¡No hables lisuras, carajo!

A varios pacientes en edad de adolescencia o pubertad les he escuchado contarme que su papá o su mamá les exigen no hablar groserías cuando de boca de ellos mismos las escuchan y las aprenden.

Los niños y adolescentes actuales son hijos de papás miembros de la llamada “generación X” (personas nacidas en las décadas de los 70 y 80). Estas personas (yo soy una de ellas), hemos crecido cuestionando todas las normas dadas por sentado por nuestros padres y abuelos. Uno de los reflejos de ello es la total proliferación de vocabulario soez. Ahora los papás hablan y escupen palabrotas como si nada delante de sus bebés y de sus hijos chiquititos.

Yo no quiero decir que esto esté mal. Lo que quiero decir es que tal vez no sea tan práctico, pues luego, cuando esos bebés o niños chiquititos crezcan, ¿cómo hacer para que respeten la presencia de sus papás? ¿Cómo hacer para que incluso no se dirijan a sus padres utilizando esas palabras que han oído siempre?

Un ejemplo

Yo tengo por vecinos a unos padres con dos hijos adolescentes. El menor, calculo que debe tener 14 o 15 años. Varias veces sus discusiones se escuchan hasta mi casa y algunas de esas veces le he escuchado decir a ese hijo menor “¡ya, carajo!”, “¡no me jodas entonces!“, a su papá en alguna discusión. Y es que, claro, al padre también le escucho carajear a cada rato, de él mismo es que ha aprendido ese mocoso.

Como se puede entender, un panorama así no es nada conveniente. ¿Por qué? Porque ese chico está creciendo con una figura de autoridad totalmente debilitada y eso le puede traer serios problemas. Si no ha aprendido a respetar a su propio papá, ¿cómo se espera que respete a una autoridad o a la ley misma de la comunidad en la que vive? ¿Cómo se va a esperar que respete a su mujer o a sus hijos en el futuro? Si la idea es criar a un hombre de bien y exitoso, y sembrar las bases para una buena descendencia, un panorama en el que al padre o a la madre se le mande al carajo o a la mierda en cada discusión no es precisamente el camino más seguro.

Menos aun dirigirse a ellos hablando palabrotas

A veces, los papás, especialmente los padres varones, por dárselas de “bacansitos”, les hablan a sus hijos con palabrotas.

Si arriba he explicado cómo el solo hecho de que los chicos crezcan escuchando palabrotas de sus padres puede traer problemas, con mayor razón no es recomendable dirigirse a ellos hablándolas.

Cosas como:

  • Primera fiesta del hijo púber: “ni se te ocurra tomar trago, huevón, ¿ah?”.
  • Hablándole en tono juguetón a un pre púber que está muy demandante: “fulanito, ya pues, no jodas a tu madre, ¿ya?”.
  • “Estás en la casa a las 2 de la mañana, ni se te ocurra demorarte más, cojudo, ¿eh?”.
  • Mamá a hija: “no seas huevona, pues”.
  • Papá a hija: “¡si ese pendejo no te trae temprano se caga conmigo!”.

Evidentemente no se recomienda para nada utilizar este lenguaje. Al hacerlo, el padre o la madre lo único que logran es bajarse de nivel frente a su hijo o hija, que está en crianza y bajo su responsabilidad. Inmediatamente su nivel de respeto baja, y no, no van a lograr la confianza que quieren ganar, por lo menos no sin arriesgar su estatus de papá o mamá respetables. Esa no es la forma. Más bien muchos chicos pueden arrugar el entrecejo en señal de extrañeza o incomodidad. Hay que recordar que los chicos pueden hacer amigos en la esquina o en cualquier lado, pero papás, solo tienen dos en todo el mundo. No vale la pena rebajar el nivel de la paternidad en aras de una especie de amistad vulgar y forzada.

Para ilustrar esto: ¿alguna vez has visto a un policía o a un sereno hablar con lenguaje inapropiado, con lisuras o jergas, o utilizando formas vulgares? Cosas como “ya ‘pe causha, déjame trabajar ‘pe” de boca de un agente de seguridad ciudadana. ¿Qué sientes cuando escuchas o eres testigo de estas cosas? Por lo menos, lo que yo siento es que esa “autoridad” ya perdió toda su investidura y no merece el respeto de ningún ciudadano. Ya, eso mismo pueden sentir los hijos cuando sus padres hablan vulgaridades, con la enorme diferencia de que ya no se trata de un policía X o de un sereno X de la calle, no, se trata de papá o de mamá en persona. Policías o serenos pueden haber miles; papá o mamá solo hay dos en el universo; es mucho peor y más chocante.

Usar un lenguaje correcto

Con los hijos es mejor utilizar palabras convencionales, por lo menos hasta la mayoría de edad. Esto no quiere decir que los papás tengan que ser serios y aburridos, no. Solo se trata de mantener el estatus padres – hijos. Los chicos necesitan a sus papás. Estos son los que le dan la seguridad, el sostén, el ejemplo frente a un mundo adulto extraño, desconocido e incierto. No es conveniente arruinar las figuras de los padres con palabrotas que luego pueden regresar a los padres de boca de los hijos, dejando a los chicos sin figuras qué respetar, solos, sin seguridad.

Por otro lado, si los padres hablan estas lisuras y luego censuran a sus hijos impidiéndoles a ellos hacerlo, involuntariamente se les está enseñando a ser hipócritas e inconsecuentes. Este hijo podría pensar: “o sea, me dices que está prohibido lo que tú mismo haces”. Así el hijo pierde el respeto por su papá o su mamá y aprende que por lo bajo puede quebrar las normas, teniendo la raza de exigir que los demás las cumplan (esto lo podemos ver a diario en nuestras pistas, por ejemplo).

A los hijos es mejor criarlos sin palabrotas. Las palabrotas mejor usarlas entre adultos, entre amigos, y si es posible, fuera de casa.

 

Diego Fernández Castillo
Psicólogo – psicoterapeuta
Colegio de Psicólogos del Perú 19495
diego.fernandezc@pucp.edu.pe

 

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