Cardenal Kasper: ‘Algunos cardenales temen que todo colapse si se cambia algo’

Cardenales temor a que cambie algo

11.00 p m| 30 set 14 (LA NACION/BV).- Una semana antes del Sínodo de la familia, el influyente cardenal alemán, cercano al Papa y que promueve una perspectiva desde la misericordia para la comunión de los divorciados, dijo que hay miedo a un “debate abierto”. Sin embargo, según su perspectiva la prioridad es recordar que “el Evangelio no es un código de doctrinas y mandamientos, sino una realidad viviente en la Iglesia y nosotros tenemos que caminar con todo el pueblo de Dios y ver cuáles son sus necesidades”.

En ese sentido la del cardenal Kasper no es la única voz. El 16 de setiembre difundimos una carta del obispo de Amberes (Béligica), Johan Bonny, con su posición y propuestas de cara al Sínodo sobre la familia. Sin embargo hasta ese momento la carta no tenía una versión traducida al castellano, que ahora si tenemos y publicamos. Adjuntamos un comentario que complementa el anterior, así como un extracto que guía por el contenido de la carta.

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Cuando falta una semana para el comienzo del Sínodo extraordinario de obispos sobre los desafíos de la familia, marcado al rojo vivo por la cuestión de los divorciados vueltos a casar, el cardenal alemán Walter Kasper, favorable a una apertura, dijo en una entrevista con La Nación que “hay miedo a un debate abierto”. Y subrayó que, si bien “la doctrina no puede cambiar, la disciplina sí puede”.

Kasper es un teólogo de gran prestigio internacional y muy cercano a Francisco, que en su primer Angelus elogió el libro sobre la misericordia que escribió y que le había regalado durante el cónclave. Recientemente fue atacado por un grupo de cardenales conservadores que, en un libro que sale a la venta el 1° de octubre (titulado “Permanecer en la verdad de Cristo. Matrimonio y comunión en la Iglesia Católica”), rechazan en forma tajante su apertura hacia los divorciados vueltos a casar. Según Kasper, después de un camino penitencial, bajo la supervisión de un sacerdote y luego de su absolución, éstos podrían ser readmitidos a la comunión.

Durante la entrevista en un departamento lleno de libros del Vaticano, Kasper, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad Cristiana, lamentó que, debido al revuelo sobre este tema, se haya reducido el Sínodo a la cuestión de los divorciados vueltos a casar. “Ése es un problema, pero no el único. La agenda del Sínodo es mucho más amplia y tiene que ver con los desafíos pastorales de la vida de la familia de hoy. Algunos medios dicen que habrá un gran avance y empezaron una campaña para eso. Yo también espero que haya una apertura responsable, pero es una cuestión abierta, que deberá ser decidida por el sínodo. Pero hay que ser prudentes, porque si después no sucede, la reacción será de gran desilusión”.

Algunos cardenales y obispos parecen asustados ante esa posibilidad y la rechazan incluso antes del comienzo del sínodo. ¿Por qué cree que hay tanto miedo a una evolución de la disciplina de la Iglesia?

Creo que temen un efecto dominó, que si uno cambia un punto, todo colapse. Ése es su miedo. Todo esto se vincula con la ideología, una interpretación ideológica del Evangelio, pero el Evangelio no es un código penal. Como el Papa dijo en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, citando a Santo Tomás de Aquino, el Evangelio es una gracia del Espíritu Santo que se manifiesta en la fe que obra por el amor. Ésa es una interpretación distinta. No es un museo. Es una realidad viviente en la Iglesia y nosotros tenemos que caminar con todo el pueblo de Dios y ver cuáles son sus necesidades.

Luego, debemos hacer un discernimiento a la luz del Evangelio, que no es un código de doctrinas y mandamientos. No podemos simplemente tomar una frase del Evangelio de Jesús y de ahí deducirlo todo. Hace falta una hermenéutica para entender todo el mensaje del Evangelio y luego diferenciar qué es doctrina y qué disciplina. La disciplina puede cambiar. Por eso me parece que acá tenemos un fundamentalismo teológico que no es católico.

¿Usted dice entonces que no se puede cambiar la doctrina, pero sí la disciplina?

La doctrina no puede cambiar. Nadie niega la indisolubilidad del matrimonio. Pero la disciplina sí puede cambiar y ya ha cambiado varias veces, como vemos en la historia de la Iglesia.

¿Cómo se sintió cuando se enteró de que se estaba por publicar un libro de cinco cardenales que atacan su postura?

Todo el mundo es libre de expresar su opinión, no es un problema para mí. El Papa quería un debate abierto, y creo que esto es una novedad y es algo sano que ayuda mucho a la Iglesia.

¿Hay miedo entre algunos cardenales porque, como dijo el Papa, hay una construcción moral que podría colapsar como un castillo de naipes?

¡Sí, es una ideología, no es el Evangelio!

¿Hay miedo a una discusión abierta en el Sínodo?

Sí, porque temen que todo pueda colapsar. Pero, primero de todo, vivimos en una sociedad abierta y plural, y es bueno para la Iglesia que haya una discusión abierta, como tuvimos en el Concilio Vaticano II (1962-65). También es bueno para la imagen de la Iglesia, porque una Iglesia cerrada no es una Iglesia sana.

Por otra parte, cuando debatimos sobre matrimonio y familia, debemos escuchar a la gente que vive esta realidad. Hay un sensus fidelium [el sentido de los fieles]. No puede ser decidido sólo desde arriba, desde la jerarquía de la Iglesia, y especialmente no se pueden citar viejos textos del último siglo, hay que observar la situación de hoy, hacer un discernimiento del espíritu y llegar a resultados concretos. Yo pienso que ésta es la aproximación del Papa, mientras que muchos otros parten de la doctrina y usan después un método más deductivo.

En una entrevista con un medio italiano usted dijo que el blanco verdadero de los ataques de los cinco cardenales conservadores no es usted, sino el Papa.

Quizá fui imprudente. Pero mucha gente lo está diciendo, se puede oír en la calle todos los días. No quiero juzgar a nadie, pero es obvio que hay gente que no está totalmente de acuerdo con este Papa, algo que no es nuevo y ya sucedió durante el Concilio Vaticano II, cuando muchos estaban en contra al aggiornamento de Juan XXIII y Pablo VI.

Muchos analistas piensan que no es una coincidencia que este libro salga justo en vísperas del Sínodo.

Sí, es un problema. No recuerdo una situación semejante, en la que de forma tan organizada cinco cardenales escribieran semejante libro. Es como se manejan los políticos, pero creo que en la Iglesia no deberíamos portarnos así.

¿Qué espera del Sínodo?

Creo que mucho depende de cómo el mismo Papa abrirá el sínodo. Él no puede darnos una solución al principio, pero sí una perspectiva, una dirección. Espero que haya una discusión serena y amistosa de todos los problemas vinculados a la familia, no sólo uno. Y creo que lograremos un gran consenso, como tuvimos en el Concilio Vaticano II.

En los últimos días, el Papa habló varias veces de la misericordia, dijo que hay que captar los “signos de los tiempos”, que los pastores deben estar cerca de la gente, por lo que parece muy claro qué es lo que quiere.

Sí, leer los signos de los tiempos fue fundamental durante el Concilio Vaticano II. No puedo imaginarme que la mayoría del sínodo en este punto pueda oponerse al Papa.

Sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar: ¿la comunión es un premio para quien es perfecto o es una ayuda al pecador?

La comunión tiene un efecto sanador. Y especialmente la gente que vive en situaciones difíciles necesita la ayuda de la gracia y necesita los sacramentos.

Otra solución sería anular en forma más rápida los matrimonios.

Hay situaciones en las que la anulación es posible. Pero tome el caso de una pareja con diez años de matrimonio, con chicos, que en los primeros años tuvo un matrimonio feliz, pero por diversas razones fracasa. Este matrimonio era una realidad y decir que era canónicamente nulo no tiene sentido.


Sínodo sobre la familia – Expectativas de un obispo diocesano

Monseñor Bonny en su carta al Papa y a ciertos dicasterios pide un cambio de enfoque y lenguaje en tono a diferentes realidades consideradas “irregulares” por la actual doctrina católica. Propone que la Iglesia católica abandone su “actitud defensiva” a estas realidades y sostiene que “merecen mayor respeto y un juicio más matizado” de lo que plantea el actual magisterio católico.

El Obispo afirma que esta propuesta que hace se debe a unas vivencias que ha tenido con numerosos fieles: “Como obispo, he tenido que presenciar muchas muestras de frustración. Un hermano se enfada porque su hermana se ha vuelto a casar y no puede ya leer en la Eucaristía. Un padre reclama más comprensión para su hijo homosexual que se siente rechazado por la Iglesia. Una abuela no puede entender por qué el párroco no quiere bendecir la relación de su nieta con un hombre divorciado. Incluso si estas personas se hacen preguntas sobre el camino vital de sus allegados, aunque hubieran preferido otra situación y aunque tengan pesar, no se dejan vencer. Para estas personas, esta solidaridad es un signo importante de la solidaridad de Dios con toda persona, sea lo que sea que le ocurra. Tal y como lo perciben, la Iglesia no puede quedarse atrás en lo que toca al apoyo y hospitalidad del que ellos siguen dando testimonio en el seno de la familia”.

La carta de Bonny, obispo de una diócesis europea importante, ha llamado además la atención por estar redactada en unos términos más francos y sencillos de lo habitual en este tipo de documentos. “No recuerdo que un obispo haya manejado un lenguaje tan claro a propósito de la problemática en torno al matrimonio y la homosexualidad”, ha afirmado al respecto Thomas Knieps, teólogo de la Universidad Católica de Lovaina.

Aquí en PDF la carta completa de Monseñor Johan Bonny en castellano


La carta está organizada a partir de las siguientes nociones:

1) La colegialidad

“La brecha creciente entre la enseñanza moral de la Iglesia y las opiniones morales de los creyentes releva una problemática en la cual intervienen muchos factores. Uno de ellos refiere a la manera cómo esta materia ha sido ampliamente retirada de la colegialidad de los obispos y vinculada casi exclusivamente al primado del obispo de Roma. En el seno mismo del problema ético del matrimonio y de la familia surge una pregunta eclesiológica: la de la justa relación entre el primado y la colegialidad católica. Todos los debates que se han llevado después de Vaticano II sobre el matrimonio y la familia, en uno u otro sentido, tiene que ver con este tema de eclesiología”.

2) La conciencia

“¿Qué espero del próximo Sínodo? Que devuelva a la conciencia su lugar correcto en la enseñanza de la Iglesia, en la línea de Gaudium et Spes. ¿Se resolverán entonces todos los problemas? Ciertamente que no. No es algo simple ver cómo la conciencia llega a una decisión responsable.

¿Qué es una conciencia bien formada? ¿Cómo puede conocer la ley que Dios “depositó en nuestros corazones”? ¿Cómo se sitúa la conciencia respecto del magisterio de la Iglesia o, al contrario, cómo el magisterio de la iglesia se sitúa respecto de la conciencia? ¿Cómo la conciencia puede tomar en cuenta el “principio de gradualidad” y de la pedagogía del progreso gradual en el proceso de crecimiento al cual nadie escapa? ¿Cómo puede la conciencia ejercer la virtud de “epikeia” o equidad cuando la letra y el espíritu de la ley entran en conflicto? Para el hombre de hoy, que pone una gran importancia en la formación de un juicio de conciencia personal y motivado, éstas son preguntas pertinentes. El Sínodo no debe responder a todas estas preguntas, pero espero sin embargo que les dará la atención deseable”.

3) La doctrina

“En estos últimos meses de preparación para el Sínodo, escuché o leí varias veces: “Estoy de acuerdo que el Sínodo se pronuncie sobre más flexibilidad pastoral, pero no podrá tocar la doctrina de la Iglesia”. Algunos dan la impresión que el Sínodo sólo podría hablar de la aplicación de la doctrina y no de su contenido. Esta oposición entre “pastoral” y “doctrina” me parece inaplicable, tanto teológicamente como pastoralmente. No puede apoyarse sobre la tradición de la Iglesia. La pastoral no puede privarse de la doctrina, tanto como la doctrina de la pastoral. Ambas deben ser consideradas si la Iglesia quiere abrir nuevas vías para la evangelización del matrimonio y de la familia en nuestra sociedad”.

4) La Iglesia como una compañera de camino

“Las parejas casadas miran a la comunidad de la Iglesia para que los ayude, los fortalezca y los inspire. Por lo tanto es apropiado decir aquí una palabra de aprecio a todas aquellas parejas que en lo cotidiano se dedican uno al otro y a sus familias, una devoción que a veces demanda sacrificios mayores y mucha atención personal. Al mismo tiempo, sin embargo, estoy impactado como obispo acerca de cuán compleja es hoy la realidad de la formación de la relación, del matrimonio y de la vida familiar. Diariamente escucho historias de fallas humanas y de nuevos comienzos, de debilidad y perseverancia, de resistencia para enfrentar los desafíos económicos y sociales, de cuidado mutuo en circunstancias difíciles. Estas historias también son conmovedoras y me hablan del Espíritu. ¿Cómo puede ser la Iglesia su compañera de camino?”.

5) Situaciones “regulares” e “irregulares”

“En su lenguaje corriente, la Iglesia habla de situaciones ‘regulares’ e ‘irregulares’. La distinción entre las dos se basa en motivos de teología moral y entraña consecuencias en el derecho canónico, entre otros en el dominio de los sacramentos. No está entre mis intenciones negar la legitimidad de estas distinciones. Es de interés de todos que la Iglesia ayude a las personas a distinguir lo que corresponde al designio de Dios sobre su vida y sobre la manera de crecer en esta línea. Además, pertenece a la tarea de la Iglesia reunir a los creyentes en una comunidad organizada con derechos y deberes para cada uno.

Nosotros debemos, sin embargo, ser muy prudentes al utilizar esta distinción entre ‘regular’ e ‘irregular’. La realidad es a menudo mucho más compleja que lo que pueden cubrir estos conceptos opuestos: bien o mal, verdadero o falso, justo o injusto. Esta manera bipolar de pensar raramente hace justicia a todo el transcurso de la vida de las personas y a la situación en la que ellas se encuentran”.

6) Divorciados y vueltos a casar

En conformidad a las actuales enseñanzas y disciplina, a las personas que están divorciadas y vueltas a casar no se les permite recibir la comunión porque su nueva relación después de un matrimonio roto no es más un “signo” del lazo indestructible entre Cristo y la Iglesia. Esta línea de argumento claramente tiene importancia. Al mismo tiempo, sin embargo, uno debiera hacer la pregunta si se dice todo lo que debiera ser dicho sobre la vida espiritual del individuo y sobre la Eucaristía. Las personas que están divorciadas y vueltas a casar también necesitan la eucaristía para crecer en unión con Cristo y con la comunidad de la Iglesia y para asumir su responsabilidad como cristianos en su nueva situación. La Iglesia no puede simplemente ignorar sus necesidades espirituales y su deseo de recibir la Eucaristía “como un medio para la gracia”.

7) El anuncio del Evangelio

Si muchos perciben hoy una falencia en la Iglesia, se trata de la claridad de su semejanza con Jesucristo. Les cuesta encontrar en la actitud de la Iglesia hacia la gente de hoy, la actitud de Jesús hacia la gente de su tiempo. Además miran sobre todo el tema del amor, la relación, la sexualidad, el matrimonio y la familia. No es de extrañar: son los temas que más les llegan al corazón y donde sienten la mayor felicidad o la mayor pena. Tomando en cuenta este hecho, la Iglesia debe, especialmente en estos temas, abandonar su actitud defensiva o antitética y buscar de nuevo el camino del diálogo. Debe atreverse nuevamente a ir de lo “vivido” a la “doctrina”.

8) Un Sínodo como desafío

Las páginas precedentes pueden dar la impresión que no espero del Sínodo sino aprobación y aliento, como si nuestra visión Occidental o Nor-europea del matrimonio y de la familia debiera llegar a ser la norma para todos. No es el caso. El matrimonio y la familia en nuestro ambiente no están pasando por un buen momento. Lo sabemos por experiencia. La cantidad de matrimonios que no perseveran es muy alta. Los jóvenes dudan en contraer matrimonio, que sea por el civil o por la Iglesia.


Aquí en PDF la carta completa de Monseñor Johan Bonny en castellano

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