Sobre el Apostolado Intelectual. Entrevista al P. Adolfo Nicolás SJ.

6:00 p m| 23 oct 15 (SDI SJ/BV).- El P. John Dardis, presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de Europa, mantuvo una conversación con el Superior General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás. Resalta en la conversación el tema de la misión y responsabilidad ante la sociedad que tienen los jesuitas, desde el impacto que generan sus instituciones educativas en el ámbito intelectual. “Hemos de formar personas que puedan estar juiciosamente presentes en las áreas donde se presentan los problemas de la sociedad, como la política, la economía, la sociología, la antropología… y desarrollar una colaboración más intensa con los laicos”. Para esto el P. Nicolás señaló que es importante, además de la misión formativa, incentivar y generar espacios como foros de encuentro en sus instituciones, -que permitan un intercambio con los líderes políticos por ejemplo-, y buscar fortalecer el nexo fe y razón a través de una constante predisposición a investigar.

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Gracias, P. General, por concedernos este rato. Pensando en nuestras facultades de filosofía y teología, en nuestras universidades, en nuestras revistas culturales, ¿qué cree usted que la Iglesia espera de nosotros en este sector?

Más que lo que los obispos, o la Iglesia en abstracto, esperan de nosotros, creo que deberíamos preguntarnos qué quiere Dios que hagamos en nuestras Universidades. Porque es este tipo de discernimiento el que puede, en su momento, ser una ayuda para la Iglesia. A veces los obispos piensan que ya que los jesuitas están presentes en el mundo universitario, y que en él hacen un cierto trabajo pastoral, pues bien está lo que se hace. Pero nosotros no estamos muy satisfechos con esto. Yo creo que la universidad es una institución social, como se afirma muy claramente en Latinoamérica. Y como institución social tiene una responsabilidad frente a la sociedad, y eso es lo que justifica que nosotros debamos estar presentes en ella. Nosotros queremos, por medio de la universidad, ayudar a la sociedad concreta en sus valores, en sus perspectivas, en su visión de lo que es bueno para el pueblo, etc., y consiguientemente si estamos en una universidad debemos preguntarnos constantemente si estamos cumpliendo esta misión social. Entonces, controlar cómo lo estamos haciendo, unas veces viendo la marcha de los alumnos, otras veces mirando los resultados de los que terminan los estudios, dónde y en qué trabajan… y si no estamos desarrollando una función social, deberíamos pensar en trabajar en alguna otra cosa.

Retomando el tema de la función social, nosotros estamos muy comprometidos en filosofía y teología; qué decir sobre política, economía, sociología, todo este conjunto; ¿tiene algo que decirnos a los provinciales y superiores mayores, sobre el tema?

También en el pasado, el ideal era siempre estar presentes donde se presentan los problemas de la sociedad. Y ciertamente los problemas de la humanidad hoy no son teológicos o filosóficos. Por tanto hemos de formar personas que puedan estar presentes, juiciosamente presentes, en las áreas en las que se trabaja, que son la política, la economía, la sociología, la antropología, etc. Por tanto, creo que nuestras instituciones tienen que hacer un esfuerzo para preparar jesuitas, o desarrollar una más intensa colaboración con laicos, de modo que tengamos al antropólogo adecuado en el sitio correcto, y así el sociólogo o el economista. No cualquiera porque es de renombre o algo así.

Y que piensa sobre la influencia en políticos, creadores de opinión, periodistas. Repito, tenemos un buen conjunto de facultades de filosofía y teología, de universidades. ¿Cree que estamos suficientemente dotados, que tenemos suficiente inquietud para llegar a las personas que pueden influir en la sociedad?

Creo que en la Compañía hay un cierto miedo a la política. Estamos tan temerosos de vernos envueltos en la política, hasta tenemos miedo a los políticos; y los políticos son personas como usted o yo. Por qué no podemos invitarles a un diálogo, a repensar con ellos sus obligaciones, y así otras cosas. Creo que la universidad es la mejor plataforma para invitar a los políticos para profundizar en un diálogo, ya que los niveles políticos de exigencia tienden a bajar poco a poco en todo el mundo. Tenemos políticos que están muy preocupados por el apoyo político del pueblo, por las próximas elecciones, etc., pero hacen muy poco por el pueblo que se supone que ha de ser su principal trabajo. Un amigo mío me sugirió, y yo le puse en contacto con el P. Michael Garanzini [secretario para la educación superior de la Compañía] que deberíamos promover foros de encuentro, que las universidades de la Compañía deberían ser lugares donde pudieran los políticos ir y hablar. Tal vez, incluso, podría en unos años desarrollarse en algún tipo de instituto, todavía de modestas dimensiones, pero con una clara función social. Estos intentos podrían llegar a desarrollarse de acuerdo con lo que nuestra historia y las capacidades de nuestra gente pudieran llevar adelante.

En los últimos dos o tres años, usted ha sido aficionado al “aprendizaje en red” (E-learning), y creo que ha seguido un par de cursos en esta modalidad. Claramente el E-learning es algo, digamos, muy popular en la actualidad. Es también una manera de trabajo en red de universidades e institutos de investigación. Tiene algún comentario o sugerencia sobre todo este tema del aprendizaje en red.

En primer lugar, debo decir que mi interés por E-learning ha sido un tanto marginal. Si seguí un par de cursos, no fue porque quisiera promover este tipo de aprendizaje, sino por un puro interés personal. Uno de los cursos fue sobre la justicia, y el otro, sobre globalización. Lo que yo aprendí, – y aprendí mucho sobre esos dos temas concretos -, pero aprendí más acerca de la pedagogía, sobre la manera cómo los profesores manejaban la audiencia. El primer curso, el que trataba de la justicia, o más bien tenía ese título, era en realidad de filosofía de la política – filosofía política. Pero (el profesor) se las arregló para tener una enorme audiencia. Tuvo más de mil estudiantes y ha desarrollado el curso a lo largo de 30 años. Además se las arregló para que los estudiantes se relacionaran entre sí. Esto es lo que representó para mí un notable aprendizaje. Estamos acostumbrados a clases magistrales, pero, en este caso, había una reflexión en marcha entre los alumnos comunicada por medios informáticos. Aprendí mucho sobre esto y pienso que podríamos hacer algo así. ¿Por qué no desarrollar cursos en los que pudiéramos tener a los mejores del mundo, filósofos, o teólogos, o lo que fuera, y ofrecer un curso en un CD?

El acuerdo entre Harvard y el MIT (Massachusetts Institute of Technology) en Boston, fue precisamente, según uno de los presidentes, un esfuerzo para educar a quienquiera que tenga un ordenador. No se trata por tanto de ganar prestigio o más dinero, sino de extender lo que hemos recibido a más y más gente. Yo creo que esto podría dar acceso al aprendizaje a mucha gente, lo que justificaría bien el esfuerzo.

Pensando ahora en la Espiritualidad Ignaciana, hace un par de años subrayó este tema; dijo que representaba una notable preocupación. Se interesaba por la formación de los jesuitas en nuestra espiritualidad. ¿Cuál es su impresión sobre este asunto ahora?

Mi parecer sería que debemos superar la situación presente. Ahora tienen un poco de espiritualidad en el noviciado y no vuelven a tratar de ella hasta la tercera probación, y esto no puede ser. Por tanto si queremos jesuitas cien por cien tales, hemos de tener un plan para que a lo largo de todos los años tengan acceso a las fuentes de espiritualidad que tenemos. Un profesor de filosofía en los Estados Unidos me dijo, “Yo estoy haciendo lo que vosotros los jesuitas deberíais estar haciendo”. Esto es, usar textos de San Ignacio en las clases de filosofía para la hermenéutica, porque muy pocos autores tienen los Ejercicios, que tratan de cómo abordar un tema, y además la Autobiografía, que muestra cómo él lo hizo, y luego tantas cartas a otros que indican cómo deben proceder, y finalmente las Constituciones que indican cómo todo el cuerpo lo encarna. En otras palabras, tenemos en San Ignacio fuentes que no estamos explotando, que no usamos, y que podrían ser de gran ayuda.

Pero lo verdaderamente importante es que nuestros escolares deberían tener contacto con esas fuentes a lo largo de todos sus años de estudio. No sólo al principio y al final.

Finalmente mirar a las Casas Romanas, obviamente constituye una gran preocupación para usted; son una misión confiada por el Santo Padre. Europa, tradicionalmente ha aportado muchas personas para estas casas, y continúa haciéndolo ahora. Los números están bajando en Europa, ¿cómo lo ve usted? Otras partes del mundo están en unas circunstancias que permiten ayudar más.

Creo que la presente aportación de todos los profesores famosos de Europa es insostenible. Como dice, los números van disminuyendo. Actualmente, en las tres instituciones académicas que tenemos confiadas en Roma, hay más y más latino-americanos, africanos y de otras partes del mundo que nunca antes haya habido. Esto indica que las fuentes de la sabiduría, gracias a Dios, no se limitan a Europa. Hay otros muchos centros de reflexión y personas con grados académicos y gran inteligencia que pueden seguir dando vida a estas instituciones. Al mismo tiempo, yo creo, que debemos iniciar una reflexión sobre lo que pueda ser el mejor servicio a la Iglesia en el futuro. Y puede que pensemos en una red de instituciones, no necesariamente llevadas por nosotros; pero al menos las instituciones que los Papas han confiado a la Compañía deberán seguir siendo atendidas por cualesquiera de los recursos que tengamos, que ciertamente no son solo europeos. Debemos, por tanto, mirar más allá de Europa.

Muchas gracias, Padre General, por el tiempo que nos ha dedicado. Si tiene alguna palabra que añadir o algún mensaje que dar a los provinciales y superiores mayores de Europa.

Sí, continúen reflexionando porque es ahí donde vamos a encontrar a Dios y donde encontraremos también su sabiduría. Estoy, últimamente, fascinado por la sabiduría, lo que me lleva a pensar que debemos buscarla donde quiera que se halle. Se ha publicado un libro recientemente, lo estoy leyendo en estos días, del P. Paul Valadier, que fue director de Études, sobre Sabiduría y Política – Religión y Política, que centra su investigación en la sabiduría; me gusta. Pero algo que él menciona solo de pasada, necesitamos la sabiduría de Asia, la sabiduría de África, la sabiduría de Latinoamérica. Por eso debemos seguir investigando, investigando, investigando…


Fuente:

Servicio Digital de Información (Vol. XIX, No. 17 -20 octubre 2015) – Jesuitas

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