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JUAN MANUEL ROBLES Y LOS NUEVOS JUGUETES DE LA GUERRA FRIA

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Juan Manuel Robles dicta el curso de Periodismo cultural en la Facultad de Comunicaciones de la PUCP. Es escritor y ha sido becario de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, donde asistió a los talleres con Ryszard Kapuscinski y Tomás Eloy Martínez. El 2007 sus cuentos, Huancaína Freak y Pérdida de apetito, obtuvieron el primer y segundo lugar en el concurso Cuento Gastronómico convocado por la Editorial Matalamanga. El 2008 publicó Lima Freak, un libro de perfiles. Hace unas semanas su nuevo libro Nuevos juguetes de la Guerra Fría fue presentado en la Feria de Libro de Bogotá. Hoy miércoles será presentado en la Librería El Virrey, de Miraflores. Están todos invitados.

ROBLES

 Juan Manuel Robles – Foto: La República

El 2008 se publicó Lima Freak, un libro de corte periodístico. Ahora, acabas de publicar la novela Nuevos Juguetes de la Guerra Fría, ¿cómo se da este cambio del perfil periodístico a la ficción?
Todo tiene que ver con una exploración expresiva, que incluye una búsqueda de géneros. Los perfiles eran una forma de periodismo narrativo literario,  que me acercó a las formas literarias, y a los recursos que tiene la narrativa para crear la ilusión de realidad. Algo que uno aprende haciendo periodismo narrativo,  es que los recursos textuales están hechos para crear esa ilusión de realidad, aun cuando hablamos de ella. La realidad por sí misma nunca se basta para crear un texto convincente.
Ese acercamiento que incluyó la observación, voces, detalles, saltos en el tiempo, dosificación de la información,  fue la crónica y el perfil. Existen quienes antes de publicar su novela publican algún libro de cuentos y allí obtienen cierta aproximación. Mi entrenamiento fue con los perfiles, que desarrollaron en mí una disciplina estética. La novela se me hizo el género perfecto para narrar lo que quería contar: el pasado y cómo recordamos, mejor dicho los misterios de la memoria.

En qué momento nace la idea de Nuevos Juguetes de la Guerra Fría
Hay un pasado en el que se basa la novela. Un pasado en Bolivia, en la escuela de la Embajada de Cuba, en La Paz, donde yo me volví un pionero. Esta historia se volvió atractiva porque fue una experiencia real, y cuando la comentaba a mis amigos después de pasado los años se volvió muy atractiva, como fascinante para mucha gente, y fue allí donde dije: yo quiero escribir sobre ese momento, ese instante.
No sé en qué momento apareció la idea de escribir una novela,  sé que la idea estuvo allí por lo menos diez años, sin saber bien cómo. Lo que te puedo decir es que cuando publiqué el libro Lima Freak, ya había una intención de hacer ficción. Ese mismo año apareció Huancaína freak. En ese momento yo dije me siento más cómodo en este territorio y sí hubo una idea de tránsito, y no usar la palabra salto, porque se entiende como un paso, una evolución,  en realidad es más bien un cambio hacia donde te sientes más cómodo. Creo que la novela apareció a su edad correcta.

¿En qué años aproximadamente?  
Esto debe haber sido por lo años en que iba a publicar Lima Freak, 2008 más o menos, 2007, quizá 2006, yo tuve esta idea simultanea de querer hacer la novela, y también de escribir el libro de perfiles, entendía que tenía algo que aportar allí. Además, expresivamente a mí me ayudó mucho ese libro, es mi libro de formación. Por más que no tiene este atractivo romántico que puede tener un libro de cuentos.

¿El escritor tiene que escapar de su realidad para escribir? ¿Cómo funciona esto en ti?
Depende de la novela.  En este caso hay una relación directa -creo yo- entre recordar tu pasado cuando estás lejos. Cuando estás lejos el pasado se vuelve una idea más sólida, y de alguna manera más idealizada.  Es como un sobrevuelo, sobrevolar el lugar donde creciste, y esa distancia genera en uno energías interesantes.  En mi caso ese viaje motivó la estructura de la novela y lo que terminó siendo.
Existe una idea instalada en la cultura de que el escritor se va a escribir, son lugares simbólicos pero algunos tienen más sentido que otros. Vargas Llosa hace algunos años decía que se ha perdido esta emoción por irse a España. Vivir en París tiene su capital, su potencia. Yo viví en Nueva York. La gente que vivió allá pone en sus semblanzas ‘vivió en Nueva York’. Tiene sentido porque hay un reconocimiento  de estar en cierto centro.

En tu libro uno de los temas principales es el de la memoria, incluso llevaste clases de Neurociencias ¿Qué te dejó ese proceso de inmersión?
Llevé un curso del Doctorado de Neurociencias, no para sacar alguna verdad, sino para poner a dialogar a la ficción. Es un tema muy en boga, una tendencia cultural, qué tan confiable es la memoria. Solo el acto de recordar, en términos moleculares, es una destrucción y reconstrucción, incluso a nivel microscópico. Recordar es algo que genera un proceso violento, y que termina generando nuevas conexiones. Existe toda una corriente neurocientífica que dice que lo que recordamos más veces no lo recordamos mejor por recordarlo más veces, sino, todo lo contrario, lo recordamos peor.

¿Con qué se va encontrar el lector en tu libro?
Se va encontrar con una novela de aprendizaje, que se convierte en una novela de espías. Con una historia que nos muestra que la infancia es un documento secreto.  Escribir es un ejercicio de desclasificación de documentos secretos. Se va encontrar con un cuestionamiento  a la fiabilidad de nuestros recuerdos, que es un ejercicio que los latinoamericanos deberíamos hacer más. El interés por ocultar el pasado no ha llevado a búsquedas de memorias demasiados totalitarios, demasiados presuntuosos.

¿Cómo quieres que sea recordado Nuevos juguetes de la Guerra Fría?
Creo que los libros se olvidan, las novelas se olvidan, recuerdas atmósferas, texturas, pero es probable que seis meses después  -o un año-  ya no recuerdes la trama, ni cómo se solucionó todo, Vargas Llosa dijo alguna vez que después del proceso de inmersión uno mismo olvida la novela.

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Juan Manuel Robles: “La característica más importante de un periodista es ser una persona culta”

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Luego de dos años de estudiar ingeniería, Juan Manuel tomó una decisión que había estado postergando: Dejó su carrera y se rindió a su pasión por las humanidades. Su intención era estudiar literatura, pero la UPC – Universidad de la que era alumno – no tenía estudios de ese tipo. Optó entonces por el Periodismo, a pesar de la negativa de su padre (también periodista). Juan Manuel no imaginaba que ese aparatoso cambio de ruta sería el inicio de una acelerada carrera que lo llevaría a publicar sus crónicas y perfiles en las revistas más prestigiosas de América Latina y Europa, a ser finalista del premio CEMEX de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y recibir un reconocimiento de manos del mismísimo Gabriel García Márquez.

Este joven exponente del nuevo periodismo se une al Departamento de Comunicaciones para dictar el curso de Periodismo Cultural, que plantea una aproximación a los relatos culturales y la creación de nuevas tendencias. Una clase de 4 horas consecutivas que inicia a las 8 am., como un manifiesto intencional de Juan Manuel de que el Periodismo cultural no es un juego, es cosa seria.

¿De dónde proviene tu interés por el aspecto académico al periodismo cultural?

Me interesa por las ideas preconcebidas que se tienen. Pocos ámbitos generan tantos malentendidos como el del periodismo cultural. Me parece que hay pocos momentos de estabilización de ese concepto y uno de ellos es cuando las personas se meten al curso. La sola existencia del curso ya es una estabilización. El tener 20 personas me parece un signo de que esa entidad difusa tiene algún tipo de corporeidad. Se puede estar estableciendo. El interés de los alumnos por el tema es un buen inicio.

Muchos pueden haber pensado que se trataba de un curso práctico. Tú le estás dando una aproximación más académica.

No creo que sirva de nada la escritura sin la reflexión y la revisión crítica de ciertas cosas. Son cosas que un periodista debe saber para tener una aproximación más inteligente. Recopilar y procesar información es solo una parte de nuestro trabajo. Para mí, lo más importante es la mirada previa, eso te dice qué mirar y cómo hacerlo. Hay muchas características que hacen a un buen periodística, pero yo creo que la más importante es ser una persona culta. Eso no quiere decir ser enciclopédico, sino manejar mecanismos de muchos discursos y saber cuándo usarlos y a dónde ir cuando necesitas algo. Esto, sumado a actitud curiosa. No creo que ningún periodista cultural se haya formado solo por la experiencia de recoger y procesar información. Eso es parte de algo mucho más complejo.

El periodismo cultural no es algo muy valorado por los grupos periodísticos ¿Cómo lograste hacer periodismo cultural?

Yo empecé a trabajar en Perú.com, en la sección cultura. Eso implicaba cualquier cosa relacionada al entretenimiento. Los jefes creen que para hacer eso no necesitas mucho entrenamiento, solo saber escribir. Por eso me asignaron a esa área y no tengo ningún problema en decirlo. En el periodismo hay distintas secciones, cada una con su “escuela” propia. Hay escuelas más consolidadas que otras. El periodismo político, por ejemplo, siempre ha tenido una escuela práctica muy consolidada. El periodismo cultural no. Una de las razones es que hay muy poca gente dedicándose a eso. No puedes hacer escuela con solo una persona en tu redacción.

¿En qué momento pasaste de hacer periodismo de entretenimiento a hacer el periodismo que haces ahora?

Muchas veces uno tiene que elegir su propio camino fuera de los medios consolidados porque lo que buscas es capitalizar tu propia expresión, poder hacer de esa expresión un nombre. Primero estuve en Somos, luego colaboré en Etiqueta Negra con proyectos de periodismo narrativo.

Tienes una atracción especial por los perfiles ¿verdad?

Sí. Creo que los perfiles permiten encontrar muchas cosas sobre la persona que abordas pero también sobre su sociedad, su época, la sensibilidad de su tiempo. Es un género muy rico porque combina estrategias y ritmos narrativos. Puedes narrar toda una vida en un párrafo o describir una escena con 800 palabras. Es maravilloso. También tienen su riesgo, porque a veces las personas no quedan contentas con la interpretación que uno hace. Pero el solo hecho de escenificar e interpretar sus vidas tiene un efecto enorme en su vanidad. Yo conozco a gente que después de estar muy molesta conmigo por lo que escribí, muestra el texto como forma de obtener protagonismo. El que alguien tenga una fijación contigo debe hacerlos sentirse bien. Mientras uno hace un perfil debería tener esa fijación. Es importante y saludable.

Tú querías estudiar humanidades ¿Lograste encontrarte en el periodismo?

Yo soy escritor, pero siento que el periodismo me ha permitido una aproximación narrativa muy rica. Ha sido mi formación. Me siento periodista cuando veo mi manejo de lo posible, como investigo automáticamente. Eso es muy periodístico. Tengo amigos escritores que no lo tienen. Mi formación periodística me permite pensar como periodista si quiero, me da habilidades retóricas muy útiles.

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