Grandes obispos latinoamericanos contemporáneos

7:00 p.m. | 28 ago 20 (AD/RD).- El fallecimiento de Pedro Casaldàliga generó una abundante publicación de artículos de amigos y conocedores resaltando la figura de este obispo excepcional, que se “jugó la vida con los pobres, por los pobres y como los pobres”. Pero algo que pasó desapercibido fue que Casaldàliga forma parte de una estirpe de grandes obispos latinoamericanos que fueron dejándonos en las últimas décadas. Tenían el mismo sello de seguidores consecuentes y comprometidos de la causa de Jesús, algunos hasta ser asesinados por ese compromiso con él y con su pueblo. El teólogo y catedrático Victorino Pérez Prieto reseña una lista donde encontramos a Óscar Romero, Hélder Câmara, Enrique Angelelli entre otros.

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No todos llevaron como mitra el sombrero sertanejo, o el báculo y anillo episcopal de madera como Casaldáliga (1928-2020); ni fueron como él poetas que supieran utilizar magníficamente la poesía para expresar su experiencia de la belleza divina y para generar conciencia social y política. Pero todos fueron como él obispos del pueblo y para el pueblo, muchos de ellos defensores de los indígenas como los más pobres; fueron profetas y místicos de nuestro tiempo, a la vez hombres de acción comprometida y teólogos de la liberación; en fin, verdaderos testigos de Jesús de Nazaret, Cristo y su Evangelio, en una insobornable lucha pacífica hasta el fin por la justicia y la verdad, como sello indeleble del compromiso con el Reino de Dios.

Por eso, tampoco fue él el único en ser llamado “obispo comunista”. Si él decía “no habrá paz mientras no se socialice la riqueza”, y escribía: “¿Monseñor martillo y hoz? / Me llamarán subversivo / y yo les diré: lo soy. / Por mi pueblo en lucha vivo. / Con mi pueblo en marcha voy. / Tengo fe de guerrillero / y amor de revolución” (Tierra nuestra libertad, 1974).

Su colega y hermano en el episcopado Hélder Cámara decía: “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”. En fin, él y otros fueron amenazados de muerte por su praxis evangélica consecuente; algunos murieron asesinados y varios se salvaron por distintas circunstancias “providenciales”.

Aunque la historia de grandes obispos latinoamericanos comprometidos con su pueblo comienza con Bartolomé de Las Casas (1484-1566), cuatrocientos años antes, la estirpe contemporánea empieza, por edad, con el mexicano Sergio Méndez Arceo (1907-1992). Este obispo que trabajó toda su vida en la diócesis de Cuernavaca (1952-1982) es el pionero. Fue apodado “obispo rojo” por haberse convertido en el principal promotor de la renovación de la Iglesia mexicana mediante las comunidades eclesiales de base, participar en el Congreso de Cristianos por el Socialismo (1972) y el criticado CIDOC (Centro Intercultural de Documentación); y apoyar a grupos de izquierda en sus reivindicaciones sociales, dentro y fuera del país, como fue el caso de la revolución cubana.

Fue uno de los más importantes impulsores de la teología de la liberación desde sus inicios. Denunció las invasiones de EE.UU. en Vietnam, Centroamérica y Cuba, condenó los violentos regímenes militares en Latinoamérica, apoyó la revolución sandinista y creó un amplio movimiento de solidaridad con el pueblo de El Salvador, denunció las atrocidades de los regímenes militares del estadounidense Plan Cóndor para el Cono Sur, etc. Fue siempre molesto para el poder político y eclesiástico por su opción por los pobres y desamparados, y por su apoyo a las mejores causas sociales.

 

La estirpe sigue con el brasileño Hélder Câmara (1909-1999), arzobispo de Olinda y Recife (1964-1985). Defensor de los derechos humanos, sobre todo durante la dictadura militar brasileña (1964-1985), ante la que manifestó una activa resistencia; fue perseguido por los militares, señalado como comunista y llamado “arzobispo rojo” (arcebispo vermelho), su residencia fue ametrallada y asesinado uno de sus colaboradores más cercanos.

Fue uno de los fundadores de la Conferencia de Obispos de Brasil (CNBB), y uno de los más importantes impulsores del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) teniendo un protagonismo especial en el encuentro de Medellín (1968) y llegando a ser su presidente. Participó activamente en el Vaticano II, siendo uno de los obispos más activos del Pacto de las catacumbas.

Impulsó la Teología de la Liberación y las Comunidades Eclesiales de Base. Por su actuación recibió numerosos premios nacionales e internacionales y fue candidato al Premio Nobel de la Paz. Publicó varios libros. Aún recuerdo vivamente la impresión que me causó leer en mis años de estudiante Hélder Câmara. El “arzobispo rojo” (1972), por el cual conocí no solo a este hombre fascinante, sino también la situación de la dictadura brasileña.

ANTECEDENTE. El Vaticano da luz verde al proceso para beatificar a don Hélder Câmara

 

El ecuatoriano Leónidas Proaño (1910-1988) fue obispo de Riobamba (1954-1985). Hombre devoto y a la vez comprometido socialmente, fue conocido como “el obispo de los indios”, luchó constantemente por la justicia social en las relaciones con los indígenas; llegó a ser acusado de guerrillero y se tuvo que presentar en Roma, donde fue absuelto de las acusaciones, pero en 1976 fue encarcelado durante la dictadura. Aunque treinta años después (2008) sería declarado por la Asamblea Constituyente de Ecuador “personaje símbolo nacional y ejemplo permanente para todas las generaciones, por su lucha contra la opresión, la exclusión y la marginalidad en el Ecuador”.

 

Jaime de Nevares (1915-1995) fue obispo de la diócesis argentina de Neuquén (1961-1991). Su labor pastoral se caracterizó por una defensa radical de la justicia y de los derechos constitucionales durante las convulsas décadas de su país en 1960, 1970 y 1980, con una particular atención a los más necesitados. Tuvo una activa participación en el Vaticano II y menos en las conferencias del CELAM al ser censurada su participación por los obispos argentinos afines al régimen.

 

Gerardo Valencia (1917-1972), obispo de Buenaventura (1953-1972). Este obispo colombiano fue llamado “profeta invisibilizado”, por el silencio y desconocimiento sobre su persona, e incluso sobre su muerte. Participó en el Vaticano II y en la conferencia del CELAM en Medellín. Acogió en su diócesis un encuentro del Grupo Golconda (del que formaron parte algunos curas que irían a parar a las filas guerrilleras del ELN), cuyo manifiesto revolucionario suscribió y defendió, recibiendo duras críticas de la Iglesia y la sociedad colombiana. Priorizó la educación popular y la participación activa de los curas en las acciones populares.

 

Óscar Romero (1917-1980) o San Romero de América, fue arzobispo metropolitano de San Salvador solamente tres años (1977-1980) por su trágico y conocido asesinato en medio de la celebración de la eucaristía. Tras una conversión desde posturas conservadoras y burguesas, defendió la opción preferencial por los pobres y los derechos del pueblo.

Denunció en sus homilías dominicales las violaciones de los derechos humanos, y manifestó en público su solidaridad con las víctimas de la violencia política de su país: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación”, gritándole con vehemencia al gobierno: “¡Cese la represión!”. Aunque su imagen es de las menos secularizadas de todos los obispos que traemos aquí, sus palabras valientes y su martirio -el primer arzobispo mártir de América- lo han convertido en la referencia episcopal más importante de la teología de la liberación y de los obispos comprometidos con el pueblo; sobre todo por la labor de los teólogos españoles Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino, que fueron sus consejeros teológicos.

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El argentino Eduardo Pironio (1920-1998) fue administrador apostólico de la diócesis de Avellaneda (1968-1972) y arzobispo de la de Mar del Plata (1972-1975), luego prefecto vaticano y cardenal (1976) muy querido por Paulo VI. Fue secretario general y presidente del (CELAM), teniendo una gran influencia en la conferencia de Medellín. Fue uno de los teólogos fundadores de la teología latinoamericana basada en la doctrina social de la Iglesia; la suya es una de las ramas de la teología de la liberación llamada por Scannone Teología de la liberación desde la praxis pastoral. Como a los anteriores, su predicación comprometida con la opción preferencial por los pobres le valió ser tildado por algunos de comunista y montonero. En el marco de inseguridad de la dictadura en los años 70 recibió duras acusaciones e incluso amenazas de muerte.

 

El también obispo argentino Enrique Angelelli (1923-1976), obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba (1961-1964) y luego titular de la de La Rioja (1968-1976), asesinado por la dictadura argentina, fue declarado por la Iglesia “mártir en odio de la fe” y beato, al igual que Oscar Romero. Participó activamente en el Vaticano II y en el Pacto de las catacumbas. Caracterizado por su fuerte compromiso social, colaboró en la Rioja en crear sindicatos de mineros y de trabajadores rurales, cooperativas de trabajo, etc.

Luego formó parte del grupo de obispos que se enfrentó a la dictadura militar iniciada en la Argentina en 1976 y fue asesinado ese mismo año, aunque dijeron que había sido un accidente. Angelelli parece que sabía que estaba en la mira de los militares; alguien le había escuchado decir días antes de su muerte: “Es mi turno”; el día de su muerte volvía de la misa por el asesinato de dos curas (Carlos Murias y Gabriel Longueville).

ANTECEDENTE. Martirio y beatitud de Enrique Angelelli: Argentina tiene su Romero

 

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Antecedentes en Buena Voz Noticias
Fuente:

Blog Armonía en la Diversidad de Victorino Pérez Prieto en el portal Religión Digital

 

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