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¿Curas haciendo prensa?: El curioso caso de la revista chilena Mensaje

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Hace unos días, el cardenal Juan Luís Cipriani sorprendió a todos al proponer que se someta a referéndum la reglamentación del aborto terapéutico y la aprobación de la unión civil entre personas del mismo sexo. La sorpresa no fue causada por sus declaraciones ultra conservadoras – a las que ya estamos acostumbrados – sino porque este hecho representa una intromisión en asuntos netamente seculares, como son las políticas de estado y las leyes. Pocos días antes, nuestra Facultad recibió la visita del jesuita chileno Antonio Delfau, director de la prestigiosa revista Mensaje. Esta publicación, con 63 años de historia, es la principal revista católica de Chile y se ha convertido en un referente importante para la prensa política de ese país.

Mensaje fue fundada por el – recientemente canonizado – padre Alberto Hurtado en 1952, tomando como referente a las grandes revistas católicas europeas. Su fundador soñaba con convertirla en un espacio de encuentro para las grandes plumas de Chile. Todo parece indicar que el objetivo se cumplió. La revista ha tenido como colaboradores a los más destacados líderes chilenos e incluso a Gabriela Mistral, Premio Nóbel de Literatura. La existencia de esta peculiar publicación nos lleva a preguntarnos ¿Es posible que la iglesia católica mantenga medios de comunicación? ¿Serán serias sus publicaciones o estarán guiadas por visiones dogmáticas o conservadoras? ¿Pueden los religiosos inmiscuirse en política y hacerlo de manera responsable? Antonio Delfau intenta responder todas estas dudas.

¿Cuál ha sido el reto más importante para la revista en estos 62 años?

Quizás la dictadura de Pinochet. Con la asunción del dictador en 1973 desaparecen todos los diarios de izquierda y quedan solo El Mercurio y La Tercera, ambos de derecha. Se cierran todas las revistas. Mensaje es la única publicación no oficialista que se mantuvo en circulación. Mantener esa independencia fue un gran desafío. Tuvimos que convivir con la censura previa primero y luego con la autocensura. Antes, afrontamos también un reto importante: dar a conocer al público las transformaciones de la iglesia en el Concilio Vaticano II. Otros momentos importantes fueron la “Revolución en libertad”, en el gobierno del presidente Frei Montalva y la etapa de la Unidad Popular, que fue un sueño hecho realidad para los católicos de izquierda que añoraban un gobierno socialista que trajera mayor justicia social. La revista ha tenido distintos desafíos según la época. Un desafío grande en los noventa fue mostrar una posición progresista de la iglesia, cuando oficialmente el catolicismo involucionaba y se ponía muy conservador ¿Cómo poder decir cosas que a la jerarquía no le gustaban? Pasamos de la censura militar a la censura eclesiástica.

Llama la atención que una revista católica trate temas seculares de manera tan cotidiana. Mostrarle a la gente que la iglesia puede hablar de esos temas ¿No es un reto también?

Por supuesto. La revista tiene una línea editorial. Tenemos una opinión en el campo político, económico y social. Podríamos decir que somos progresistas. Ponemos énfasis en la justicia social, el progreso y el crecimiento con equidad. Nuestros grandes enemigos son la pobreza, la desigualdad, la injusticia social e incluso penal y civil. Un concepto que no está en la doctrina de la iglesia pero que defendemos como un valor esencial es la democracia. Haberla perdido durante 17 años nos enseñó a valorarla enormemente.

¿La iglesia en Chile reaccionó de forma cohesionada frente a este régimen dictatorial?

Creo que podemos sentirnos orgulloso de la reacción de la iglesia católica de Chile frente al golpe. Con algunas excepciones, la gran mayoría de obispos denunció las violaciones a los derechos humanos. La junta militar se declaró cristiana y defensora de los valores de la iglesia, por lo que algunos obispos vieron con entusiasmo esta “restauración cristiana” luego de un periodo socialista. La mayor parte de la iglesia luchó por la defensa de los derechos humanos, alzó la voz por los detenidos, los desparecidos, los torturados, los ejecutados, y los exiliados. En Chile, la iglesia católica tuvo un papel muy decente, aunque hubo tres o cuatro obispos que defendieron con fanatismo a Pinochet.

Es interesante que hayan dedicado una de sus publicaciones a hablar justamente de esa división en la iglesia durante la dictadura.

Cuando se cumplieron 40 años del golpe, en setiembre del 2013, logramos contactar a un exjesuita que estuvo en Chile durante el golpe y realizó muchas entrevistas a las principales cabezas de la iglesia. Le pedimos que escribiera un artículo para la revista. Fue muy interesante, porque yo tenía la idea de que existieron dos grupos. Lo que las entrevistas muestran es que existieron al menos cuatro posiciones. Algunos querían oponerse al gobierno debido a las violaciones de los derechos humanos, otros eran más cautelosos y querían apoyar a las víctimas pero no confrontar al régimen. Lamentablemente, había otros que creían que los perseguidos se merecían su suerte por marxistas.

Viendo la actitud de la revista, es bastante lógico pensar que tiene enemigos dentro de la propia iglesia…

Yo llevo 17 años dirigiendo la revista. Cuando yo llevaba seis años en el puesto, el provincial me pidió que consulte a los obispos (que reciben la revista gratuitamente) si deseaban seguir recibiéndola. Entonces escribí a todos los obispos de Chile. Usé la excusa de que estábamos renovando la base de datos y necesitábamos saber si deseaban seguir recibiendo la publicación. La gran mayoría respondió que sí. Dos obispos llamaron por teléfono para decir que sí. Seis de ellos nunca contestaron. Esos seis eran los más conservadores. Entonces, dejé de mandarlas. Yo tuve un problema grave a raíz de la ley de divorcio, que se aprobó en Chile recién en 2002. Durante el debate previo, decidimos publicar dos artículos de demócratas-cristianos: Mariana Aylwin, hija del ex presidente, diputada y ex ministra de educación e Ignacio Walker, presidente del Partido Demócrata Cristiano, senador y ex canciller. Los artículos explicaban por qué, siendo católicos, votarían a favor de la ley del divorcio. También incluimos el texto del teólogo jesuita Juan Echagavía, quien argumentaba que se podía conservar la doctrina de la iglesia y a la vez apoyar una ley que permita el divorcio civil. Eso provocó que una comisión doctrinal de la Conferencia Episcopal escribiera un documento y me obligara a ponerlo en Mensaje. El texto decía que el padre Hurtado estaría avergonzado de que pusiéramos esa clase de artículos.

Entonces, de todas formas estas sometido a la jerarquía católica…

Yo no someto la línea de la revista a ningún miembro de la jerarquía. Incluso pude haberme negado a publicar esa “aclaración” doctrinal, pero eso hubiera generado una guerra. Por eso decidí publicarla. Lo hice dolido y molesto, pero lo hice. Esa fue la única intervención en 17 años. A veces también hemos tenido cartas de obispos. Yo creo en la libertad. No soy stalinista. Nosotros tratamos de decir las cosas con seriedad, profundidad y respeto. Quizás eso es lo más valioso de la revista.

Tú has mencionado que la iglesia debería proteger la democracia ¿Qué te parece que los obispos pretendan elegir a los rectores de las universidades sin consultarlo con los demás estamentos? ¿No es atentado a la democracia?

Sí. La iglesia ha sido siempre bastante vertical y autoritaria. En la iglesia católica no existe la democracia. No ha existido nunca. El concilio Vaticano II intentó presentar una visión más abierta al dialogo, a la participación de los laicos, pero fue constreñida en los años posteriores. Hoy estamos viviendo una nueva primavera, aunque aún incipiente. Yo estoy de acuerdo con que las autoridades de las universidades sean democráticamente elegidas. La Universidad Católica de Chile logró eso con la aprobación de la iglesia en 1967. Eso duro hasta el golpe. Cuando se regresó a la democracia nada de eso se recuperó. El tema de la terna y el gran canciller no es lo ideal.

Por un lado, las publicaciones impresas reducen sus tirajes y por el otro, la iglesia pierde creyentes. Ambas cosas afectan directamente a Mensaje ¿Cómo van los números en la revista?

Yo no me puedo quejar. El año pasado aumentamos los suscriptores. Yo estuve en la Universidad de Georgetown, donde llevé un curso sobre los nuevos medios y el desafío de la prensa. Allá me di cuenta de que, en Estados Unidos, los semanarios también se han ido a pique, Lo mismo ha pasado con los diarios. Pero el caso de las revistas mensuales es distinto, porque incluso han aumentado sus tirajes. La diferencia es que estas no son revistas inmediatas, sino de reflexión y de textos placenteros para leer. Nosotros nos hemos salvado porque Mensaje no es una revista de la inmediatez, sino que muestra la noticia reflexionada y digerida.

¿Las revistas católicas aún tienen el poder de generar una corriente de opinión en la sociedad?

Ya no con la fuerza que tenían en los los 60 y 70. Nosotros sacamos un artículo sobre el escándalo financiero que involucra a empresas muy poderosas de Chile. El dueño de una de esas empresas buscó al autor del texto en la Universidad en la que trabaja para encararlo. Si la revista no tuviera importancia ¿Este hombre hubiera hecho eso? ¡No se tomaría la molestia! Aún hay un público selecto al que le importa la posición de la revista. No somos una publicación masiva, pero sí una leída por líderes de opinión. Tenemos prestigio de decir la verdad, ser serios y profundos. Eso lo hemos conservado.

Me dejas la sensación de que la iglesia es más diversa de lo que parece ¿No es incómodo convivir así?

La diversidad es buena. Los católicos somos como caramelo surtido. Está bien que haya distintas corrientes dentro de la iglesia. Lo que está mal es que una de ellas pretenda ser hegemónica. Hay gente que necesita estructuras muy claras por su propia personalidad y psicología. Para ellos está el Opus Dei y otras ciertas corrientes católicas donde todo está clarísimo, con normas y barreras claras. Hay otros que creemos en el discernimiento y en la búsqueda de la verdad. Creemos que la verdad no está impresa en granito y no es inamovible. Yo he luchado porque nuestros lectores sean adultos en la fe. Hay muchos niños en la fe en la iglesia, personas que no son capaces de discernir. Hay jerarquías y curas que quieren mantenerlos así. Tener adultos en la fe es visto como un riesgo por algunos. Esa gente es menos dócil, menos sumisa. En Mensaje tratamos de ayudar a quienes nos leen a ser adultos en la fe. Por eso somos modernos, críticos, confrontamos la doctrina con la ciencia.

Chile vive un despertar social muy interesante ¿Se vienen tiempos de confrontación en la revista nuevamente?

Son años muy interesantes. Chile necesita una nueva constitución, aunque nosotros no hemos tomado posición en el medio para logarla. Los chilenos se han ido empoderando, ya no quieren más abusos ni autoritarismo, no quieren soluciones fraguadas a puerta cerrada. La chilena es una sociedad muy consciente de sus derechos, aunque poco consciente de sus deberes. Hay un alto nivel de conflictividad social que tiene su fuente en la enorme desigualdad. Chile es un país que ha sido exitoso económicamente en los últimos 25 años. Hemos disminuido mucho la pobreza y la pobreza extrema, pero estamos convencidos de que con estos niveles de desigualdad no se puede llegar al desarrollo. Los desafíos que se vienen son estimulantes. Una educación para todos, gratuita y de calidad, una reforma tributaria para tener más impuestos y menos desigualdad. Se vienen años entretenidos. Parece que irán en la dirección correcta. (Entrevista realizada el martes 25 de marzo por Eduardo Maldonado.)

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