Robert Schieler: ‘La educación exige dedicación total’

Robert Schieler Superior La Salle

9.00 p m| 14 ago 14 (VIDA NUEVA).- El Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fundado por San Juan Bautista de La Salle, eligió en mayo a su nuevo Superior general, Robert Schieler. Nacido en Estados Unidos y de 64 años, explica en una entrevista la situación paradójica que vive hoy la congregación: solo el 3% de los profesores de sus instituciones educativas son hermanos, pero cuentan con más alumnos que nunca, alrededor de un millón.

El desafío para cultivar el carisma es formar al personal docente de manera que se impregne de él y conciba la enseñanza como hacía La Salle: “Los profesores verán así que no solo enseñan una asignatura, sino que tienen una responsabilidad con sus estudiantes como la de un hermano mayor con otro más pequeño”.

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¿Qué decidieron en el reciente capítulo general?

Hay una continuidad de unos capítulos con otros. Siempre nos centramos en cómo continuar con nuestra misión. En los últimos 30 años, nuestro foco ha sido centrarnos en los pobres y en la clase trabajadora. Hemos intentado que haya suficientes instituciones a las que estos colectivos tengan acceso.

También hemos renovado nuestro compromiso con el proyecto Solidaridad en Sudán del Sur, en el que trabajamos con otras congregaciones. Ahora mismo tenemos allí a tres hermanos. La provincia de Oriente Medio va a abrir, además, una comunidad en este joven país.

Otro campo es el de ser fuertes en nuestros programas de formación para los laicos, de manera que entiendan nuestro carisma, la forma en que La Salle concebía la educación. El 97% de las personas que enseñan en nuestros centros educativos son laicos. Solo el 3% son hermanos. Es paradójico que, aunque los hermanos son solo el 3%, tenemos más escuelas y estudiantes que nunca. Estamos en 80 países, con más de 900 escuelas y alrededor de un millón de estudiantes.

¿Muestran estos datos que, para cultivar el carisma de La Salle, no son necesarios los hermanos?

Tenemos una misión compartida entre hermanos y laicos. Hemos llegado a un punto en algunos países en el que casi no hay hermanos en las escuelas. ¿La formación que estamos dando es lo suficientemente fuerte para que el carisma de La Salle puede seguir adelante sin la presencia de hermanos? Es una pregunta abierta, aún sin responder.

Está claro que las escuelas pueden seguir funcionando, pero hay que ver si con nuestro carisma. Este, en cualquier caso, no pertenece a una sola congregación: es un regalo del Espíritu Santo a toda la Iglesia. Nuestro papel hoy es el de compartir este carisma con nuestros educadores. El mejor recurso que tiene un país son sus jóvenes. Si no los preparamos lo mejor que podemos, seguiremos teniendo problemas.

¿De dónde proceden las nuevas vocaciones que les llegan?

Las órdenes de hermanos dedicados a la enseñanza seguimos en una situación complicada. A nosotros nos pasa como a los maristas, los marianistas… Seguimos teniendo vocaciones en África y Asia. En América Latina, la situación es estable. En los Estados Unidos, Canadá y Europa hay pocas vocaciones. Una parte de los novicios vienen de nuestras escuelas, pero también hay personas que no tenían inicialmente ninguna relación con nuestras instituciones.

¿Cuántos hermanos son ahora?

Somos alrededor de 4.300. El desafío en los próximos siete años es que la mayoría de ellos están en tres países del hemisferio norte –Francia, España y los Estados Unidos–, y su edad media se sitúa por encima de los 70 años. Son, además, los lugares donde menos vocaciones hay. Somos parte de una tendencia en la Iglesia.

Tuve la suerte de ser invitado, tras mi elección, a la misa del papa Francisco en Santa Marta y, precisamente, estuvimos hablando de las vocaciones. Al decirle que estas venían del hemisferio sur y casi no del norte, él comentó que en Europa ya casi no hay familias con muchos hijos.

Además de la secularización, hay que tener en cuenta el factor de las familias pequeñas. Pese a todo, soy un hombre de esperanza. Al igual que el Espíritu Santo intervino a partir de los años 60 cambiando la situación de las vocaciones, puede intervenir de nuevo.

¿Cómo pretenden profundizar en la misión compartida con los laicos?

Todos nosotros tenemos la vocación al ministerio de la enseñanza, ya seamos hermanos, hermanas o laicos. Hemos comprometido nuestras vidas al completo durante siglos a esta misión. A través de nuestros programas de formación para los laicos, se trata de enseñar el idioma de nuestro carisma.

La enseñanza es una vocación, no solo una profesión. Los profesores ven así que no solo enseñan matemáticas u otra asignatura, sino que tienen una responsabilidad con sus estudiantes como la de un hermano mayor con otro más pequeño. Como decía La Salle en sus meditaciones, hay que actuar como el Buen Pastor, viendo quién necesita una postura más firme o quién pide más comprensión. Es importante que los estudiantes vean la persona detrás del profesor, y viceversa.

¿Cómo están respondiendo al desafío educativo que plantean hoy las nuevas tecnologías?

Una de las comisiones del capítulo general se encargó de reflexionar sobre lo que significa ser hermano en el siglo XXI. Hemos dedicado tiempo a pensar cómo debería desarrollarse la pedagogía de La Salle ahora, por lo que una de las claves es cómo usar e incorporar la tecnología.

Uno de los puntos de La Salle es que la relación entre el profesor y el alumno debe ser concebida como la de un hermano mayor y un hermano pequeño, como decía antes. ¿Cómo mantienes ese fundamento de que la educación implica una relación si los niños están cada uno con sus tabletas o con el aparato que se use dentro de unos años? Nos lo hemos puesto como una prioridad, pidiendo a nuestras universidades que nos ayuden a investigar sobre ello.

¿Qué significa hoy ser hermano de La Salle?

Enseñar es un ministerio tan importante que debes estar totalmente dedicado a ello. Por eso, La Salle no quiso que hubiera sacerdotes en esta congregación. Fuimos la primera orden formada exclusivamente por hermanos. Siempre nos hemos mantenido firmes en esa idea, incluso cuando un cardenal de la Curia vino a un capítulo general en los años 60 para decirnos que el Papa quería que fuéramos sacerdotes. Se le respondió que el Papa no habría dicho eso porque nos conocía.

La Salle encontró mucha oposición por ello entre los obispos y la Iglesia de su época. No solo porque no quería que hubiera sacerdotes en la orden, sino porque, además, quería que el superior fuera un hermano. Le dijeron que era imposible, que tenía que ser un sacerdote.

Nuestra historia ha mostrado que la educación es un tipo de ministerio que exige dedicación total. Es fundamental para nosotros. Exige exclusividad, pero ahora solo el 3% de los profesores de nuestros centros son hermanos, lo que puede resultar paradójico. Por eso, en el capítulo general nos hemos planteado cuál es nuestro papel en nuestra misión.

Hemos visto que debe ser servir, dar testimonio y propiciar la comunión. Debemos dar testimonio de que somos una comunidad de hombres célibes que viven juntos de forma feliz, sirviendo a la Iglesia y respondiendo a la sed de trascendencia de nuestras vidas. Y que lo hacemos en comunión con otros. La Salle creyó en la idea de comunidad de educadores, que en su época resultaba muy novedosa.


Fuente:

Revista Vida Nueva

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