El Papa unió a líderes de Israel y Palestina para orar por la paz

Papa Francisco, Abbas y Peres

9.00 p m| 10 jun 14 (AGENCIAS/BV).- El Papa Francisco realizó una “oración por la paz” en los jardines del Vaticano junto al mandatario israelí, Shimon Peres, y a su par palestino, Mahmoud Abbas, e instó a las partes a tener “el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz” a fin de “vivir como hermanos”. En los discursos tanto de Peres como de Abbas han puesto de manifiesto que, pese a la buena voluntad de las dos partes, existen escollos que serán difíciles de superar.

Además presentamos una entrevista de la revista Vida Nueva a un personaje que resultó clave para concretar este histórico encuentro de oración y diálogo, Henrique Cymerman, corresponsal especialista en el conflicto entre Palestina e Israel por más de dos décadas, quien apoyó al Papa en estos últimos meses como intermediario en Tierra Santa.

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Actualidad del conflicto

La hazaña pontificia transita un canal espiritual un tanto alejado de las crudas realidades políticas terrenales y es probable que las discrepancias históricas -estatus de Jerusalén, refugiados, fronteras finales, asentamientos- sigan atormentando a los negociadores palestinos e israelíes y frustrando a los mediadores internacionales.

Por ejemplo este encuentro se produce poco después de que el gobierno israelí anunciara que levantará nuevos asentamientos en Cisjordania, en una decisión tomada luego de que la parte palestina formara un gobierno de unidad nacional que incluye al grupo extremista Hamas.


Encuentro de oración

El domingo pasado a las seis de la tarde, el Papa recibió al presidente de Israel, Shimon Peres, y media hora más tarde al líder palestino Mahmud Abbas. Tras un breve encuentro con el Santo Padre y el patriarca de Constantinopla Bartolomé I en la residencia papal de Santa Marta, los cuatro líderes y Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa, subieron juntos en un ambiente muy distendido, incluso riendo, a un sencillo microbús blanco que les llevaría a los jardines del Vaticano.

la histórica comitiva paseó sin símbolos religiosos, hasta llegar a donde tendría lugar el acto de invocación a la paz, cuya posición exacta permaneció en secreto hasta el último momento por motivos de seguridad. Arrancó el evento con música clásica y una explicación en inglés, y se dividió en tres partes, cada una dedicada a la oración de las tres comunidades religiosas, por orden cronológico.

Primero intervino la representación judía, luego la cristiana y finalmente la musulmana, cada cual oró por la paz en sus propias lenguas -se escuchó hebreo, inglés, italiano y árabe-, pidiendo también el perdón divino y con piezas musicales en los intermedios.

Terminadas las oraciones y siempre con el patriarca Bartolomé de testigo, Bergoglio, Peres y Abbas centraron toda la atención. El primero en tomar la palabra fue el Santo Padre quien, entre el presidente israelí a su derecha y el palestino a su izquierda, protagonizó un emotivo discurso, un auténtico canto por la responsabilidad, la paz y el entendimiento. Aquí un fragmento:

Muchos, demasiados de estos hijos han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración. Es deber nuestro lograr que su sacrificio no sea en vano. Que su memoria nos infunda el valor de la paz, la fuerza de perseverar en el diálogo a toda costa, la paciencia para tejer día tras día el entramado cada vez más robusto de una convivencia respetuosa y pacífica, para gloria de Dios y el bien de todos.

Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo.

A continuación el presidente Peres, quien previsiblemente abandonará a finales de julio el cargo que ocupa desde 2007, dedicó unas palabras en la misma línea conciliadora, tras asegurar que la visita del papa Francisco a Tierra Santa había tocado los corazones de la gente. Aquí un fragmento:

Dos pueblos –los israelíes y los palestinos— desean todavía ardientemente la paz. Las lágrimas de las madres sobre sus hijos están todavía sobre nuestros corazones. Debemos poner fin a los gritos, a la violencia, al conflicto. Todos nosotros necesitamos la paz. Una paz entre iguales.

Seguidamente el presidente palestino primero coincidió con el israelí en poner en valor la autoridad moral del Papa y dirigió sus palabras directamente al Cielo. Aquí un fragmento:

Te suplico, oh Señor, en nombre de mi pueblo, el pueblo de Palestina –musulmanes, cristianos y samaritanos— que desea ardientemente una paz justa, una vida digna y la libertad; te suplico, oh Señor, un futuro próspero para nuestro pueblo, con libertad en un estado soberano e independiente. Concede, oh Señor, a nuestra región y a su pueblo seguridad y estabilidad.

Tras los discursos y un intercambio de besos entre Peres y Abbas bajo la mirada complacida de Bergoglio, los tres líderes y el patriarca de la Iglesia oriental han plantado juntos un olivo, el símbolo de la paz. Luego se han retirado a la Academia de las Ciencias del Vaticano para hablar en privado, y más tarde Peres y Abbas han abandonado el Vaticano en dirección a sus respectivos países mientras el Papa y el Patriarca se quedaban en la casa de Santa Marta.

En este acto histórico, los representantes de las grandes religiones monoteístas han mostrado tener, además de raíces comunes, una voluntad conjunta de trabajar por la paz.


Henrique Cymerman: “Creo de corazón en este encuentro” (Entrevista)

La de Henrique Cymerman es una de las voces más reconocidas y valoradas a la hora de informarse sobre la evolución del siempre enquistado conflicto palestino-israelí. Su última intervención, mediar para lograr que los líderes de Israel y Palestina se encuentren en el Vaticano. Ya se cumplen 25 años desde que en España empezó a ofrecer su visión como corresponsal de La Vanguardia y Antena 3. Aunque su labor periodística no se queda ahí, sino que colabora en televisiones de los Estados Unidos, Brasil, Portugal, Francia, China e Israel.

Nacido en Portugal, de padre polaco y madre española, cuenta con una nacionalidad añadida: la israelí. “Judío hasta la médula”, ante todo tiene un sueño: que sus hijos (y futuros nietos) vivan en una tierra mucho más pacífica que la que él conoció cuando llegó por primera vez a los 19 años. Para ello, no se ha limitado a informar.

Así, desde hace un año, junto al papa Francisco y su amigo el rabino Abraham Skorka, han impulsado un proyecto único y que se conoció en el trascurso del viaje papal a Tierra Santa: sentar a palestinos e israelíes a rezar y a compartir un tiempo de diálogo y conocimiento. Aquí la entrevista:

¿Cómo nació la idea?

El Papa y Skorka tenían claro que querían hacer algo para favorecer de un modo real el diálogo. Buscaban a alguien que les ayudara para hacer de intermediario. Y pensaron en mí, pues, a mi condición de judío se une el que tengo muchos contactos en el mundo árabe, manteniendo una relación directa con personajes e instituciones clave.

El rabino vino a escucharme a una conferencia que ofrecí en Buenos Aires. Estuvimos hablando y, de pronto, me lo sugirió: “¿Por qué no vienes conmigo a Roma a ver a Francisco?”. No podía imaginarme algo así. Mi sorpresa fue enorme.

Algo que se debió incrementar al llegar al Vaticano…

Fue el 13 de junio del año pasado. Iba acompañado por mi equipo de televisión, por lo que es fácil imaginar la cara con la que se nos quedaron mirando los guardias suizos al entrar en Santa Marta. No querían dejarnos filmar, hasta que apareció el Papa, abrazó a Skorka y, sonriendo siempre, nos dijo que lo acompañáramos.

Estuvimos hablando de muchas cosas, empezando, cómo no, por el fútbol. La grabación duró sobre una hora, incluso mientras comíamos. Fue una charla agradable y significativa: el Papa ponía énfasis en que había que luchar contra prejuicios como el antisemitismo, que definió como “pecado”.

Hablaba de la necesidad del entendimiento entre las religiones, se refería a nosotros como los “hermanos mayores” de los cristianos y nos contó una anécdota que habla mucho de cómo es él. Una vez, en un encuentro con sacerdotes, varios de ellos empezaron a criticar a los judíos. Él señaló un cuadro de la Virgen María con el Niño Jesús y les explicó que este le decía a su madre: “Vámonos, mamá, aquí tampoco nos quieren”.

Yo estaba alucinado, pero pensaba que todo terminaba ahí. Sin embargo, Bergoglio me dijo que quería hablar conmigo por la tarde. Solos los tres, Skorka, él y yo, sin cámaras. Fue entonces cuando me explicó que quería hacer realmente algo por la paz. Inmediatamente, le dije que tenía que viajar a Tierra Santa, que sería algo muy importante.

Ahí empezó un trabajo de un año y que no siempre ha sido fácil, ¿no?

La idea era celebrar un encuentro de oración entre los principales mandatarios de Israel y Palestina, Simon Peres y Mahmoud Abbas, allí, en Tierra Santa, una vez que tuviera lugar el viaje.

Todo se ha llevado de un modo íntimo y bastante discreto, a base de llamadas y correos electrónicos entre nosotros y sus representantes. Para que te hagas una idea: el propio Papa, que al principio apenas utilizaba el correo electrónico, empezó a encargarse de muchas gestiones personalmente.

En este tiempo, he tenido la sensación de que es un hombre con unos objetivos muy claros, que piensa que tal vez no tenga todo el tiempo del mundo por delante y que, por eso, muchas veces pasa por encima de la burocracia. Sabe lo que quiere y no se entretiene. Por eso esto tenía que ser entre muy pocas personas.

Sin embargo, todo estuvo a punto de fracasar…

En abril estaba todo pactado con Peres y Abbas. Pero todo se vino abajo a finales de ese mes, cuando se rompieron las negociaciones entre Israel y Palestina al establecerse la alianza entre Al Fatah y Hamas para establecer un gobierno de unidad nacional palestino.

En ese momento, el Papa escribió una carta a los dos presidentes, pero los palestinos no contestaron. Fue en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II cuando el representante palestino hizo una gran labor para desatascar la situación. Aun así, la víspera de viajar el Papa a Tel Aviv no había nada confirmado… Esa tarde cruzamos entre todos los implicados varios correos y llamadas. Y, al fin, al día siguiente lo conseguimos, con la novedad de que finalmente el encuentro sería en el Vaticano.

De hecho, usted lo supo en el propio vuelo papal entre Amán y Tel Aviv… ¡Por boca del papa Francisco!

Así es. Imagínate cuando, entre los 70 periodistas que formábamos la comitiva, llega el Papa y me dice en tono coloquial: “Henrique, carta blanca para que la cita sea en Roma”. En ese instante, todos me miraron a mí. Nadie sabía a qué se refería y yo tampoco podía contar nada, pues se suponía que era secreto. Fue en Belén, una vez que Bergoglio lo hizo público, cuando todos supieron al fin la cosa tan importante que se había estado fraguando.

¿Y cómo vive un periodista ser parte de una noticia así?

Si te digo la verdad, aún no lo he asimilado. En todo este tiempo, solo me concentraba en los resultados, en que todo saliera bien. Sin duda, será algo muy especial. Como ha dicho el Papa, se tratará ante todo de una oración por la paz. Pero qué duda cabe de que será un encuentro espiritual con un fondo político. Yo esto lo he vivido independientemente de mi función como periodista. Es algo en lo que creo de corazón y quiero hacer todo lo posible por que salga bien.

¿Cómo sueña la vida en su tierra en un futuro no demasiado lejano?

En todos los años desde que vivo en Israel he pasado por todo tipo de situaciones: atentados, guerras… Siempre he sentido una gran incertidumbre por mi familia. Por eso quiero contribuir en todo lo posible al éxito de una causa en la que creo, pues hablamos de un conflicto que va mucho más allá de seis décadas. Es un conflicto histórico, con 2.000 años de antigüedad. De ahí que, para mis cinco hijos y para los nietos que puedan estar por venir, quiera otra cosa.

Quiero una sociedad en la que todos sintamos que, aun siendo distintos, somos iguales. No puedo imaginar hoy una utopía como que se consiga la existencia de dos estados que mantengan las relaciones de normalidad que pueda haber, por ejemplo, entre España y Francia. Eso no lo verá mi generación.

Pero sí quiero pensar que, dentro de cinco años, existan dos estados que se reconozcan entre sí y que sean vecinos, aunque exista la tensión que, por ejemplo, pueda haber entre una pareja de divorciados. Lo que no puede ser ya es esta guerra total que se ha mantenido en los últimos 60 años.

Y más en una región como la nuestra, donde somos muy pocos (apenas ocho millones de habitantes) y, sin embargo, somos el centro del mundo a nivel de ciencia y nuevas tecnologías. Nos merecemos una vida tranquila. Yo, con tal de conseguir esto, estoy dispuesto a renunciar a lo que sea.

En octubre presentará un libro sobre el Papa. Pero, por su trato en una misión tan importante, ¿nos puede adelantar cuál es la imagen que tiene de él?

Lo esencial es que se trata de una persona adelantada a su tiempo. Tiene una amplitud de miras única, así como una gran y sincera humildad. Estas actitudes, que a veces son contradictorias, él las vive con una naturalidad como jamás he visto en ningún otro líder. Personalidades así, normalmente, tienen que hacer frente a quienes no les entienden.

En su caso, la oposición la tiene en el sector más conservador de la propia Iglesia. Pero él sabe que es el Papa y que, como tal, no le pueden decir que no a lo que plantea. Por eso va tan rápido en todas sus reformas. Sabe que tiene una edad y que no puede demorarse a la hora de luchar por unos objetivos que tiene muy claros. Esto lo ha evidenciado su acción por esta oración entre palestinos e israelíes, donde se ha saltado los esquemas de la burocracia.

Por mi parte, coincido plenamente en su idea de que hay que romper los estereotipos y favorecer como sea la convivencia. Creo profundamente en ello. Hasta el punto de poder decir que soy judío y bergogliano en todo lo que, más allá de la fe, implica el lado humano de la vida.

Fuentes:

Agencias y Revista Vida Nueva

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