Los nuevos cardenales de Benedicto XVI

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1.00 p m| ROMA 17 ene. 12 (BV/VIDANUEVA).- El próximo 18 de febrero se celebrará el cuarto consistorio del pontificado de Benedicto XVI, en el curso del cual el Papa creará 22 nuevos miembros para el Colegio Cardenalicio. Muchos de los que forman esta lista, que se suman a los hombres que habrían de designar al próximo Pontífice en un hipotético cónclave, son italianos y miembros de la Curia romana.

“Y ahora, con gran alegría anuncio que el próximo 18 de febrero celebraré un consistorio en el curso del cual nombraré 22 nuevos miembros del Colegio Cardenalicio (ver imagen). Como es sabido, los cardenales tienen la tarea de ayudar al Sucesor de Pedro en el desarrollo de su ministerio de confirmar a los hermanos en la fe y de ser principio y fundamento de la unidad y de la comunión de la Iglesia”.
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Con estas palabras pronunciadas el viernes 6 de enero a la hora del Angelus desde la ventana de su estudio privado, Benedicto XVI anunciaba el cuarto consistorio cardenalicio de su pontificado y daba lectura a la lista de los nuevos purpurados.

No puede hablarse de sorpresa absoluta, puesto que desde hace algunas semanas –e incluso meses– se barajaba esta posibilidad. Algunos la habían situado incluso en el pasado mes de noviembre, mientras otros observadores se inclinaban por la festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo, el 29 de junio. Joseph Ratzinger ha optado por un tiempo intermedio.

El primero de los cuatro consistorios cardenalicios de este pontificado tuvo lugar el 24 de marzo de 2006, es decir, casi al año exacto de la elección de Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II. Veinte meses después, el 24 de noviembre de 2007, tuvo lugar el segundo, mientras que el tercero se hizo esperar tres años, ya que lo convocó para el 20 de noviembre de 2010 y fue el más numeroso de todos.

El cuarto llega solo 15 meses después, como dando a indicar que había cierta urgencia en convocarlo, a pesar de que el número de vacantes en el contingente de cardenales electores no era demasiado alto. En círculos curiales existen interpretaciones diversas sobre esta “aceleración”.

La lista anunciada por Benedicto XVI consta de 22 nombres; de ellos, 18 no han cumplido aún los 80 años y son, por lo tanto, cardenales con derecho a participar en un próximo cónclave, mientras que otros cuatro han superado esa barrera de edad.

A partir del 18 de febrero, el Colegio Cardenalicio estará compuesto por 214 miembros, de los cuales 125 son cardenales electores; esta “licencia” tendrá una duración limitada, ya que en el curso de los próximos doce meses, el colegio de electores quedará reducido a solo 112, puesto que en dicho período de tiempo, 13 purpurados celebrarán –es un decir– los 80 años y perderán su derecho a emitir sus votos en la Capilla Sixtina.

El elenco de este cuarto consistorio cardenalicio podemos dividirlo, para analizarlo con más detalle, en tres grupos diferenciados: el primero (10 purpurados) lo componen los prelados que desarrollan actualmente su actividad en el seno de la Curia romana o de instituciones a ella ligadas; el segundo (nueve) lo forman arzobispos residenciales de Iglesias de diversos países; por fin, los tres restantes son, como dijo el Pontífice, “beneméritos eclesiásticos que se han distinguido por su compromiso y servicio a la Iglesia” y son todos ultra-octogenarios.

Fuerte presencia de los curiales

El primer grupo es el más numeroso y lo forman nombres de los que ya se sabía que serían nombrados cardenales en el primer consistorio anunciado. El caso más evidente es el de monseñor Fernando Filoni, actual prefecto de la importante Congregación para la Evangelización de los Pueblos y que fue desde junio de 2007 hasta 2011 sustituto de la Secretaría de Estado, pieza clave en el gobierno de la Iglesia.

Algo semejante puede decirse del brasileño João Braz de Aviz, llamado en enero de 2011 desde su sede arzobispal de Brasilia a la prefectura de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica para suceder al cardenal Franc Rodé

Aun siendo reciente su nombramiento como presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano y presidente del Governatorato, monseñor Giuseppe Bertello, ex nuncio apostólico en Italia, era, por obvias razones, candidato incuestionable a la púrpura.

Más reciente aún fue el nombramiento del único español designado cardenal en este consistorio; me refiero a monseñor Santos Abril y Castelló, que en noviembre del año pasado recibió el título de arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor, sucediendo al cardenal estadounidense Bernard Law.

Pero si de récords de rapidez puede hablarse en este caso, hay que atribuírselo a monseñor Manuel Monteiro de Castro, que hasta el 5 de enero –es decir, en vísperas del anuncio papal– era secretario de la Congregación para los Obispos y ese día fue nombrado penitenciario mayor de la Iglesia Católica, sustituyendo al cardenal Fortunato Baldelli.

Otros cinco altos cargos curiales recibirán el capelo cardenalicio, y son los arzobispos Antonio Maria Vegliò, Francesco Coccopalmerio, Edwin Frederik O’Brien, Domenico Calcagno y Giuseppe Versaldi, respectivamente, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, Gran Maestre de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, presidente del APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica) y presidente de la Prefectura para Asuntos Económicos de la Santa Sede.

Ausencias destacadas

Algunos comentaristas han echado en falta que Benedicto XVI no haya incluido entre los neocardenales a monseñor Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, organismo personalmente deseado y creado por él.

También ha extrañado que otro hombre de tan dilatada experiencia como monseñor Claudio Maria Celli, actual presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, diplomático de carrera y en su día responsable del APSA, no figure en la lista.

Y lo mismo podría decirse del polaco monseñor Zygmunt Zimowski, que rige con inteligencia y tacto los destinos del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios y la Pastoral de la Salud. De los 12 presidentes de pontificios consejos, son los tres únicos no cardenales.

Nueve obispos residenciales

Vayamos ahora a los arzobispos residenciales que el Santo Padre ha querido honrar con la púrpura. Dos de ellos son de rito no latino: el siro-malabar arzobispo mayor de Ernakulan, Su Beatitud George Alencherry, y Su Beatitud Lucian Muresan, arzobispo mayor de Fagaras y Alba Iulia de los Rumanos (nacido el 23 de mayo de 1931 en el seno de una familia greco-católica).

De los siete restantes, el más joven es el arzobispo de Berlín, Rainer M. Woelki (del que ya anticipamos en su día que llegaría pronto a cardenal), con solo 56 años de edad y que era auxiliar de la Archidiócesis de Colonia hasta que hace apenas un año sucedió al cardenal Georg M. Sterzinsky en la capital de la República Federal Alemana.

En este grupo hay un solo italiano: el arzobispo de Florencia, Giuseppe Betori, durante años secretario de la Conferencia Episcopal Italiana y víctima de un fallido atentado en el que resultó herido de cierta gravedad su secretario personal. Muchos esperaban que entrase a formar parte del colegio el arzobispo de Turín, monseñor Cesare Nosiglia, que es también vicepresidente del Episcopado nacional, y se ha presentado como causa de la exclusión que su predecesor, el cardenal Severino Poletto, sea aún elector; pero idéntico caso es del Florencia (el cardenal Antonelli, actual presidente del Pontificio Consejo para la Familia, no ha cumplido aún los 80).

Eurocentrismo

La diversidad geográfica en este sector es, lógicamente, mayor. El único chino elector será John Tong Hon, arzobispo de Hong Kong desde abril de 2009.

Mientras que el arzobispo de Nueva York, monseñor Timothy M. Dolan, y monseñor Thomas C. Collins, arzobispo de Toronto, engrosan el ya nutrido lote de cardenales electores procedentes de América del Norte (15, entre canadienses y estadounidenses).

De otros países europeos proceden el arzobispo de Utrecht, en los Países Bajos, monseñor Willem J. Eijk, y el de Praga, el dominico Dominik Duka, que pasó una buena parte de su vida como obrero de la fábrica de coches Skoda.

Cuatro ultra-octogenarios

De los ultra-octogenarios, el más conocido, sin duda, es el belga Julien Ries, nacido en 1920, profesor durante treinta años en la Universidad Católica de Lovaina, fundador del Centro de Historia de las Religiones y autor de unas cuarenta monografías de su especialidad, la antropología religiosa fundamental.

“Ser cardenal –ha declarado con sencillez– me llena de alegría; sin embargo, no me hace feliz la edad que tengo”. Junto a Muresan, los otros dos son el jesuita Karl Becker y el agustino Prosper Grech, a los que Benedicto XVI ha querido recompensar su entrega a los estudios y su colaboración como consultores de la Congregación de la Doctrina de la fe durante varios lustros.

Ni que decir tiene que, puestos a superar el límite de electores querido por Pablo VI, este Papa podría haber ampliado el consistorio sin dejar fuera a naciones y continentes no representados. Sorprende, por ejemplo, que la lista no contenga ni un solo representante de las Iglesias africanas, que han dado tantas pruebas de madurez en la última Asamblea del Sínodo de los Obispos.

El único latinoamericano incluido ha sido el brasileño Braz de Aviz, pero, a estos efectos, se sitúa ya entre los curiales.

Tampoco hay ningún arzobispo de Oriente Medio, y llama la atención que no haya sido nombrado cardenal el Patriarca de Antioquía de los Maronitas del Líbano, monseñor Bechara Rai, sabiendo la autoridad moral y política que representa en el país mediterráneo.

Un cónclave “italianizado”

Los comentaristas italianos no han dejado de subrayar que sus compatriotas figuran entre los numéricamente privilegiados en este consistorio: son siete de los 22 nombrados, lo cual quiere decir que en un próximo cónclave serían, con mucho, el núcleo más numeroso, con 30 electores sobre 125. Aumenta igualmente la presencia de la Curia, a la que pertenecen casi la mitad de los ahora nombrados.

“Notabilísimo en estos equilibrios –escribe Andrea Tornielli en La Stampa del 7 de enero– el peso de la Curia: después del 18 de febrero, 44 de los 125 cardenales electores, es decir, más de un tercio, trabaja o apenas ha dejado de trabajar en los dicasterios u oficinas romanas. El cuarto consistorio de Benedicto XVI marca también el culmen de la influencia de su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, que ha obtenido el nombramiento y la designación cardenalicia de prelados muy cercanos a él”.

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