Mártires argelinos: Sabían que se arriesgaban, pero permanecieron con la gente

2:00 p m| 26 oct 18 (VI/RD).- No sucede a menudo en la historia de la Iglesia que los beatificados pertenezcan a un grupo de personas. La canonización que se llevará a cabo en el santuario de Nuestra Señora de Santa Cruz en Orán, Argelia, el próximo 8 de diciembre, será para los 19 mártires, asesinados en diferentes momentos y lugares a lo largo de la sangrienta guerra civil argelina, pero cuyo común denominador es una serie sorprendente de factores.

Todos ellos eran religiosos (de ocho diferentes Congregaciones), en una tierra casi por completo musulmana en la que no es posible llevar a cabo conversiones, y ofrecían su testimonio con sencillez, viviendo integrados entre la gente y, cuando la situación empeoró y sus mismas vidas corrían peligro, decidieron permanecer en medio de su pueblo. Siguen siendo un poderoso símbolo de pasión desinteresada por la paz, de comunión y de diálogo profundo, de convivencia pacífica.

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Son los mártires de África. Los monjes hermanos de los musulmanes que fueron asesinados en Tibhirine, pero también las españolas, agustinas misioneras, Esther y Cari, muertas cuando regresaban de misa en 1994, en medio de las revueltas en Argelia. Todos ellos, 19 en total, serán beatificados el 8 de diciembre en el Santuario de Nuestra Señora de Santa Cruz de Orán.

Así lo han anunciado los obispos de Argelia en un comunicado, en el que anuncia que será Angelo Becciu quien presida la beatificación en nombre del Papa. “Compartimos, con gran alegría, esta buena noticia para nuestra Iglesia en Argelia”, recalcaron.

Los frailes, inmortalizados en la fantástica película ‘De Dioses y de Hombres’ (2010), fueron secuestrados y asesinados en el monasterio en 1996. El obispo Pierre Claverie lo hizo cuando regresaba de una misa homenaje a los siete religiosos mártires, al explotarle un coche bomba. Otra decena de religiosos fallecieron entre 1994 y 1996, en la mayor persecución religiosa del país.

Estos son sus nombres: Obispo Pierre Claverie, hermano Henri Vergès, la hermana Paul-Hélène Saint-Raymond, hermana Esther Paniagua Alonso Sor Caridad Álvarez Martín, el padre Jean Chevillard, Padre Alain Dieulangard, el padre Charles Deckers, el padre Christian Chessel, Sor Angèle-Marie Littlejohn hermana Bibiane Leclercq Sor Odette Prévost, el hermano Luc Dochier, el hermano Christian de Chergé hermano Christophe Lebreton, el Hermano Michel Fleury, el hermano Bruno Lemarchand, Hermano Célestin Ringeard, el hermano Paul Favre-Miville.

Para los obispos del país, “se nos dan como intercesores y modelos de vida cristiana, amistad y fraternidad, encuentro y diálogo”. “Que su ejemplo nos ayude en nuestra vida hoy. Desde Argelia, su beatificación supone, para la Iglesia y el mundo, un impulso y una llamada para construir juntos un mundo de paz y de fraternidad”.

 

Un martirio en medio de un océano de violencia

Si los monjes de Tibhirine son las figuras más conocidas, es interesante subrayar que la causa de beatificación (que comenzó la Iglesia de Argelia en 2006) es encabezada por el obispo de Orán, Pierre Claverie, a quien asesinaron con una bomba en la entrada de su casa en agosto de 1996. Esta decisión no solo tiene que ver con la dignidad episcopal de Claverie, que nació en Orán en tiempos del dominio colonial francés y a donde volvió en 1967, cuando la suya se había convertido en una Iglesia “extranjera” en un país rígidamente islámico.

La muerte de Claverie tuvo un significado profundo debido a sus circunstancias: en la explosión falleció también su chofer musulmán, Muhamed, mezclando la sangre de ambos. Para la pequeña Iglesia de Argelia ese caso se convirtió en el ícono del propio calvario, vivido en comunión con miles de musulmanes que también pagaron con la vida su “no” a la lógica de la violencia, dominante en esa época.

Estos mártires, declaró en una reciente entrevista a “Mondo e Missione” el trapense francés Thomas Georgeon, vivieron “un martirio en medio de un océano de violencia que arrolló Argelia en los años noventa. Un martirio ‘con’ y no ‘contra’. Es imposible pensar solo en ‘nuestros’ mártires, ignorando las decenas de miles de víctimas de la década negra, porque también ellos dieron la vida por su país y por su fe”.

Georgeon añadió que la actualidad de los mártires de Argelia radica en el mensaje que comunican a nuestro tiempo, sacudido por la violencia terrorista: “estas 19 personas nos invitan a una conversión: Toma abiertamente la parte del amor, del perdón, de la comunión contra el odio, la venganza y contra la violencia”.

El superviviente y su compañero español

José Luis Navarro, monje español que vive con la comunidad en los montes del Atlas. Junto a él, Jean Pierre, el único superviviente de la tragedia, que asiste, emocionado, al anuncio de la beatficación. En declaraciones para RD, el religioso trapense subraya que “es una muy buena noticia, que no por esperada nos da menos alegría”. Para Navarro, “lo más importante es la difusión del espíritu de Tibhirine”.

La beatificación pone de manifiesto cómo “a pesar de los acontecimientos dolorosos, seguimos viviendo entre los hermanos del Islam con la misma entrega y decisión de nuestros hermanos mártires. Viviendo como orantes, en medio de un pueblo de orantes”.

Alegría de las agustinas misioneras

Por su parte, la superiora provincial de las Agustinas Misioneras (orden a la que pertenecían Esther y Cari), María Jesús Rodríguez, ve la beatificación “con alegría, con agradecimiento a Dios por este regalo; y con gratitud a Caridad y Esther por su vida y por su testimonio. Estamos comunicándonos hoy con todas las hermanas”.

La beatificación será el día 8 de diciembre, “un día muy bonito para todos los católicos por ser el día de la Inmaculada”, añade la religiosa, que anuncia cómo después de la misma se hará una gran celebración, “probablemente en la Catedral de León. La catedral supo de nuestro dolor cuando murieron y ahora será testigo de nuestro gozo en su beatificación. Aun no tenemos fecha para esta celebración porque hay que planificarla”.

“Hoy hay que celebrarlo porque tenemos dos beatas más en España, porque son de nuestros pueblos, conocidas por mucha gente, por nuestra congregación… hay muchos testigos que han vivido con ellas. Son santas de nuestros días, que han estado a nuestro lado”, concluye María Jesús Rodríguez.

El arzobispo español

Finalmente, el arzobispo de Rabat, el salesiano español Cristóbal López, apunta que “para la Iglesia del norte de Africa, rica en santos durantes los primeros siglos, es una alegría que 19 cristianos de nuestro tiempo vayan a ser beatificados por haber vivido su fe hasta el martirio”.

“Son un ejemplo para todos; ejemplo de encarnación, de amor a un pueblo, de esfuerzo por el diálogo con el diferente, de entrega hasta lo último”, sostiene López, quien advierte que “no fueron víctimas del Islam, sino del fanatismo, del extremismo y de los intereses políticos. No podemos olvidar que, como ellos, también casi un centenar de musulmanes imames fueron asesinados por no seguir el juego del fanatismo asesino. Y que en esa guerra callada de la que nuestros hermanos fueron víctimas, cayeron más de 200.000 argelinos musulmanes”.

“Quiera Dios que la sangre de estos mártires sea semilla de cristianos, como siempre se ha dicho, pero de cristianos encarnados en su realidad, comprometidos en su transformación y con el evangelio de la misericordia en el corazón”, culminó el prelado.

 

Entrevista a sor Augusta Tescari, religiosa trapista, postuladora general (causas de santificación) de su orden

-Sor Augusta, ¿cuál fue el camino que llevó a la beatificación de los 19 mártires?

Fue un camino tan complejo cuanto maravilloso, con el que surgió una voluntad de compartir y de comunión profunda. El 7 de mayo de 2000 hubo una ceremonia de conmemoración dedicada a los mártires del siglo XX. En esa ocasión se leyó una parte del testamento de Christian de Chergé, el prior de Tibhirine. Estaban presentes las familias y los amigos de los monjes. Se dirigieron inmediatamente después a monseñor Tessier, en esa época arzobispo de Argel, para sugerirle que introdujera la causa de beatificación.

Tessier aceptó inmediatamente la invitación y envió una petición a las ocho Congregaciones involucradas (Trapistas, Dominicos, Maristas, Pequeñas Hermanas de la Asunción, Monjas Agustinianas Misioneras, Padres Blancos, Hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles, Pequeñas Hermanas del Sagrado Corazón, ndr.). En la petición había condiciones bien precisas: que se hiciera una causa común para todos y que se trabajara en colaboración. Todos aceptaron y, a partir de 2002, comenzaron los encuentros con los diferentes responsables de las congregaciones.

La dirección del proceso fue encomendada al hermano marista Giovanni Bigotto. Nos encontrábamos varias veces al año y las sesiones eran verdaderamente complejas, no era fácil encontrar un acuerdo, no porque hubiera diferencias, sino porque las dificultades eran muchas: algunas Congregaciones todavía estaban presentes en Argelia y temían repercusiones; otras temían que las reacciones habrían comprometido las buenas relaciones con la población. Es decir: no era para nada fácil. Pero considero importante subrayar cómo, al final, prevaleció una profunda comunión que nos permitió encontrar en 2005 un pleno acuerdo, gracias a la gran amistad que, mientras tanto, se había creado entre nosotros.

-¿Qué sentido tiene esta beatificación para la Iglesia universal, para los cristianos inmersos en mundos musulmanes, para el mundo tan dividido?

Antes que nada, considero muy significativo que los 19 fueran religiosos. Estudiando durante años las biografías de todos estos mártires, comprendimos cuánto compartían por amor desinteresado el compromiso y cómo querían permanecer en Argelia hasta el final para no traicionar a la gente. Yo creo que todos ellos son un símbolo poderoso que demuestra que nuestra fraternidad va mucho más allá de la religión, de la condición social, del sexo; somos fundamentalmente hermanos y hermanas.

Que junto con estos 19 haya sido asesinado un musulmán de 22 años, que estaba perfectamente consciente de los riesgos que corría por ser asistente del obispo y que nunca lo abandonó, demuestra con mayor decisión lo que dije antes. No hay que olvidar que los 19 son una pequeña parte de los 200 mil exterminados por una guerra civil espantosa que provocó masacres de niños, mujeres y hombres. Esperemos que el único Dios que adoramos haya recibido a nuestros 19 mártires y a los pobres 200 mil muertos inocentes. Para nosotros la beatificación también tiene este significado.

-Hablando sobre sus siete hermanos, la beatificación, antes que de la muerte, es un reconocimiento de una vida de comunión.

Conocí la vida de los 19 y quedé muy sorprendida por la humanidad de todos ellos: espléndidas personas, humanísimas, con defectos y capacidades para superarlos. Hombres y mujeres comprometidos en su apostolado, en la vida contemplativa, pero siempre auténticos y apasionados. Vivían en condiciones duras en Argelia, pero permanecían y cultivaban su amistad con el pueblo y el sentido del deber, sentían el deseo de no irse en los momentos de peligro.

Mis siete hermanos provenían de diferentes monasterios y llegaron a Tibhirine porque allí ya no había vocaciones. Tenían personalidades muy fuertes y decidieron poner al servicio de una presencia muy significativa: la población entera los consideraba como amigos y defensores en el momento de la guerra. Estaban en medio, incluso físicamente, de los avances del ejército o de los rebeldes, y los civiles buscaban protección con ellos. Compartían por completo el trabajo en los campos con los habitantes, y las ganancias en una forma de cooperativismo muy avanzada.

Estaba el ambulatorio de Fray Luke, médico, en el que, como decía él mismo, “se curaba hasta el diablo”, es decir que se acogía a todo el mundo, sin distinciones. Supe que también había pequeñas disputas, relacionadas con el canto o con otros argumentos. Pero es maravilloso que frente a la perspectiva de la muerte cada uno haya hecho un proceso de discernimiento y que hayan aceptado permanecer juntos sabiendo perfectamente todo lo que se arriesgaban. Esa dramática espera los unió de tal manera que se convirtió en un símbolo: la prueba de que no solo individualmente, sino en comunidad, es posible llegar al martirio y, sobre todo, de que es posible alcanzar la plenitud humana juntos.

-¿Ha vuelto a abrir el monasterio de Tibhirine?

En realidad, nunca ha sido cerrado. Siempre ha habido un sacerdote de Argel que se ocupaba de los locales y de los huertos, además de la memoria de los monjes. La gente del lugar le ha preguntado repetidamente si se reconstruye una comunidad trapista, pero no es posible: para ir al monasterio se necesita un permiso con una escolta de policía. Sin embargo, por ahora viven en el monasterio cuatro miembros de la comunidad de Chemin Neuf, que perpetúan la memoria de los monjes y mantienen vivo el vínculo con la población.

 

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Fuentes:

Vatican Insider / Religión Digital

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