En los aniversarios de Tolkien y Lewis: la imaginación del cristianismo

Tolkien y Lewis. Raíces católicas.

9.00 p m| 11 mar 14 (VIDA NUEVA/BV).- El encuentro entre J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis en Oxford no solo originó una gran explosión literaria, un verdadero big bang, capaz de crear universos fantásticos complejos, como la Tierra Media o Narnia. La íntima amistad que unió a ambos novelistas fundó una novedosa narrativa de ficción que, en su intención primaria, pretendía inventar mundos capaces de mostrar la magnificencia de Dios.

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“Tolkien, junto a Lewis, contribuyó a una comprensión cristiana de la imaginación”, sentencia Colin Duriez, quien acaba de publicar en España su gran biografía “J. R. R. Tolkien. Génesis de una leyenda” (Rialp, 2013), en donde revela cómo fue Tolkien quien abrió los ojos de C. S. Lewis al cristianismo. Lo explica en términos similares Stratford Caldecott, otro investigador de las raíces católicas en ambos escritores: “Tolkien y su amigo C. S. Lewis demostraron que un cuento de hadas o una narración mitológica pueden ser formas de acercarse a las verdades reveladas desde un ángulo nuevo e interesante”.

O, como añade Duriez, en mostrar la sabiduría de Dios en la génesis de un mundo alternativo -relatado en la inacabada El Silmarillion- y que desarrolla en “El señor de los Anillos”. Tanto Tolkien como Lewis creían -justo a mitad del siglo XX- que “Occidente se había vuelto postcristiano” y concibieron, por tanto, un mundo paralelo sin vínculos con el relato bíblico, pero que encerraba la razón verdadera de la fe que profesaron lúcidamente: el amor a Jesucristo.

“Son autores distintos, aunque les una el haber creado una exitosísima literatura fantástica. Pero Lewis tiene una faceta ensayística que no encontramos en Tolkien. Las creaciones de los mundos secundarios -Perelandra, Narnia… en el caso de Lewis- o la Tierra Media de Tolkien tienen amplísimas resonancias de la creación del mundo y de la imaginería cristiana; con influencias nórdicas, por supuesto”, afirma Pablo Gutiérrez Carreras, director ejecutivo del ambicioso Congreso Internacional que la Universidad CEU San Pablo ha dedicado esta semana a ambos autores, titulado Literatura fantástica: recreación y realismo.

“Una de las aportaciones fundamentales de ambos –añade Gutiérrez– ha sido la de establecer relatos, mitos, si se quiere, que, incluso para no creyentes, sirven para ilustrar los grandes misterios de la creación”.


Una mirada positiva

“La imaginación desbordante de Tolkien y de Lewis, junto con su filosofía realista, les convierte en poderosos referentes de una mirada nueva y positiva hacia la realidad, lejos del pesimismo y del cinismo predominantes en la mentalidad posmoderna -explica Gutiérrez-. Las adaptaciones cinematográficas de sus obras, con sus luces y sombras, son una muestra más de la validez universal de muchas de sus intuiciones y planteamientos”.

Intuiciones y planteamientos que nacen del profundo cristianismo de ambos autores. “Existe una corriente de escritores ingleses cristianos, conversos muchos de ellos, que han generado una literatura de un altísimo nivel. La lista es impresionante: Newman, Chesterton, Greene, Knox, Benson, Lewis, Tolkien. En la Universidad CEU San Pablo venimos tratando de acercarnos a estas figuras en los últimos años y hemos celebrado congresos, con grandes ponentes internacionales sobre Chesterton y Newman. Hace escasos meses se celebraba el 50º aniversario de la muerte de Lewis y el 40º de la muerte de Tolkien. Era, por tanto, el momento para recordar sus figuras”, añade.

Para Duriez, los conceptos de subcreación e imaginación secundaria en el autor de “El señor de los Anillos” (1954) son el testimonio más sólido de su imagen divina de Dios y su mayor aportación teológica. Según creía Tolkien, “los seres humanos están hechos a imagen de Dios. Dios es el Creador; los seres humanos tienen el poder de ser subcreadores. Él creía que el verdadero arte de escribir historias de hadas es una subcreación: es decir, crear otro mundo, o un mundo secundario, con tal habilidad que este tenga una coherencia interna de realidad”.

Escribir, imaginar, crear un mundo como la Tierra Media para Tolkien era un modo de acercarse a Dios. “La imaginación secundaria, que utiliza la lengua, la imagen y la metáfora -explicó Duriez-, reconstruye y da nueva forma a ese mundo primario. Actuando en gran parte como la imagen divina de Dios en nosotros, infunde el aliento de la vida”.

La gran influencia que Tolkien tuvo en la vida, en la obra y en la fe de Lewis -después de su papel en su conversión al cristianismo-, básicamente fue por esta personal doctrina de la subcreación, que le llevó a escribir los siete volúmenes de “Las crónicas de Narnia” (1949-1954).


La ficción como estímulo

“Lewis llegó a ver, o a ver mejor, que la cualidad metafórica de un mundo inventado, ya esté situado en este o en otro mundo, profundiza o, desde luego, modifica nuestra misma percepción de la realidad, y puede estimular nuestro espíritu inmortal”, explica Duriez, que también ha publicado el año pasado en Gran Bretaña una espléndida biografía de Lewis, aún no traducida al español.

Tanto Tolkien como Lewis pensaban que la mejor manera de evadir el “postcristianismo” era poniendo su imaginación -el don de la subcreación que Dios les había concedido- a inventar mundos capaces de mostrar esa magnificencia de Dios pese a crear universos sin aparentes paralelismos con el relato bíblico. En el caso de los tres volúmenes que conforman el serial de “El señor de los Anillos”, ha estudiado cómo expone brillantemente el concepto de la “gracia” y el del heroísmo cristiano, entre otros.

“La fantasía moderna ha demostrado que es notablemente poderosa para incluir no solo los elementos de la fe cristiana, sino otras visiones del mundo, como el agnosticismo o incluso una clase de ateísmo devoto como el de Philip Pullman”, advierte no obstante Duriez, quien dio también su opinión en Madrid de que J. K. Rowling está mucho más cerca de Tolkien y Lewis de lo que podemos creer. “Dios nos hechiza -en cualquier caso, y en ello insiste Duriez como lo hacía Tolkien-, con un hechizo más fuerte que cualquier mito creado por el hombre”.

Mientras que Tolkien fue un católico ejemplar, Lewis -norirlandés de origen protestante- se convirtió al anglicanismo y mostró una efervescente actividad ensayística para divulgar su “Mero cristianismo” (Rialp), título de uno de sus más famosos libros. Jason Lepojärvi, ex presidente de la C. S. Lewis Society de Oxford, lo describe como “el pensador y escritor cristiano más leído, y quizá el más influyente” del siglo XX, aunque también se pregunta si la Virgen María -Lewis pensaba que su devoción era desmesurada- fue el talón de Aquiles de su teología.


Fuente:

Vida Nueva

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