Los cristianos de Alepo y la lenta reconstrucción por la guerra

5:00 p m| 13 set 17 (ASIANEWS/BV).- Antes de la guerra, Alepo era una metrópoli que aportaba el 60% de la producción industrial de toda Siria. En cambio, “hoy está como paralizada y ya no produce, ni siquiera un kilo de tomates”, se ha transformado exclusivamente en una región consumidora. Por otro lado, el gobierno no tiene la capacidad de emprender proyectos de reconstrucción y sigue vigente el tema de la seguridad, “debido a la presencia de células (terroristas) que están adormecidas, pero listas para atacar”.

Es lo que cuenta el P. Ibrahim Alsabagh, un franciscano de 44 años de edad, que se desempeña como párroco y guardián de la parroquia latina de Alepo. Sin embargo, al ser entrevistado por AsiaNews, el sacerdote no pierde la esperanza, y describe algunos proyectos puestos en marcha por la comunidad cristiana para restituir un futuro de paz y de convivencia en la ciudad y en el país.

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Uno de los principales problemas, según cuenta el padre Ibrahim, es el de “una generación de niños que ha quedado destruida por la guerra: son inquietos, están agitados, se resisten a cualquier proyecto de educación, manifiestan signos de violencia, sus juegos suelen recordar los actos de guerra, a los cuales se suman las manifestaciones verbales ofensivas”.

Lamentablemente, prosigue, “la violencia es un elemento cotidiano, que desde las calles ha ingresado en las familias, por eso, uno de los principales desafíos es justamente el de reconstruir la personalidad de estos niños. Un tema que no se limita a la escuela, sino que también comprende un apoyo psicológico que involucra a la Iglesia y a la parroquia, con actividades orientadas a este fin”.

Si bien el cese del fuego alcanzado en el pasado mes de diciembre ha marcado el fin del conflicto abierto y de la división de la ciudad en dos sectores, actualmente todavía siguen registrándose lanzamientos de cohetes y golpes de mortero en algunos barrios. A esto, se suma la presencia de grupos extremistas que por el momento están “inactivos”, pero que están “listos para atacar”, y el riesgo de que se produzcan atentados “siempre está presente”, aunque hasta ahora no se hayan registrado actos de violencia graves.

“La ideología fundamentalista –cuenta el párroco de Alepo- ha echado raíces en la mente de una parte de la población, incentivada por la ignorancia, la pobreza, y el deseo de revancha. Esperemos que el tema del terrorismo no conduzca a gestos concretos contra la población civil, que de a poco ha vuelto a vivir, a tener esperanza”.

El padre Ibrahim recuerda los últimos tres años de guerra, el frío del invierno y el calor del verano, los misiles cayendo por todas partes, que incluso fueron apuntados hacia la iglesia, durante una celebración. “De milagro –cuenta- el artefacto no estalló, podría haber causado una masacre con decenas de víctimas, y sin embargo, sólo tuvimos alguna que otra persona con heridas leves”.

Uno de los problemas que todavía siguen siendo actuales “es la falta crónica de agua”. En el último tiempo, explica divertido, “batí un récord: me duché utilizando sólo un cuarto de botella de agua”. Ligada a la falta de agua está el surgimiento periódico de infecciones intestinales, en tanto el suministro de electricidad “en el último tiempo ha mejorado, a tal punto que para la fiesta musulmana de Eid, volvió la luz por algunas horas. Y después de mucho tiempo, las familias pudieron utilizar otra vez la plancha, la lavadora. Pequeños gestos de la vida cotidiana que estaban olvidados desde hace mucho tiempo”.

Los desafíos que Alepo debe afrontar hoy en día “son muchos”, empezando por el de una “sociedad desequilibrada, en la cual los ancianos son abandonados a su suerte y mueren estando solos, porque nadie se ocupa de ellos. Luego las viudas, las mamás jóvenes y solas con sus niños, porque los varones –prosigue el párroco- han desaparecido. Quien no murió a causa del conflicto ha huido al exterior para escapar del servicio militar obligatorio. Por un lado, es importante defender la familia, la patria, pero también es comprensible que un joven no quiera morir. Muchos se encuentran en el Líbano o en Jordania, en busca de un trabajo para sobrevivir. Por cada joven hay 12 muchachas, una desproporción enorme”.

Frente a necesidades que son cada vez más vastas, algunos meses atrás la Iglesia ha puesto en marcha numerosos proyectos que prosiguen con éxito: van desde la limpieza de la ciudad, a la asistencia a las jóvenes parejas de esposos, la entrega de paquetes de alimentos y fondos para el suministro eléctrico, el centro de verano para cientos de niños y contribuciones para poder cubrir gastos de salud y medicamentos. “Todas ellas, cosas que la gente por sus propios medios no podría conseguir”, explica el padre Ibrahim.

El “centro de verano” para los niños, funciona bajo el lema “Con Jesús, traigamos color a mi vida”. Cientos de niños (cerca de 860, según las últimas estimaciones) de 4 a 15 años de edad, adhieren a la propuesta, con un número que se ha triplicado en los últimos años. Durante dos meses, los chicos podrán practicar numerosas actividades, desde danza hasta deporte, música y actividades artísticas. A través de estas “pequeñas acciones” y de estos “pequeños gestos”, afirma el padre Ibrahim, podremos “reconstruir juntos nuestra ciudad y nuestra sociedad”, aprovechando el “gran potencial” que lleva dentro la Iglesia y la comunidad católica de la ciudad. Y es “nuestro deber y nuestra misión compartir este gran potencial” y contribuir al bienestar de todos nuestros hermanos y de todas nuestras hermanas que viven con nosotros en nuestro país, en nuestra ciudad y en nuestra sociedad”.

Por otro lado, “hasta ahora –subraya el sacerdote- hemos posibilitado que 250 personas puedan comenzar una pequeña empresa: carpintería, pastelería, textil, pequeños negocios, para contribuir al sustento de las familias. A cada una de ellas, habiendo analizado previamente el proyecto de empresa, le hemos aportado entre 1000 y 1500 euros para la puesta en marcha de la actividad. Otras 300 personas están esperando una respuesta, tras haber presentado los proyectos por escrito”.

Entre las actividades a las que el sacerdote otorga mayor importancia, está el sostén de las jóvenes parejas de esposos en tiempos de guerra: “Al día de hoy -cuenta- son 940 familias cristianas, de todos los ritos. Cuánta fatiga, pero también cuánta alegría deriva de este proyecto”, que también ha atraído la atención de muchas familias musulmanas. Y es justamente en torno a las obras, a las actividades de caridad y en los gestos concretos, que se juega el desafío del encuentro y del diálogo [concreto] con el islam, yendo más allá de los discursos y propósitos aparentes.

“El peso del fundamentalismo –concluye el padre Ibrahim- nos ha acercado, los encuentros son más frecuentes y no se trata sólo de compromisos, sino de diálogos sinceros. Es necesario mirar al bien común, a la educación de una generación que debe superar la ideología extremista y reconstruir una ciudad, una nación, a través de la identidad, el testimonio y la caridad que conmueve los corazones”.

 

“Alepo más bella”: cristianos y musulmanes reacondicionan la ciudad

Restituir una nueva vida a aquella ciudad que por largo tiempo fue el epicentro del conflicto sirio; poner sobre las espaldas la destrucción, los enfrentamientos entre facciones y extremismos opuestos, que han dividido a la ciudad en dos partes en guerra entre sí; hacer resurgir del polvo y de los escombros una renovada idea de belleza, de limpieza, de orden, porque la paz también pasa a través de la puesta a punto de las calles, de las viviendas, de las tiendas y de las pequeñas actividades. Con este espíritu, la comunidad católica latina, en colaboración con la gobernación de la segunda ciudad más importante de Siria, otrora capital económica y comercial del país, ha lanzado el proyecto “Alepo más bella”.

El programa se inició en julio, con una solemne ceremonia presidida por el P. Ibrahim Alsabagh, en el área ubicada frente a la iglesia. En la celebración también participaron representantes de gobierno, musulmanes, en una ceremonia de fuerte carácter interreligioso.

El primer gesto llevado a cabo por quienes participaron de la iniciativa (autoridades y simples ciudadanos), cuenta el sacerdote a AsiaNews, fue “el barnizado de los bordes de las aceras”. “Y fueron las autoridades mismas –agrega el religioso- quienes dieron la primera pincelada” a calles y avenidas que todavía presentan signos muy evidentes del conflicto.

Volver a “Alepo más bella”, como subraya el eslogan de la iniciativa, agregan los promotores, es una “preocupación” y un “desafío” que “une” a cristianos y musulmanes por igual; porque, como han resaltado en reiteradas oportunidades los líderes islámico-cristianos de la ciudad, no son las religiones lo que alimentan la guerra, y la fe es fuente de paz, de renacimiento, de convivencia armoniosa.

Según miembros de la parroquia, este proyecto “nos convierte en una sola nación, una sola familia, prescindiendo de cuál sea nuestra religión o de nuestras convicciones”. “Además –agrega el padre Ibrahim- enseguida nos dimos cuenta de que esta iniciativa es una buena oportunidad para recuperar y renovar ese maravilloso mosaico que es nuestra sociedad”.

“Luchamos con amor por nuestra ciudad mártir –prosigue-, con el deseo de promover la reconciliación” en una realidad que aún sigue “herida y lacerada”. Y es todavía más importante hacerlo hoy, para que “el bien se contagie” y así pueda ser transmitido y difundido.

De aquí surge la invitación, que partió de la comunidad católica local, y que con el tiempo se ha extendido a todas las iglesias, a los scouts cristianos, a los movimientos eclesiales, y, finalmente, a todos los habitantes de la ciudad, cristianos o musulmanes, sin distinciones de fe. “La parroquia latina –agrega el padre Ibrahim- también se ha ocupado de los costos del proyecto y ha adquirido todo el equipamiento y herramientas necesarios”.

Relatando cómo fueron los primeros días de la iniciativa, el sacerdote refiere que “todos los jóvenes de nuestra parroquia”, junto a “hombres y mujeres de buena voluntad, sumando un total de 200 personas, armados con pinceles, cubos y barniz” fueron “por la conquista de la ciudad para volverla más bella”. El proyecto ha continuado, siguiendo una directiva bien precisa: los voluntarios se subdividirán en escuadras, cada una de las cuales estará compuesta por 10 personas y un jefe de grupo. El territorio afectado por los trabajos de reacondicionamiento y limpieza será dividido en sectores, y a cada escuadra le serán asignadas algunas avenidas y calles.

 

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Fuentes:

AsiaNews / El Mundo / ABC

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