La filosofía de Francisco

Francisco, el jesuita risueño

6.00 p m| 25 jul 13 (LA NACIÓN/BV).- José María Poirier, director de la revista argentina “Criterio” (con una destacada trayectoria), profundiza en rasgos de la humanidad del Papa Francisco, desde varias perspectivas y apoyándose en fuentes y personajes que en algún momento interactuaron con él, antes que sea elegido Obispo de Roma. Poirier se pregunta por las ideas, la música y literatura que nutren el pensamiento del Papa.

Buena Voz presenta un extracto del texto de Poirier:

Cuando fue anunciado un nuevo Papa y Jorge Mario Bergoglio se asomó al balcón de la Plaza San Pedro para saludar como obispo de Roma, su figura trajo a mi memoria el título de una excelente novela policial del inglés Michael Burt, leída en mi adolescencia y publicada en los años sesenta por la colección El Séptimo Círculo, que dirigían Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares: El caso del jesuita risueño . Rara vez había visto sonreír a nuestro adusto pastor y ahora se presentaba ante el mundo como un papa sonriente ; y esa imagen, como sucede a menudo con las primeras impresiones, es hoy icónica para millones de personas.

Pero ¿qué doctrina filosófica o escuela literaria hay detrás de este hombre que abraza a niños y enfermos con conmovedor cariño? ¿Qué piensa o desde dónde piensa y siente Bergoglio, tan querido por algunos jesuitas y por otros tan criticado? Hay un viejo y malicioso dicho eclesiástico que afirma que ni Dios Padre sabe lo que piensan los jesuitas. Suena exagerado, pero por algo lo acuñó la ironía popular. En efecto, no es fácil desentrañar las fuentes del pensamiento de Francisco.

Por lo pronto, en cuanto Sumo Pontífice, eligió un nombre tan osadamente emblemático que parecería implicar una tarea titánica. Sin embargo, con extrema naturalidad, como el Poverello de Asís, Bergoglio va al encuentro de los pobres y enfermos con ternura y vive como un verdadero asceta.

Por otro lado al contemplar la imagen del nuevo obispo de Roma hace que emerja la pregunta por su calidad de intelectual. ¿En qué sentido lo es? Avancemos poco a poco, se trata de alguien sui generis : de su sólida formación jesuita no caben dudas, como tampoco del amplio espectro de sus conocimientos, que van desde las ciencias hasta la literatura clásica, de la teología a la psicología, de la política a la música.

Quizá sería un error ubicarlo en la modalidad funcional del intelectual (palabra esta de la que acaso se ha abusado tanto en nuestro país), en el sentido que se le puede adjudicar al rol, tal como podría ser un académico en artes o en ciencias. En Bergoglio se advierte más bien a alguien que ha puesto su calidad de intelectual a la par de otras cualidades muy diversas: espiritual, pastoral, social, política. Reúne todo esto en una personalidad rica y compleja, que le permite meditar y actuar, escuchar y guiar, orar y escribir, pensar y resolver. Algo hace que todo esto se vea en cada una de las actitudes. Hay cierto substrato sapiencial.


Porteño de pura cepa

Así lo define Mariano de Vedia en su reciente biografía Francisco, el papa del pueblo . Y, al mismo tiempo, advierte una dificultad: si hoy el intelectual se comunica a través de los medios para llegar a vastos sectores sociales, Bergoglio nos plantea un inconveniente, porque “el obispo jesuita rehuyó desde el comienzo el protagonismo mediático y mostró que es enemigo de la notoriedad pública”. Por eso, en parte, la sorpresa de los argentinos y de los mismos habitantes de la ciudad de Buenos Aires cuando fue nombrado papa: lo conocíamos y no lo conocíamos, sabíamos de su constante caminar las calles de la ciudad y de su amor preferencial por los que sufren, pero no podíamos imaginar los extremos a los que llegaba su entrega.

Es un porteño del tradicional barrio de Flores, el de Baldomero Fernández Moreno, autor del inolvidable soneto “Setenta balcones y ninguna flor”, médico que a su profesión prefirió el caminar nocturno, la poesía y la enseñanza de la literatura, un artista con vocación universal y hondamente nacional. También Bergoglio enseñó literatura en su juventud. Fue en el colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, donde sus ex alumnos recuerdan aún las clases, la visita de Jorge Luis Borges (que luego escribiría un singular prólogo para la publicación de los cuentos de los muchachos del colegio que el mismo Bergoglio hizo publicar), y las charlas de María Esther Vázquez y María Esther de Miguel, invitadas por el jesuita.


El trasfondo filosófico

Bergoglio recibió, como todos los jesuitas de su generación, una esmerada formación clásica en Letras y un marcado espíritu escolástico desde lo filosófico. Pero, claro, eran tiempos en que ya muchos se abrían a los pensadores contemporáneos; de manera que Tomás de Aquino convivía con los existencialistas franceses como Gabriel Marcel o con los teólogos como Romano Guardini y los místicos como Teilhard de Chardin, otro jesuita genial.

“Tiene una formación firme en cultura clásica -dice el padre Ignacio Pérez del Viso- y siempre fue un gran lector; todo lo humanístico lo atrae.” Conoció profesores que marcaron huella en el pensamiento, como Ismael Quiles, admirador del Oriente y atento lector de Karl Jaspers, Maurice Blondel y Martin Heidegger; y el filósofo y maestro espiritual Miguel Ángel Fiorito.

Por otro lado, muchos coinciden en señalar que se destaca como hombre de sentido práctico, de gran intuición política, capaz de marcar objetivos y alcanzarlos, y abierto a la complejidad de los problemas desde una perspectiva pastoral.

El rabino Abraham Skorka, coautor con Bergoglio del libro Sobre el Cielo y la Tierra , recuerda que el actual papa “posee la virtud de decir cosas profundas en pocas y sencillas frases”. Y es ésta una clave importante para indagar en la intelectualidad de Bergoglio y en su manera de comunicar. “No lo puedo definir a través de una única escuela filosófica determinada -aclara Skorka-. Lo veo, sin embargo, en algunas de sus actitudes, muy cercano a los existencialistas religiosos: Søren Kierkegaard, Martin Buber, Karl Barth”.


Un pensamiento en clave literaria

Señala Ignacio Navarro -autor del ensayo ficcional Últimas inquisiciones , donde imagina una honda relación entre el escritor argentino Jorge Luis Borges y el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar- que “Bergoglio es universal en su calidad de porteño, desde donde incluso lee el Martín Fierro con cierto sabor urbano”; y agrega que “así como Francisco puede citar en latín a Virgilio, en italiano a Dante o en griego a Sófocles, también conoce las mejores traducciones de Dostoievski y se detiene con particular empatía en los versos de Borges o en el poema de José Hernández”. Uno puede preguntarse por qué. Ciertamente, como bien señala Eugenio Guasta, supo encontrar en la emblemática obra gauchesca lo más hondo del corazón argentino y una lectura profunda desde la sencillez popular.

Que hay una lectura filosófica desde cierto enfoque artístico-literario también lo señala Bruno Forte: “Sé que de la literatura italiana ama a Dante y a Manzoni. A Hölderlin, en la cultura alemana. El Quijote , Borges y Martín Fierro, en los ámbitos español y argentino”.

Desde otra óptica, pero de alguna manera convergente, Fernando Ortega, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina y estudioso de la obra de Mozart, observa que Bergoglio “es muy conocedor y amante de Beethoven, Wagner y Richard Strauss en versiones históricas, como la de Wilhelm Furtwängler”.

En algo Bergoglio es experto: el conocimiento de la gente y la capacidad de dar algún consejo en frases sencillas y contundentes. Su amor por las “fronteras existenciales”, a las que siempre invita a ir (“porque la Iglesia no puede esperar que la gente venga a ella sino que debe ir a donde está la gente”, repetía), guarda relación con la literatura popular y con el lenguaje gestual, tan universal.


El espíritu de Ignacio de Loyola

Bruno Forte comenta: “Se advierte la actitud ignaciana en el fuerte sentido del primado de Dios y de la oración, en el vivir constantemente en la presencia del Señor y en el referirle todo a Él. Además, es ignaciana la atención puesta en el discernimiento y en la escucha, así como en la firmeza para llevar adelante las decisiones. Más que hablar de reformas, el papa Francisco escucha, evalúa frente a Dios y actúa”.

En el mismo sentido, el jesuita chileno Antonio Delfau, director de la revista Mensaje , observa la espiritualidad ignaciana de Bergoglio “en el amar a Dios en todas las cosas y a todas en Él; también hay cierta secularización: rompe protocolos, besa, abraza, habla con pocas citas, siente amor por ir a las fronteras? todo muy ignaciano, en la pobreza y sencillez”.


Aquí el vínculo
para leer el texto completo de José María Poirier, publicado en el diario “La Nación” de Argentina.

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Un pensamiento en “La filosofía de Francisco

  • 3 agosto, 2013 al 11:11 am
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    Pertenezco a "LOS EQUIPOS DOCENTES DEL -PERÙ".EDOP ( organizaciòn mundial de maestros catòlicos )
    Siempre tengo "dudas" respecto a ciertos
    conceptos de la iglesia. Pero FRANCISCO con quien me identifico plenamente en todo. Ha fortalecido mi fe
    y mucho màs si es sudamericano como yo que soy peruana.

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