La sorprendente república de los monjes

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4.00 p m| ROMA, 03 jun. 10 (ZENIT/BV).- En un país como Grecia, que está atravesando una dramática crisis económico-política-social, existe la sorprendente república de los monjes cristiano-bizantinos, donde cerca de 1700 monjes viven aislados en una estrecha y larga península en el mar Egeo, donde es difícil entrar. Prohibida a las mujeres, pero dedicada a María, porque según una antigua tradición, la Virgen Madre y San Juan encontraron allí refugio en una tempestad del mar circundante.

No es fácil visitar el Monte Athos, se necesitan permisos especiales, porque esta república de monjes, aunque territorialmente pertenece a Grecia, mantiene allí un gobernador (nombrado por el Ministro de Exteriores griego), está reconocida como una “entidad teocrática independiente”, que depende directamente del Patriarca de Costantinopla; y Grecia defiende rigurosamente esta independencia y los límites del territorio monástico.

Antes se pensaba que se trataba de un monasterio, por el contrario es una verdadera “república teocrática”. Un vasto territorio a lo largo de la pequeña península (45 km y el límite con Grecia al pincipio), con bosques, campos cultivados, carreteras, montañas, mercado, poblados donde viven monjes, pero también laicos con la familia y las esposas a pocos kilómetros que trabajan para los monjes.

La península en el límite con Grecia es montañosa y boscosa, llena de acantilados. En el centro está la Meghisti Làvra (la gran làvra), el monasterio fundado por san Atanasio en 963. Làvra significa “camino estrecho”, e incluye las celdas monásticas, la iglesia, el horno, los almacenes, la hospedería y otros servicios. Los monasterios cenobíticos (el cenobio es donde los monjes viven una vida comunitaria) son veinte. Muchos monjes viven solos, algunos viven en grutas aisladas, otros en cumbres de montañas de difícil accesso y a quienes de vez en cuando se les abastece de comida desde abajo con una cesta.

A la república monástica se accede sólo por mar y, aparte del viaje en autobús que conduce del pequeño puerto a la gran Làvra y para algún recorrido más largo, para visitar el territorio se hacen horas a pie, entre bosques, colinas y montes, siempre en un paisaje encantador, con el mar azul oscuro que a veces se ve desde ambas partes de la estrecha península. Los permisos de residencia son de 3-4 días, pero prorrogables, y hay que quedarse en la hospedería de un monasterio. La gran Làvra, suspendida entre el cielo, la tierra y el mar, es el lugar principal de este “monte santo” consagrado a María y a la contemplación de Dios y de la naturaleza.

Se vive en una atmósfera llena de oraciones, cantos, trabajos y renuncias, pero con el ánimo alegre porque te encuentras en contacto con la naturalza y sobre todo con Dios. Todo transpira a Dios, todo habla de Dios, que se revela llenando el corazón de alegría. Si se visita el Monte Athos, es necesario ir con el alma abierta a la contemplación, de lo contrario no se resiste.

Imagen:(Geond) Vista lateral del Monte Athos

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