¿Cómo ha visto la Universidad desde que llegó?
Cuando comencé a trabajar en la Universidad en el año 70, no llegué al Fundo Pando, sino a Camaná 459, donde funcionaba la Administración y la Facultad de Derecho. En el año 73 recién nos mudamos acá, al Fundo Pando. Había chacra. En el jardín central de la Universidad, había lechugas, nabos, coliflores, tomates. El edificio principal de la Universidad, donde está el rectorado, no estaba. Solamente estaba Derecho, Ingeniería, Sociales, Arte, Agronomía. Cuando vinimos, nos llevaron a las casetas, que habían sido las aulas de Derecho hasta ese momento. Ahí se trasladó todo lo que había estado en Camaná. El Rectorado estuvo en una caseta cuando vino acá y toda la Administración también. Nosotros estábamos ahí.
En ese tiempo trabajaba en el Departamento del Estudiante y la Oficina de Ingresos porque estaba dentro de la misma Unidad. Nos asábamos de calor cuando hacíamos los exámenes de ingreso porque trabajábamos en una caseta. Era como un cuartito, todo encerrado, donde no entraba aire por ningún lado; era como una bóveda. Prácticamente no respirábamos. Parecíamos esclavitos. Sudábamos la gota gorda porque éramos tres personas las que trabajábamos ahí. Con los años, hicieron el edifico y nos mudamos. Ese edificio tiene historia. Ahí trabajan muchas personas. La Oficina de Ingresos tenía un sótano que hasta ahora existe, ahí en el Edificio Dinthilac, donde yo hacía los exámenes de ingreso. La Universidad ha crecido muchísimo. Han puesto cemento de una forma vertiginosa; en cambio, antes se veía mucho jardín.
Ha trabajado con gente legendaria…
Por supuesto. He visto a muchas autoridades ser alumnos: Salomón Lerner, Marcial Rubio, Guzmán Barrón, quienes han sido rectores. He tenido el gusto de conocer al padre McGregor cuando entré a trabajar en Camaná. Tengo una carta escrita por él dirigida a mí porque en el año 72 yo me iba a casar y, como todo era tan juntito en la Administración, todos nos conocíamos. Le había pedido al padre que oficie mi misa. Por eso me mandó una carta, porque no podía. Una carta linda que la tengo guardada. Así conocí al padre McGregor. También trabajé con Rogelio Llerena, quien fue mi primer jefe y mi jefe por más de 30 años, con Teodoro Sanz y con Enrique Quevedo. En época de los exámenes de ingreso, venían todos los jurados a trabajar: Beatriz Mauqui, José León y profesores del área de Matemáticas. Los ingenieros venían a revisar los exámenes de ingresos porque eran los jurados. En algún momento ha venido el doctor Marcial Rubio también. Tal vez él no se acuerde porque no ha ido muchas veces, pero él iba a la bóveda a revisar exámenes. De ahí, trabajé por un tiempo con Rómulo Franco cuando me trajo acá, al Departamento de Comunicaciones; trabajé con James Dettleff, en sus dos periodos; y, por último, he tenido el gusto de trabajar con Abelardo Sánchez León.
Cuando reflexiono de todo esto que me ha pasado en la Universidad, porque son 47 años, que no es poco, pienso que tal vez no hubiese estado tanto tiempo acá si no hubiera sido por la calidad de gente con la que he trabajado. Por mi carácter, tal vez no hubiera permitido que otras personas me maltraten, como pasa con algunas personas que por la necesidad lo permiten, aguantan y están ahí. Creo que yo no hubiera podido. Doy gracias que ha sido así. He tenido la suerte de trabajar con bellas personas y haber conocido a tantísima gente. Toda la época en la que estuve en Servicios Universitarios, trabajé solo con alumnos, con los Centros Federados, casi con ningún profesor. Conocía a los estudiantes. Les proporcionaba todo lo que eran sus materiales y veía sus actividades.
No había trabajado antes con profesores, así como trabajo ahora en el Departamento. He aprendido porque no tenía la menor idea de lo que hacían los Departamentos. Yo venía del área administrativa. Mi campo era completamente diferente, pero ya en el Departamento noté que la Universidad es otra cosa. No era lo que yo había conocido hasta entonces. La Facultad y el Departamento son el alma de la Universidad (de la mano de los alumnos, claro). Toda mi vida ha sido acá. He pasado más tiempo aquí que en mi casa. El día que no tenga que venir, voy a sufrir.