Nuevos caminos para la Iglesia

2:00 p m| 14 dic 16 (BUENAS NOTICIAS/BV).- En semanas de adviento, recogemos un par de reflexiones del P. José Antonio Pagola que buscan ser inspiración para la Iglesia, enfocados en la figura de Jesús. La primera trae a la actualidad el mensaje de Juan el Bautista, que preparaba la llegada del Hijo de Dios, con un llamado similar para una Iglesia que busque encontrar nuevos caminos, ante las novedades que se presentan, siempre con la guía del Padre.

La segunda, observa los rasgos del Mesías que nace y crece entre las personas como cualquiera. Y no es como lo esperaban algunos, con una estricta consigna de imponer el juicio riguroso de Dios, sino más bien “un Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos”, enviado por un Padre misericordioso.

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Recorrer caminos nuevos

Por los años 27 o 28 apareció en el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.

Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Después de veinte siglos, el Papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.

Su propósito es claro: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos”. No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El Papa no se sorprende: “La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida”. Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: “¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido capacidad de respuesta?”.

Algunos sectores de la Iglesia piden al Papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: “Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes”.

Me parece admirable la clarividencia evangélica del Papa. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia.

El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia.

-Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: “Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta”.

-No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: “Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia identidad”.

-Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar “un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada”.

-Buscar una Iglesia pobre y de los pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no “en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos”.


Curar heridas

La actuación de Jesús dejó desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de Maqueronte envía un mensaje a Jesús: “¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro?”.

Jesús le responde con su vida de profeta curador: “Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan; los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia”. Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.

Jesús se siente enviado por un Padre misericordioso que quiere para todos un mundo más digno y dichoso. Por eso se entrega a curar heridas, sanar dolencias y liberar la vida. Y por eso pide a todos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.

Jesús no se siente enviado por un Juez riguroso para juzgar a los pecadores y condenar al mundo. Por eso no atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino que ofrece a pecadores y prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a todos: “No juzguéis y no seréis juzgados”.

Jesús no cura nunca de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por la compasión, buscando restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y rotas. Son las primeras que han de experimentar que Dios es amigo de una vida digna y sana.

Jesús no insistió nunca en el carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas como receta fácil para suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su actividad curadora como signo para mostrar a sus seguidores en qué dirección hemos de actuar para abrir caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él llamaba “reino de Dios”.

El Papa Francisco afirma que “curar heridas” es una tarea urgente: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es capacidad de curar heridas”. Habla luego de “hacernos cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano, que lava, limpia y consuela”. Habla también de “caminar con las personas en la noche, saber dialogar e incluso descender a su noche y oscuridad sin perdernos”.

Al confiar su misión a los discípulos, Jesús no los imagina como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como curadores. Siempre les confía una doble tarea: curar enfermos y anunciar que el reino de Dios está cerca.


Fuente:

Blog Buenas Noticias de José Antonio Pagola

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