Muchos papás, en su intento de convencer a sus hijos de no despreciar la psicoterapia, les acaban diciendo que el terapeuta es un amigo; afirmaciones como “puedes confiar en él, tómalo como un amigo” o “es un amigo al que puedes contarle todas tus cosas”.
Los chicos que NO quieren ser amigos del terapeuta
En primer lugar, muchos chicos no intentarían ni imaginarían jamás una relación de amistad con su psicoterapeuta, de tal forma que una buena proporción de ellos simplemente no aceptarán la propuesta ni bien sea dicha. Más bien sería una propuesta de amistad extraña, incómoda, similar a cuando algunos papás, en su intento por hacer “amistad” con sus hijos adolescentes, toman unos aires juveniles forzados que acaban por incomodarlos.
La negativa de los hijos ante esta propuesta de amistad con el terapeuta puede y suele darse en silencio. Los chicos simplemente se quedan callados y no comunican a sus papás que no tienen intención alguna de ser amigos del psicólogo al que lo están llevando. Esta expectativa de los padres de que su hijo haga amistad con el psicoterapeuta puede contaminar el inicio de la psicoterapia y realmente obstaculizar el afianzamiento del proceso.
Ahora bien, la propuesta de amistad de los papás podría quedar ahí, pero podría ponerse más complicada si el niño o adolescente asume que eso que dicen los papás también es intención del terapeuta, es decir que el terapeuta quiere ser su amigo, cosa que el chico NO quiere. ¿Imaginan lo incómodo de tener que ir a ver a alguien que quiere ser tu amigo, sin que tú desees lo mismo? Digamos que no sería la mejor forma de iniciar un proceso y no sería sorprendente que esta predisposición negativa pueda llegar, en algunos casos, a imposibilitar el avance del proceso.
Los chicos que SÍ quieren ser amigos del terapeuta
Hay otra proporción de chicos a los que sí les agrada la idea de que su terapeuta sea su amigo. Aquí el problema empieza porque esa relación de amistad no se dará. Durante la psicoterapia la relación entre paciente y terapeuta es una relación intensa y cercana, porque se tocan aspectos emocionales, personales y afectivos de la persona, pero no es una relación amical, es una relación de trabajo.
Las relaciones de amistad son relaciones horizontales en las que hay una serie de supuestos de lealtad, de reciprocidad, de complicidad. En la relación terapéutica no se dan estos supuestos de la misma manera. Para empezar los amigos comparten sus cosas mutuamente. En la psicoterapia, en cambio, el terapeuta no puede ocupar el tiempo en hablar de sí mismo como lo haría un amigo, eso sería una estafa. El terapeuta está ahí para el paciente y no al revés, como podría darse en una relación de amistad en donde los implicados se turnan la atención y el apoyo que se brindan. Los amigos son pares, no hay jerarquías muy marcadas. En cambio en la psicoterapia no hay una relación horizontal, es necesaria cierta verticalidad para mantener un orden y proteger las reglas del proceso, y esto es así tanto en psicoterapia con niños, como con adolescentes y adultos. Por último, los amigos no se pagan honorarios profesionales cada vez que se ven, como sí se da en el trabajo psicoterapéutico.
Ahora, si el niño o el adolescente, animado por sus papás, espera que haya una relación de amistad, podría ser decepcionante ver cómo uno a uno van cayendo esos supuestos de amistad, podría también sentirse rechazado al darse cuenta de que su terapeuta está trabajando y para proteger ese proceso evitará dicha relación de amistad. Por eso, decirle al niño o adolescente que el terapeuta será su amigo obstaculiza el proceso, puede provocar demora en el tratamiento o, en el peor de los casos, arruinarlo.
Entonces…
El terapeuta no es un amigo. A veces la relación terapeuta – paciente es más intensa y entrañable que muchas relaciones de amistad, pero NO es una relación de amistad, es una relación de trabajo en donde ambas partes están concentradas en la salud de una de ellas. No es que los psicoterapeutas somos seres fríos y extraños que bloqueamos el contacto amical estando tan cerca, no, es que realmente en un trabajo como este, en el que se requiere trabajar sobre los sentimientos, fantasías, preocupaciones y síntomas de la persona, es imposible. Por eso es mejor evitar decirles a los chicos que el psicoterapeuta es su amigo. Mejor es decirles la verdad, que el terapeuta es eso: su terapeuta.
Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe
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