Recuerda, acompaña, regocíjate: Orando el Triduo Pascual

8:00 p m| 12 abr 17 (TF/BV).- Las liturgias del Triduo de Pascua son ricas y evocadoras, y la profundidad de su significado e impacto solo puede ser descubierto si participamos plenamente en ellas. La religiosa Anouska Robinson-Biggin FCJ, identifica tres llamados (el recuerdo de la Última Cena y el lavado de pies, el acompañamiento a Jesús en su pasión y muerte; y el regocijo por la resurrección), a los que podemos responder durante estos días, y ofrece una guía ignaciana sobre cómo abordarlos en oración y acción. Texto tomado de Thinking Faith.

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En los últimos días de la Cuaresma, las liturgias de la Semana Santa nos invitan a “estar con” Jesús de una manera especial. Este tiempo, descrito por el Papa Francisco como “el corazón del misterio de nuestra salvación” (Audiencia General, Miércoles de Ceniza, 5 de marzo de 2014), es para orar por la gracia de estar verdaderamente con Jesús, tomando consciencia no solo de lo que Él ha sufrido, sino del impacto que su vida, muerte y resurrección tienen sobre cada uno de nosotros.

Pienso que hay tres verbos a través de los cuales podemos entender la dinámica del Triduo y nuestra respuesta a ella: recordar, acompañar y regocijarse. Ponderar estas palabras y la manera en que describen nuestra participación en el Triduo Pascual puede ayudarnos a ser cada vez más conscientes de nuestra respuesta a este momento trascendental de nuestro año litúrgico. Como dice Louis Savary: “Para ser conscientes, no basta con estar despierto o atento de lo que está pasando. Para ser verdaderamente conscientes, también debes responder apropiadamente a lo que estás experimentando”. Habiendo recibido tanto, ¿qué deseamos ser o hacer a cambio?


Recuerda

En el corazón de la liturgia del Jueves Santo está el acto de recordar, evocando la Última Cena. La Misa vespertina de la Cena del Señor es la única del día. Las vestiduras blancas o doradas nos recuerdan que esta es una ocasión alegre, al igual que el sonido de las campanas en el Gloria.

Nuestra celebración está arraigada en el recuerdo de que Jesús y sus amigos también se juntaron en una celebración en ese tiempo de Pascua: recordando que Israel fue liberado por Dios de la esclavitud en Egipto y en el tiempo de la Tierra Prometida. Se nos recuerda esa primera Pascua en la Primera Lectura de la Misa (Éxodo 12: 1-8, 11-14). Pero para Jesús, esta celebración fue mucho más. Como Monty Williams SJ cuenta:

Con la cena, [Jesús] enseña una manera de estar unidos con Dios que es más que sólo memoria y ritual. Él hace del pan y del vino su cuerpo y sangre. Él comparte eso con sus compañeros. Asegura que su esencia permanece con aquellos con quienes comparte su vida y misión. Nos convertimos en lo que comemos. Nos hacemos partícipes de la misma relación que él tiene con el Padre.

¿Sientes que te conviertes en lo que comes cuando recibes la Sagrada Comunión? Si es así, ¿qué diferencia logra en tí? ¿Sientes que participas en una relación como la que Jesús tenía con su padre, la de un hijo amado? Si sientes que se te hace difícil, ¿qué se interpone en el camino?

Sin embargo, la Misa de la Cena del Señor no es sólo recordar la institución de la Eucaristía sacramentalmente. En el Evangelio oímos acerca de otro acto en el que estamos llamados a participar, en memoria de Jesús: el lavado de los pies. Los discípulos quedaron atónitos, cuando vieron que su amo les lavaba los pies. Pedro fue al que más le impactó, e incluso lo rechazó inicialmente, pero luego de que Jesús les hablara dejó que le lave sus pies, aunque no entendiera completamente lo que Jesús estaba haciendo.

Es posible que nosotros tampoco entendemos completamente, y por lo tanto es importante tomarse el tiempo para orar con el lavado de los pies. Ignacio nos invitaría a imaginar la escena. Si estuvieras en una celebración así, ¿dónde estarías? ¿Quién estaría allí contigo? ¿Cómo participaría Jesús? ¿Le dejarías que te lave los pies?

Puede ser difícil apreciar lo que era realmente: cuando el sacerdote y los miembros de la congregación representan esto en la Misa del Jueves Santo, los “discípulos” a menudo han lavado sus pies previamente por consideración al sacerdote, pero los pies de los discípulos de Jesús seguramente estaban polvorientos, sucios, tal vez incluso malolientes. Sin embargo, Jesús se arrodilló ante ellos y actuó como su siervo.

Tal vez usted no tiene ningún problema permitiendo que Jesús lave sus pies, y así en su oración, tal vez Jesús lo está guiando a lavar los pies de los demás. ¿Puedes hacerlo?


Acompañar

El Viernes Santo: el Vía Crucis y la Celebración de la Pasión del Señor, en ambos se trata de quedarse con Jesús, un llamado que incluso para los discípulos fue difícil de seguir: después de la detención de Jesús en el Huerto de Getsemaní, huyeron. La liturgia del Viernes Santo no es una Misa, las hostias que recibimos en la Sagrada Comunión fueron consagrados el jueves por la noche. Este es un día solemne, un día de ayuno y abstinencia según lo prescrito por la Iglesia. La liturgia del Viernes Santo conmemora la pasión y muerte de Jesús, y el ambiente sombrío del servicio lo refleja. El servicio comienza y termina en silencio. Los sacerdotes entran y su primera acción es postrarse ante el altar, expresando “la pena y el dolor de la Iglesia” (Paschale Solemnitatis nº 65). La gente se arrodilla.

Cuando oímos una vez más la Pasión de nuestro Señor, se nos recuerda lo que Jesús pasó, libre y por amor, por nosotros. Ignacio nos pediría que en ese momento acompañemos a Jesús en su sufrimiento, no para hacerlo nuestro, sino solamente estar presentes para Él en su angustia. El Vía Crucis ofrece un ejemplo de lo que significa hacer esto: Verónica, en medio de la larga caminata de Jesús al Calvario, salió de la multitud y realizó un acto de bondad en respuesta a su agonía. ¿Alguna vez has hecho eso por alguien? ¿Si es así, cómo?

A medida que rezamos las Intercesiones Generales, que han sido transmitidas por la tradición y hacemos nuestras oraciones por todas las personas y necesidades de nuestro mundo, se nos recuerda que la Pasión de Cristo abarca no solo a usted o a mí, sino a toda la creación.

Cuando veneramos la cruz y mostramos nuestro amor por quien nos quiso tanto como para morir por nosotros, recordamos las muchas maneras en que Jesús continúa sufriendo hoy, a través de personas que conocemos, personas que no conocemos y en general el resto de la naturaleza. Las cruces de Lampedusa son un símbolo notable de esto. Están hechas de pedazos de madera de las embarcaciones que llevan a personas que huyen del conflicto, de la pobreza, de las crisis ecológicas y de los abusos de poder, embarcaciones que se hunden en su camino hacia un lugar seguro.

En la Asamblea General de las Hermanas FCJ en el 2013 se declaró: “Como mujeres de la Iglesia, al pie de las cruces contemporáneas, somos canales de esperanza, de amor y de misericordia en nuestros pueblos y ciudades”. Mientras vivimos el Viernes Santo este año, recuerda las cruces contemporáneas de las que eres consciente. ¿Puedes estar presente con Jesús a los pies de ellos, como María y las demás mujeres? ¿Puedes ser el discípulo que Jesús ama y ser un canal de esperanza, amor y misericordia en tu pueblo o ciudad?.

El sábado santo, también es un día en el que “acompañamos”: un día tranquilo, un día en la tumba. Jesús está muerto; El que nos amó hasta la muerte se ha ido. Ignacio invita a los que van de retiro a pasar este día con María, la Madre de Jesús, para estar con ella en este tiempo; usar todos nuestros sentidos para experimentar lo que fue este día para ella, antes de que llegue, como el sol se pone, el tiempo de gran regocijo.

Regocijo

En la noche del Sábado Santo, cuando todo se oscurece, nos reunimos para celebrar la Vigilia Pascual. Esta liturgia evoca la historia de nuestra salvación, desde la creación hasta la resurrección.

Comenzamos afuera o en el pórtico de la iglesia, con la Liturgia de la Luz. Un fuego se enciende y, de eso, también el Cirio Pascual. Poco a poco, la luz se extiende por toda la Iglesia y, de una manera maravillosamente simbólica, vemos la victoria de la Luz de Cristo sobre las tinieblas y, simbólicamente, nuestro mundo.

Las vestiduras son blancas (o doradas) nuevamente y las campanas volverán a sonar. Oímos en el pregón pascual, el canto de alabanza después de la Liturgia de la Luz, que “esta es la noche”, y así es: la noche más importante, cuando celebramos nuestra redención, nuestra libertad del pecado y la muerte y nuestra alegría por ser hijos de la resurrección.

En la Liturgia de la Palabra se nos recuerda nuestro pacto con Dios que ha sido sellado con la vida, muerte y resurrección de Jesús. Si hay nuevos miembros de la Iglesia a ser bautizados, esto también sucede en esta Misa, y son recibidos en el cuerpo de la Iglesia que se revitaliza a través de la nueva vida de la Pascua.

La Vigilia Pascual es una liturgia de gran regocijo, una alegría que no solo debe ser nuestra. Debemos compartirla y así al final de la misa se nos envía en misión, para “glorificar a Dios con nuestras vidas”. ¿Hacemos eso? Habiendo oído y vivido la historia de nuestra salvación, ¿podemos ser transformados por ella esta Pascua?

“Ser consciente te cambia”, escribe Louis Savary, y así debe ser con el Triduo Pascual. Nuestra comprensión de estar con Jesús en su sufrimiento, y luego compartir el gozo de su resurrección, debe cambiarnos. Puedo optar por no comprometerme con lo que veo, oigo, experimento en las liturgias del Triduo pascual, pero eso en sí mismo es una respuesta -y eso te cambia también.

Entonces, ¿cuál será nuestra respuesta en esta Pascua? ¿Qué deseamos que sea? Habla con Dios, como un amigo habla con un amigo, sobre los días que estás a punto de pasar juntos.

Fuente:

“Remember, stay, rejoice: Praying the Triduum” publicado en Thinking Faith

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