La venida de Jesús: “La raíz de nuestra esperanza”
2:00 p.m. | 12 dic 19 (AM/RD).- En estas semanas previas a la Navidad, la experiencia del adviento inspira a plantear varias reflexiones. Algunas resaltan la esperanza que surge de este tiempo de espera y preparación, y cómo nos puede mover a encarar el presente para generar cambios positivos.
Otras nos advierten que podemos confundir el sentido de esta época, contagiados por el movimiento comercial, y olvidar el sentido espiritual, por lo que se sugiere dedicar momentos importantes de oración. Por último, el papa Francisco resaltó el significado y el valor del pesebre, como representación del nacimiento de Jesús.
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Renovar la esperanza en este tiempo de adviento (Consuelo Vélez)
El tiempo de adviento nos invita a prepararnos para la navidad “esperando al que ha de venir”. Es decir, se nos piden dos actitudes: (1) esperar (2) a alguien. Lo primero nos confronta con algo muy humano como es la esperanza. Por muchas dificultades que tengamos, hay un impulso interior que nos hace esperar que las cosas cambien. A eso el filósofo Ernst Bloch le llamó el “principio esperanza” que luego será retomado por el teólogo Jürgen Moltmann, en su “Teología de la esperanza” mostrando que, por encima de todas las dificultades humanas, hay como un resorte interior que nos hace levantarnos una y otra vez y caminar hacia delante. Y desde la fe, por supuesto es Dios mismo quien nos impulsa a avanzar hacia un futuro que esperamos sea con Él y en plenitud.
Sin embargo, a veces este dinamismo humano parece apagarse. La rutina, el conformismo, la inmediatez nos hacen perder esa capacidad de esperar que las cosas sean nuevas y mejores. Y, en la vida cristiana, esto pasa más de lo que nos imaginamos. Parece que ya es un hecho que creemos en Dios y simplemente vamos pasando de celebración en celebración sin vivir una renovación interior, sin dejarnos sorprender por el Dios que nos sale al encuentro en cada minuto de nuestra existencia.
La invitación, por tanto, en este tiempo de adviento es a renovar la actitud de espera. Puede ayudar el preguntarnos: y, para este tiempo de adviento ¿qué espero? ¿qué anhelos tiene mi corazón? ¿qué quisiera que trajera el Dios que viene?
Cada adviento podría ser un momento privilegiado que marcara nuestra vida y nos diera un nuevo horizonte para vivir el año que nuevamente comienza. Muchas esperanzas podrían acompañar nuestra vida: A nivel personal, crecer en la vida interior afinando nuestra escucha de Dios, de su palabra, de su querer sobre la humanidad. A nivel comunitario, crecer en el amor a los otros para amarlos más y mejor, comprender sus dolores y alegrías, disculpar sus errores y colaborar en todo lo que necesiten. A nivel social, sensibilizarnos mucho más por aquello que interesa más a Dios: los pobres por quienes Él se inclina, siempre y en primer lugar. Eso supone crecimiento en la dimensión social de la fe, no como algo añadido sino como inherente a nuestra vida cristiana.
En este último aspecto es fácil sentirnos cercanos de esta realidad porque corren vientos en Latinoamericana de indignación frente a la injusticia social y eso va muy en sintonía con los profetas que anuncian al Dios que viene. Ellos siempre denuncian la suerte de los pobres como fruto de la desigualdad y convocan al derecho y la justicia que han de ejercer los gobernantes para que la situación cambie (Sal 72,2).
Los profetas dejan ver con claridad que la justicia de Dios siempre se pone del lado del pobre, del débil, del necesitado, porque si Él viene es para cambiar su suerte. Ahora bien, Dios solo puede actuar a través de los seres humanos y por eso el clamor constante a que podamos entender su lógica de amor y la pongamos en práctica. Seguimiento, discipulado, vocación, no son, en primer lugar, para la santificación personal sino para hacer posible -en la historia- el actuar de Dios a través nuestro.
Este tiempo de adviento, podría ser, entonces, un tiempo de espera activa, de esperanza fecunda. Un tiempo de preparar los caminos del Niño que llega. Preparar nuestra vida para que Él pueda contar con nosotros haciéndole presente en todos nuestros actos. Preparar nuestro mundo para que se haga más claro que el Dios que viene, denuncia y anuncia la justicia para todos pero, especialmente, para los más pobres. Preparar nuestra iglesia para que se renueve por dentro y se parezca cada vez más a la iglesia de los orígenes, aquella que nació alrededor de un pesebre. Preparar, en definitiva, un adviento fecundo que celebre realmente al Niño que llega “para alegría de todo el pueblo” (Lc 2, 10).
Apostar por el futuro y transformar el presente (José Manuel Bernal)
La experiencia del adviento tensiona nuestra vida de manera formidable. Nos lanza inexorablemente hacia el futuro, pero no nos exime de nuestros urgentes compromisos de cara al presente. Esta es la dinámica de la esperanza escatológica. Fija nuestra atención en el futuro; porque es el acicate que estimula y activa nuestra esperanza. Al mismo tiempo, nos vemos urgidos a enfrentarnos con el presente para transformarlo y encaminarlo, en el horizonte del Reino de Dios, hacia las grandes metas de la promesa. En esta tensión formidable se mueve la experiencia cristiana.
Pero no nos podemos quedar extasiados soñando este futuro. Vivimos en la historia, inmersos en una sociedad que lucha por salir a flote. Los que creemos en Jesús sabemos que formamos una gran comunidad de peregrinos, de caminantes, que no podemos instalarnos plácidamente en este mundo. Nuestra tarea consiste en ser levadura, fermento de una nueva humanidad. A la luz y por impulso del futuro de Dios, a la vista de los bienes escatológicos contemplados en la esperanza, tenemos que transformar el presente; tenemos que cambiar las estructuras de esta sociedad ajustándolas a la medida de los valores del Reino.
Esos son los grandes parámetros, los grandes logros anunciados y prometidos por Jesús: el amor fraterno y universal, una sociedad sin ricos y pobres, con un reparto solidario de los bienes, con una justicia limpia impartida por igual para todos, en un clima de paz y de respeto. Este es el panorama de la gran escatología futura, diseñado por la promesa mesiánica, que ha de guiar e impulsar nuestra acción transformadora en el presente. Solo así podremos encauzar a esta sociedad nuestra hacia el futuro de las promesas, hacia la gran utopía del Reino.
Pero, además, para poder contribuir a la regeneración de nuestra sociedad y encarrilarla hacia el futuro de Dios, tenemos que denunciar todos los obstáculos que se oponen a la transformación de la sociedad y a la implantación de los valores escatológicos. Nuestra contribución a la transformación del presente implica también una dura vocación de denuncia profética. Es la otra cara de nuestro compromiso, la más arriesgada y comprometida: denunciar y condenar las injusticias, el abuso de poder, las guerras fratricidas y las violencias, el injusto reparto de la riqueza y la explotación cruel de los pobres. Todo esto se opone al gran proyecto de Jesús y entorpece nuestro caminar en la esperanza hacia el futuro de Dios.
Este es el proyecto de Jesús desde la esperanza del adviento: mirar y caminar hacia el futuro, en la esperanza, comprometidos en la transformación del presente, en que vivimos, inmersos en una sociedad rota y desilusionada.
Este Adviento, haz menos y reza más (James Martin SJ)
No soy un gran fan de la Navidad. Bueno, tal vez eso no es del todo exacto. Permítanme decir que no soy un gran fan de todo el comercialismo y la locura que a veces se siente como si superara por completo la celebración del nacimiento de Cristo. Vivir en la ciudad de Nueva York y trabajar cerca del Rockefeller Center, como yo, donde el inmenso árbol de Navidad de la ciudad se erige durante las fiestas, significa que la Navidad para mí a veces supone encarar multitudes que empujan, empujan y se enfurecen. No es exactamente algo que induzca a una celebración felizx.
Esa es una de las muchas razones por las que no salgo mucho en Navidad: hacer menos, salir menos, pasar más tiempo en oración. Es una manera de concentrarme en el significado espiritual de la temporada. Una cosa que ayuda con eso es, y apuesto a que lo has adivinado, la interesante serie de lecturas diarias que comienzan durante la temporada de Adviento. Especialmente del Libro de Isaías, que usamos para la primera lectura.
Lee esto: “Así dice el Señor DIOS: Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en un campo fértil, y el campo fértil parecerá un bosque”. ¿No es precioso? Se podría pasar una semana entera en oración sólo meditando en esa imagen de la increíble obra de Dios para mover, cambiar y hacer crecer las cosas en tu vida. Y sobre los deseos de Dios de ayudar a toda la humanidad a crecer y florecer. Así que mi sugerencia al entrar en Adviento podría ser ésta: Haz menos, reza más y disfruta de la temporada. ¡Feliz Adviento!
Francisco reivindica la piedad popular y el pesebre
Francisco puso la piedad popular en primer plano durante su visita a Greccio donde acudió para presentar la carta apostólica “Admirabile signum” en la que aborda el significado y el valor del belén. Lo expresó durante la celebración de la Palabra que tuvo lugar en el santuario franciscano del Pesebre en Greccio. Esta pequeña localidad de Rieti (Italia) es famosa por ser el origen de la tradición de los nacimientos desde la Nochebuena de 1223.
“El gran misterio de nuestra fe se manifiesta en este signo simple y admirable de la escena de la natividad, que la piedad popular acogió y transmitió de generación en generación”, reivindicó el Papa, que parafraseó algunas de las frases contenidas en su carta apostólica para recordar que Dios “Dios nos ama hasta el punto de compartir nuestra humanidad y nuestra vida. Él nunca nos deja solos; nos acompaña con su presencia oculta pero no invisible. En cada circunstancia, en alegría como en dolor, Él es el Emmanuel, Dios con nosotros”.
Francisco invitó a “redescubrir la simplicidad” y “capturar lo esencial”, un desafío al que siempre invita san Francisco de Asís. “Frente a la cuna descubrimos lo importante que es para nuestra vida, a menudo frenética, encontrar momentos de silencio y oración”, detalló sobre “la pobreza del establo” en la que nació el Hijo de Dios y que permite “contemplar la belleza del rostro del niño Jesús”.
ENLACE: En el signo sencillo del pesebre se manifiesta el misterio de la fe
ENLACE: El primer pesebre en Greccio por san Francisco
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Fuentes:
Religión Digital / Vida Nueva / America Magazine