Jorge Bergoglio habló de su primer año al frente de la Iglesia con el ‘Corriere della Sera’

Papa Francisco entrevistado por el Corriere della Sera

11.00 p m| 11 mar 14 (LA NACIÓN/BV).- En una entrevista con el director del diario italiano Corriere della Sera, Ferruccio di Bortoli, el Santo Padre conversó de varios temas y experiencias que lo han acompañado en estos primeros 12 meses de pontificado, desde la solución que le dio en sus primeras semanas a la falta de un proyecto para renovar la Iglesia hasta una reflexión por las recientes palabras del cardenal Kasper en el consistorio acerca del próximo sínodo sobre la familia.

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Un año ha transcurrido desde aquel buona sera que conmovió al mundo. El lapso de 12 meses no alcanza para contener la gran masa de novedades y signos profundos de la innovación pastoral del Papa Francisco. Nos encontramos en un pequeño salón de la casa de Santa Marta, con una única ventana que da a un patio. El Papa aparece de improviso por una puerta, sonriente. Se divierte con las varias grabadoras que la ansiedad senil del periodista colocó sobre la mesa. “¿Funcionan todos? ¿Sí? Menos mal”, comenta.

Santo padre, ¿es verdad que usted llama por teléfono a los que le piden ayuda y que algunas veces no le creen que sea usted?

Sí. Cuando uno llama es porque tiene ganas de hablar, una pregunta que hacer, un consejo que pedir. Cuando era cura en Buenos Aires, era más fácil. Y a mí me quedó esa costumbre. Es un servicio. Me sale así. Pero es cierto que ahora no es tan fácil hacerlo, dada la cantidad de gente que me escribe.

¿Hay alguno de esos contactos que recuerde con particular afecto?

Una viuda de 80 años que había perdido a su hijo. Me escribió. Y ahora le pego una llamadita una vez por mes. Ella está feliz y yo hago de cura. Me gusta.

Respecto de su relación con su antecesor, Benedicto XVI, ¿le ha pedido consejo?

Sí, el Papa emérito no es una estatua de museo, sino una institución a la que no estábamos acostumbrados. Sesenta o 70 años atrás, la figura del obispo emérito no existía. Eso vino después del Concilio Vaticano II, y actualmente es una institución. Lo mismo tiene que pasar con el Papa emérito. Benedicto es el primero y tal vez haya otros. No lo sabemos. Él es discreto, no quiere molestar. Lo hablamos y juntos llegamos a la conclusión de que era mejor que viera gente y participara de la vida de la Iglesia. Una vez vino hasta acá, con ocasión de la bendición de la estatua de San Miguel Arcángel; después, a un almuerzo en Santa Marta, y pasada la Navidad le devolví la invitación a participar del consistorio, y él aceptó. Su sabiduría es un don de Dios. Algunos hubiesen querido que se retirara a una abadía benedictina, lejos del Vaticano. Y yo pensé en los abuelos, que con su sabiduría y sus consejos le dan fuerza a la familia y no merecen terminar en una casa de retiro.

Usted ha innovado, ha criticado actitudes del clero y ha revolucionado la curia, con algunas resistencias. ¿La Iglesia ya cambió, como usted quería hace un año?

Yo, en marzo pasado, no tenía ningún proyecto para cambiar la Iglesia. No me esperaba, por decirlo de alguna manera, esta transferencia de diócesis. Empecé a gobernar buscando poner en práctica todo lo que había surgido en el debate entre los cardenales de las diversas congregaciones. Y en mis acciones espero contar con la inspiración del Señor. Le doy un ejemplo: se había hablado de la situación espiritual de las personas que trabajan en la curia, y entonces empezaron a hacer retiros espirituales anuales. Todos tienen derecho a pasar cinco días de silencio y meditación, mientras que antes se escuchaban tres rezos al día.

¿La ternura y la misericordia son la esencia de su mensaje pastoral?

Son el corazón del Evangelio. De lo contrario, no se entiende a Jesucristo, ni la ternura del Padre, que lo envía a escucharnos, a curarnos, a salvarnos.

Usted dijo que la “franciscomanía” no duraría mucho. ¿Hay algo de su imagen pública que no le guste?

Me gusta estar entre la gente, junto a los que sufren, y andar por las parroquias. No me gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del Papa Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que salgo de noche para ir a darles de comer a los mendigos de Via Ottaviano… jamás se me ocurriría. Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Supermán, de estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos, como todos. Es una persona normal.

¿Le molestó que lo acusaran de marxista, sobre todo en Estados Unidos, tras la publicación de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium?

Para nada. Nunca compartí la ideología marxista, porque es falsa, pero conocí a muchas personas buenas que profesaban el marxismo.

Sobre el tema del abuso de menores, los filósofos Besançon y Scruton, entre otros, le pidieron alzar la voz contra el fanatismo y la mala fe del mundo secularizado, que respeta poco a la infancia.

Quiero decir dos cosas. Los casos de abusos son tremendos porque dejan heridas profundísimas. Benedicto XVI fue muy valiente y abrió el camino. Y siguiendo ese camino, la Iglesia avanzó mucho. Tal vez más que nadie. Las estadísticas sobre el fenómeno de la violencia contra los chicos son impresionantes, pero muestran también con claridad que la gran mayoría de los abusos provienen del entorno familiar y de la gente cercana. La Iglesia católica es tal vez la única institución pública que se movió con transparencia y responsabilidad. Ningún otro hizo tanto. Y, sin embargo, es la única en ser atacada.

“Los pobres nos evangelizan”, dice usted. La atención puesta en la pobreza, la más fuerte impronta de su mensaje, es tomada por algunos como una profesión del pauperismo. El Evangelio no condena la riqueza. Y Zaqueo era rico y caritativo…

El Evangelio condena el culto a la riqueza. El pauperismo es una de las interpretaciones críticas. En el Medioevo, había muchas corrientes pauperistas. San Francisco tuvo la genialidad de colocar el tema de la pobreza en el camino evangélico. Jesús dice que no se puede servir a dos amos, Dios y el dinero, y cuando seamos juzgados al final de los tiempos (Mateo, 25) nos preguntarán por nuestra cercanía con la pobreza. La pobreza nos aleja de la idolatría y abre las puertas a la Providencia. Zaqueo entrega la mitad de sus riquezas a los pobres. Y a quienes tienen sus graneros llenos de su propio egoísmo, el Señor, al final, les pedirá cuentas. Creo haber expresado bien mi pensamiento sobre la pobreza en Evangelii Gaudium.

Usted identifica en la globalización algunos de los males de la humanidad, pero la globalización sacó de la indigencia a millones y trajo esperanza…

Es cierto, la globalización salvó de la miseria a muchas personas, pero condenó a muchas otras a morir de hambre, porque con este sistema económico se vuelve selectiva. La globalización en la que piensa la Iglesia no se parece a una esfera en la que cada punto es equidistante del centro y en la cual, por lo tanto, se pierde la particularidad de los pueblos, sino que es un poliedro, con sus diversas facetas, en el que cada pueblo conserva su propia cultura, lengua, religión e identidad. La actual globalización “esférica” económica, y sobre todo financiera, produce un pensamiento único, débil. Y en su centro ya no está la persona humana, solamente el dinero.

El tema de la familia es central para la actividad del consejo de los ocho cardenales. Desde la exhortación Familiaris Consortio, de Juan Pablo II, muchas cosas cambiaron. Se esperan grandes novedades. Y usted dijo que a los divorciados no hay que condenarlos…

Es un largo camino que la Iglesia debe completar, un proceso que quiere el Señor. Tres meses después de mi elección, me fueron sometidos los temas para el sínodo, y nos propusimos discutir sobre el aporte de Jesús al hombre contemporáneo. Pero al final, gradualmente -que para mí es un signo de la voluntad de Dios-, se decidió discutir sobre la familia, que atraviesa una crisis muy seria. Es difícil formar una. Los jóvenes ya no se casan. Hay muchas familias separadas, cuyo proyecto de vida común fracasó. Los hijos sufren mucho. Y nosotros tenemos que dar una respuesta. Pero para eso hay que reflexionar mucho y en profundidad. Es eso lo que están haciendo el consistorio y el sínodo. Hay que evitar quedarse en la superficie del tema. La tentación de resolver los problemas desde la casuística es un error, una simplificación de cosas profundas. Es lo que hacían los fariseos: una teología muy superficial. Es a la luz de esa reflexión profunda como podrán afrontarse seriamente las situaciones particulares, incluida la de los divorciados.

¿Por qué el informe del cardenal Walter Kasper en el último consistorio (un abismo entre la doctrina sobre familia y matrimonio, y la vida real de muchos cristianos) generó tanta división entre los purpurados?

El cardenal Kasper hizo una hermosa y profunda presentación -que muy pronto será publicada en alemán-, en la que aborda cinco puntos, el quinto de los cuales es el de las segundas nupcias. Más me hubiese preocupado que en el consistorio no se desatara una discusión intensa, porque no habría servido de nada. Los cardenales sabían que podían decir lo que quisieran y presentaron puntos de vista diferentes, que siempre son enriquecedores. El debate abierto y fraterno hace crecer el pensamiento teológico y pastoral. Eso no me atemoriza. Es más: lo busco.

En un pasado reciente era habitual referirse a “valores no negociables”, sobre todo en cuestiones de bioética y de moral sexual. Usted no ha usado esa fórmula. ¿Esto es señal de un estilo menos preceptivo y más respetuoso de la conciencia?

Nunca entendí la expresión “valores no negociables”. Los valores son valores y basta. No puedo decir cuál de los dedos de la mano es más útil que el resto, así que no entiendo cómo podría haber valores negociables. Lo que tenía para decir sobre el tema de la vida lo he dejado por escrito en Evangelii Gaudium.

Muchos países regularon la unión civil. Es un camino que la Iglesia puede comprender, pero ¿hasta qué punto?

El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia, impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas, como la obra social (prestaciones). Hay que ver caso por caso y evaluarlos en su diversidad.

¿Cómo será promovido el rol de la mujer dentro de la Iglesia?

Es verdad que la mujer puede y debe estar más presente en los puestos de decisión de la Iglesia, pero a esto yo lo llamaría una promoción de tipo funcional. Y solo con eso no se avanza demasiado. Más bien hay que pensar que la Iglesia lleva el artículo “la”: es femenina desde su origen. El teólogo Urs von Balthasar trabajó mucho sobre este tema: el principio mariano guía a la Iglesia de la mano del principio pretino. La Virgen es más importante que cualquier obispo y que cualquiera de los apóstoles. La profundización teologal ya está en marcha. El cardenal Rylko, junto con el Consejo de los Laicos, está trabajando en esta dirección con muchas expertas.

Medio siglo después de la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI, ¿puede la Iglesia retomar el tema del control de la natalidad?

Todo depende de cómo sea interpretado el texto de Humanae Vitae. El propio Pablo VI, hacia el final, recomendaba a los confesores mucha misericordia y atención a las situaciones concretas. Pero su genialidad fue profética, pues tuvo el coraje de ir contra la mayoría, de defender la disciplina moral, de aplicar un freno cultural, de oponerse al neomalthusianismo presente y futuro. El tema no es cambiar la doctrina, sino ir a fondo y asegurarse de que la pastoral tenga en cuenta las situaciones de cada persona y lo que esa persona puede hacer. También de eso se discutirá en los preliminares del sínodo.

La ciencia evoluciona y redibuja los confines de la vida. ¿Tiene sentido prolongar la vida en estado vegetativo?

No soy un especialista en argumentos bioéticos y temo equivocarme. La doctrina tradicional de la Iglesia dice que nadie está obligado a usar métodos extraordinarios cuando alguien está en su fase terminal. Pastoralmente, en estos casos, yo siempre he aconsejado los cuidados paliativos. En casos más específicos, de ser necesario, conviene recurrir al consejo de los especialistas.


Entrevista de Ferruccio de Bortoli

Publicado en: Corriere della Sera (Italia) / La Nación (Argentina)

Puntuación: 5.00 / Votos: 5

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