Las Olimpiadas de todos los días

9:00 a m| 12 ago 16 (AMERICA/BV).- En días en que los Juegos Olímpicos acaparan la atención y emoción de las personas, ofrecemos una columna del teólogo y periodista Daniel P. Horan O.F.M. en la que describe el espíritu fraternal que une a los deportistas de todo nivel en las Olimpiadas y cómo puede servir de ejemplo para la Iglesia católica, para avanzar en el camino de la fe sin discriminar por su condición a quien esté a nuestro lado. Aprovechando la coyuntura compartimos también el último “Video del Papa” dedicado al deporte como inspiración para la fraternidad entre los pueblos y una reseña sobre la participación en los Juegos y testimonio de Yusra Mardini, refugiada cristiana siria.

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Con los Juegos Olímpicos en curso estos días, mi atención está en los atletas de clase mundial y las competencias que demuestran lo mejor de sus destrezas físicas y habilidades. Aunque la historia de las Olimpiadas modernas incluye algunos recuerdos dolorosos (por ejemplo la crisis de los rehenes y el asesinato de atletas israelíes en 1972 en Munich y el bombardeo durante los juegos de 1996 en Atlanta), la premisa de este encuentro mundial es la paz y la buena voluntad entre diversos pueblos y naciones. Esa es una razón suficiente para celebrar los triunfos y conmoverse con las derrotas.

Como fondista de toda la vida, tengo especial admiración por las mujeres y los hombres que son los mejores del mundo tanto en las pruebas de pista como en los maratones. Esta solidaridad es fuerte entre los corredores, ya que, a diferencia de deportes como el baloncesto o el fútbol, con frecuencia se participa en carreras en las que tanto los competidores de élite como los atletas menos destacados o no tan conocidos, se ubican lado a lado desde la línea de partida y comparten un objetivo común: la meta.

Hay un espíritu de inclusión en estas pruebas de velocidad que es difícil de igualar en otra competición atlética. El corredor más rápido participa en el mismo circuito y comparte el mismo espíritu que la última persona en cruzar la línea de meta. En la mayoría de las carreras, uno no tiene que ser el mejor o el más grande para participar, ya que solo se necesita el compromiso de mantener el rumbo, sortear los obstáculos, y dejarlo todo hasta llegar a la meta.

Al reflexionar sobre las carreras de fondo, en particular, empecé a pensar en la Iglesia. Me parece que el participar de una carrera ofrece una buena metáfora de lo que significa ser cristiano y vivir la propia fe. Ciertamente no soy el primero en hacer esta conexión. Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento donde los autores se basan en el imaginario del atletismo para describir la experiencia del discipulado y la fe cristiana. En las cartas a los Filipenses (2:16), Gálatas (2:2; 5:7) y 2 Timoteo (4:7), por nombrar unos pocos, vemos que se utiliza una “carrera” como metáfora para los inicios de la comunidad cristiana de creyentes .

A la luz de la controversia sobre la discusión del gradualismo (una posición teológica que reconoce que la vida virtuosa se desarrolla gradualmente y con el tiempo) durante las Asambleas del Sínodo de Obispos sobre la familia en 2014 y 2015, la metáfora del atletismo y las escrituras como una carrera es particularmente oportuna.

En lugar de imaginar una Iglesia compuesta sólo por élites que son capaces de ejercer la virtud al más alto nivel, debemos recordar que todos los bautizados, cualquiera que sea su estado de vida, están “corriendo” la misma “carrera” de discipulado cristiano (seguir a Cristo). Tener como referencia a los santos y otros ejemplos de vida cristiana ofrecen a los creyentes una fuente de inspiración y un recordatorio de nuestro objetivo común. Pero nadie debe ser excluido de la “carrera” por sus debilidades o por mantener su propio ritmo.

Los atletas olímpicos me motivan a trabajar para ser un mejor corredor, pero mis compañeros atletas también me inspiran y me animan a seguir adelante. Cualquiera que haya participado de una carrera larga o incluso una pequeña de 5K conoce este sentimiento de inclusión y el espíritu de animar en la adversidad.

Cuando los corredores más rápidos terminan, a menudo se quedan para animar a los que continúan en la prueba. Junto con gritos de ánimo, los espectadores que se ubican en las líneas laterales normalmente aplauden y dan la mano. Luego todo el mundo se reúne en un encuentro post carrera para celebrar los logros de todos, el más importante de los cuales es simplemente completar la prueba.

¿Por qué no pueden nuestra Iglesia y comunidades de fe parecerse más a una de estas competencias de carrera? ¿Por qué no podemos centrarnos más en el trayecto junto a nuestros hermanos y hermanas sin importar su condición, animándonos los unos a los otros con el amor de Cristo? El autor de la Carta a los Hebreos incluso relaciona la carrera de la fe con una “nube densa de testigos” que nos anima en nuestro trayecto (Hebreos 12:1).

Todos compartimos un curso común, un camino trazado ante nosotros por Cristo en los Evangelios, que comenzó en el bautismo y lo tenemos por delante de nosotros. ¡Que los Juegos Olímpicos sirvan como una oportunidad para que las mujeres y los hombres cristianos se inspiren, no solo en el atletismo, sino también en la fe. Parafraseando a San Pablo, si buscamos avanzar apoyándonos los unos a los otros (1 Tes 5:11), no habremos corrido la carrera de la fe en vano, cualquiera que sea nuestra velocidad individual o nuestro puesto de llegada.


Yusra Mardini, refugiada cristiana siria en los Juegos Olímpicos de Río

Yusra Mardini huyó Siria hace casi un año y ahora es parte del equipo especial de refugiados en los Juegos Olímpicos de Río. Mardini, de solo dieciocho años de edad, nació en una familia cristiana de Damasco, donde destacó por sus excelentes resultados académicos y empezó a entrenar natación con el apoyo del Comité Olímpico Sirio.

Su trabajo y talento, la llevaron a participar en 2012 en los Campeonatos Mundiales de Natación en tres disciplinas diferentes, y todo apuntaba a que su presencia en futuros campeonatos de natación parecía asegurada.

Huida accidentada

Sin embargo, como consecuencia de la guerra civil Siria, Mardini y su hermana Sarah, huyeron de su comunidad cristiana en Damasco, durante el verano de 2015. Llegaron hasta Turquía, donde lograron introducirse en una embarcación junto a unos veinte refugiados, a pesar de que la embarcación estaba preparada para transportar a seis personas.

Durante el viaje, el motor del barco se rompió, dejándoles en medio del océano a su suerte. En ese momento, Yusra decidió lanzarse al agua y empujar el bote hasta que pudieran encontrar la ayuda.

Tres horas y media más tarde, la embarcación impulsada por ella y otros tres refugiados, llegaba a Lesbos. La nadadora siria y sus tres acompañantes, en un acto heroico, lograron salvar sus propias vidas y las de casi veinte personas más.

Río 2016

Yusra y su familia viven ahora en Berlín, donde lograron establecerse tras viajar por Europa durante varios días. Allí retomó su entrenamiento con el club de natación Wasserfreunde Spandau 04, quienes, viendo su potencial, esperaban que Yusra Mardini pudiera alcanzar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Pero su acelerado progreso y su intenso trabajo han permitido a la joven adelantar esa meta hasta los JJ.OO. de Río, donde compite dentro del equipo de Atletas Olímpicos Refugiados.

“Yo solo quería competir en los Juegos”

Mardini ha sido la primera componente del equipo olímpico de Refugiados en competir en Brasil, y lo ha hecho ganando su serie en los 100 metros mariposa.

Su tiempo de un minuto 09.21 segundos no fue suficiente para ganar su pase a la parte superior 16 y calificarse para las semifinales, pero su participación, un año después de arriesgar su vida saltando en el mar Egeo para ayudar a otros refugiados, se ha convertido en una de los historias más inspiradoras de los Juegos.

“Todo fue increíble”, dijo Mardini. “Lo único que quería era competir en los Juegos Olímpicos. Tuve una buena sensación en el agua, así que estoy feliz por eso. Competir con todos estos grandes campeones es emocionante”, añadió.

Francisco pide que el deporte sea “un vehículo de fraternidad”

“Sueño con el deporte como en la práctica de la dignidad humana, convertida en un vehículo de fraternidad”. Es el deseo que Francisco expresó en vísperas del inicio de los Juegos Olímpicos, en el video de sus intenciones del mes de agosto promovido por la Red Mundial de Oración del Papa.

“Con el deporte es posible construir la cultura del encuentro, entre todos, por un mundo en paz”, dice el Papa en el video, que se destaca por una producción impactante. “¿Entrenamos juntos esta petición? Que el deporte fomente el encuentro entre los pueblos y la paz en el mundo”, invita, finalmente, el ex arzobispo de Buenos Aires.

El video fue difundido a días de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, en los que participan aproximadamente unos 10500 atletas de 206 Comités Internacionales.

El padre jesuita Frédéric Fornos, recientemente designado por Francisco como director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa y su rama de jóvenes, el Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ), expresó que “frente a los grandes desafíos del mundo de hoy, frente a la violencia y a la barbarie que surge, más que nunca el deporte, como encuentro fraternal entre los pueblos, es necesario”.

“¡Hay tantos miedos! ¡Nos conocemos tan mal! El deporte puede contribuir fuertemente a derribar los muros que nos separan. Espero que el encuentro olímpico mundial contribuya a generar una cultura del encuentro al servicio de la paz”, aseguró.

Fuentes:

America Magazine / Religión Digital / La Nación

Puntuación: 5 / Votos: 1

Buena Voz

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