Rutilio Grande y tres mártires serán beatos en el 2022

1:00 p.m. | 4 set 21 (VTN/AM).- Anunciada la beatificación de Rutilio Grande y sus compañeros mártires en febrero del 2020, recién ahora se autorizó la ceremonia para enero del 2022. Por su cercanía, inspiración y trabajo junto a los campesinos pobres de su localidad en El Salvador, fue una amenaza para el gobierno (oligarquía y militares) y finalmente fue asesinado en 1977 por un escuadrón de la muerte junto con Manuel Solórzano y Nelson Rutilio. Reunimos testimonios de personas cercanas y conocedoras de la vida del jesuita Rutilio Grande, quien además por su amistad y cercanía influyó en San Óscar Romero.

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La Iglesia salvadoreña dio a conocer que el sábado 22 de enero de 2022, en San Salvador, se realizará la ceremonia de beatificación de los siervos de Dios: el padre Rutilio Grande SJ, el señor Manuel Solórzano, el joven Nelson Lemus y el padre Cosme Spessotto OFM. El Papa ha nombrado como Delegado especial al Cardenal Gregorio Rosa Chávez para que presida dicha celebración. Esta ceremonia de beatificación ha sido esperada desde febrero 2020, fecha en que Francisco aprobó el decreto que reconocía su martirio, pero que fue postergada debido a la situación de emergencia por la COVID-19.

El padre Rutilio Grande SJ, fue asesinado el 12 de marzo de 1977 cuando se dirigía a celebrar la Misa a El Paisnal. Le acompañaban don Manuel Solórzano y Nelson Lemus. En el camino fueron emboscados y su carro ametrallado brutalmente. Fray Cosme Spessotto OFM, fue asesinado el 14 de junio de 1980 en el templo parroquial de San Juan Nonualco, donde fue párroco durante 27 años.

Rutilio Grande es reconocido en El Salvador por su vida entregada a la gente más humilde, en una época turbulenta en el país, y cuyo compromiso y defensa de los más pobres fue su sentencia de muerte. También es conocida la gran amistad que tuvo con Mons. Romero, San Arnulfo Romero, quien al conocer de su asesinato vivió un profundo dolor que acentuó su defensa por los más desfavorecidos. El Padre “Tilo”, como era conocido por su gente, nació el 5 de julio de 1928 en El Paisnal, El Salvador. Fue en esta zona donde vivió toda su misión y compromiso, y donde volcó su vocación como jesuita. A su muerte, miles de personas asistieron a la eucaristía que presidió Mons. Romero en la Catedral.

Testimonio de Rodolfo Cardenal SJ, autor de su biografía

Según explica el P. Cardenal, la Iglesia en El Salvador en ese momento (en los años 70) era muy conservadora, en contra de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y (las enseñanzas de los obispos latinoamericanos promulgadas en el Documento de Medellín en 1968), estando muy cerca de los militares y la oligarquía. Era una época muy difícil. El sentimiento popular de las masas pedía derechos y organización, una reforma agraria y una sociedad más igualitaria. La jerarquía de terratenientes decidió actuar en alianza con los militares para no ceder nada por el temor de que si cedían un poco, los pobres se lo llevarían todo. La parroquia de Rutilio en Aguilares era un centro muy importante de este trabajo por la justicia; sabían que era un líder y decidieron matarlo.

Subraya que el futuro beato Rutilio Grande es siempre un referente en la lucha por la justicia y por los derechos humanos en El Salvador, pero, añade, junto a este modo de proceder, hay otros elementos igualmente importantes, primero: “la reivindicación del trabajo pastoral que hizo el padre Rutilio, en particular la introducción en la Iglesia salvadoreña del Concilio Vaticano II y Medellín”. En segundo lugar, añade Cardenal, “supone también una reivindicación de la justicia, porque en el país nunca se esclareció el crimen, no se ha hecho justicia”. Seguidamente, añadió: “Rutilio está muy asociado a monseñor Romero y son referentes clave para la Iglesia salvadoreña”.

El biógrafo destaca otros rasgos del futuro beato: “En primer lugar Rutilio Grande es el formador de muchas generaciones del clero salvadoreño, trabajó en el seminario nacional durante muchos años y el clero lo quería muchísimo”. Otro aspecto que Rodolfo Cardenal resalta es que, durante la segunda parte de su vida, la más breve, es un párroco rural, en una época donde el campesino comienza a recuperar su voz, su conciencia, a reclamar justicia. Rodolfo Cardenal recordó que Rutilio Grande decía: “la sociedad tiene que ser como una mesa grande, con manteles largos para todos, donde para todos hubiera qué comer, y un lugar donde sentarse. Esta es una metáfora del Reino de los cielos, en ese sentido tiene mucho que decir en una sociedad golpeada por la desigualdad” y que, en el contexto de la pandemia, se han profundizado.

ENLACES. Entrevistas en Vatican News y America Magazine al P. Cardenal sobre Rutilio Grande

Liderazgo para servir: El padre Grande, un modelo para la Iglesia

El teólogo Thomas M. Kelly, autor del libro “Cuando el Evangelio tiene pies: Rutilio Grande SJ, y la Iglesia de El Salvador”, explica que hacia el final de su formación como jesuita, el conocer el Concilio Vaticano II impactó mucho en su trayectoria. Tomando en serio la llamada de la “Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno” (Gaudium et spes) a reconocer la dignidad de todos los seres humanos, especialmente los pobres, el padre Grande empezó a ver que su papel como sacerdote en la Iglesia no era gobernar a la gente. Por el contrario, siempre buscó la mayor participación posible de los miembros “de base” o menos capacitados de una comunidad y nunca procedió sin su aportación.

Como líder para el servicio, sacaba a relucir los dones de la comunidad animando a la gente a servirse unos a otros. Esta estrategia de empezar por donde estaba la comunidad (no por donde debía estar) caracterizaría su ministerio y le llevaría finalmente al martirio. Cuando visitó El Paisnal, rechazó cualquier trato especial porque quería ser tratado y reconocido como lo había sido siempre.

A mediados de los años 60, el padre Grande puso en marcha un importante experimento de formación pastoral. Reunió a grupos de seminaristas de todo el país durante sus vacaciones anuales y los integró en comunidades pobres. De este modo, los seminaristas entraban en contacto con la realidad y los pueblos a los que acabarían sirviendo. El padre Grande era un predicador apasionado y un organizador inspirado, que temía constantemente que la Iglesia no caminara con la gente, sino delante de ella. Su profunda conciencia de sí mismo se puso de manifiesto cuando reconoció sus propios defectos en su trabajo con las comunidades pobres, entre ellos el de ir demasiado rápido, no escuchar con suficiente atención e imponer soluciones desde arriba. Su capacidad profética para escuchar el clamor de los pobres desafió al gobierno, al ejército, a los terratenientes ricos e incluso a los líderes de su propia iglesia.

A lo largo de la vida del Padre Grande, El Salvador había sufrido una profunda desigualdad, pobreza y disturbios civiles. La mayor parte de la economía estaba gobernada por menos del 1% de la población. Una especie de fatalismo se había instalado en las comunidades pobres; tenían pocas esperanzas de que su situación pudiera cambiar.

Lo que el padre Grande aprendió y vivió fue una simple verdad: hasta que las comunidades marginadas a las que servía no crearan su propia agencia, hasta que no actuaran sobre su propia realidad como comunidad eclesial, nada cambiaría. Un líder externo no podía llegar y transformar las comunidades pobres. Sólo los líderes eclesiásticos laicos locales podían animar a las comunidades a convertirse en agentes de su propio cambio. El papel de la Iglesia católica, según él, era ayudar a que surgieran esos líderes, apoyarlos, formarlos y caminar con ellos. Inspirados por el Evangelio, estos líderes comunitarios se convertirían en los agentes más eficaces para el desarrollo integral de sus comunidades.

ENLACE. Texto completo de Thomas M. Kelly “Martyr Rutilio Grande is a model servant-leader for the church”

El milagro de Rutilio Grande se llama Óscar Romero

En un artículo de Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, nos recuerda que no se puede hablar del padre Rutilio sin mencionar a monseñor Óscar Romero. Mencionó que monseñor Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y postulador de la causa de monseñor Romero, que hablando de este tema con el Santo Padre, este le dijo: “El milagro de Rutilio se llama Óscar Romero”. A esta opinión, ampliamente defendida sobre todo por los jesuitas y su entorno, se contraponía la de monseñor Arturo Rivera Damas, inmediato sucesor de Romero en la sede metropolitana de San Salvador: el arzobispo Rivera sostenía –y lo mismo piensan otros respetables prelados– que Romero vivió cada día en permanente estado de conversión.

Yo le pregunté en una entrevista radiofónica: “Monseñor, dicen que usted se ha convertido”. Él, sonriendo, me respondió: “Yo no diría que es una conversión, sino una evolución”. Esta idea la amplió al escuchar la misma pregunta de labios de un periodista de la televisión suiza: le dijo que, al llegar al arzobispado, estaban expulsando a sacerdotes y, a los pocos días, mataron al padre Grande; ante estas circunstancias, sintió que debía hacer una denuncia más valiente para defender a la Iglesia perseguida; y que el testimonio de Rutilio le dio más fuerza en su ministerio cuando fue martirizado.

ENLACE. El milagro de Rutilio Grande: Monseñor Romero

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Fuentes

Vatican News (1 y 2) / America Magazine (1 y 2) / Religión Digital / Foto: AFP

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