Leyendo las noticias del día de hoy, hubo dos notas periodísticas que me llamaron la atención, una de Volkswagen y otra de Apple. En ambas noticias lo que subyace en el fondo es el gran debate que siempre he venido promoviendo en esta tribuna académica sobre la responsabilidad social empresarial y las prácticas de buen gobierno corporativo de cara al mercado y al protagonista principal que le da vida al mercado que somos los todos los consumidores. Estas noticias evidencian cuan vulnerables somos las personas, cuando violentan nuestros derechos en el mercado.
Por un lado, la noticia de Volkswagen en la que se decide investigar y sancionar a su directivo de relaciones públicas, toda vez que este sabía de los temas de contaminación que emitían sus vehículos. Este es un caso extremadamente grave, porque como directivo tenía conocimiento del daño que produce la contaminación, pero lamentablemente, no tenía conciencia social. Una empresa que está marchando y administrándose a contrapelo de la tendencia mundial que es la conservación del medio ambiente y sobretodo traicionando la confianza que teníamos en esta empresa. Tenemos que preguntarnos si el valor de la marca sigue siendo el mismo, o cuantas personas seguirán contratando y comprando automóviles de esta marca, particularmente creo que el número se irá reduciendo por falta de confianza de los consumidores.
Por años Volkswagen fue un símbolo de garantía, calidad y las generaciones pasadas de la década de los 70’s y 80’s, lo primero que ansiaba un joven era tener el famosísimo escarabajo de Volkswagen, el auto más vendido de la historia. Con esta lamentable noticia, se traiciona esa confianza y reputación que la marca ganó en su público, y el tiempo dirá si son los consumidores los que castigan a la empresa con sus bajas preferencias y compras.
Por otro lado, la marca Apple, el gran gigante del mundo de la tecnología e informática, ha lanzado sus nuevos productos con la llamada obsolescencia anticipada u obsolescencia prevista, es decir, cuando una persona compra un aparato electrónico hace una inversión con la esperanza que le dure y sea útil buen tiempo, evidentemente en algún momento habrá una renovación, pero es una renovación natural, porque queremos tener un mejor equipo, mejor tecnología, mejor garantía, pero no porque tenga una obsolescencia programada, esto también es un atentando contra la razón misma de la calidad que como consumidores esperamos cuando compramos un producto. ¿Comprarse algo que el propio productor sabe que en dos años no te va a servir o va a tener fallas? Suena ilógico, incoherente y desleal, y es también atentar contra el derecho de las personas en el mercado.
¿Qué subyace en el fondo en ambas noticias? Un gobierno corporativo que no tiene en cuenta los derechos de las personas, empresas que no han internalizado el concepto de la responsabilidad social empresarial, como decía el Papa Juan Pablo II: “empresas que no entienden lo que es la calidad”; o en la encíclica papal Centecimus agnus: “el mundo demanda calidad, calidad de lo que se produce y se consume, calidad de la vida en general”. La calidad debe ser una directriz, una línea transversal en el eje sistémico de la gestión de toda empresa, y calidad en todo sentido, no solamente del producto, sino también calidad de la atención, servicio, operatividad, producción, despacho, venta. Una empresa que marcha en contra de esta tendencia, traiciona las expectativas del consumidor y traiciona su propia esencia, porque cuando uno hace empresa, lo hace para innovar, para crecer, para dotar al mundo de cubrir una necesidad, para ofrecerle al consumidor lo mejor de los productos o servicios y sobretodo, satisfacer sus necesidades y hacerlos felices.