Cómo comunicar en una sociedad polarizada
6:00 p.m. | 22 jul 21 (LCC).- Ser promotores de unión, de encuentro, de reconciliación, de coincidencia en la diversidad: ¿cuál es la actitud necesaria para ser buenos comunicadores en un contexto en el que la polarización quiere imponer su ley a todo discurso público o privado? Además de algunos estudios e iniciativas actuales, observar la postura del papa Francisco es un aporte si se considera que es una cuestión constante en su actividad. Su mensaje nos lleva a considerar caminos alternativos a la discusión cerrada ante las diferencias, que priorizan la escucha, el discernimiento y la misericordia en situaciones cotidianas como trascendentes.
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La polarización es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, pero que ahora tiende a incrementarse exponencialmente frente a cambios e incertidumbres a gran escala. La creciente polarización ha despertado estudios y proyectos para intentar superarla. En este ámbito se destaca el psicólogo social Jonathan Haidt, quien en The Righteous Mind ha subrayado la importancia de las “intuiciones morales” y el hecho de que las personas busquen argumentos para defenderlas. Para superar la brecha que los separa, liberales y conservadores tienen necesidad de aprender cuáles son las intuiciones morales que los motivan a unos y a otros.
La organización de ciudadanos Better Angels busca “despolarizar EE.UU.” realizando proyectos prácticos en los que reúne a partidarios de los demócratas y de los republicanos. Su fundador, David Blankenhorn, que se describe como una persona herida por las guerras culturales norteamericanas, ha identificado siete “hábitos” para “despolarizar” el conflicto, deduciéndolos de las siete virtudes del cristianismo clásico. Las tres virtudes más altas, según Blankenhorn, son:
1) “Criticar desde dentro”, es decir, criticar al otro desde un valor que se tiene en común con él (reconociendo que las intuiciones morales suelen ser universales); 2) “buscar los bienes en conflicto”; reconocer que, mientras que algunos conflictos tratan del bien en oposición al mal, la mayoría de ellos son conflictos entre bienes, y la tarea, por tanto, no consiste en separar el bien del mal sino en reconocer y sopesar los bienes que compiten entre sí; 3) “contar más de dos”, es decir, superar la tendencia a dividir en binomios antagónicos, que conducen a pseudodesacuerdos.
También en la Iglesia católica estadounidense podemos encontrar intentos de superar las agudas divisiones intraeclesiásticas entre católicos “progresistas” y “conservadores”. En junio de 2018, por ejemplo, la Georgetown University patrocinó un encuentro de ochenta líderes con el fin de intentar superar la polarización a partir de la doctrina social de Iglesia y del ejemplo del papa Francisco. Uno de los ponentes, el arzobispo de Chicago, cardenal Blase Joseph Cupich, hizo notar la distinción entre partidismo (partisanship) y polarización. Lo primero es división o desacuerdo que, sin embargo, permite trabajar juntos para lograr fines compartidos, mientras que, en el caso de la polarización, el aislamiento y la desconfianza entre unos y otros hace imposible la cooperación.
La postura del papa Francisco ante la polarización
Francisco ha observado que “nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos”. En su mensaje para la 53ª Jornada mundial de las comunicaciones sociales dice: “La identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios”.
Uno de los discursos más contundentes al respecto fue el que el papa Francisco pronunció ante el Congreso de EE.UU.: “Puede generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención: el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos; permítanme usar la expresión: en justos y pecadores”. Y proseguía, exponiendo una posible paradoja: “En el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior”. Del mismo modo, una política está enferma cuando prospera en función de los conflictos, acentuándolos para aumentar el poder o la influencia del político “intermediario”, muy distinta de una política sana que se esfuerza en conciliar a las personas en torno al bien común, y en la cual el político es “mediador”: uno que se sacrifica a sí mismo en favor del pueblo.
Son cuatro actitudes del papa Francisco que pueden ayudarnos a configurar la forma mentis necesaria para discernir cómo comunicar bien en medio de una sociedad polarizada. Se trata de dos “noes” y de dos “síes”. Ante todo, no discutir con el que busca polarizar y no dejarse confundir por falsas contradicciones. Segundo, decir sí —más con las obras que con las palabras— a la misericordia como paradigma último, y decirlo en dialecto materno, que llega al corazón de cada persona en su propia cultura.
No discutir con el que acusa
El testimonio y el consejo de Francisco es no discutir en un contexto polarizado. Tanto si se trata de una discusión familiar, con la recomendación dirigida a los padres cuando los hijos tratan de arrastrarlos a una discusión, como si se trata de discusiones públicas, en las que se lanzan acusaciones con alto grado de agresividad mediática, como las del caso Viganó. El contexto familiar, en el que el Papa sacó a relucir el criterio de “no discutir”, nos muestra que el “virus de la polarización” se introduce incluso entre los que se aman. Esto mismo ayuda a comprender la trampa en la que solemos caer cuando nos dejamos arrastrar por el espíritu de discusión.
Con los que nos aman, no discutir va unido a hablarles “en dialecto”, sabiendo que comprenderán este lenguaje de amor. Con los que no nos aman y nos atacan, no discutir va unido, en cambio, a hacer silencio y, como solía hacer el Señor cuando no respondía a las provocaciones de los escribas y fariseos. Dice el Papa: “Con las personas que no tienen buena voluntad, con las personas que solo buscan el escándalo, la división, que solo buscan la destrucción, también en las familias: silencio. Y oración”. El silencio evita que quedemos atrapados en la espiral de acusaciones y condenas.
Esta actitud de “no discutir” no tiene nada que ver con la paz quietista ni con el falso irenismo que, según la lógica de la polarización, supondrían parcialidad (“el que calla otorga”) o huida del conflicto. Nada más lejos del pensamiento y de la actitud de Francisco. Él no solo asume el conflicto y la tensión como oportunidades creativas, sino que discierne la acción del mal espíritu que trata de camuflar la verdadera contradicción y que propone la paz como si fuera un negocio en vez de un arduo camino.
Frente a un mundo polarizado, abstraerse o desinteresarse no es una opción, sino más bien una tentación. Es comprensible, quizás, en un contexto mimético donde el riesgo de contaminarse es muy grande. Sin embargo, Francisco nos invita a que nos impliquemos, con discernimiento, eso sí. Nos exhorta a que asumamos una actitud claramente misionera: la acusación de nosotros mismos, que nos lleva a dialogar con la Misericordia de Dios, en vez de entrar en la dinámica de sentirnos víctimas y de acusar a los demás, va unida a la salida misionera a anunciar el Evangelio. En vez de quedarnos encerrados en la discusión dando “pasos de contraataque”, la Iglesia da un paso “hacia los que más la necesitan”. La Iglesia, cuando fue perseguida, se volvió misionera.
No confundirse viendo contradicciones allí donde solo hay contrastes
En vez de discutir, hay que discernir. Porque cuando se da una polarización no se trata solo de una lucha de ideas, sino también de espíritus. El mal espíritu, sobre todo en un contexto de tribulación, busca convertir desacuerdos en conflictos. La lucidez que se requiere para discernir que “la unidad es superior al conflicto” (EG 228) es una lucidez paciente que “acepta sufrir el conflicto” para poder resolverlo, sin quedar atrapados en él. También se requiere lucidez para discernir que “la realidad es superior a la idea” (EG 231): es superior porque la realidad nunca es contradictoria. El Papa escribió al pueblo de Chile: “discernir supone aprender a escuchar lo que el Espíritu quiere decirnos. Y solo lo podremos hacer si somos capaces de escuchar la realidad de lo que pasa”.
En sus “Reflexiones acerca de la unión de los ánimos”, publicadas en 1990, Bergoglio explicita bien la diferencia entre contradicción y contraposición o contraste: “La contradicción siempre es excluyente, no da lugar a alternativas, es disyuntiva. En cambio, la contraposición indicaría más bien las cosas que aparentemente y/o realmente contrarias pueden avenirse”. La diversidad de ideas, de afectos, de imaginaciones y de mociones que se van dando cuando uno reza y discierne van conformando, dice Bergoglio, “una unidad interior nueva, continuada, pero distinta a la que se tenía con anterioridad al comienzo de este proceso de discernimiento”.
La armonía nueva siempre puede “desarmonizarse”, y esto requiere que siempre estemos abiertos a nuevas síntesis. “Todo este proceso configura lo que podríamos llamar etimológicamente un “conflicto”. Este conflicto interior, que más que contradicción prefiero llamarlo contraposición, es la referencia interior que tenemos de unidad en la diversidad para entender qué es la unidad en la diversidad en el cuerpo de la Compañía”, y, por analogía, lo que es la unidad en la diversidad en la Iglesia y en la sociedad. Por eso, el Papa podía confiar en el proceso sinodal a veces turbulento y conflictivo que dio lugar a la nueva praxis pastoral de Amoris laetitia [AL]. A través de reflexiones, intercambios de opiniones, oración y discernimiento “prevalecía el Buen Espíritu”, a pesar de las tentaciones en el camino.
El sí al paradigma de la misericordia
El discernimiento que nos fortalece para decir “no” a la discusión que polariza tiene su principio y fundamento en un “sí” más profundo y radical: el “sí” de la Misericordia divina a todo lo creado. La Misericordia incondicional de Dios, que se nos ha vuelto concreta y practicable en Jesús, es la única realidad capaz de sanar y armonizar toda falsa contradicción con la fuerza del amor de Dios, que, “por su naturaleza, es comunicación”. La Misericordia “es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios”, como bien dice el sumo pontífice. Es el paradigma último, el más alto, y nuestra misión es anunciarlo con obras y con palabras.
El pensamiento y el testimonio de Francisco ofrecen, por lo tanto, un camino de despolarización que se podría aplicar a muchos contextos donde hay “partidos” enfrentados: entre liberales y conservadores en la Iglesia, por ejemplo. Es un camino que acoge la tensión y el desacuerdo como oportunidad para crear algo superior a partir de una diversidad conciliada y del paradigma de la misericordia, evitando las trampas mortíferas de la polarización estéril. Es una manera de dialogar no desde los desacuerdos, sino escuchando los unos los sueños de los otros.
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Fuente:
Extracto del artículo “Cómo comunicar en una sociedad polarizada” de Diego Fares y Austen Ivereigh. Publicado en La Civiltà Cattolica.