Universidades católicas: Laudato si’ como prioridad
5:00 p.m. | 13 mar 24 (NCR).- En una conferencia sobre el futuro de la educación superior católica, el cardenal Robert McElroy exhortó a las universidades a utilizar la encíclica Laudato si’ como pilar esencial de su misión. Frente a decenas de líderes académicos detalló la manera en que Laudato si’ es el marco para aplicar de manera auténtica la enseñanza católica respecto a la ecología integral, la solidaridad y la justicia. Y resaltó que si las universidades católicas pueden hacerlo bien, será un paradigma ideal para otras instituciones.
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“El futuro de la enseñanza superior católica en un mundo cambiante”, fue el título del encuentro de tres días en donde se reunieron más de 250 líderes de 40 universidades católicas de EE.UU. Un momento destacado fue la conferencia del obispo de San Diego, Mons. Robert McElroy, quien enfatizó en la importancia de poner Laudato si’, la encíclica del papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, en el centro de la misión de las instituciones educativas católicas, y no solo tenerla como una de tantas referencias.
Y McElroy no es el único que ve en la educación una vía prometedora para procurar esos cambios. En una presentación en el mismo encuentro, Massimo Faggioli, profesor de teología y estudios religiosos de la Universidad de Villanova, dijo: “Francisco invita a los colegios y universidades católicas a formar parte de un proceso cultural y social de transformación“. Y en su reciente exhortación apostólica sobre la crisis climática, Laudate deum, el Papa deja claro que es precisamente este tipo de transformación social la que demanda los cambios necesarios para proteger la creación hoy en día, señalando que “no hay cambios duraderos sin cambios culturales”.
Durante la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, COP28, celebrada en Dubai el año pasado, la delegación de la Santa Sede hizo especial hincapié también en la importancia de la educación. En un momento dado, la delegación incluso propuso que el texto final incluyera un apartado en el que se exigiera a los países que financiaran la educación sobre el cambio climático. De hecho, muchos parecen estar de acuerdo en que es a través de la educación como aprenderemos a ver el mundo creado por Dios como algo en lo que existimos y de lo que dependemos, en lugar de solo administrarlo y distribuirlo. Las universidades católicas están en una posición única para mostrar cómo es posible este cambio.
En su charla, McElroy desarrolla cinco razones por las que Laudato si’ constituye un pilar central para avanzar en la misión e identidad de una universidad católica, en concreto. Sus puntos hablan de por qué esa encíclica y su ecología integral funcionan tan bien como cosmovisión católica en general.
- Señala el camino más universalmente atractivo para el encuentro con Dios.
- Aborda con firmeza el concepto de verdad.
- Ofrece un bello testimonio del principio de solidaridad.
- Interpela con agudeza sobre la cuestión moral de la tecnología y sus límites.
- Aporta de manera clara y decisiva en la ética de la solidaridad intergeneracional.
Laudato si’ debe ocupar un lugar central, no secundario, en el modo en que los católicos viven su fe, si queremos que sus enseñanzas surtan realmente efecto y lleven a cabo una transformación cultural. Y las universidades católicas son un buen lugar para empezar. A continuación un extracto de la conferencia del cardenal McElroy.
Las universidades católicas deben liderar la acción contra el cambio climático
Percibiendo en nuestra alma la magnificencia del mundo que Dios ha creado para toda la familia humana, hemos permitido que el egoísmo, la negación, la sed de control, el individualismo radical y el rechazo de Dios forjen una cultura que destruye progresivamente la belleza y la sostenibilidad del mundo que es nuestra casa común. En esa contradicción, nos alejamos del orden creado que Dios otorgó a la familia humana como escenario de nuestra peregrinación en esta tierra.
La encíclica medioambiental Laudato si’ de 2015 del papa Francisco desenmascara ese desapego y nos indica el camino a seguir para pasar de la alienación a la sanación y la renovación de la Tierra. La encíclica es una llamada a la acción para quienes quieran rescatar nuestro maltrecho planeta de las fuerzas que lo depredan y destruyen. El cambio climático y la degradación de la Tierra son el desafío moral global más importante al que nos enfrentamos en este momento de nuestra historia. Sólo por esta razón, la encíclica debería ser el centro de atención de toda universidad católica.
Pero la encíclica ecológica es mucho más que esto. Es un profundo llamado a todas las mujeres y hombres a reconocer la presencia personal y amorosa de Dios en la maravilla de la creación. Para la universidad católica, que busca llevar a sus estudiantes un auténtico sentido de la existencia y la benevolencia de Dios, señala el camino más universalmente atractivo para el encuentro con Dios que existe para los jóvenes a los que estamos formando en la fe y el carácter.
Además, Laudato si’ argumenta con firmeza sobre el concepto de verdad que debería estar en el centro de toda universidad católica. En una época en la que la noción de verdad objetiva se está disipando bajo el aluvión del solipsismo y la fractura de los intereses particulares en nuestra sociedad y nuestro mundo, la encíclica señala crudamente los peligros de una noción relativista de la verdad. Y esa lección debería formar parte del objetivo de toda universidad católica.
En tercer lugar, Laudato si’ da un hermoso testimonio del principio de solidaridad que se encuentra en el corazón de la doctrina social católica y que está siendo tan atacado en nuestras naciones. En la encíclica, Francisco nos recuerda que el esfuerzo por revertir el cambio climático y la degradación del planeta debe incluir también el reconocimiento de que los pobres y los marginados son los que más sufren las consecuencias de nuestra explotación del planeta. Jesús es el modelo y la guía para nosotros en esta solidaridad, por su inquebrantable cuidado preferencial por todos los que estaban heridos y marginados.
Además, Laudato si’ puede ser un pilar central de la misión y de la identidad de la universidad católica, porque aborda con agudeza la cuestión moral de la tecnología y sus límites. Las comunidades universitarias son los semilleros de la revolución tecnológica que hemos presenciado en nuestras vidas. Los beneficios duraderos de esa revolución nos rodean y hacen posible un mayor desarrollo en los ámbitos de la medicina, la educación, el crecimiento económico y el conocimiento. Pero la tecnología también ha generado una serie de amenazas. Comprometerse con Laudato si’ exige a las universidades y a los estudiantes lidiar con ese ineludible dilema moral al que nos enfrentamos en cuestiones que van desde la inteligencia artificial a la ingeniería genética.
Por último, Laudato si’ habla de manera clara y contundente sobre la ética de la solidaridad intergeneracional que debe impregnar nuestra vida familiar, nuestra cultura y nuestra política. Vivimos en una época en la que se ha erosionado enormemente el reconocimiento cultural y espiritual fundamental de que vivimos en esta tierra como administradores para las generaciones venideras. La universidad católica es en su esencia un acto de solidaridad intergeneracional, que se sacrifica en el presente para construir el futuro. La encíclica ecológica puede ayudar a que esa solidaridad sea activa, reflexiva y sostenida.
Por todas estas razones (que se desarrollan más a continuación), Laudato si’ constituye un pilar para hacer avanzar la misión y la identidad de una universidad católica. Pone a los estudiantes en diálogo con las cuestiones perdurables que nuestras instituciones siempre han tratado de enfatizar. Además, nos lleva a una conversación ineludible sobre la inminente crisis moral que puede paralizar irreversiblemente la comunidad humana de la que formamos parte.
La creciente crisis
Nos encontramos hoy en un momento verdaderamente crucial en el imperativo de detener y revertir el cambio climático causado por la acción humana. Los informes anuales de las Naciones Unidas sobre la amenaza del cambio climático han evaluado los efectos cada vez más devastadores de los trastornos climáticos producidos por el hombre. La última década fue la más calurosa jamás registrada, y desde los años ochenta cada década ha sido más calurosa que la anterior. Las tormentas son más severas y más frecuentes. El océano se está calentando de forma alarmante, lo que está provocando la destrucción de las capas de hielo mundiales, amenazando la vida marina y las comunidades costeras con la subida de los océanos. Con el aumento del dióxido de carbono en los océanos que trae consigo una mayor acidez de los mares, la vida marina que alimenta a miles de millones de personas está en peligro.
Más de 3.000 millones de personas ya viven en zonas muy expuestas al cambio climático. Cada año, millones de ellas se ven desplazadas de sus hogares debido al creciente nivel de tormentas y desastres relacionados con el clima que estamos presenciando. Se destruyen fuentes de alimentos y estructuras. Aumentan las sequías. Cientos de miles de personas mueren cada año sólo por las tasas de desnutrición, malaria y diarrea producidas por el cambio climático. La Organización Mundial de la Salud concluye que “la crisis climática amenaza con deshacer los últimos 50 años de progreso mundial en materia de desarrollo, salud mundial y reducción de la pobreza, y con ampliar aún más las desigualdades existentes entre las poblaciones y dentro de ellas”.
En Laudato si’, el Papa reconoció de manera enfática la amenaza que supone para la humanidad el cambio climático (LS 23) y vio en él un fracaso moral de la comunidad global. Los efectos del cambio climático, afirma Francisco, son un círculo vicioso que provoca daños cada vez mayores a las comunidades de hombres y mujeres de todo el mundo, y siempre perjudica a los pobres y a los desposeídos de un modo mucho más profundo (LS 25), quitándoles la vida, despojándoles de su salud, convirtiéndoles en refugiados climáticos sin hogar.
Pero la crisis a la que apunta Laudato si’ es mucho más amplia incluso que la amenaza del cambio climático. El tema central de la encíclica es la degradación de la Tierra, que es nuestra casa común. La destrucción de las selvas tropicales, el expolio del suelo, la disminución de los recursos hídricos, la pérdida de biodiversidad causada por la indiferencia y la codicia. Laudato si’ proclama con valentía: La tierra grita de dolor porque estamos destruyendo nuestra casa común.
Francisco señala que para reparar el daño causado por el abuso humano urge un diálogo que incluya a todos, como han declarado los obispos de África: “Todos podemos cooperar como instrumentos de Dios, cada uno según su propia cultura, experiencia y talentos” (LS 13 y 14). Las universidades católicas pueden ser participantes muy eficaces en esa cooperación y ese diálogo, porque combinan la preocupación por el bien común y la solidaridad con la afirmación profunda y permanente de la fe católica de que la creación está profundamente agraciada y debe ser reconocida como tal.
El papa Francisco está desafiando a la Iglesia y al mundo con los efectos perversos de la industrialización en nuestros días de la misma manera que el papa León XIII en la Rerum Novarum desafió a la Iglesia y al mundo con los efectos tremendamente destructivos que la industrialización estaba teniendo sobre la dignidad del trabajo y los derechos de la familia en el siglo XIX. Las universidades católicas fueron un faro de testimonio profético de los principios de justicia que enmarcaban la Rerum Novarum. Deberían ser igualmente un faro de testimonio profético ante la amenaza fundamental que expone Laudato si’ y el grito de la tierra que amenaza nuestra casa común.
Una invitación al encuentro con Dios
Un elemento central de la identidad de toda universidad católica es el deseo de llevar a los estudiantes a un encuentro explícito con Dios. Son muchos los medios efectivos que nuestras universidades encuentran para cumplir este propósito: la celebración de los sacramentos, los cursos sobre la tradición católica y los estudios religiosos, los retiros, los espacios sagrados, la guía espiritual, la cultura de la propia universidad.
Precisamente, la espiritualidad de Laudato si’ ofrece un camino importante y particularmente significativo para llevar a los estudiantes al encuentro con Dios. Invita a hombres y mujeres a ver lo trascendente que está presente en la creación. Nos exhorta a comprender que la creación es un don de un Dios amoroso que nos aprecia, y que nuestra respuesta debe ser la gratitud y no la dominación. Nos invita a comprender que la creación es un don de Dios para todos por igual, y que formamos una sola familia humana (LS 85).
El prisma espiritual de Laudato si’ tiene una capacidad única para invitar a la inmensa diversidad del alumnado de nuestras universidades católicas a encontrarse con Dios, y a reflexionar sobre las repercusiones de la propia trascendencia que encuentran en la creación. No depende de ningún credo específico, sino que puede reunir e iluminar con gracia a toda la gama de estudiantes, desde los católicos más devotos hasta los que sólo tienen un incipiente impulso espiritual en sus vidas. El santo patrón de Laudato si’ es San Francisco: enamorado de toda la creación, figura de profundo diálogo y solidaridad, firme en sus convicciones pero totalmente desprejuiciado hacia los demás, el hombre que probablemente más se ha parecido a Jesús en toda la historia de nuestra Iglesia.
La cuestión de la verdad
Como ha subrayado el papa Benedicto, la convicción católica de que existe una verdad objetiva está siendo atacada constantemente en el mundo en que vivimos. Nos encontramos en un momento en el que el relativismo, quizá no como credo sistémico, pero sí como principio operativo por defecto, invade nuestra cultura, incluidas nuestras culturas universitarias. La noción de “mi verdad” puede ser muy eficaz para transmitir la certeza moral de que la experiencia y la perspectiva de cada persona son sagradas y deben tratarse con el máximo respeto. Pero esa misma noción también puede derivar fácilmente en una epistemología autorreferencial que vacíe nuestra cultura de un respeto sustantivo por la verdad objetiva.
La discusión sobre el cambio climático es hoy un campo en el que se cuestiona la validez de la verdad objetiva. En Laudato deum, Francisco esboza el asalto a la verdad por parte de quienes desean negar el cambio climático: quienes manipulan los datos para llegar a conclusiones falsas (LD 29), quienes niegan la realidad (LD 13) de que el periodo de industrialización ha producido cambios peligrosos y desestabilizadores en nuestro mundo, quienes confían ciegamente en el poder de la tecnología, quienes culpan de los efectos del cambio climático de forma desproporcionada a los pobres y los marginados.
Asistimos a una campaña mundial de negación, en muchos casos arraigada en los intereses financieros de las industrias extractivas. La contraposición entre esta campaña de desinformación y la creciente crisis a la que se enfrenta el mundo ofrece a las universidades católicas un caso de estudio a través del cual pueden sintonizar a los estudiantes con el concepto y la naturaleza de la verdad objetiva, de su necesidad para los sistemas morales duraderos, y del peligro que su abandono supone para nuestra cultura y nuestro mundo.
La ecología integral y el principio de solidaridad
Laudato si’ presentó al mundo el principio de la ecología integral, que entrelaza de un nuevo modo elementos esenciales de la doctrina social católica. La ecología integral surge del reconocimiento de que todo en nuestro universo está entretejido a un nivel profundo. El medioambiente no es una mera realidad física, sino el contexto en el que la humanidad lleva a cabo su peregrinación en esta tierra (LS 139). Los efectos de la destrucción que estamos infligiendo a nuestra casa común, así como las propias estrategias que se proponen para paliar la actual crisis medioambiental, repercuten dramáticamente en el acceso a los alimentos y al agua, a la vivienda y a un trabajo digno para miles de millones de personas en todo el planeta.
Y las alteraciones y la miseria generadas por nuestra destrucción del medio ambiente recaen de manera desproporcionada sobre quienes ya están desamparados y marginados. Además, la degradación del medio ambiente destruye las culturas e instituciones que dan sentido a la vida humana. Las familias se debilitan y se desintegran cuando millones de personas se convierten en refugiados climáticos y se ven obligadas a dejar atrás los pueblos y regiones que nutrían su modo de vida. Los trastornos del cambio climático y la destrucción del medio ambiente aceleran el padecimiento de los marginados de nuestro mundo: los pobres, los enfermos, los discapacitados, los no nacidos, las minorías raciales y étnicas, las mujeres (LS 158).
Es en este entretejido del grito de la tierra y el grito de los pobres donde la ecología integral de Laudato si’ ofrece a la universidad católica una oportunidad fascinante para presentar a su comunidad el significado del principio de solidaridad. La solidaridad, en la enseñanza católica, es simplemente el reconocimiento de que cada uno de nosotros es bendecido en este mundo, y de esa gracia surge la comprensión de que estamos en deuda con la sociedad que nos ha nutrido, especialmente en la salvaguarda del bienestar de los pobres y los marginados. Generar ese sentido de solidaridad debería estar en el corazón mismo de toda universidad católica.
Las implicaciones morales de la tecnología
Vivimos en una época en la que la tecnología ha alterado nuestro mundo como no se veía desde la Revolución Industrial. Los beneficios de esta revolución tecnológica son monumentales en los campos de la salud, la educación, el comercio, la información y las comunicaciones. Sin embargo, también vivimos en una época en la que la tecnología ha generado la amenaza de la destrucción global a través de la guerra nuclear y la aceleración de la degradación medioambiental.
Muchas de nuestras universidades católicas han contribuido sustancialmente a los avances tecnológicos que han enriquecido nuestras vidas. Pero todas las universidades católicas deberían preocuparse por la cuestión moral esencial que nos plantea Laudato si’ sobre la tecnología: cómo elaborar normas éticas que puedan fomentar los beneficios del progreso tecnológico y, al mismo tiempo, garantizar que no se pongan en peligro la dignidad de la persona humana y el bien común de la sociedad (LS 110).
Debemos aportar a nuestra sociedad en su conjunto una comprensión de los riesgos y beneficios a los que nos enfrentamos en un mundo en el que la velocidad y el alcance de la innovación tecnológica no harán sino aumentar. Nuestras universidades católicas pueden ser una parte vital de esa conversación, y del debate sobre normas y estructuras que está teniendo lugar actualmente en el gobierno y en las empresas.
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Fuentes
National Catholic Reporter (2) / Fotos: Paul Haring (CNS) – Ignatian Solidarity Network