Los nuevos beatos, mártires del Concilio

2:00 p m| 1 may 19 (VI/LN/TL).- El obispo Enrique Angelelli y otros tres “mártires riojanos”, asesinados durante la dictadura argentina, fueron beatificados en La Rioja en una ceremonia multitudinaria presidida por el cardenal italiano Angelo Becciu, enviado especial del papa Francisco. La justicia estableció en 2014 que la muerte de Angelelli no se debió a un accidente, como decía la dictadura, sino que fue “una acción premeditada” y “llevada a cabo en el marco del terrorismo de Estado”.

En una entrevista, Becciu comentó que “son verdaderos mártires, de una época en la que la Iglesia, inmediatamente después del Concilio Vaticano II, tomó conciencia de que no se podía permanecer en silencio de frente a las injusticias sociales o a los grupos de poder que se garantizaban la existencia”, al reflexionar sobre las motivaciones que llevaron a los “cuatro mártires de La Rioja” a convertirse en beatos.

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Desde la mañana del sábado 27 de abril de 2019, Angelelli y sus compañeros se encuentran formalmente inscritos en la lista de los beatos. En el palco construido en el parque de la ciudad de La Rioja, el cardenal Giovanni Angelo Becciu se refirió al “testimonio cristiano ofrecido hasta el martirio”, habló de “dictadura militar, caracterizada por un régimen que consideraba indecente toda acción por la justicia social”, recordó “una fe –que promovían los cuatro beatos de hoy– que tuviera una incidencia en la vida para que el Evangelio se convirtiera en fermento de la sociedad y generara una nueva humanidad”.

Becciu también habló sobre hombres “enamorados de Cristo y del prójimo, que vivieron y murieron por amor”, retomando al final de la homilía la famosa frase pronunciada por Angelelli como síntesis de su visión pastoral: “Con un oído al pueblo y otro al Evangelio”.

Lo primero que es evidente en las cuatro beatificaciones celebradas en la tierra de Bergoglio es la línea que conduce desde Angelelli hasta Francisco, pasando por el Concilio Vaticano II, en cuyas sesiones, además, el obispo asesinado participó desde el principio.

Angelelli fue elegido auxiliar de la segunda ciudad argentina, Córdoba, a finales de 1960, casi contemporáneamente a la convocatoria extendida a la Iglesia por Juan XXIII para participar en la cumbre. Estuvo en ella como padre conciliar en tres de sus cuatro sesiones, en 1962, 1964 y 1965. “Intervino con el voto en las deliberaciones de los trabajos conciliares”, recordó Marcelo Colombo, actual arzobispo de Mendoza y firme propugnador de la causa que el pasado sábado llegó a su solemne fin en tierras argentinas.

Después Angelelli se unió al trabajo de la Iglesia argentina en el esfuerzo de aplicar rápidamente el Vaticano II a la realidad del país. La Coepal, Comisión Episcopal de Pastoral, creada ad hoc por los obispos de la nación sudamericana, fue el ente mediante el cual Angelelli tendría un papel decisivo en la elaboración de esa reflexión que acabará englobada bajo el nombre de “Teología del pueblo” de la que también Bergoglio formó parte.

“Esta comisión –aseguró Marcelo Colombo– sacó adelante la intención aplicativa del Concilio y Angelelli trabajó principalmente en el área de la religiosidad popular, fue presidente de la comisión misma y participó en la redacción del texto que se proponía traducir el Vaticano II a la sociedad argentina, conocido como ‘Documento de San Miguel’, divulgado en 1969, o sea hace cincuenta años”.

El cardenal Becciu se refirió explícitamente al camino que vincula Angelelli con el Concilio durante la homilía de la celebración; en ella definió a Angelelli y a sus compañeros como verdaderos “mártires de los decretos conciliares”. Por “la obra de formación en la fe, de un fuerte compromiso religioso y social, anclado al Vaticano, en favor de los más pobres y explotados, y aplicado a la luz del cambio del Concilio Ecuménico Vaticano II, en el vivo deseo de aplicar los dictámenes conciliares”.

También es significativo el pasaje en el que el enviado papal comentó que las autoridades civiles de la época obstaculizaban con todas sus fuerzas el compromiso por una justicia social y para la promoción de la dignidad de la persona humana.

“Oficialmente, el poder político se profesaba respetuoso, es más defensor de la religión cristiana, y pretendía instrumentalizarla, exigiendo una actitud supina por parte del clero y pasiva por parte de los fieles, invitados con la fuerza a exteriorizar su fe solamente en manifestaciones litúrgicas y de culto. Pero los nuevos beatos se esforzaron por obrar una fe que incluyera también la vida; para que el Evangelio se convirtiera en fermento en la sociedad de una humanidad nueva, fundada en la justicia, en la solidaridad, en la igualdad”.

Beatos del Concilio, pues, y beatos contemporáneos, muy presentes en la sociedad argentina y en su Iglesia. Han pasado 43 años desde que murieron violentamente Angelelli, Murias, Longueville y Pedernera; han pasado 4 desde que comenzó el proceso de beatificación, solo 6 desde la condena a la cadena perpetua para los altos oficiales que perpetraron el crimen y uno solo desde la declaración del martirio ‘in odium fidei’ que ha abierto las puertas de par en par a su beatificación.

Muchos de los que en estos días han participado en las celebraciones en los diferentes puntos de la provincia que fueron el escenario de la vida y de la muerte de los cuatro beatos, y con los que hemos podido hablar en Punta de los Llanos (en donde fue asesinado Angelelli), en Camical (en donde fueron secuestrados y asesinados los sacerdotes Murias y Longueville) y en Soñagasta (donde fue asesinado el “padre de familia” Pedernera) conocieron a Angelelli personalmente y formaban parte de sus comunidades.

Muchos vivieron con Murias y Longueville, recibieron el bautismo u otro sacramento de sus manos, presenciaron, por decirlo de alguna manera, en vivo su secuestro, vieron sus cadáveres deturpados; la esposa de Wenceslado Pedernera, Martha Ramona Cornejo, está viva, y con una de sus tres hijas, María Rosa, escuchó en el parque de la ciudad de La Rioja la proclamación de la beatificación de su esposo acribillado ante sus ojos el 26 de julio de 1976.

Al final de la ceremonia, Arturo Pinto, el chofer de Angelelli en el momento del accidente provocado en el camino que conecta La Rioja con Camical, recordó ese último viaje y dijo que Angelelli era un “tipo duro”, que no abandonaba ni el camino ni a su grey: “Lo tuvieron que sacar así del camino, con las malas” para poder detenerlo.

Mientras el primero de los tres grupos de obispos argentinos viaja a Roma para encontrarse con el Papa y uno de ellos, el arzobispo de la ciudad de Paraná, monseñor Puiggari, anuncia que, entre los propósitos del viaje está el de invitarlo a su país, el Papa “viaja” en cierto sentido a Argentina mandando algo de sí, un mensaje fuerte sobre la Iglesia que desea y promueve: “sinodal”, la llama el actual arzobispo de La Rioja, Dante Braida, “comprometida con los pobres, bien arraigada en el pueblo, atenta a la valoración del laicado, presente y activa en la vida pública”.

ENLACE: Homilía del cardenal Giovanni Angelo Becciu – Beatificación de los mártires de La Rioja

 

Quiénes son los cuatro “mártires riojanos” (Mons. Víctor Manuel Fernández)

-Enrique Angelelli (Córdoba, 1923) ingresó al seminario a los 15 años y concluyó sus estudios en Roma, donde fue ordenado sacerdote en 1949. A los 37 años, Juan XXIII lo nombró en 1960 obispo auxiliar de Córdoba y en esa condición participó activamente en el Concilio Vaticano II, en favor de una renovación en la Iglesia. Pablo VI lo designó en agosto de 1968 obispo de La Rioja, territorio en el que dejó su sello por sus gestos de cercanía a los pobres, alejados de una sociedad marcadamente conservadora. Eso lo llevó a ser blanco de pedradas organizadas por terratenientes locales y embates de los medios locales durante la gestión de Carlos Menem como gobernador -con quien mantenía un buen vínculo-.

Con el golpe militar de 1976, se hizo visible el clima de hostigamiento en la Iglesia riojana, a partir de detenciones, secuestros, requisas y seguimientos sufridos por sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos con el obispo. El 18 de julio de 1976 los padres Murias y Longueville fueron secuestrados y sus cuerpos aparecieron dos días después, maniatados y asesinados a la vera de la ruta 38.

ENLACE: Angelelli, el primer mártir argentino

El domingo siguiente, una patrulla paramilitar acribilló al dirigente laico Wenceslao Pedernera en la puerta de su casa, en Sañogasta. Angelelli reunió a los sacerdotes y religiosas y dibujó un círculo en forma de espiral, marcando los acontecimientos que se sucedieron. Se colocó él mismo en el centro y les dijo: “Ahora me toca a mí”. En la tarde del 4 de agosto la camioneta que él conducía para regresar a La Rioja tuvo un vuelco fatal, que le provocó la muerte instantánea.

La dictadura quiso hacer creer que su homicidio fue una muerte causada por las lesiones sufridas en un presunto accidente automovilístico cerca de la localidad riojana de Punta de los Llanos, pero la Justicia probó en 1986 que se trató de un homicidio “por odio a la fe”.

-El franciscano Carlos de Dios Murias nació en Córdoba el 10 de octubre de 1945. Realizó sus estudios secundarios en el Liceo Militar General Paz y los universitarios en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Córdoba. En medio de su carrera, sintiéndose llamado por el Señor, ingresó a la orden de los Frailes Franciscanos Conventuales. Profesó solemnemente sus votos en 1971 y recibió la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1972 en Buenos Aires. Lo ordenó Mons. Angelelli, a quien conocía desde su juventud. A partir de 1974, acompañó varias misiones populares en la diócesis de La Rioja hasta que, en febrero de 1976, formó parte del Convento de Saldán (Córdoba), viviendo en Chamical (La Rioja,) de cuya parroquia fue nombrado vicario en mayo de ese mismo año.

Se destacó inmediatamente por su servicio evangélico a los más pobres y por el reclamo de justicia ante los atropellos a la dignidad de la persona humana en el contexto de la última Dictadura cívico-militar en Argentina. Frente a las amenazas recibidas decía: “Podrán silenciar la voz de Carlos, pero no podrán silenciar el Evangelio”. El 18 de julio de 1976 fue secuestrado en Chamical y asesinado junto al padre Gabriel Longueville.

-El sacerdote Gabriel Longueville nació el 18 de marzo de 1931 en el pueblo rural de Etables (Francia). Cuando percibió signos concretos de vocación sacerdotal, ingresó en el Seminario Mayor de la diócesis de Viviers donde recibió el sacramento del orden el 23 de julio de 1957. Pero su perfil fue decididamente misionero. Para ello, se preparó en México y luego arribó a Corrientes en 1970.

Al año siguiente, comenzó su misión en la diócesis de La Rioja y en 1972 fue designado párroco de la Parroquia El Salvador de la localidad de Chamical. Allí, luego de llevar fructuosamente la Buena Nueva a los pobres, fue secuestrado y asesinado el 18 de julio de 1976. En realidad, se llevaban sólo a Carlos Murias, pero él le dijo: “No te dejo solo, yo voy con vos”. Y así se entregó al martirio. Que la ofrenda de su vida nos estimule a ser más misioneros, a ser capaces de renunciar a muchas cosas para llevar el Evangelio más allá de nuestras comodidades, e incluso a ser capaces de ir a la muerte para no dejar a un hermano abandonado.

-Wenceslao Pedernera nació en la provincia de San Luis, donde dejó inconclusos sus estudios primarios y, desde muy joven, trabajó primero en una calera y después en las bodegas Gargantini, en Mendoza. Casado con Coca Cornejo, con quien tuvo tres hijas, Pedernera participaba activamente de las actividades religiosas, integró el movimiento rural de la Acción Católica y llegó a ser coordinador regional. En 1972, Wenceslao Pedernera y su esposa conocieron en La Rioja las propuestas del Movimiento Rural para elevar las condiciones de dignidad de los trabajadores, y ese acercamiento le valió que fuera sospechado y estigmatizado como subversivo por la dictadura militar. En la noche del 24 de julio de 1976, mientras estaba descansando en su casa de la localidad riojana de Chilecito, fue acribillado por un grupo de hombres delante de su familia.

ENLACE: María Rosa Pedernera, hija de un mártir riojano: “No entendíamos el por qué de tanta brutalidad”

 

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Fuentes:

Vatican Insider / La Nación / Télam / Vatican News / Vida Nueva

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