La unidad antes que meta es camino

3:00 p m| 16 nov 16 (AGENCIAS/BV).- La unidad es una exigencia de nuestro ser cristianos, viene de Dios, y no de una “uniformidad” ni de una “absorción”, explicó el Papa a los participantes de la sesión plenaria del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, reunida en torno al tema: “Unidad de los cristianos: ¿cuál modelo de comunión plena?”. Todas las divergencias teológicas y eclesiológicas que aún dividen a los cristianos solamente serán superadas caminando juntos, es decir, cuando “nos encontremos como hermanos, recemos juntos, colaboremos juntos en el anuncio del Evangelio y en el servicio a los últimos”, agregó Francisco.

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En el curso de la audiencia Francisco se ha referido también a sus significativos encuentros ecuménicos a lo largo de este año, tanto en Roma como en sus viajes apostólicos, en que ha tenido la oportunidad de constatar que el deseo de comunión, que es además una de sus mayores preocupaciones, está vivo y es muy intenso.

“Queremos vivir en unidad, porque queremos seguir a Cristo, disfrutar del misterio de su ser uno con el Padre, que es la esencia del amor divino… Según la oración sacerdotal de Jesús, lo que anhelamos es la unidad en el amor del Padre que se nos da en Jesucristo, un amor que también informa el pensamiento y las doctrinas –afirmó- No es suficiente estar de acuerdo en la comprensión del Evangelio: es necesario que todos los creyentes están unidos a Cristo y en Cristo. Es nuestra conversión personal y comunitaria, nuestra progresiva conformación con Él… lo que nos permite crecer en la comunión entre nosotros. Este es el espíritu que sostiene las sesiones de estudio y cualquier otro tipo de esfuerzo para llegar a puntos de vista más próximos. Teniendo en mente esto, es posible desenmascarar algunos modelos falsos de comunión que en realidad no llevan a la unidad sino que la contradicen en su esencia”.

En primer lugar, la unidad “no es fruto de nuestros esfuerzos humanos o producto de las diplomacias eclesiásticas, sino un don que procede de las altura. Los seres humanos no somos capaces de construir solos la unidad, ni podemos decidir sus formas y tiempos. Nuestra tarea es aceptar este don y hacerlo visible para todos”, observó el Papa, haciendo hincapié en que la unidad antes que una meta es un camino hecho de espera paciente, tenacidad, esfuerzo y compromiso. Un camino que no elimina los conflictos ni borra los contrastes y que de hecho, a veces puede exponer al peligro de nuevas incomprensiones.

“Sin embargo el que recorre este camino se ve consolado por la experiencia continua de una comunión vislumbrada con alegría -aunque aún no se haya alcanzado plenamente- cada vez que se deja de lado la presunción, y todos nos reconocemos necesitados del amor de Dios… Al mismo tiempo la unidad de amor es ya una realidad cuando los que Dios ha elegido y llamado para formar a su pueblo anuncian juntos las maravillas que ha obrado en ellos, especialmente, ofreciendo un testimonio de vida, llena de amor para todas las personas”.

“Por eso me gusta repetir que la unidad se hace al andar, porque cuando caminamos juntos, es decir, cuando nos encontramos como hermanos, rezamos y trabajamos juntos en el anuncio del Evangelio y en el servicio a los necesitados ya estamos unidos. Las divergencias teológicas y eclesiológicas que todavía dividen a los cristianos solo se superarán a lo largo de este camino, sin que sepamos cómo y cuándo; sucederá de acuerdo a lo que el Espíritu Santo sugiera por el bien de la Iglesia”.

La unidad tampoco es uniformidad. “Las diferentes tradiciones teológicas, litúrgicas, espirituales y canónicas, que se han desarrollado en el mundo cristiano, cuando están verdaderamente enraizadas en la tradición apostólica, son una riqueza y no una amenaza para la unidad de la Iglesia. Tratar de suprimir esa diversidad –advirtió el Pontífice- es ir en contra del Espíritu Santo, que actúa enriqueciendo a la comunidad de creyentes con una variedad de dones. A lo largo de la historia, ha habido intentos de este tipo, con consecuencias que a veces sufrimos también hoy en día. Si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca se convierten en conflicto, porque nos instan a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Tarea ecuménica es la de respetar las diferencias legítimas y conducir a la superación de las diferencias irreconciliables con la unidad que Dios pide”.

Por último, la unidad no es absorción. “La unidad de los cristianos –dijo el Papa- no comporta un ecumenismo ‘de marcha atrás’ por el cual algunos tendrían que renegar de su propia historia de fe y tampoco tolera el proselitismo que, en cambio, es un veneno para el camino ecuménico. Antes de ver lo que nos separa, es necesario percibir, también existencialmente, la riqueza de lo que nos une, como la Sagrada Escritura y las grandes profesiones de fe de los primeros concilios ecuménicos. Haciendo así, nosotros, los cristianos podemos reconocernos como hermanos y hermanas que creen en el único Señor y Salvador Jesucristo, que se esfuerzan juntos para encontrar la manera de obedecer hoy a la Palabra de Dios que nos quiere unidos”.

Al final de su discurso Francisco reiteró que el ecumenismo es verdadero “cuando nos hace capaces de pasar de la atención a nosotros mismos, a nuestros argumentos y formulaciones, a la Palabra de Dios que exige ser escuchada, aceptada y testimoniada en el mundo Por eso las diversas comunidades cristianas no están llamadas a ‘competir’, sino a colaborar. Mi reciente visita a Lund –dijo- me ha hecho recordar la actualidad del principio ecuménico formulado por el Consejo Mundial de Iglesias en 1952, que insta a los cristianos a “hacer todas las cosas juntos, excepto en aquellos casos donde las profundas dificultades de convicción hubieran impuesto actuar por separado”.


Fuentes:

Oficina de Prensa Vaticana / AsiaNews

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