Bailando con Dios: Hanania Schwartz, el rabino danzante

1:00 p.m. | 1 nov 19 (VN).- La danza puede hacer cruzar límites que nos constriñen: cuerpo y espíritu, sagrado y secular, contemplación y acción. La danza puede transformar las cosas. La danza puede conectarnos con nuestro cuerpo. La danza puede hacer que nuestro cuerpo comunique con Dios, alabe y hable. De eso sabe mucho Hanania Scwartz, un rabí judío ortodoxo que, además de dar clases de Teología, es bailarín. Durante sus años de estudio de Teología también investigó sobre el cuerpo: “Comencé a comprender que el cuerpo es una asombrosa ventana a los procesos internos”.


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“Hay un deseo de totalidad –dice el rabino Hanania– y eso se vuelve realmente intenso cuando implicamos al cuerpo. Del mismo modo que rezo, quiero experimentar mi vida de esa forma y danzar así. Es un gran don que siento que se me ha dado, desde que se han encontrado danza y oración. Me preguntaron una vez si yo había cambiado desde que comencé a danzar. ¡Por supuesto que he cambiado! Cuando conecto con mi cuerpo, algo cambia”.

Hanania –o Chananya– Schwartz es un israelí de 37 años –nació en 1980–, es bailarín y pertenece al grupo de danza Ka’et Ensemble (a veces aparece como KAET), que es un grupo cooperativo de danza religiosa que desde 2010 crea coreografías con un alto sentido espiritual y hechas para orar y conectar (tienen un modesto canal en Youtube). Junto a esto, además, enseña la Torah.

Conectarse con el cuerpo

En un Israel con roles masculinos y religiosos tan marcados, ser bailarín es algo que rompe moldes. Otro componente de Ka’et, el bailarín y coreógrafo Ronen Izhaki declaró a The New York Times que cuando bailan, destruyen los arquetipos o los mezclan de modo que surge algo nuevo. Ronen Izhaki es bailarín y coreógrafo, fundador del centro de danza “Entre el Cielo y la Tierra” y dirige el Ka’et Ensemble. Izhaki dice que una de las fronteras que rompe la danza religiosa es la que separa excluyentemente lo secular y lo sagrado.

La danza y la oración tienen una tradición muy rica y prolongada en el judaísmo. Durante la mitad del siglo XX, destacó la influencia del bailarín, coreógrafo y artista Baruch Agadati, pionero de la danza moderna judía. Aún hoy continúa siendo un medio de expresión espiritual tanto personal como grupal. Para los miembros de Ka’et, la danza especialmente es un modo de orar, conectando todo lo que uno es con Dios. El rabí Schwartz afirma: “No puedo expresarme espiritualmente en mi totalidad sin estar conectado con mi cuerpo”.

Hanania estudió Teología durante diez años y, a lo largo de ese tiempo, comenzó a indagar sobre “el cuerpo”. “Comencé a comprender que el cuerpo es una ventana, una asombrosa ventana a los procesos internos. Cuanto más leía la Sagrada Escritura, descubría las cosas extraordinarias que se decían sobre el cuerpo y que el espíritu vive en el cuerpo. Por ejemplo, se dice que ‘Todos mis huesos hablarán’, lo cual significa que mis huesos están comunicándose con Dios. Así que comencé a buscar alrededor una oportunidad creativa para danzar”.

“Mucha gente no entiende lo que esto significa. Me preguntan: ¿Eres un rabí o un bailarín? Es ambas cosas y las dos juntas. Nunca me han gustado las etiquetas. Siento que deberíamos tomar cada etiqueta y sacarla aparte. ¿Qué es un bailarín? Un bailarín es alguien que estudia la sabiduría del cuerpo y se expresa a sí mismo a través de él”.

Prejuicios

Ka’et Ensembles comenzó cuando Izhaki fue a dar un taller experimental de danza a estudiantes judíos ortodoxos como un modo de integrar lo físico dentro de la oración. Al comienzo le extrañó la petición, porque Izhaki era una persona no creyente y el lugar en donde tenía que impartir el curso estaba en los territorios ocupados por Israel en Palestina.

En un documental realizado por DocDance, reconoce que estaba lleno de prejuicios y que, sobre todo, le influía la división entre izquierda y derecha. Apenas sí sabía sobre judaísmo algo más de lo que veía en la televisión. Sin embargo, en cuanto comenzó, “me bastaron diez o quince minutos para enamorarme de ellos”.

A Izhaki le impresionó mucho encontrar cómo la comunidad oraba mientras bailaba y la profundidad de la plegaria. “Fue lo más delicado que he visto en mi vida”, declaró a The New York Times. En el documental de DocDanza, sigue diciendo: “Fue tan interesante para mí ver a hombres que cerraban sus ojos y podían llorar y podían hacer muchas cosas que otros varones israelíes, otros hombres en general, no pueden hacer”.

Izhaki sostiene que “normalmente la gente piensa en cajas estancas como ‘soy una persona religiosa’ o ‘soy coreógrafo’ e Israel obviamente tienen muchas de esas cajas separadas. A mí me mueve el salir de esas cajas, vivir entre esas cajas, uniendo cajas”, declaró a DANCE Magazine. Cuando conoció a aquella comunidad religiosa judía, descubrió a un grupo de personas que pensaban más allá de las cajas. “Me afectó conocerles y cambió el camino de mi vida”.

Tiempo después de aquel taller, uno de los estudiantes, Eyal Ogen –actualmente otro de los bailarines de Ka’et– buscó a Izhaki para ampliar sus conocimientos de danza. El joven Ogen recuerda que “cuando comencé lo hice espaldas de mis padres y mi familia porque estaba avergonzado de lo que hacía.

Muchos en el judaísmo ortodoxo lo consideran una distracción y otros consideran la danza sospechosa por su inherente sensualidad, poco modesta”. Pero Ogen continuó –cuenta The New York Times– y pronto otros estudiantes se sumaron, incluido el rabí Hanania, quien “estaba sediento de aprender sobre la sabiduría del cuerpo”.

Crear coreografías

El rabí Hahania dice que “la primera cosa a la que afecta mi danza es a la oración. Sinceramente amo orar, realmente, sinceramente. De repente, sin pretenderlo, me comienzo a mover. En estos momentos, no comprendo cómo alguien puede orar sin experimentarlo en su cuerpo. Lo primero que hago es sentirlo en mi piel, mis músculos y mi tono interior. Eso es lo primero. Y, a partir de ahí, comienzo a hacer crecer algo”, se despliega en movimientos, ritmos, formas, crea coreografía, danza.

Los componentes de Ka’et son personas intensamente religiosas, que aman el judaísmo y el Camino de la Torah, la Ley de Dios –una serie de comportamientos y modos de ir en la vida–. El modo judío ortodoxo de comprender esa Ley cuenta con muchos límites y normas.

La danza interpreta, mueve, cruza, hace danzar esos límites. Izhaki piensa que es por el gran amor que tienen a la Torah y a la Ley de Dios, que son capaces de moverse en esos límites, de bailar con Dios. “No tienen miedo de hacer algo nuevo porque sienten que están trabajando para Dios” y eso les hace extraordinariamente libres, dice Izhaki en DocDance.

Ka’et es la principal iniciativa de la Asociación Heaven and Earth, que busca crear conectando judaísmo y arte contemporáneo. A partir de 2016, han comenzado a mostrar su arte en el panorama internacional. El centro judío londinense JW3 le encargó la obra “Héroes” –basada en la historia de Jacob y Esaú–, donde lograron reconectar de un modo profundo aspectos de la sociedad, la cultura y la espiritualidad que suelen estar desintegrados.

Actualmente, se ha constituido en Israel la Escuela Ka’et donde se forman 45 estudiantes bajo el principio de que “el cuerpo es parte de nuestro espíritu”. También ofrece un programa de tres meses para formar profesores de danza religiosa. Para Madeleine Schrock, experta de DANCE Magazine, la danza de Ka’et “está llena de emoción, humanidad y una belleza arrebatadora”.

Hanania fue recientemente a una reunión en la que al presentarse dio a conocer que era rabino y bailarín. La persona que se presentó después de él comenzó diciendo: “Mi vida no es tan interesante”.

Fuente:

Revista Vida Nueva

 

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