La Ética en el despido laboral

Etica del despido laboral

11.00 p m| 05 jun 14 (AMERICA/BV).- ¿Cómo definir si una conducta va en contra de la enseñanza católica? En muchos casos resulta sencillo de discernir, sin embargo hay muchos otros que por su naturaleza compleja o novedosa, resulta una labor que requiere un esfuerzo importante de investigación y estudio, cargado además con un determinante factor ético.

Lo que pretende este ensayo es dar luces sobre principios que podrían guiar la discusión en situaciones complicadas y se toma como punto de partida tres casos de profesores de escuelas católicas (en EE.UU.) que han perdido sus trabajos a causa de conductas que fueron calificadas como opuestas a la enseñanza católica.

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El año pasado, un profesor en una escuela secundaria católica en el estado de Washington fue despedido cuando los administradores se enteraron de que se había casado con un hombre. Una mujer soltera fue despedida de una escuela secundaria católica en Montana cuando el director descubrió que estaba embarazada. Una pareja de profesores solteros fueron despedidos de una escuela secundaria católica en Massachusetts después de que le contaron al director que tenían una relación y que la mujer estaba embarazada. Inmediatamente perdieron su seguro de salud y se les negó cartas de recomendación del director.

Estas situaciones plantean cuestiones difíciles para los administradores de las escuelas católicas, que se encargan de la promoción de la identidad católica de su institución. Por un lado, se informó que los cuatro empleados antes mencionados estaban bien capacitados y se desempeñaban bien en sus respectivos puestos de trabajo. Por otro, los cuatro fueron expuestos públicamente por infringir la doctrina católica e incumplir la cláusula de moralidad en su contrato.

A diferencia de situaciones relacionadas con abuso sexual a los estudiantes o el incumplimiento de sus deberes, las situaciones descritas anteriormente son difíciles de juzgar, porque no hay principios morales totalmente definidos para guiar la acción correcta. Esto es especialmente cierto en relación con el trato hacia los homosexuales casados y profesoras lesbianas en las escuelas católicas. Después de todo, es reciente el debate a gran escala de esta situación, antes los colegios con casos similares reportados eran muy poco frecuentes.

El modesto objetivo de este ensayo es dilucidar los principios que deben guiar la discusión de estos temas que resultan un desafío, y son especialmente difíciles porque, a diferencia de las universidades católicas, en escuelas de primaria y secundaria se les enseña a niños que puedan estar encontrando estas cuestiones morales por primera vez. Estos profesores tienen la responsabilidad de crear un ambiente en el cual los estudiantes puedan aprender a vivir una vida virtuosa. Este artículo se centra en el deber moral de los administradores de escuelas. La responsabilidad moral de cada profesor es también un área fértil para la investigación, pero eso es un tema para otro artículo.


Hacer las preguntas correctas

Dos puntos deben plantearse desde el principio. En primer lugar,  preguntar y responder las preguntas correctas es una buena práctica para la ética. Comenzamos, por lo tanto, dejando de lado una pregunta que a menudo se hace, pero que es irrelevante a este artículo: “¿Está en lo correcto la enseñanza oficial de la Iglesia respecto a la naturaleza moralmente ilícita del matrimonio gay?”. Esa es una pregunta importante que debe ser discutida en los hogares católicos, parroquias, colegios y universidades. Pero no es una pregunta para los administradores de las escuelas católicas en su papel como administradores.

Mientras que los individuos dentro de las instituciones tienen el derecho a disentir de las enseñanzas de la Iglesia, como individuos, no tienen el derecho a modificar unilateralmente los valores y conciencia de la institución. Por ejemplo, si el director de una escuela católica cree que la enseñanza social de la Iglesia se equivoca en su crítica al capitalismo liberal, esto no le empodera para modificar el plan de estudios de modo que los estudiantes aprendan la filosofía económica de Milton Friedman y Friedrich Hayek en lugar de la lectura de la encíclica de Pablo VI “El Desarrollo de los Pueblos” o la carta de los obispos católicos de EE.UU. “Justicia económica para todos”.

En segundo lugar, tenemos que exponer un error de lógica. No se deduce necesariamente que porque un profesor ha transgredido las enseñanza de la Iglesia, y su contrato, debe ser expulsado. Muchos maestros faltan a sus contratos sin ser despedidos. La cuestión no es simplemente si el profesor incumplió el acuerdo firmado, sino responder esta pregunta: ¿La violación del contrato descalifica el profesor de educar a los estudiantes en un contexto católico?

En sus palabras y escritos el Papa Francisco ha demostrado la importancia de volver a los fundamentos de la fe cuando uno se ocupa de los detalles morales de un caso. Un tema central en los escritos de Francisco es que los discípulos de Cristo deben ver el mundo relacionado a Dios (véase Lumen Fidei). Francisco aplica esta lógica al responder a una pregunta con respecto a la homosexualidad, y lo hizo con una pregunta retórica: “Dime: cuando Dios mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con amor o la rechaza y la condena?”.

Francisco señaló con razón que los cristianos están llamados a ver a la persona gay o la mujer soltera embarazada como una persona que es amada por Dios. Este pilar fundamental de la fe tiene implicaciones morales, como Santo Tomás de Aquino explica amablemente con una analogía en la Summa Theologiae: “Cuando un hombre tiene una amistad con una determinada persona, por él o ella, ama todo lo que le pertenece, ya se trate de niños, sirvientes, o los que se le vinculen de alguna manera”. La analogía se extiende luego a Dios. Si uno ama a Dios, también hay que amar a todos los amigos de Dios. ¿Quiénes son los amigos de Dios? Todos: los gays, las lesbianas, las parejas que conciben fuera del matrimonio, los niños, los pobres y así sucesivamente. Por lo tanto, con el fin de amar a Dios, uno también debe amar a todas las personas. (Por supuesto, tenemos relaciones más profundas y sustanciales de amor con los amigos y la familia).


La formación integral del estudiante

En las escuelas católicas, la prioridad moral recae en el bien de los estudiantes. Las escuelas existen para los estudiantes. La única misión de la escuela católica es educar y formar de manera integral -académica, espiritual y moralmente-. Como regla general, los católicos dan especial prioridad a las necesidades de las personas vulnerables en una comunidad dada. En su reunión de Puebla, México, en 1979, los obispos de América Latina, concluyeron por escrito que la opción por los pobres se aplica al materialmente pobre, pero también a todos los niños. Así, mientras que se debe hacer justicia a la facultad y al personal, está condicionada principalmente en lo que es mejor para los estudiantes. Los derechos de los profesores y el personal están limitados por los derechos de los estudiantes a recibir una educación católica de calidad. Esto no quiere decir que los derechos de los profesores y el personal deben ser ignorados, sino que esos derechos deben ser colocados en su contexto adecuado.

Con el corazón de la tradición católica en mente, podemos empezar a discutir los recursos morales que han demostrado ser útiles en la resolución de casos difíciles.

Consejo. El primer paso -y el más importante- que los administradores o cualquier otra persona involucrada puede tomar cuando es necesario discernir la forma correcta de actuar en situaciones difíciles, es el de “dejarse asesorar o aconsejar”. Utilizo esta frase en un sentido moral, no legal. Aquino sostuvo que la persona prudente debe escuchar “buenos consejos” en la determinación de lo que debe hacerse, en los casos en los que exista duda razonable sobre la forma correcta de actuar. Esta asesoría es especialmente útil en los casos nuevos, que no tienen una sabiduría moral a la que se pueda remitir.

Al sentarse junto a otros uno puede superar una perspectiva personal que resulta limitada. Los miembros del grupo pueden haber notado realidades que uno no distingue. Siguiendo la práctica de Tomás de Aquino, el director debe reunir a un grupo diverso, compuesto principalmente de otros administradores. En los casos en los que el escándalo es una amenaza, también hay que buscar el consejo del obispo diocesano local. Debido a la novedad y la complejidad de las situaciones que enfrentan los administradores de escuelas católicas, sería un error despedir a un miembro de la facultad sin primero buscar el consejo de varios grupos, entre ellos el del abogado de la escuela. Mientras que la administración de una escuela no es democrática, lo mejor de la tradición católica apoya las decisiones que se toman de una manera que pone énfasis en el diálogo y la participación.

Casuística. Una vez que el grupo se ha formado, hay una serie de herramientas que pueden emplear para juzgar los casos difíciles. La primera es la casuística. Mientras una versión distorsionada de la casuística fue satirizada y cayó en desgracia hace siglos, el enfoque esencial de la casuística -la comparación de los casos- sigue siendo un método muy útil. Permite a la persona descubrir la solución a un dilema moral al comparar y contrastar el caso en cuestión con uno que sea paradigmático, sobre el cual hay un amplio acuerdo moral respecto a la acción correcta.

¿Cómo podría la casuística ser de ayuda en la adjudicación de los escenarios que se presentan al comienzo de este ensayo? Los administradores pueden, por ejemplo, comparar y contrastar el caso de la pareja embarazada y soltera, con casos que han dado lugar al despido laboral, como el contacto sexual entre un miembro del cuerpo docente y un estudiante. También podrían mirar los casos en los que un miembro de la facultad que haya cometido una infracción, no haya sido expulsado, por ejemplo después de un ataque de ira. ¿Cuáles fueron los factores comunes en los casos de despido? ¿Fueron incidentes en los estudiantes, profesores o personal sufrieron abusos directamente? ¿Eran casos que involucraron acciones ilegales dentro de la escuela? ¿Fueron casos en que la acción del miembro de la facultad pudo escandalizar a los niños? ¿Cuáles fueron los factores comunes que llevaron a los administradores a mantener en sus cargos a miembros de la facultad que habían violado sus contratos? ¿Fueron sus acciones moralmente censurables, pero con poco o ningún efecto en los estudiantes? ¿Se conservó a profesores si su delito consistió en un lapso momentáneo de juicio, en lugar de un rasgo de carácter habitual? Por último, el caso de la pareja embarazada soltera está más cerca de los casos de despido o de aquellos en los que se retuvo al miembro de la facultad.

Ética de la virtud. Quizás la herramienta más útil e importante es la ética de la virtud. Los casos mencionados al principio son dilemas, precisamente porque los administradores están preocupados por los efectos que la presencia de las personas homosexuales casadas y padres solteros tendrán sobre el carácter moral de los estudiantes.

Por lo tanto, la cuestión primordial que los administradores deben hacerse y responder es: ¿Cuáles son los efectos formativos en los estudiantes si la escuela despide o conserva a la persona de la facultad en cuestión? Esta pregunta puede ser respondida sólo por aquellos que conocen bien a los estudiantes de hoy en día. Como el Papa Francisco reconoció en enero, en su discurso a los líderes de las órdenes religiosas, “es un desafío anunciar a Cristo a una generación que está cambiando” en sus actitudes hacia el matrimonio. También advirtió que la Iglesia debe “tener cuidado de no administrar una vacuna contra la fe” a los que viven en relaciones rebeldes o a los que tienen puntos de vista que están en conflicto con las enseñanzas de la Iglesia.

La formación moral de los estudiantes se da más a través del ejemplo de los maestros y administradores que por el conocimiento abstracto de las doctrinas morales de la Iglesia. Este hecho está claramente reconocido en los últimos escritos papales. El Papa Juan Pablo II subrayó la importancia de ese efecto en Redemptoris missio (No. 42 ), cuando señaló que “el hombre contemporáneo cree más en los testigos que en los maestros, en la experiencia que en la doctrina y, en la vida y hechos que en las teorías”. La primacía de la acción no socava la importancia de los educadores; sino que apunta a la necesidad de que los educadores sean testigos también, así como el Papa Francisco argumentó en Evangelii Gaudium: “Cabe recordar que todo adoctrinamiento ha de situarse en la actitud evangelizadora que despierte la adhesión del corazón con la cercanía, el amor y el testimonio” (n. 42). Y ¿quién de nosotros es testimonio adecuado para una fe que nos llame al amor universal, la misericordia y la justicia? Recordemos que hasta el Papa Francisco respondió: “Soy un pecador”, cuando se le preguntó quién era.

Aún así, los administradores deben distinguir entre aquellas personas imperfectas que puedan servir como testigos para los jóvenes y los que no deberían. La línea divisoria se puede encontrar en el concepto de escándalo. Un verdadero escándalo implica el incitar a otros a creer que las acciones y formas de vida inmorales son en realidad moralmente lícitas. El escándalo resulta importante porque tiene el potencial de malformar la conciencia y el carácter de los jóvenes. Pero no toda acción inmoral o creencia errónea es escandalosa. Desafortunadamente, es muy difícil de discernir lo que podría resultar en un escándalo. ¿Una profesora embarazada y soltera podría socavar la enseñanza de la Iglesia sobre las relaciones sexuales prematrimoniales a los ojos de los estudiantes, o sería un testigo silencioso del valor de traer al mundo a un niño, incluso aquellos concebido en situaciones menos que ideales? ¿La presencia de un hombre gay casado puede socavar la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones de ética sexual, o esto es superado por las prácticas del hombre, por ejemplo, de amor y de misericordia para con los que sufren, los enfermos y los no nacidos? Estas son algunas de las preguntas difíciles, pero esenciales que los administradores se deben hacer y responder.


Justicia para los docentes y administrativos

Si bien la mayor parte de este ensayo se ha centrado en la justicia hacia los estudiantes, no se puede ignorar los reclamos legítimos de los profesores y el personal. Destaco dos aquí:

Promulgación. En primer lugar, si ciertos delitos son dignos de despido deben ser promulgados como tal en el contrato o el manual del profesor. La Diócesis de Cleveland difundió recientemente un contrato de profesor revisado, con la lista de comportamientos prohibidos en detalle, como apoyar el aborto, las relaciones sexuales fuera del matrimonio y el uso de drogas. Si bien se puede debatir el contenido de la cláusula moral, las escuelas deben a los maestros este nivel de divulgación para que puedan tomar decisiones informadas con respecto a su empleo.

Atenuación de perjuicio. Si bien en algunos casos los administradores pueden encontrar necesario rescindir el contrato de un miembro del cuerpo docente, deben tratar de mitigar el daño que esto causa. Recientemente, la tradición de guerra justa ha añadido la categoría de jus post bellum o “justicia después de la guerra” hacia aquellos que han sido derrotados. Los administradores deben ejercer jus post terminationem, que normalmente incluiría ese apoyo, como una extensión de los beneficios del seguro de salud, la indemnización por despido y una carta de recomendación para futuros empleadores con respecto a la capacidad de enseñanza del profesor y su carácter.

Las escuelas católicas deben ser instituciones de amor y misericordia, y la ayuda temporal a profesores y personal despedidos es una manera de que la escuela pueda dar testimonio de su misión. En muchos de estos casos, terceros -inocente- se ven perjudicados cuando la persona infractora o personal es despedido. La pareja que está en espera en Massachusetts fueron despedidos y perdieron el seguro médico, precisamente cuando era muy necesario. En Evangelii Gaudium (No. 214), el Papa Francisco lamentó que “es verdad que hemos hecho poco (la Iglesia) para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias”.

La falta de acompañamiento de las mujeres embarazadas no casadas por las escuelas católicas es escandaloso y puede crear situaciones en las que el aborto se presenta como una opción. Esto no requiere que los administradores conserven personal que han violado sus contratos. Se requiere que las escuelas eviten el abandono a los que una vez fueron parte de la comunidad académica. A causa de su identidad católica, las escuelas tienen la responsabilidad no sólo para con sus estudiantes, sino también para con las vidas y el bienestar de los niños, nacidos y no nacidos, de su personal docente y administrativo. Esta preocupación por terceros inocentes se extiende claramente a los hijos de gays y lesbianas.

¿Cómo enseñamos el Evangelio a una generación que está cambiando? ¿Y cómo pueden los administradores de escuelas católicas equilibrar todos los intereses en conflicto de una manera justa? Ahí está el dilema para aquellos que administran las escuelas que se han construido en el nombre de Jesucristo.


Fuente:

“The Ethics of Exit”. Texto de Daniel J. Daly, profesor asociado y director del departamento de teología en Saint Anselm College, Manchester, NH. Publicado en America Magazine.

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