De una Iglesia de ordenados a una de los bautizados

9:00 a.m. | 3 set 21 (KN/VN).- Una de las nueve personas nombradas en julio último como integrantes de la Comisión Metodológica para el Sínodo de los Obispos de 2023, es la teóloga María Cristina Inogés-Sanz. En un par de entrevistas explica los desafíos de la Asamblea, “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, y comenta cuestiones como la inclusividad en la sinodalidad, la continuidad de este proceso cuando Francisco ya no esté, y el efecto de mayor presencia de laicos. La comisión a la que pertenece tiene la misión de explorar y recopilar buenas prácticas para los procesos sinodales.

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La Comisión Metodológica, a la que pertenece la teóloga Inogés-Sanz está capitaneada por la hermana Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo desde el 6 de febrero –que se convertirá en la primera mujer en votar en un Sínodo–, y formada por 9 miembros. Prevista la Asamblea sinodal inicialmente para octubre de 2022 y pospuesta a 2023, la Secretaría General ha propuesto una modalidad inédita que se articulará en tres fases, entre octubre de 2021 y octubre de 2023: fase diocesana, fase continental y fase de la Iglesia Universal. Para echar a andar, el 19 de julio nombraron la Comisión Metodológica, junto con una Comisión Teológica y una Comisión Asesora.

-La Secretaría del Sínodo de los Obispos la elige como miembro de la Comisión Metodológica de la próxima Asamblea Sinodal. ¿Qué ha hecho para que se fijen en usted?

Conscientemente nada. No sé cómo se han fijado en mí. Es verdad que llevo bastante tiempo reflexionando y publicando artículos sobre la sinodalidad, su importancia, la necesidad de tomarnos en serio un cambio en la Iglesia que nos de la posibilidad de ser Iglesia de otra manera. Lo intento hacer de manera muy divulgativa porque creo que es esencial que los entienda todo el mundo. Si se han fijado en eso ya no lo sé. Pero es lo único que he hecho. Nunca he trabajado proponiéndome una meta y, menos, de este calibre. Soy teóloga por vocación y vivo mi vocación donde toca, como toca, y con quien toca.

-Entre las tareas que tendrá por delante está explorar y recopilar buenas prácticas para los procesos sinodales. ¿Ya tiene alguna en mente?

Sí, pero no las tengo yo sola. Las tiene la Comisión, todos los que la formamos. Lo que pasa es que, de este tema, por ahora, no podemos hablar. La discreción es primordial. También es verdad que las propias diócesis nos van a sorprender –estoy segura– con unas prácticas muy acertadas. En todo caso, la Comisión, sus miembros, estamos para ayudar. Al igual que la Secretaría del Sínodo.

-En las tres nuevas comisiones creadas hay 39 miembros y 10 de ellos son mujeres. Más allá de cuotas, ¿es suficiente para hacer realidad la sinodalidad?

La sinodalidad no es cuestión de que haya más o menos mujeres, aunque reconozco que entre 39 miembros que solo 10 sean mujeres, suena a poco. En el Vaticano lo de las cuotas no se tiene en cuenta, sin embargo, hay que reconocer que poco a poco se va avanzando. No podemos olvidar que Nathalie Becquart va a votar por primera vez en un Sínodo. Es verdad que la sinodalidad tiene que ser absolutamente inclusiva si queremos que sea sinodalidad y no otra cosa. Así que, además de mujeres, habrá que pensar también en otras personas a las que no se ha tenido muy en cuenta hasta ahora. Iremos viendo cómo interpretan la plena participación del Pueblo de Dios en las diócesis. Vamos a vivir un momento, largo momento porque tenemos por delante dos años, muy, muy interesante. Y, siendo conscientes que en octubre de 2023, cuando termine el Sínodo de los Obispos, la tarea de la sinodalidad no habrá hecho más que empezar. No sé si somos todavía conscientes de la oportunidad que nos brinda el Espíritu.

-Entre los participantes, solo tres obispos. No faltarán las voces que dirán que se está “laicalizando” una asamblea episcopal ¿Tenemos respuesta para ellos?

La respuesta la dará la misma sinodalidad. La sinodalidad es, además de caminar juntos, cambiar el acento de la Iglesia, de una Iglesia de los ordenados a una Iglesia de los bautizados. Aunque no será fácil y la sinodalidad llevará tiempo vivirla a fondo, me imagino que llegarán los Sínodos del Pueblo de Dios. Al principio, cuando la Iglesia daba sus primeros pasos, era totalmente laical. Luego se clericalizó al sacralizar las figuras de los obispos y de los presbíteros, se clericalizó mucho más en la Edad Media y, todavía estamos pagando las consecuencias. Las voces asustadas por una presencia importante del laicado, pueden estar tranquilas. Los bautizados van a ser el centro. Qué lugar ocupen unos u otros no es tan importante. Los lugares en la Iglesia son pasajeros, los puestos son temporales. Lo único que permanece es el pueblo de Dios.

-En el procesos sinodal, si quienes hablen deberán hacerlo con valentía ¿qué atributo o actitud especial deberán tener quienes escuchen? ¿Deberán tener valentía también para escuchar?

Ante todo, escuchar con humildad porque, probablemente, vamos a escuchar cosas que no nos gustarán. Luego, deberemos evitar prejuzgar. Tiene que ser una actitud de acogida, de acogida activa, es decir, que el otro u otra se sienta escuchado o escuchada. Y eso significa que tampoco podemos estar interrumpiendo a la persona cada rato para manifestar lo mal que lo hemos hecho. ¡No! La escucha activa no necesita una respuesta inmediata que, incluso, puede ser contraproducente. Necesita que nuestra actitud cambie hacia esas personas porque lo que cuenta no es lo que decimos sino lo que hacemos. El cambio que demostramos. La humildad es lo importante y nos costará, porque no estamos acostumbrados a vivirla a ese nivel. Que nadie piense que cuando termine el Sínodo de los Obispos, en octubre de 2023, la Iglesia va a ser sinodal, que nadie piense eso porque eso no va a ser así. Es un proceso largo. Es un proceso que, una vez iniciado, hay que hacerlo realidad día a día.

-Además, creo va a ser largo porque la estructura eclesial es uno de los grandes problemas que impiden el cambio. Y sin perder el espacio de diálogo ¿cómo tirar la cuerda un poco más para avanzar un poquito más?

En efecto, el camino sinodal no va a ser fácil y rápido. La cuestión es integrar a la mayoría de las personas, porque la sinodalidad es cuestión de todos y todas, y de todas las tendencias. Ahora, ir tensando la cuerda es una cuestión en la que las mujeres tenemos una cierta práctica, sobre todo las teólogas en la Iglesia, porque en principio, o por principio mejor dicho, no somos escuchadas y cuando lo somos, se nos cuestiona. Y cuando tensamos la cuerda un poquito más, lo hacemos con muchísimo cuidado para que la cuerda no se rompa. Es un poco mano de hierro en guante de seda. O sea, saber mantener las convicciones y saber cómo decir las cosas de una manera que no provoquen rechazo, que inviten al diálogo, y en el peor de los casos, si no se dialoga, al menos que no provoquen un ataque frontal.

-¿La sinodalidad es una moda que acabará con el pontificado de Francisco?

No, no, para nada. Esto debe quedar muy claro. La sinodalidad no es una ocurrencia de Francisco. Lo único que ha hecho y está haciendo Francisco es hacernos ver lo importante. Y la sinodalidad, que es como era la Iglesia en el principio, es algo que nosotros habíamos olvidado porque, cuando tuvimos oportunidad de descubrir la eclesiología de comunión del Vaticano II, no la aprovechamos. Espero que, cuando Francisco termine su pontificado, todos hayamos crecido lo suficiente en la fe y en la formación teológica a nivel universitario, esto último sobre todo los laicos, para ser capaces de saber por dónde debemos seguir. Por eso es vital la formación de los laicos. Tenemos que tener el suficiente criterio propio como para no estar expuestos a los vaivenes de los pontificados sean del papado o del episcopado. Esto es ser adultos en la fe.

-¿Cree usted que para institucionalizar todos los cambios que hay que hacer en la Iglesia, va a ser necesario realizar una especie de Concilio Vaticano III?

Lo de institucionalizar, viendo dónde nos ha llevado tanta institucionalización, da un poco de miedo. En cierto modo, diríamos que según cómo se vaya desarrollando el camino sinodal, no solo de aquí a 2023 sino al… año 2040, a lo mejor habría que plantearse algo. Porque el camino sinodal no se debe plantear ni a 5 ni a 10 años plazo. No olvidemos que la Iglesia está acostumbrada a pensar en siglos, no en años, con lo cual los procesos serán lentos. Quizá, cuando el camino sinodal lleve un cierto rodaje, unos 30 años o algo así, será el momento de empezar a plantear un Vaticano III que afrontara esta reforma real a la que apunta la sinodalidad. También, la reforma del Código de Derecho Canónico (CDC) –que tiene que empezar ya- porque si este no se reforma a la vez que se inicia el camino sinodal, no podremos avanzar. Si las normas no se cambian a la vez, el camino sinodal no habrá servido de nada.

-¿Y cómo debemos vivir este tiempo?

Tenemos que ser realistas, sinceros, y sobre todo, invitarnos unos a otros, sobre todo los laicos y laicas que tenemos que llevar la voz cantante en este proceso, aunque a algunos no les haga gracia, en nombre de esa corresponsabilidad a la que nos llama nuestro bautismo, a ser absoluta y totalmente generosos. Porque, o nos tomamos la sinodalidad en serio y aprendemos a ser Iglesia de otra manera o seremos responsables ante generaciones futuras de no haber sido capaces de cambiar el punto de referencia en la Iglesia y ayudarla a descentrarse de sí misma, para poner en su centro a Dios y su Palabra. Lo que acabaría automáticamente con todas las formas de periferia y clericalismo.

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Fuentes

Kairos News / Vida Nueva / Foto: Isabel Carretero

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