América Latina y el papa Francisco

10:00 p.m. | 11 jun 21 (LCC).- Jorge Mario Bergoglio vivió 76 años casi ininterrumpidos en América Latina. Una particularidad inédita en la Iglesia, pero que trasciende a la anecdótico. Así, los primeros ocho años del pontificado de Francisco muestran no solo el fruto de las vivencias y aprendizajes que Bergoglio adquirió en los años que transcurrió en América Latina, sino que, como contraparte, dejan como bagaje un rico corpus discursivo que el Papa ha producido en, para y desde la región.

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Entre los temas que como gran novedad atraviesan los discursos del Papa, se destaca de manera particular su preocupación e interés por lo que a grandes rasgos podrían denominarse los procesos de integración regional. Así como Francisco ha expresado en más de una ocasión su conocimiento y aprecio por las fuerzas históricas que derivaron en la integración del Viejo Continente y el empeño de los que denomina “los padres fundadores” de la Unión Europea, el Papa ha tenido también palabras de apoyo y sostén a los procesos de integración latinoamericanos.

Con una mirada integracionista desde lo conceptual, sin caer en las reducciones cortoplacistas de las ondulaciones pendulares de la política latinoamericana, el Papa ha dejado entrever el vasto bagaje asimilado durante sus casi ocho décadas en la región. Es, por ejemplo, difícil no entrever trazos de la categoría de “Estados Continentales” del uruguayo Alberto Methol Ferré cuando el pontífice se refiere a la importancia de los procesos de unidad latinoamericana y el rol que puede tener como bloque en el concierto internacional de los próximos años.

En sus discursos a la región se puede apreciar una novedosa interpretación, a la luz de los tiempos y desde el sillón de Pedro, basada en la condensación de toda una serie de pensadores latinoamericanos, que lejos de corsés ideológicos importados desde afuera, fueron importantes afluentes de ese océano de vastedad y profundidad que es el pensamiento de Bergoglio. Un pensamiento nacido en la periferia, y que ahora vuelve desde el centro (Roma), reelaborado y resignificado, hacia la América Latina en la que se desarrolló.

Pero no sólo de lecturas e inspiraciones académicas se nutrió Bergoglio. También llega con una gran herencia de vivencias cotidianas que lo marcaron “desde el fin del mundo”: es el propio Papa quien, por ejemplo, ha señalado que las raíces de los puentes que ha tendido con otras religiones datan de un diálogo interreligioso que vivió en sus años como alumno de escuela en Argentina, en los que la convivencia con hijos de inmigrantes de buena parte del globo fueron forjando su conciencia interreligiosa y ecuménica.

A esos bagajes académicos y vivenciales sui generis que tiene Francisco, se le debe agregar sel conocimiento de la idiosincrasia, cultura y tradiciones de más de una decena de países, pese a haber sido un obispo que no viajó mucho fuera de su país natal. En ese marco, dos aspectos de su vida antes de la elección como Papa aportan claves de interpretación. Por un lado, su experiencia pastoral en Buenos Aires, durante la que, como obispo cercano a los más necesitados en las villas miserias de la capital argentina, pudo tener contacto con representante de los más variados países de la región. De ahí, se puede conjeturar con cierta seguridad, proviene gran parte de su conocimiento de las especificidades de la religiosidad popular en cada uno de ellos.

Además, las segundas o terceras generaciones de inmigrantes europeos que ya han echado raíces en Argentina, la han convertido en un polo receptivo de miles de migrantes sudamericanos. Conociendo su país, Bergoglio estuvo en contacto con inmigrantes que enriquecieron sus miradas sobre el resto del continente. Por otro lado, en su época como provincial jesuita, Bergoglio fue un firme promotor de los intercambios con otros países de la región, además de haber incorporado vastas obras de pensamiento latinoamericano a los planes de estudio.

Por último, se puede plantear que gran parte de ese bagaje latinoamericano quedó plasmado en el Documento Final de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tuvo lugar en la ciudad brasileña de Aparecida en 2007, y en el que Bergoglio estuvo a cargo de la comisión de redacción. Fue el lugar donde él plasmó parte de su cultura del encuentro y del diálogo para llevar adelante la comisión. Ese documento se puede considerar, quizás, el último de los grandes aportes del episcopado latinoamericano a la Iglesia universal. De hecho, a la luz de los acontecimientos posteriores, muchos estudiosos vieron en ese documento el “inicio conceptual” de su pontificado.

Pero si lo que América Latina dio a Jorge Bergoglio durante sus primeros 76 años es un carril fundamental, las elaboraciones que Francisco ha dedicado a la región se vuelven imprescindibles para terminar de completar esa “autopista de dos sentidos” que se propone como figura para visualizar el lazo del pontífice con Latinoamérica. Con diez países visitados en la región, Francisco ha dedicado varios mensajes a la población del continente con más católicos del mundo, con una sensibilidad y conocimiento de sus realidades. Sus visitas a América Latina han seguido hilos conductores que dan cuenta de las características comunes de la región, de los temas que unen a todos sus países, al tiempo que muestran las realidades particulares de cada nación latinoamericana.

Los hilos conductores del Papa para la región

Si bien la producción de Bergoglio como Papa sobre América Latina excede largamente los discursos hechos durante sus viajes, las palabras que Francisco ha pronunciado en sus visitas a la región constituyen un corpus suficiente y abarcable a los fines de este artículo. Estos discursos permiten dar una primera mirada sobre algunos de los temas regionales (a la vez que, como veremos, universales) que preocupan al primer pontífice de la historia nacido y crecido en la región. Son cinco los que destacan en su discurso: las referencias a los denominados “padres fundadores” de Latinoamérica; sus palabras hacia las mujeres latinoamericanas; sus discursos a los jóvenes del continente; sus encuentros con las personas privadas de la libertad; y sus críticas a la corrupción y al liberalismo, que acompañan su reclamo de una economía “con rostro humano”.

Los padres fundadores y la “Patria grande”

En un marco en el que el proceso integrador de América Latina corre varias décadas por detrás de la unidad europea, su institución más longeva, el Mercosur, acaba de cumplir 30 años sin que los países miembros, más allá de los avances y retrocesos que ha tenido su expansión, se hayan aún puesto de acuerdo en temas como aranceles y monedas comunes o el pleno funcionamiento del Parlamento regional, aún rengo de representatividad y sin atribuciones para tomar decisiones vinculantes. Es en ese contexto que, desde el inicio de su pontificado, el Papa ha revalorizado la importancia de los procesos de integración regional. Quizás una de las referencias más explícitas tuvo lugar en el primer discurso que dio al visitar, en enero de 2019, Panamá, donde convocó a los líderes de su tiempo para forjar el sueño de la unificación de la “Patria Grande”: “nuestros pueblos son capaces de crear, forjar y, sobre todo, soñar una Patria Grande que sepa y pueda albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural de cada pueblo y cultura”, explicó.

Ya sea desde el país “conector” de las dos realidades latinoamericanas (Panamá), ya sea frente a una de las más novedosas formas de organización popular que puede exhibir la región (Bolivia), o desde su Argentina natal, la apuesta del Papa en favor de un proceso integrador que recupere la herencia de las primeras gestas, y despojado de cualquier partidismo, se vuelve evidente.

Condenas al neoliberalismo y la corrupción

En una región en la que la aplicación de recetas neoliberales y los entramados de corrupción fueron las dos caras de una misma moneda en las últimas décadas, especialmente en los años 90, el Papa ha manifestado su enfático rechazo a los dos fenómenos, en un contexto en el que la región se presenta como la más desigual del planeta en términos de ingreso.

Con fuerza se pronunció el Papa durante su visita al Perú, cuando convocó a “estar muy atentos a esa otra forma —muchas veces sutil— de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción. Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese “virus” social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas. Y esta lucha nos compromete a todos. “Unidos para defender la esperanza”, implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil, y no excluyo a las organizaciones eclesiásticas. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”.

Si en palabras del Papa la corrupción es la “gangrena” de la sociedad, el sistema neoliberal aplicado sin freno en algunos países de la región a partir de la ola de dictaduras de los años 70 y hasta el boom del avance de los denominados Chicago boys de la década del 90, es directamente una “economía que mata”. En su visita a Paraguay explicó: “El desarrollo económico tiene que tener rostro humano. ¡No, a la economía sin rostro! Y en sus manos está la posibilidad de ofrecer un trabajo a muchas personas y dar así una esperanza a tantas familias. Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, ofrecer salud y educación, son aspectos esenciales de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos, los economistas, deben dejarse interpelar por ellos. Les pido que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad”.

En el ámbito de las reflexiones políticas del Papa se inscriben también sus pensamientos sobre los fenómenos de concentración mediática y la conversión de las empresas periodísticas en actores políticos de las sociedades modernas.

Las mujeres latinoamericanas

Las referencias del Papa a la mujer latinoamericana han sido una constante de sus palabras sobre la región, partiendo de la alta estima que el pontífice tiene por quienes, considera, han sabido custodiar y transmitir la fe a lo largo de las generaciones. Durante su viaje a Paraguay en 2015, el Papa afirmó: “Todos ustedes, todos los paraguayos, tienen la memoria viva de un Pueblo que ha hecho carne estas palabras del Evangelio. Y quisiera referirme de modo especial a ustedes mujeres y madres paraguayas que, con gran valor y abnegación, han sabido levantar un País derrotado, hundido, sumergido por una guerra inicua. Ustedes tienen la memoria, ustedes tienen la genética de aquellas que reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su Pueblo, junto a María. Han vivido situaciones muy pero muy difíciles, que desde una lógica común sería contraria a toda fe. Ustedes al contrario, impulsadas y sostenidas por la Virgen, siguieron creyentes”.

Pero las referencias del pontífice al papel de la mujer no se agotan en el reconocimiento de un rol pasado. Francisco ha sabido incorporar problemáticas actuales desde las cuales referirse al rol y a las preocupaciones de la mujer en el continente. Así fue que, durante su visita a Perú en 2018, Francisco alertó sobre los “numerosos casos de feminicidio” que azotan a América Latina: “Quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio. Y son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes. Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia”.

Los jóvenes

Con igual prospectiva de futuro se dirigió siempre a los jóvenes de la región, a los que en cada uno de sus encuentros invitó a “soñar” y a sentirse parte de una “esperanza”. En febrero de 2016, al visitar México, dialogó con un joven que había lamentado perder “el encanto de disfrutar del encuentro”: “Perdimos el encanto de caminar juntos, perdimos el encanto de soñar juntos y para que esta riqueza, movida por la esperanza, vaya adelante, hay que caminar juntos, hay que encontrarse, hay que soñar. No pierdan el encanto de soñar. Atrévanse a soñar. Soñar, que no es lo mismo que ser dormilones, eso no, ¿eh?”. Con igual positividad animó a los jóvenes con los que se reunió en Chile en enero de 2018, a los que llamó a “arriesgarse, correr riesgos”. “Queridos amigos, sean valientes, salgan “al tiro” al encuentro de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad”.

Hacia el futuro: del Continente de la esperanza al de la realidad

Con sus discursos en la región, en los que son evidentes los trazos de las experiencias acumuladas durante los 76 años que vivió en América Latina, Francisco se ha mostrado como un gran conocedor de los problemas de cada país y siempre ha dejado mensajes relevantes para el ámbito local, insertados en un contexto regional y, a la vez, con una dimensión global. Ha sido una de las formas en las que, a la luz del tiempo histórico, ha envalentonado a la región para que haga concreto el llamado de sus predecesores, que la habían catalogado como el “continente de la esperanza”, y pueda finalmente pasar a ser el continente de la realidad.

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Fuente

Extracto de artículo publicado en La Civiltà Cattolica / Foto: New York Times

 

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