Minería e Iglesia: Una guía pastoral ante el extractivismo

7:00 p.m. | 2 set 25 (VTN/JIM).- La Iglesia latinoamericana renueva su horizonte ante los desafíos del extractivismo. Impulsado por un encuentro episcopal de 2024 y consolidado en las Orientaciones Pastorales ante los Impactos de la Minería (julio de 2025), el giro afirma que la fidelidad al Evangelio exige ponerse del lado de las comunidades y de la Casa Común: denunciar los abusos del extractivismo y defender a los más vulnerables. En el lanzamiento virtual, testimonios de obispos y agentes pastorales apuntan a una Iglesia que pasa de mediadora a defensora.

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Una delegación de aproximadamente 20 obispos que acompañan comunidades afectadas por la minería en América Latina y el Caribe se reunió para debatir acerca de las respuestas pastorales frente a una realidad que clama por justicia. En el encuentro, organizado con el apoyo del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, el CELAM y la Red Iglesias y Minería, se presentó el documento Orientaciones Pastorales Ante los Impactos de la Minería en América Latina y el Caribe, resultado de un proceso de discernimiento sobre el extractivismo en la región.

Este documento surge con la intención de ofrecer “algunas orientaciones para acompañar de manera profética a la vida de las organizaciones de fe en América Latina que están en espacios de conflicto socio ambiental”. La iniciativa responde a la urgencia de hacer frente a uno de los escenarios más dolorosos del continente: la devastación de territorios y la persecución de defensores ambientales, muchos de los cuales han sido criminalizados y asesinados, hechos ligados en su mayoría a intereses económicos vinculados a proyectos mineros, según el último informe de Global Witness.


El contexto de la realidad minero-ambiental en América Latina

La región enfrenta una serie de conflictos socioambientales vinculados a la minería, que afectan directamente a las comunidades y a la Madre Tierra. La extracción desmedida de recursos ha causado pérdida de tierras, contaminación de aguas y destrucción de modos de vida ancestrales. La Iglesia latinoamericana, en fidelidad al Magisterio del papa Francisco y a la encíclica Laudato si’, reconoce la necesidad de defender “la justicia ecológica y social”.

Además, se advierte que los procesos extractivos no solo atentan contra la justicia social, sino también contra la espiritualidad de los pueblos, que conciben el territorio como un don sagrado. La Iglesia, en escucha de este clamor, recuerda que la crisis ecológica y la crisis social están íntimamente ligadas.

También se denuncia que la mayoría de los conflictos tienen que ver con minería, y que estos conflictos están acompañados de una creciente criminalización y violencia contra los defensores del territorio. La crisis ambiental y social se agrava en contextos donde el extractivismo voraz es la norma, en consonancia con un sistema económico que convierte en capital los bienes de la naturaleza sin límites claros ni justo reparto. Desde esta perspectiva, se plantea que el dolor de los pobres y el grito de la tierra se convierten en un único clamor que interpela a la Iglesia a asumir un compromiso pastoral renovado. El desafío es transformar este sufrimiento en motor de esperanza y acción.

Breve extracto capítulo 2: Ir más allá de solo cambiar el modelo de “extracción”

“Las propuestas más recientes para reconfigurar esta economía depredadora son las transiciones minero energéticas, que buscan mantener el mismo estilo de vida de las sociedades más ricas, su consumo y concentración de capital, simplemente cambiando la matriz de fuentes para la generación de energía. El problema es que las llamadas ‘energías limpias’, en realidad, requieren -para su captación, almacenamiento y distribución- infraestructura y maquinarias gigantescas, tales como presas hidroeléctricas, aeroventiladores, paneles solares y baterías, que se fabrican con una ingente cantidad y variedad de minerales llamados ‘críticos’, debido al valor de mercado que adquieren en la puja corporativa por liderar su mercantilización”.


Contenido de las orientaciones pastorales

El documento, fundamentado en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, busca ser un recurso para dar respuesta a los desafíos que enfrentan los pueblos y territorios. Entre sus propuestas se destaca la necesidad de una visión post-extractivista, que rechace la minería predatoria y promueva modelos de desarrollo más sostenibles y menos dependientes de la explotación de la naturaleza.

Se propone que la minería sea “necesaria, reducida y regulada” enfocada únicamente en necesidades prioritarias, y basada en principios de justicia ecológica y social. Además, el texto advierte que “el discurso de la transición energética” que propone extraer minerales como litio o cobre, muchas veces, simplemente repite el mismo modelo con nuevos recursos, agravando los conflictos en zonas de sacrificio.

Se subraya también la importancia de promover una espiritualidad que “une a todas las formas de vida” y de fortalecer el diálogo con espiritualidades indígenas y afrodescendientes para superar el antropocentrismo. El documento insiste en que la Iglesia debe acompañar el compromiso con la justicia, la dignidad, y la denuncia profética, aunque advierte que debe mantenerse independiente de fuentes de financiamiento que puedan comprometer su misión profética.

La Iglesia asume el compromiso de estar presente en los territorios, acompañando procesos de defensa de los derechos humanos y del ambiente. Esto implica escuchar las narrativas locales, fortalecer las identidades culturales y promover espacios de organización comunitaria frente a la presión de empresas y gobiernos. El texto subraya que esta opción no es solo sociopolítica, sino también evangélica: al defender la vida y la tierra, la Iglesia anuncia el Reino de Dios en medio de la historia. Así, se invita a una pastoral que une la proclamación de la fe con el compromiso por la justicia.

Breve extracto capítulo 3: La Iglesia con las comunidades y sus territorios

“Uno de los pedidos más frecuentes de las comunidades es la garantía de su ‘derecho a decir no’, es decir, el derecho a la autodeterminación en sus territorios, que a menudo son reconocidos y defendidos como ‘libres de la minería’. La Iglesia ha participado en varias de estas movilizaciones y se convierte en un actor influyente y un aliado fundamental para las comunidades que sueñan con otras oportunidades en sus territorios”.


La esperanza y el actuar responsable

Las orientaciones llaman a trabajar en red (REPAM, REMAM, REDCHAC, etc.), junto con organizaciones y comunidades, para promover campañas de desinversión en minería y políticas públicas que protejan a las víctimas y a los territorios. Se destaca que el rol de la Iglesia es estar del lado de las víctimas humanas y no humanas, apoyando su lucha por justicia, inclusión y dignidad, y promoviendo modos de vida y consumo más simples y sostenibles.

Se propone también consolidar equipos pastorales formados en ecología integral, capaces de animar procesos comunitarios y generar una conciencia crítica frente al extractivismo. El documento insiste en la urgencia de una formación sistemática que abarque seminarios y programas de educación popular. La pastoral debe nutrirse de la doctrina social de la Iglesia (Laudato si’ y Querida Amazonía) para articular fe, justicia y cuidado de la creación. Se alienta a las Iglesias locales a ser creativas, promoviendo alternativas económicas solidarias, redes de cuidado y un estilo de vida austero. La conversión ecológica no se reduce a acciones puntuales, sino que supone una espiritualidad encarnada y comunitaria.

Breve extracto capítulo 4: Iglesias locales para la conversión ecológica

“Urge reformar los itinerarios formativos de los seminarios, incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia. Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de Querida Amazonía“.


Iglesia, Estados y empresas

El documento invita a incidir en las políticas minero-energéticas de los Estados y a fortalecer la denuncia frente a las empresas y gobiernos que vulneran derechos fundamentales de los pueblos. En definitiva, la Iglesia reafirma su compromiso de ser “respaldos para las comunidades que sueñan con otras oportunidades en sus territorios”. El documento advierte que la neutralidad no es opción: la Iglesia debe posicionarse en favor de la vida, aun cuando ello suponga tensiones con poderes económicos y políticos. Su tarea es construir puentes sin renunciar a la denuncia profética.

Breve extracto de las conclusiones:

“Los obispos exhortamos a las comunidades católicas del Continente a ver y tocar la realidad, contemplando en ella el Evangelio de la Creación y percibiendo la acción del Espíritu Santo en la historia humana, para analizar, interpretar, discernir lo que conviene o no de las actividades extractivas en los territorios y así, proponer, planificar, actuar para transformar nuestro propio estilo de vida, incidir en las políticas minero–energéticas de estados y gobiernos, y en las políticas y estrategias de las empresas dedicadas al extractivismo, con miras a alcanzar el bien común y un auténtico desarrollo humano, sostenible e integral”.

LEER. Documento completo “Orientaciones pastorales de la Iglesia frente a la minería”

VIDEO. 10 Aniversario Laudato si’ – ¿Qué hacemos con la minería?

Reunión de obispos en 2024: inspiración para las orientaciones pastorales

La Iglesia latinoamericana reafirmó su compromiso con las víctimas de la minería y la economía extractivista durante el Encuentro Fraterno de Obispos de América Latina, que se desarrolló del 7 al 10 de octubre de 2024 en la ciudad de Panamá. A lo largo de esas jornadas, los obispos provenientes de Colombia, Argentina, Perú, Ecuador, Centroamérica y Brasil discutieron sobre los desafíos de la minería y el cuidado de la Casa Común, al tiempo que intercambiaron experiencias frente al impacto del extractivismo en sus diócesis. Este proceso se convirtió en la base para la publicación de las orientaciones pastorales presentadas ahora, en julio de 2025.

El padre Darío Bossi, misionero comboniano y coordinador de la Red de Iglesias y Minería, expuso entonces que “la minería es una de las amenazas más fuertes al equilibrio ambiental y climático, y la Iglesia siempre ha tomado la posición de las comunidades más amenazadas”, enfatizando que el encuentro buscaba “apoyar a los obispos comprometidos con la defensa de los territorios y promover un espacio de intercambio donde puedan discernir la misión de la Iglesia en este momento crucial”.

En esa misma línea, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, arzobispo de Panamá, subrayó el deber de la Iglesia como acompañante de los pueblos afligidos que buscan defender sus derechos: “La Iglesia debe estar siempre del lado de los más vulnerables, acompañando a los pueblos en sus justos derechos de defender su vida y su entorno natural. Es nuestra responsabilidad caminar junto a ellos en la lucha por preservar la vida y el medio ambiente, pilares esenciales para un futuro más justo y sostenible”.


Testimonios de defensa

Durante su intervención, monseñor Noel Londoño, obispo de Jericó, Antioquia (Colombia), compartió su experiencia ante las afectaciones causadas por la minería en su diócesis, tras más de una década en la región. Señaló a la empresa AngloGold Ashanti como causa de tensiones sociales y de impactos climáticos, denunciando que, a pesar de estar presente desde hace 20 años, no había formalizado la ejecución de la actividad minera. Bajo este contexto, Londoño insistió en que el desafío va más allá de enfrentarse a las empresas: “se debería cambiar el código minero colombiano, el cual favorece la explotación de los recursos naturales en el país andino”.

Por su parte, monseñor Henry Ruíz, obispo de Trujillo en Honduras, destacó que la defensa del medio ambiente es inseparable de la defensa de la vida: “Defender las montañas, los ríos y las fuentes de agua es defender la vida de los pueblos. Compartir esta lucha con mis hermanos obispos me llena de fortaleza, sabiendo que no estamos solos, sino que como Iglesia estamos unidos por esta causa”.

El obispo hondureño reiteró además el compromiso de su Iglesia local: “La Iglesia en Honduras seguirá comprometida con la defensa de la vida y la dignidad de las personas. No dejaremos que la muerte de nuestros hermanos caiga en el olvido, sino que nos unimos en su lucha, por un futuro donde el agua y la vida sean respetadas”.

En ese marco, monseñor Ruíz recordó el asesinato del defensor del medio ambiente Juan López, ocurrido en septiembre de 2024, tras ser emboscado frente a su familia al salir de la Eucaristía. “Cuando nos avisaron de su asesinato, sentimos como si nos hubieran matado a un ser querido, a un hermano de sangre. Juan Antonio no solo era un defensor del ambiente, sino también un hombre profundamente comprometido con la vida de la Iglesia”, afirmó.

“Exigimos que se resarzan los daños causados al Parque Nacional y a las personas que han sufrido la violencia de este sistema. No podemos permitir que sigan asesinando a los defensores de la vida y de la tierra”, concluyó monseñor Ruíz, recordando que las comunidades de su país continúan en pie de lucha por la justicia.

LEER. Grito de Francisco sobre la minería movilizó a obispos latinoamericanos

VIDEO. La reunión de obispos latinoamericanos sobre el impacto de la minería

Encuentro virtual para presentar las Orientaciones: Testimonios

Con un llamado a la defensa de la vida y la casa común, se presentaron oficialmente las Orientaciones Pastorales ante los Impactos de la Minería. El lanzamiento, realizado en un evento virtual, fue un espacio para compartir testimonios, análisis y propuestas. El documento es fruto de un proceso de escucha y reflexión que involucró a obispos de toda América Latina, coordinados por el CELAM y la Red Iglesias y Minería, con el acompañamiento del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede. Aquí algunos de los mensajes claves que dejó el evento de presentación:


“Nuestra riqueza no puede ser motivo de nuestra pobreza”

Dom Vicente Ferreira, obispo de Livramento de Nossa Senhora (Brasil) y presidente de la Comisión de Ecología Integral y Minería de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), compartió su testimonio y experiencia directa acompañando a las víctimas del crimen ambiental ocurrido en Brumadinho en 2019, cuando el colapso de una represa minera provocó la muerte de 272 personas y la devastación de una cuenca entera. “Yo empecé este trabajo de conversión ecológica desde enero de 2019, siguiendo las comunidades impactadas por el desastre crimen de la minera Vale en Brumadinho”, relató.

Actualmente, en su diócesis en Bahía, sigue enfrentando los impactos de la minería, particularmente la de hierro, y advirtió sobre la amenaza del llamado “capitalismo verde”, una estrategia de las empresas para presentarse como sostenibles mientras siguen explotando los territorios. Dom Vicente señaló que el documento lanzado por el CELAM y la Red Iglesias y Minería es un manifiesto en favor de las alternativas de vida propuestas por los pueblos originarios, las comunidades campesinas y afrodescendientes.

“Nosotros creemos en la vida, en la fraternidad, en la protección de todos los seres vivos, de la creación. No aceptamos la cooperación de los megaproyectos de minería. Jamás”, sentenció. Criticó además las prácticas de las empresas mineras que dividen a las comunidades ofreciendo empleos y promesas de desarrollo que no se cumplen: “Desgraciadamente, nuestras riquezas son motivos de nuestra pobreza”, afirmó.


“El aumento de la minería significa más sufrimiento humano”

Desde Roma, el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, ofreció un mensaje de respaldo al documento. Explicó que las orientaciones son fruto de un proceso iniciado en octubre de 2024, cuando 16 obispos latinoamericanos se reunieron en Panamá para reflexionar sobre los conflictos generados por la minería. “El aumento de la minería va de la mano del aumento del sufrimiento humano y del deterioro de toda forma de vida”, advirtió Czerny, señalando que la transición energética, el consumo electrónico y la expansión militar están presionando cada vez más sobre los recursos minerales.

El cardenal planteó la necesidad de que la Iglesia sea constructora de paz y promueva modelos de desarrollo humano integral que no provoquen violencia ambiental ni social: “La labor de construcción de paz está cada vez más relacionada con la extracción de recursos, las economías ilícitas y la pérdida de poder de los pueblos ya marginados”, explicó.


“David contra Goliat, o el lobo disfrazado de abuelita”

La doctora Alessandra Silvi, coordinadora regional de las Américas de la sección de escucha y diálogo del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, ofreció una mirada sobre la expansión minera y el extractivismo: “Pensando en la minería, se me ocurren dos imágenes: David contra Goliat, o bien el viejo lobo disfrazado de abuelita que acoge a Caperucita Roja. Las comunidades reciben migajas, pero terminan en la boca del lobo”, expresó.

Silvi denunció que el modelo extractivista profundiza las desigualdades entre el norte y el sur global, donde los países del sur asumen los costos ambientales y sociales, mientras el norte se beneficia de los recursos extraídos. Mencionó casos como el litio en Argentina, Bolivia y Chile, la contaminación del río en Guatemala por la mina Marlin y el conflicto minero en Panamá, donde un ecosistema de 12 mil hectáreas se vio amenazado por un proyecto minero. Asimismo, propuso caminos hacia una minería ética, que incluya el reciclaje de metales en las llamadas “minas urbanas”, donde es posible extraer más oro de desechos electrónicos que de toneladas de roca. “Hay que convertir la minería en una minería ética. Esto implica reciclar, reutilizar y reducir el consumo”, sostuvo.


“El territorio es donde crece la vida”

Desde República Dominicana, Heriberta Fernández, defensora de derechos humanos e integrante de la Red Iglesias y Minería, compartió la realidad de las comunidades afectadas por la minería en el Caribe. “Defendamos los territorios donde crece la vida, porque el territorio no es sólo un espacio físico, es un espacio simbólico donde se produce la vida colectiva, la cultura y la espiritualidad”, explicó. Fernández denunció que la megaminería ha generado daños irreparables en su país, afectando la biodiversidad, las áreas protegidas y provocando un proceso de descomposición social.

“Las empresas mineras, apoyadas por gobiernos y empresarios, nos sacan de nuestras comunidades y destruyen nuestra forma de vida”, compartió. Asimismo, resaltó que el documento representa una esperanza: “Estas orientaciones son una invitación a ser comunidad en los territorios de sacrificio. No es suficiente con mediar entre las partes; la Iglesia debe tomar partido del lado de los pobres y de los territorios”. También remarcó la necesidad de promover los estilos de vida sostenibles de las comunidades locales, como alternativa al modelo de consumo global.


“No creo en ningún gobierno, ni de derecha ni de izquierda”

El obispo Geovanni Mauricio Paz, de Latacunga (Ecuador), compartió su experiencia de más de tres décadas acompañando a comunidades campesinas en defensa de los territorios. Recordó su trabajo en Intag, donde promovió alternativas económicas sostenibles como el café de comercio justo, el ecoturismo comunitario, las artesanías y la agroecología. “La minería destruye el tejido social. Divide a las familias y rompe la unidad de los pueblos”, lamentó. Mons. Paz relató que en Cotopaxi, durante Semana Santa, el gobierno envió 500 militares a una comunidad de apenas 1.200 personas para proteger intereses mineros: “Nos acusan de terroristas por defender la vida”, denunció.

El obispo advirtió sobre la complicidad de los gobiernos con las empresas extractivas y pidió impulsar procesos formativos en las comunidades para conocer los derechos humanos y los derechos de la naturaleza. “Defender el medioambiente no es un lujo, es un mandato del Evangelio”, señaló. Además, motivó a formar redes y a educar a los jóvenes en el cuidado de la casa común a través de acciones concretas como plantar árboles y reducir el consumo de plásticos.


“La Iglesia debe pasar de mediadora a defensora”

Desde Estados Unidos, el pastor Hunter Farrel, director del Instituto de Misión Global en Pittsburgh, ofreció una mirada ecuménica sobre el documento. Relató su experiencia acompañando a monseñor Pedro Barreto en La Oroya, Perú, una de las ciudades más contaminadas del mundo debido a la minería. Farrel dijo que el documento representa un cambio en la postura de la Iglesia frente a los conflictos mineros. “Tradicionalmente, la Iglesia ha mediado entre las partes, pero este documento marca un cambio: la Iglesia debe acompañar al pueblo y defender a los más afectados”, dijo.

Habló de cinco puntos clave del texto: la crítica al extractivismo, la categorización de la minería en depredadora, necesaria y esencial, la inclusión de la Tierra como sujeto en la opción preferencial por los pobres, la protección de los líderes que acompañan procesos comunitarios y la necesidad de reformar los seminarios para formar pastores comprometidos con la ecología integral. Propuso crear puentes entre el norte y el sur global para fortalecer la formación de agentes pastorales y teólogos en torno a los impactos de la minería. “El bien de la casa común nos exige trabajar juntos, dejando de lado las divisiones doctrinales. Esta es una urgencia ecuménica y misionera”, concluyó.

VIDEO. Lanzamiento “Orientaciones Pastorales frente los Impactos de la Minería”

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