“Martini: un profeta que anticipó caminos de la Iglesia”

10:00 p.m. | 28 jun 22 (VTN/IHU).- Un “profeta”, un “testigo auténtico de la palabra de Dios”, un “punto de referencia” para la Iglesia en todo el mundo. El cardenal Michael Czerny, máxima autoridad en la oficina de Desarrollo Humano Integral del Vaticano, recuerda la figura de Carlo Maria Martini, veinte años después del final de su episcopado y diez después de su muerte. “Ahora todos le entendemos mejor, reconociendo cómo sus visiones y las prioridades de su gobierno pastoral -quiero decir también su estilo de escuchar, rezar y vivir- anticipaban caminos que finalmente implican a la Iglesia universal”.

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En un evento organizado por la fundación que lleva el nombre del cardenal italiano, Michael Czerny recordó el amor del arzobispo de Milán por las Escrituras, “con una capacidad bastante extraordinaria para interpretarlas dentro de las circunstancias históricas”. En el encuentro, que se reseñó una publicación que aborda el legado y magisterio de Martini, Czerny comentó que “muchos ya lo apreciaban mientras estaba vivo, no sin incomprensiones, incertidumbres y oposiciones”, pero señaló que ahora todos podemos comprender mejor que sus ideas anticipaban caminos que involucran a todas las instancias de la Iglesia en el mundo.

Uno de ellas es el Sínodo. El título del libro presentado, “Farsi prossimo” (Hacerse prójimo), no sólo recuerda la carta pastoral de Martini de 1985, sino que también hace referencia a “una gran convención eclesial que representó un verdadero laboratorio de la Iglesia sinodal en Milán en los años 80”. Estas páginas relatan “un proceso”: “Es un tesoro”, subraya Czerny, “para la Iglesia de todo el mundo, que hoy sabemos que está comprometida con los continuos llamientos del papa Francisco a un camino sinodal”. ¿Cómo buscamos a Dios juntos? ¿Cómo distinguimos su voz? ¿Cómo se le obedece? ¿Cómo se organiza, con qué roles y en qué momentos, una comunidad que discierne y llega a decisiones?”.

En esta perspectiva, es “sumamente interesante y actual”, según el jefe del dicasterio, vislumbrar el tipo de liderazgo y autoridad que ejercía Martini. Y es significativa la “centralidad” que el arzobispo atribuye a la parábola del Buen Samaritano, el mismo icono evangélico sobre el que el papa Francisco estructura a Fratelli Tutti. “A una distancia de casi cuarenta años y dentro de un escenario mundial no del todo, pero sí en gran medida cambiado”, hay dos lecturas de dos pastores “muy diferentes y en circunstancias sucesivas” de la respuesta radical de Jesús a la pregunta: pero ¿quién es mi prójimo?” Cada uno de nosotros, dice Czerny, puede “aportar su propia lectura a la Iglesia”.

“Un Sínodo, como la propia Biblia, está hecho de continuas lecturas y relecturas: es decir, vive de la capacidad específicamente humana de interpretar”. Y “la Iglesia hace espacio, es más, es el espacio de las respuestas personales al Evangelio”.

Una vez más, Czerny señala también la correspondencia entre el compromiso del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral y el perfil de la caridad que el cardenal Martini supo hacer resurgir y cultivar: “Las opciones eclesiales de aquella época, en gran parte, continúan en sus efectos hasta hoy”. De hecho, la de Martini era “una caridad que no se conforma con la espontaneidad, sino que estructura caminos capaces de perdurarse en el tiempo”. Se trata de una “gratuidad que sabe dar forma asociativa, institucional e incluso política a las dimensiones de justicia, cuidado, desarrollo y paz”.


“Hoy es nuestro momento”

Martini, añade el cardenal, “hizo lo que le pidió el Concilio, un evento que en su juventud, como en la del papa Francisco, representó una primavera evangélica”. De aquellas décadas de posguerra hoy se han desvanecido “las visiones” que “nos hacían anhelar la unidad de la familia humana”. Sin embargo, hoy es “nuestro momento”, concluye Czerny: “Es el momento de cambiar totalmente la estructura del mundo, su representación, repensando el modelo económico en sus raíces, de no ser así sólo nos enfrentaremos a los síntomas. El éxodo del que somos responsables y protagonistas, en el que se juega nuestra propia liberación, toma la forma de un sueño que el papa Francisco ha llamado: “fraternidad y amistad social”.

Libertad, alimento para el espíritu. El pensamiento de Carlo Maria Martini

¿Por qué el cristianismo ha dejado de ser fascinante para la mayoría de los jóvenes? Dos jesuitas de avanzada edad se plantearon esta cuestión, hablando entre ellos en Jerusalén hasta altas horas de la noche y examinando el problema en múltiples interrogantes. Por ejemplo, el mayor dijo en un momento dado: “La Iglesia en las últimas décadas ha perdido muchos jóvenes, me pregunto cómo podemos recuperarlos”. El resultado está depositado en el libro titulado precisamente Conversaciones nocturnas en Jerusalén que, cuando se publicó en 2008, causó mucho interés en Italia y en el mundo.

La causa principal de este interés era la identidad del autor principal, el que respondía a las preguntas que el otro le hacía en nombre de muchos jóvenes austriacos y alemanes. Además de ser uno de los más respetados estudiosos de la crítica textual del Nuevo Testamento, era cardenal, había sido arzobispo de Milán durante 22 años, durante mucho tiempo considerado papable, y representaba un punto de referencia de la espiritualidad contemporánea para los fieles de todas las religiones y también para muchos no creyentes.

Interrogándose sobre la creciente crisis del catolicismo, Carlo Maria Martini y Georg Sporschill miraron la situación de frente sin vacilar y por ello optaron por dar al libro el siguiente subtítulo: Sobre el riesgo de la fe. Normalmente tal expresión se entiende en el sentido del riesgo que la fe provoca en quienes la abrazan, como le ocurrió, por ejemplo, a Abraham, llamado a abandonar su tierra; en estas páginas, sin embargo, emerge sobre todo otro sentido: el riesgo que corre la propia fe debido a la progresiva decadencia que hoy, en el Occidente posmoderno, parece hacerla irrelevante. El riesgo de la fe en el Dios cristiano es que se debilita cada vez más, hasta que desaparece.

Sin dejar de lado los motivos de esperanza, el libro enumera y discute las razones de la crisis, de modo que es casi un pequeño resumen de las preocupaciones y perspectivas de la espiritualidad católica. El principal punto de crítica es, sin duda, la Iglesia y su estructura que, según Martini, tiende cada vez más a comportarse como esos enfermos que reducen el mundo entero a su salud y acaban por no ver nada más que a sí mismos: del mismo modo, la Iglesia tiende a darse demasiada importancia a sí misma y corre el riesgo de erigirse en absoluta. Martini no oculta sus críticas: “En el pasado tuve sueños sobre la Iglesia. Hoy ya no tengo esos sueños”, una afirmación reiterada en su última entrevista concedida el 8 de agosto de 2012 al padre Georg Sporschill junto a Federica Radice Fossati Confalonieri, y publicada por el “Corriere” el 1 de septiembre tras su muerte: “La Iglesia lleva 200 años de retraso. ¿Por qué no se sacude? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de valor?”.

Para comprender en profundidad el método que Martini aplicaba a la lectura de la realidad y de las personas, conviene recordar lo que dijo una vez sobre su lema episcopal en una conferencia en el Pontificio Instituto Bíblico de Roma el 23 de mayo de 2002: “Mi lema es: Pro veritate adversa diligere, es decir, alegrarse de las contradicciones”. Martini tradujo así el sentido de la frase que había elegido veintidós años antes, en el momento de su repentino nombramiento como obispo de Milán por Juan Pablo II, y que Martini había hecho todo lo posible por evitar. La frase está tomada de una obra de Gregorio Magno titulada La Regla Pastoral y suele traducirse como “amar la adversidad para defender la verdad”, en el sentido de que la defensa de la verdad llega a exigir la aceptación de deberes desagradables para el sujeto, como había sido el caso de Gregorio, que no quería ser Papa, y como había sido el caso de Martini, que no quería ser obispo y abandonar sus queridos estudios.

Sin embargo, Martini fue dando otro significado a la frase, como dijo aquel día en Roma: el de ser feliz con las contradicciones. Pero, ¿en qué sentido se puede ser feliz con las contradicciones? Puede ser porque las contradicciones derriban las certezas de los granitos y estimulan el pensamiento, y el pensamiento libre y consciente es la base vital de la espiritualidad más auténtica.

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Fuentes

Vatican News / Institutos Humanitas Unisinos / Foto: La Repubblica

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