiempos: por ejemplo, planeando las cosas como para que los niños empiecen la primaria a los 6 años, habiendo cursado uno o dos años, como máximo, de educación inicial. Me parece que esa sería una manera para adecuarse a nuestra realidad educativa y, al mismo tiempo, respetar las etapas de desarrollo de los niños.

Niños egoístas – niños generosos

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<<Quiero decir unas palabras (…) sobre la educación de la generosidad. A menudo nos causa enfado ver a niños egoístas que lo guardan todo para ellos… Pero, por lo general, estos niños son los que más tarde destacarán por su generosidad. Cuando un niño no es generoso, es que no ha comprendido que tiene todo lo que le hace falta. Hay una edad de la generosidad. En primer lugar, es preciso que el niño haya tenido el sentido de la posesividad, pues no hay que tomar por generosidad la ausencia del sentido de posesión ni el hecho de dejarse desposeer con dolor. No hay que olvidar que el niño que da a menudo lo hace para complacer al adulto que se lo ordena, y no sabe que dar es identificarse con el que va a recibir la donación. Mientras el sujeto no tenga lo suficiente no puede dar sin lamentarlo después. Para llegar a la edad de la donación, hay que pasar por la edad del trueque.

Los padres no conocen bien la edad del trueque y a menudo la desaprueban. ¿Por qué? Porque el trueque que practica el niño no se hace por un valor igual en dinero según los padres. Un niño cambiará una pluma de 2.000 pesetas por una canica de veinte duros la bolsa. No nos mezclemos demasiado en los trueques de los niños o, en todo caso, hagámoslo desde cierta distancia. Hablemos con ellos, pero dejémosles llegar a un acuerdo, pues el conocimiento del valor del dinero viene después, hacia los siete u ocho años. Entonces se puede hablar de generosidad.>>

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Dolto, Françoise (1998). El niño y la familia. Desarrollo emocional y entorno familiar. Barcelona, España: Ediciones Paidós Ibérica. Páginas 20, 21.

Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (7): decirle que el terapeuta es su amigo

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Muchos papás, en su intento de convencer a sus hijos de no despreciar la psicoterapia, les acaban diciendo que el terapeuta es un amigo; afirmaciones como “puedes confiar en él, tómalo como un amigo”“es un amigo al que puedes contarle todas tus cosas”.

Los chicos que NO quieren ser amigos del terapeuta

En primer lugar, muchos chicos no intentarían ni imaginarían jamás una relación de amistad con su psicoterapeuta, de tal forma que una buena proporción de ellos simplemente no aceptarán la propuesta ni bien sea dicha. Más bien sería una propuesta de amistad extraña, incómoda, similar a cuando algunos papás, en su intento por hacer “amistad” con sus hijos adolescentes, toman unos aires juveniles forzados que acaban por incomodarlos.

La negativa de los hijos ante esta propuesta de amistad con el terapeuta puede y suele darse en silencio. Los chicos simplemente se quedan callados y no comunican a sus papás que no tienen intención alguna de ser amigos del psicólogo al que lo están llevando. Esta expectativa de los padres de que su hijo haga amistad con el psicoterapeuta puede contaminar el inicio de la psicoterapia y realmente obstaculizar el afianzamiento del proceso.

Ahora bien, la propuesta de amistad de los papás podría quedar ahí, pero podría ponerse más complicada si el niño o adolescente asume que eso que dicen los papás también es intención del terapeuta, es decir que el terapeuta quiere ser su amigo, cosa que el chico NO quiere. ¿Imaginan lo incómodo de tener que ir a ver a alguien que quiere ser tu amigo, sin que tú desees lo mismo? Digamos que no sería la mejor forma de iniciar un proceso y no sería sorprendente que esta predisposición negativa pueda llegar, en algunos casos, a imposibilitar el avance del proceso.

Los chicos que SÍ quieren ser amigos del terapeuta

Hay otra proporción de chicos a los que sí les agrada la idea de que su terapeuta sea su amigo. Aquí el problema empieza porque esa relación de amistad no se dará. Durante la psicoterapia la relación entre paciente y terapeuta es una relación intensa y cercana, porque se tocan aspectos emocionales, personales y afectivos de la persona, pero no es una relación amical, es una relación de trabajo. 116 diego fernandez

Las relaciones de amistad son relaciones horizontales en las que hay una serie de supuestos de lealtad, de reciprocidad, de complicidad. En la relación terapéutica no se dan estos supuestos de la misma manera. Para empezar los amigos comparten sus cosas mutuamente. En la psicoterapia, en cambio, el terapeuta no puede ocupar el tiempo en hablar de sí mismo como lo haría un amigo, eso sería una estafa. El terapeuta está ahí para el paciente y no al revés, como podría darse en una relación de amistad en donde los implicados se turnan la atención y el apoyo que se brindan. Los amigos son pares, no hay jerarquías muy marcadas. En cambio en la psicoterapia no hay una relación horizontal, es necesaria cierta verticalidad para mantener un orden y proteger las reglas del proceso, y esto es así tanto en psicoterapia con niños, como con adolescentes y adultos. Por último, los amigos no se pagan honorarios profesionales cada vez que se ven, como sí se da en el trabajo psicoterapéutico.

Ahora, si el niño o el adolescente, animado por sus papás, espera que haya una relación de amistad, podría ser decepcionante ver cómo uno a uno van cayendo esos supuestos de amistad, podría también sentirse rechazado al darse cuenta de que su terapeuta está trabajando y para proteger ese proceso evitará dicha relación de amistad. Por eso, decirle al niño o adolescente que el terapeuta será su amigo obstaculiza el proceso, puede provocar demora en el tratamiento o, en el peor de los casos, arruinarlo.

Entonces…

El terapeuta no es un amigo. A veces la relación terapeuta – paciente es más intensa y entrañable que muchas relaciones de amistad, pero NO es una relación de amistad, es una relación de trabajo en donde ambas partes están concentradas en la salud de una de ellas. No es que los psicoterapeutas somos seres fríos y extraños que bloqueamos el contacto amical estando tan cerca, no, es que realmente en un trabajo como este, en el que se requiere trabajar sobre los sentimientos, fantasías, preocupaciones y síntomas de la persona, es imposible. Por eso es mejor evitar decirles a los chicos que el psicoterapeuta es su amigo. Mejor es decirles la verdad, que el terapeuta es eso: su terapeuta.

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Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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Anterior: “Lo que NUNCA debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (6): retirarlo del tratamiento sin despedirse del terapeuta”

 

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“Lo que nunca debes hacer al llevar a tu hijo a psicoterapia (7): decirle que el terapeuta es su amigo” por Diego Fernández Castillo se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Derivar 4.0 Internacional.