Tokio 2020: Juegos Olímpicos “Fratelli Tutti”

4:00 p.m. | 4 ago 21 (VN).- “Citius, altius, fortius” (“Más rápido, más alto, más fuerte”). Al histórico lema de los Juegos Olímpicos, creado por el religioso dominico Henri Didon (1840-1900), se añadió un cuarto término para la actual edición en Tokio: “communiter”. El Comité Olímpico Internacional quiso reforzar la idea de solidaridad, explicó Melchor Sánchez, subsecretario del Pontificio Consejo de la Cultura, y el Vaticano participó en el diálogo. “Son unos Juegos Olímpicos en el espíritu de la última encíclica Fratelli Tutti”, comentó Sánchez. Además, reunimos testimonios de deportistas y mensajes del Papa sobre el espíritu de los JJ.OO.

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“Citius, altius, fortius”. Al histórico lema de los Juegos Olímpicos, creado por el dominico francés Henri Didon, pionero del movimiento deportivo internacional y amigo personal del barón Pierre de Coubertin, fundador del olimpismo moderno, se añadió un cuarto término, “communiter”, por sugerencia del Vaticano.

“La idea inicial del presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, era añadir al lema la palabra together (juntos), para reforzar la idea de solidaridad. La traducción latina que habían elegido no funcionaba, porque se trataba de un adjetivo, por lo que nosotros sugerimos que era mejor un adverbio, communiter. Así que en Japón se estrena el nuevo lema ‘Citius, altius, fortius, communiter’, lo que muestra los grandes deseos que tiene todo el movimiento olímpico”, explica el sacerdote español Melchor Sánchez de Toca, subsecretario del Pontificio Consejo de la Cultura e impulsor de Athletica Vaticana, la primera entidad deportiva nacida oficialmente en la Santa Sede.

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Inclusivos y paritarios

“Los de Tokio son unos Juegos Olímpicos en el espíritu de la última encíclica del papa Francisco, Fratelli Tutti. Además de todo lo que implica el término communiter, está la búsqueda de la sostenibilidad, para evitar los derroches inútiles, y la inclusividad, pues se pretende que el deporte llegue al mayor número posible de personas y que, especialmente, las niñas y las jóvenes lo practiquen. Son por ello las primeras Olimpiadas con paridad, pues hay el mismo número de atletas masculinos que femeninos”, cuenta Sánchez de Toca, que ha participado como observador en varias citas olímpicas y destaca las buenas relaciones entre el Pontificio Consejo de la Cultura y el COI.

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Este último ha plasmado sus prioridades en la agenda 2020+5, aprobada el pasado mes de marzo y que identifica los puntos clave a los que debería responder el olimpismo tras el estallido de la pandemia del coronavirus. En sus quince recomendaciones, se ha tenido en cuenta “la necesidad de una mayor solidaridad dentro y entre las sociedades”, según remarcó este organismo en un comunicado. En este sentido, Bach tiene un empeño personal en que se produzca una redistribución del dinero que mueven algunos deportes para que llegue también a los atletas de los países con menos recursos.

En estas Olimpiadas, que se celebran por primera vez bajo estrictas medidas contra el contagio, podrá tal vez surgir con mayor claridad el significado (y el valor) de un evento que, ya desde su símbolo -los cinco aros entrelazados-, trae consigo el espíritu de fraternidad y armonía entre los pueblos. Es un mensaje ciertamente muy necesario hoy, cuando estamos “todos en el mismo barco” y nos enfrentamos, entre otras muchas dificultades, a un inesperado cambio de época de consecuencias aún imprevisibles. Hoy, más que nunca, el reto no es sólo ganar la medalla de oro -el sueño y la meta de todo atleta olímpico- sino también ganar, todos juntos, la medalla de la fraternidad humana.

Testimonio de fe en los Juegos Olímpicos

“Le pedí esto a Dios todos los días a las 3 de la madrugada. Es el mejor momento para hablar con Él porque todos los demás duermen y luego Él me presta más atención”, señalaba Italo Ferreira, el surfista brasileño que ha obtenido la medalla de oro en una de las competiciones de los Juegos Olímpicos de Tokio. Para ello se acostaba a las 7 de la noche. Los medios han destacado que en su familia siempre se ha vivido intensamente la fe en gran medida gracias a su madre. “Creo que me salen cosas por ella, porque ella es la que sostiene la ola y también reza, va al altar y todo”.

Precisamente la palabra “fe” fue con la que quiso inmortalizar en sus redes sociales la foto de la victoria de la medalla de bronce. En una de las fotos precisamente aparece apuntando hacia arriba, en referencia a Dios. Y es que la victoria no ha sido fácil. Su pasión por el surf le provocó una hemorragia cerebral por una ola gigante en 2015. Después de esta lesión tuvo que volver a aprender a caminar y a surfear.

El del surfista no ha sido en único caso en estos Juegos Olímpicos que presumen de su inclusividad en todos los sentidos pero que han obligado a suspender los planes pastorales y de atención religiosa a las delegaciones participantes. Hidilyn Díaz ha sido la ganadora de la primera medalla de oro para Filipinas, y lo ha hecho en la categoría de halterofilia femenina. Esta atleta olímpica que tiene 30 años ha soto un récord mundial después de levantar un peso combinado de 224 kilogramos. Es la cuarta vez que acude a unos Juegos y en la ceremonia de medallas levantó una medalla de la Milagrosa y apuntó con su dedo al cielo.

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La fraternidad es la medalla más hermosa

El Papa ha subrayado en varias ocasiones el potencial educativo del deporte para los jóvenes, la importancia de “ponerse en juego” y del juego limpio, así como el valor de la derrota, porque la grandeza de una persona se ve más cuando cae que cuando triunfa, en el deporte como en la vida. A principios de año, en una larga entrevista concedida a la Gazzetta dello Sport, el Papa señaló: “La victoria contiene una emoción incluso difícil de describir, pero la derrota también tiene algo de maravilloso. De ciertas derrotas nacen hermosas victorias, porque una vez identificado el error, se enciende la sed de redención. Yo diría que los que ganan no saben lo que pierden”.

Francisco también recordó el espíritu olímpico en su discurso a los Directivos y Atletas del Comité Olímpico Nacional Italiano a quienes recibió en audiencia el 19 de diciembre de 2014: “El lema olímpico ‘Citius, altius, fortius’, no es una incitación a la supremacía de una nación sobre otra, de un pueblo sobre otro pueblo, ni siquiera a la exclusión de los más débiles y desprotegidos, sino que representa el reto al que estamos llamados todos, no sólo los atletas: el de asumir la fatiga, el sacrificio, para alcanzar las metas importantes de la vida, aceptando los propios límites sin dejarse bloquear por ellos, sino intentando superarse”.

Y en su discurso a los delegados de los Comités Olímpicos Europeos, del 23 de noviembre de 2013, Francisco les dirigió estas palabras: “¡Es típico de la actividad deportiva unir y no dividir! Construir puentes y no muros. Incluso los cinco anillos entrelazados, símbolo y bandera de los Juegos Olímpicos, representan el espíritu de fraternidad que debe caracterizar el evento olímpico y la competición deportiva en general. Cuando el deporte se considera únicamente en función de parámetros económicos o de la consecución de la victoria a cualquier precio, se corre el riesgo de reducir a los deportistas a una mera mercancía de la que obtener beneficios”.

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Fuentes:

Vatican News / Revista Vida Nueva (1 y 2) / Foto: Getty Images

 

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