Archivo del Autor: ANIBAL QUIROGA LEON

Acerca de ANIBAL QUIROGA LEON

Profesor Principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Profesor Principal de la Universidad de Lima, Profesor de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas - UPC

Y QUÉ HAREMOS MAÑANA

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Aníbal Quiroga León ([1])

Una de las frases que más se ha repetido -llegando al hartazgo- en los casi diarios extensos monólogos presidenciales sobre la pandemia- con la tinka en las preguntas de la prensa, a las que se pretende llamar “conferencias de prensa” en un claro exceso conceptual, es que si no se hubiera hecho lo que se hizo al principio, estaríamos en medio de una catástrofe.

Esa es una verdad absoluta del tamaño de una catedral que no admite refutación.  Y eso ha sido reconocido por tirios y troyanos. Pero ese tiempo ya pasó, ya fue el inicio de la desgracia que nos azota y de las primeras medidas adoptadas. La pregunta ahora ya no es en pretérito perfecto, si ese acierto acaso da infalibilidad respecto de lo hecho después, de lo que se hace ahora y de lo que se hará mañana.  Y allí las respuestas ya no son tan simples, ni tan optimistas.  Eso se sabe desde las alturas del poder. Por eso la repetición cansina de lo obvio, por eso la “yapa” y los tutoriales presidenciales del lavado de manos, etc.

Es evidente que luego de 50 días de confinamiento obligatorio y de toque de queda nocturno, las medidas se han relajado y la gente ya no hace caso a las recomendaciones, ni a la policía, ni a las FFAA, ni a nada. El propio Ministro de Salud termina pechado por médicos y enfermeras por cuanto hospital intenta pasar. Por eso es que tratan de transferir la responsabilidad a la población desobediente e indisciplinada. Pero claro, si soy funcionario público confinado en casa, o empleado formal, a quien el 25 de cada mes le depositan su salario, trabaje o no, es fácil exigir coherencia y solidaridad.  Pero si soy de los que en medio del confinamiento han perdido su trabajo y sus ingresos con el cese laboral ridículamente llamado “perfecto”, o si soy parte de esa ingente informalidad que caracteriza a la sociedad, a la economía y a la institucionalidad peruana, que se gana el sustento día a día en la calle, con el trabajo cotidiano, el confinamiento supone desesperación, hambre, fastidio, reclamo y, finalmente, el riesgo de salir a la calle a pesar de la muy posible contaminación.  Eso no es porque la gente sea mala, o insolidaria, o simplemente ignorante, es porque no tiene alternativa: la muerte lenta de hambre o la ruleta rusa de salir a conseguir el pan y traerse de “yapa” (Presidente dixit) el COVID19, tanto a la familia como al entorno.

Mucha gente cree que esos migrantes, que a pesar del toque de queda, la presencia policial y las FFAA, se han lanzado a la carretera para regresar a sus regiones eran gente de tránsito en Lima y que pandemia los cogió en movilización. No, eran gente provinciana viviendo en Lima que trabajaban formal e informalmente, y que la cuarentena les ha hecho perder lo poco que tenían, que se han quedado sin ingresos, que han sido echados por propietarios por no pagar el arriendo, y que optaron por regresar al terruño con la esperanza de lograr, pandemia de por medio, mejores oportunidades de sobrevivencia que en la Capital.  Es mano de obra perdida.  Esa es la verdad dura y madura.

Por lo tanto, no se trata de solo preguntar mañana lo que no se pudo preguntar hoy por el parapeto presidencial en sus monólogos televisados; se trata de preguntar -y repreguntar- por el hoy y por el mañana. ¿Por qué se ha hecho dos recambios ministeriales en medio de la crisis? ¿Por qué se ha cambiado al jefe de la Policía cuando casi ni se había sentado en su puesto? Y, ¿Por qué hay señales de clara corrupción con los recursos asignados para la emergencia sin que sobre ello casi ni se frunza el ceño?

Se han limitado a pucheros televisados y al pésame a las familias de los policías y médicos fallecidos por atender a los contagiados, sin que se hayan hecho puentes aéreos o verdaderos esfuerzos por dotarles de una mejor atención, cuando a ciudadanos varados en el extranjero se les ha pagado hotel y comida por cuenta de nuestros impuestos.  ¿Tan difícil es que el avión que lleva el oxígeno requerido a Iquitos y Pucallpa pueda traer a los médicos infectados por realizar con verdadero heroísmo su incomprendida labor? ¿Tan fácil es trocar su condena a morir a cambio de un póstumo ascenso, un pésame impostado y una pensión que llegará a su familia tarde, mal y nunca desde un Estado tan ingrato?

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP.

BREVE HISTORIA DEL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL EN EL PERÚ

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Breve historia del derecho procesal constitucional peruano


 

INTRODUCCIÓN.-

Hoy en el Perú existe un sistema mixto de justicia constitucional, que académicamente es llamado Derecho Procesal Constitucional, en el que se conjugan diversos instrumentos de control orgánico e instrumentos de la libertad de orden subjetivo. A la par, los planos también están cruzados, ya que algunos de estos instrumentos pertenecen a la jurisdicción ordinaria, en tanto que otros corresponden a la jurisdicción del Tribunal Constitucional, novísima institución incorporada al derecho constitucional peruano desde 1979. Lo más saltante que hay algunos de estos instrumentos que, empezando en la jurisdicción ordinaria, es posible que terminen en la del Tribunal Constitucional creando una fusión jurisdicción ordinaria – jurisdicción constitucional.

Así, estos diversos, y a veces disímiles, instrumentos tienen como escenario de acción tanto en el Poder Judicial, a través de los mecanismos de control inter-órganos, como aparece de la revisión judicial de la constitucionalidad de las leyes, y los derivados de las acciones de garantía, cuanto en el Tribunal Constitucional a partir de la acción de inconstitucionalidad (la acción directa contra la ley), la posibilidad de conocer en revisión de última instancia respecto de las acciones de garantía denominadas amparo, hábeas corpus, hábeas data y acción de cumplimiento cuando sean denegadas o inadmitidas por el Poder Judicial (en denominación que parafrasea a Cappelletti jurisdicción negativa de la libertad), donde evidentemente se funden los planos jurisdiccionales de estas dos instituciones constitucionales, si bien autónomas en su conformación, relacionadas en este extremo (como una derivación de la jurisdicción de la libertad, según el decir del insigne Maestro italiano Mauro CAPPELLETTI). También comprende la determinación de la contienda de competencia constitucional -tanto positiva como negativa- de los diversos órganos constitucionales.

Este sistema que hoy es mixto sin lugar a dudas –inicialmente calificado con justeza como “dual” por Domingo García Belaúnde- no ha sido, sin embargo, obra de una mente brillante que se haya detenido a diseñarlo con la funcionalidad que hoy tiene. Ha sido más bien un producto histórico en el que se han ido extrapolando y traslapando instituciones del Derecho Procesal Constitucional a lo largo de la historia del derecho constitucional peruano, hasta quedar hoy plasmado tal como se haya contenido en el también novísimo Código Procesal Constitucional (2004).

Este texto legal integral de las acciones de control y de las acciones de garantía constitucional era un caro anhelo reclamado en no pocas ocasiones. Así, al mandato constitucional contenido específica e inequívocamente en el sexto parágrafo del Art. 200° de la Constitución de 1993, obligaba a concentrar todas estas acciones constitucionales en una Ley Orgánica.

En el siguiente enlace podrá leer y descargar el artículo completo:

AQL PONENCIA BREVE HISTORIA DEL DERECHO PROCESAL CONSTITUCIONAL EN EL PERÚ BOLONIA OCT 2017

AMITY ISLAND

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Aníbal Quiroga León ([1])

La trama que subyace a “Tiburón”, un clásico taquillero de Spielberg, era la pugna entre el protagonista y héroe Sheriff y su antagonista el necio Alcalde del balneario; uno alarmado pensando en la seguridad de los veraneantes y el otro ocultando el peligro pensando en el alejamiento del turismo estival del que dependía su economía local.

Más o menos la misma dicotomía se presenta hoy, y no solo en el Perú, sino en todo el mundo. En el orbe se han dado las más variadas respuestas frente a la pandemia que se presenta como un monstruo insaciable de insondables fauces y la economía que luce profundamente herida, al punto que muchos comparan -la de hogaño – en el nivel de la postguerra con Chile y con un futuro muy incierto.

Si a ello se suma que la dirección política ya no luce tan acertada, que nuestro sheriff cambia dos piezas importantes del equipo de lucha en medio de la batalla sin mayor explicación, que el oscurantismo y el secretismo predomina donde las preguntas no son bienvenidas (mejor pregunta mañana) y donde las voces disidentes son peyorativamente acalladas desde las alturas del poder, donde los figurettis de siempre anuncian el apocalipsis con más plagas que las tuvo Egipto, y los adulones son públicamente expuestos por minimizar la cosa ofreciendo subregistros en las casi diarias exposiciones que ya lucen cansinas, repetitivas y con lugares comunes copiando frases de líderes extranjeros (la del Presidente italiano, “debo alejarme hoy, para abrazarte mañana), que la cuarentena no se cumple cabalmente, que cantidad de gente que se desplaza de aquí a acullá, sin control ni ayuda, llevando el contagio por doquier, la verdad es que la cosa no pinta nada bien y tal parece que este tiburón podría devorarnos …

Eso pasa cuando la improvisación llega a la impostura. Cuando la experiencia es reemplazada por la genialidad juvenil teñida de género. Cuando el CV de un profesional incluye ser implacable troll de izquierda que luego se despinta en la cancha cuando se está fuera de los 140 caracteres protegidos por una pantalla.  La pandemia nos ha cogido prevenidos en la noticia, pero sentados en una carcasa absolutamente desatendida e ineficiente como ya lo era la (in)salud pública ofrecida por el MINSA. ESSALUD estaba un poco mejor, pero no tan mejor, y la sumatoria de esas dos ineficiencias históricas a las que el Estado -que quiere ser parte de la OCDE- le dio la espalda hace muchos años, nos han reventado en la cara, y con empeño de última hora, improvisaciones y los latrocinios de los carroñeros de siempre que lucran en la desgracia (así pasó con la ineficiencia del Estado en el terremoto de Ica en 2007) hoy tenemos el resultado que nos escupe a la cara, y que oficialmente se quiere maquillar o, en el peor de los casos, ocultar.

Entretanto, para la tribuna, el premier discute con la joven ministra del MEF acerca del supuesto impuesto a la riqueza -de dudosa constitucionalidad- para que solidariamente los ricachones con más de 10,000 soles de ingreso mensual (¿?) paguen la ineficiencia estatal frente a la pandemia.

Como siempre será la clase media la que pague los platos rotos, porque los ricachones hace rato que se llevaron su plata (el dinero es lo mas cobarde ante una crisis económica, y más ante una crisis de credibilidad política) y, como ya ocurrió en el segundo gobierno de Belaunde y el malhadado “impuesto de solidaridad”, sólo nos generará menor desarrollo y más atraso. Si los impuestos ya gravan la renta y la riqueza mediante un cálculo progresivo acumulativo, donde quien más gana más paga, y sólo tributan los formales en un país altamente informal, debieran saber los gobernantes que en el Perú -como en todo el mundo- la riqueza formal ya está gravada, y que la mejor fuente de recaudación es la real reactivación económica, porque con ello hay trabajo, ventas, industria, construcción, consumo y, por ende (LQQD) más impuestos.  ¡Eureka!  No es tan difícil, ¿no?

¿Cuál es el secreto? Muy simple, separar la politiquería barata y su nocivo populismo de la parte técnica que gobierna la economía, aquella que se llena de orgullo cuando habla de los “fundamentos macroeconómicos” que tuvo hasta marzo la economía del Perú.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP.

HOY TUVE UN SUEÑO

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Aníbal Quiroga León ([1])

Siempre me pareció una bella forma de empezar un discurso. Pronto comprendí que fue usada por Martin Luther King en su célebre manifiesto – titulado así- de 1963, cuando su mayor anhelo era la real integración racial en los EEUU.  Será que de muy niño debo haberla escuchado y quedó guardada en los profundos pliegues de mi consciente temprano, como una maravillosa expresión.

Soñaría con una sociedad más desarrollada e igualitaria, donde la brecha entre la riqueza y la pobreza no sea tan obscena, y donde ese esfuerzo se logre sobre la base de un desarrollo económico pujante y moderno, logrado con el trabajo y el empeño del esfuerzo privado, y no diseñado por un burócrata en una pizarra jugando michi con capitales que no son suyos, sobre los que da cuenta a nadie y para lo cual no tiene más mérito que ser amigote del gobernante de turno.

Soñaría con una sociedad verdaderamente justa, en donde no haya falsos dobleces, ni dobles discursos, donde la ley sea igual para todos y no solo para los enemigos, en donde la hipocresía no sea la forma natural de sobrevivencia, donde no existan figurettis disfrazados de falsos justicieros, ídolos con pies de barro, aplicando una justicia selectiva, deformando el derecho hasta convertirlo en una argamasa ininteligible para terminar convalidando cualquier cosa a troche y moche, constituyendo la delicia mediática del momento.

Soñaría con una sociedad en donde no se dieran exclusiones arbitrarias basadas en las meras ideas de las personas, donde las oportunidades no riñeran con la sola discrepancia y se compadecieran con la tolerancia que tanto se predica y se dice practicar, en donde la meritocracia sea para todos y no solo para los unos, ya que los otros, los iluminados, son convocados por ser “genios(as)” sin cumplir con la antigüedad y experiencia que a los demás se les exige con espartano rigor.

Soñaría con una sociedad en donde al personal médico se les atienda siempre como gente de primera, bien remunerado, bien tratado y con el moderno equipamiento requerido, y que su heroicidad, los aplausos y las lágrimas de cocodrilo no sean estacionales, sólo durante Niños, terremotos, epidemias, pandemias o catástrofes, sino una actividad permanente de modo que siempre estemos preparados para ello, con menos gasto del Estado en asuntos superfluos y más en los verdaderamente esenciales. La victoria es sólo para los que se preparan (amat victoria curam).

Soñaría con una sociedad que tenga unas FFAA y una PNP bien preparada, moderna, profesional, bien remunerada y bien tratada, que nos de seguridad y luche eficazmente contra la delincuencia, y que luego la sociedad no los castigue injustificadamente por hacer lo que se les pide, aún a riesgo de su propia vida.

Soñaría con una educación pública de calidad, con profesores verdaderamente bien remunerados, con un alto estándar de enseñanza, pero -al mismo tiempo- con una calidad de vida digna, que se desempeñen con orgullo y solvencia en su profesión, formando a las nuevas generaciones de peruanos con conocimiento y empatía.

Soñaría con una sociedad que tenga una infraestructura básica, con una autopista del Pacífico que una, sin escalas, Tumbes con Tacna, que sea un verdadero eje del trasporte longitudinal y no con vías históricamente extractivas.  Asimismo, con un tren de alta velocidad que corra paralelo a esa autopista, con ramales que unan a los distintos puntos del centro del país.

Soñaría una otra autopista que, de una vez por todas, pudiera unir ese eje comercial y esencial entre Lima y Huancayo, cuando menos, ya que en pleno Siglo XXI nuestra “autopista” este de tan solo 10 kms es una vergüenza y un monumento a la ineficiencia estatal.

Soñaría, finalmente con eliminar la desnutrición infantil y la anemia, que trae atraso y ciudadanos condenados a no sobrevivir, y cuando lo logran, a tener un menor desarrollo educativo/profesional.  Con menos “todos, todas y todes” y más igualdad real quizás, algún día, lograremos ser un país mejor y vivir en una mejor sociedad.

Pero los sueños, sueños son. Una irrealidad.  Quién sabe si algún día lleguemos a verlos realizados.  En 1963 Martin Luther King jamás imaginó, ni en su mayor alucinación, que sus sueños de igualdad racial culminarían con un afrodescendiente en la Casa Blanca.  Así que, quién sabe…

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP.

LA TENTACIÓN AUTORITARIA

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Aníbal Quiroga León ([1])

Luego de que el año pasado el Presidente Vizcarra dispusiera la inédita y muy discutible -desde el punto de vista constitucional- disolución del Congreso, para ingresar en un no menos ignoto interregno constitucional con la supervivencia del Congreso a través de su Comisión Permanente, para supuestamente escuchar al pueblo y elegir un mejor Congreso que completase el mandado del disuelto -un Congreso corto-, ingresamos luego de 20 años y cuarto periodos constitucionales consecutivos, más el periodo de transición de Paniagua, en una clara fragilidad institucional y en un debilitamiento constitucional que las apresuradas elecciones de enero de este año, su magro resultado (con los pescaditos y los antauristas redivivos) no han solidificado para nada. Por el contrario, la lentitud del JNE en el resultado, la juramentación por “bloques” ya con el tsunami del CODIV19 encima, las dificultades para organizar sus sesiones, junta directiva y plenarios, han complicado en mucho el panorama en favor de lograr un contrapeso de poderes constitucionales.

Para el Presiente Vizcarra la pandemia ha representado -políticamente- la tormenta perfecta, desde que con la disolución del Congreso logró gobernar sin Congreso ni oposición y, con la pandemia, en los hechos, ha logrado que ese status quo se mantenga, no solo por el resultado de la elección y quienes han sido elegidos -lo que ya ha sido considerado por no pocos analistas como peor Congreso que el anterior-, a despecho de la promesa del propio Vizcarra cuando disolvió el Congreso anterior o del ex Premier Del Solar cuando, en día de las apuradas elecciones, ofreció un “refrescamiento” en la política nacional.  De seguro no se refería a la inusitada presencia de los pescaditos…

Por efecto mismo de la terrible pandemia que nos aqueja, que obliga al aislamiento y distanciamiento social, la dinámica y metodología del Congreso resulta contradictoria, al punto que con los pocos plenarios y reuniones que han sostenido, en Mesa Directiva o Junta de Portavoces, ya hay siete de los nuevos congresistas cortos contagiados con diversos niveles de gravedad y nada parece indicar que eso tenga solución práctica en el corto o mediano plazo.  Es decir, el Presidente Vizcarra, por efecto de la pandemia, seguirá gobernando en los hechos con un Congreso nominal y una oposición casi inexistente.

Por eso mismo, por su naturaleza apresurada y su propia composición -muy diferente a la ofertada por Vizcarra cuando proclamó la disolución del Congreso anterior por una supuesta negación fáctica de confianza que el propio Tribunal Constitucional no convalidó, a pesar de la muy benévola sentencia en mayoría que cohonestó la disolución-, y porque estos congresistas cortos están con ansias de ejercer ese poder cortito que se les ha dado tan solo por tres semestres y que con la pandemia se les escapa entre los dedos (el poder es un gran afrodisiaco), ya se escuchan algunas voces muy peligrosas que pretenderían -claro, modificando la Constitución- alargar el mandado de este Congreso corto y/o postergar las elecciones presidenciales del 2021, alterando el cronograma electoral y el natural recambio del Ejecutivo y Legislativo previsto  constitucionalmente para julio de 2021, es decir, a la vuelta de la esquina.

Ya aparecerán quienes de oficio, asalariados o entusiastas, pretendan justificar esto con las más disímiles teorías que hacen la delicia de la prensa, como ocurrió con la convalidación de la disolución fáctica del Congreso el año pasado.  La fortaleza de nuestra democracia, también -qué duda cabe- afectada por el COVID19 se pondrá a prueba para definir si logrará mantener el calendario electoral o terminaremos cediendo, como el año pasado, con ingenuos, ilusos, impostados y bien remunerados argumentos a una nueva tentación autoritaria.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP.

EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA

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Aníbal Quiroga León ([1])

Ahora que la parte dura de la cuarentena parece terminar, nos enfrentaremos a una nueva realidad, muy diferente a la que habíamos vivido hasta la primera semana de marzo del verano del 2020.  Será una suerte de cuarentena escalonada. Algunas empresas no funcionarán, otras cerrarán y otras quebrarán; nadie sabe a ciencia cierta si los bancos en verdad ayudarán por la mala fama -bien ganada- de nunca quemarse y siempre lucrar (algunos pretenden hasta el 10% de interés cuando el BCR les ha librado 300 millones de soles al 2.5% para el rescate financiero de las MYPES). Un viejo adagio cuenta que los bancos son como un paraguas que solo se abre cuando no llueve y se cierra a la primera garúa. Y después preguntan lastimeramente porqué tienen tan mal predicamento.

Tampoco las personas saben si van a tener trabajo.  Los profesionales no saben si continuarán con sus clientes, los clientes recortarán gastos y puestos de trabajo, muchos trabajadores se verán desempleados y las cuentas por pagar se acumularán.  Hoy, además del estrés natural por el inédito encierro familiar  forzado al que no estamos acostumbrados ni preparados, con muchas casas no aptas para que las familias convivan las 24 horas, se une la incertidumbre económica y laboral.  Son como ollas de presión que deben desfogar por algún lado.  Uno de esos resquicios son los colegios y las universidades, en que hay una notoria cesación de pagos e ingentes reclamos de padres que sienten que se les ha privado del servicio educativo, por lo que no se sienten obligados a pagar las pensiones, entrompándose con los colegios privados en muy distintas formas y decibeles, sin tener en cuenta que también allí hay trabajadores, auxiliares, profesores y directivos que están enclaustrados y que, no obstante eso, han hecho su mejor esfuerzo por cumplir con sus metas educativas: un excelente punching bag.

Ciertamente nuestra vida no será la misma. No puede ser la misma.  A los cuidados y prevenciones que deberemos seguir tomando frente a la pandemia y sus riesgos latentes, con una ineficiente infraestructura de salud pública-ESSALUD, a pesar del enorme esfuerzo desplegado a última hora, tendremos que cuidarnos a diario de no ser contagiados con una enfermedad que luce imparable, por lo menos hasta fin de año en que con suerte se pueda contar con su vacuna.

No habrá espectáculos públicos, ni teatros, ni cines, ni deportes masivos, ni reuniones, ni turismo. Todos los negocios y empresas -y el tráfico comercial alrededor de eso- deberá esperar buen tiempo aún.  Trabajaremos lo más eficientemente posible encerrados la mayor parte hasta lograr una media aceptable de eficiencia y seguridad.  Las empresas ralentizarán sus funciones, serán muy cautas con sus gastos, reducirán salarios de personal esencial y prescindirán de todo lo prescindible; empezando -para variar- por sus “colaboradores” (huachafo eufemismo con el que llaman a los trabajadores), compras no esenciales, proveedores no urgentes, -servicios legales p.ej.-, beneficios, bonos, comisiones, etc.  Las empresas estarán aliviadas con ese oxímoron llamado “la suspensión perfecta de laborales” que manda al afectado tres meses sin paga a su casa: ¿Perfecta? ¿Sí? ¿Para quién?

El día después de mañana será muy duro y totalmente diferente. A fuerza deberá serlo.  Y a fuerza nos deberemos adaptar y, con ello, rehacer la vida, la producción, la economía, nuestras actividades y el sostenimiento de la familia.  Deberemos abandonar por un tiempo gastos extras, beneficios y comodidades recreacionales que ya habíamos adquirido (cuántos asistieron al mundial de Rusia, al otro lado del mundo), y volvernos sobre una economía de guerra hasta que finalmente la pandemia sea controlada por la ciencia del hombre (y de la mujer).

Esperemos que en ese día del mañana también participe el necesario recambio político y que las elecciones del 2021 no se frustren por los apetitos nuevos y añejos que subsisten y aparecen, amenazando nuestra fragilizada institucionalidad democrática, también afectada por el Covid19, y que nuestro Bicentenario nos encuentre sanos, recompuestos y con nuevas autoridades en el Gobierno y en el Congreso.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP

RESILIENCIA

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Aníbal Quiroga León ([1])

A Gloria y Hernán, ellos saben por qué…

Sin duda que la crisis mundial de la actual pandemia del Codiv19 se va a superar. ¿En cuánto tiempo? No se sabe, pero ya en el Siglo XXI y con el avance de la ciencia, será en menos tiempo que la solución de otras pandemias que atacaron a nuestra humanidad. Y no solamente las enfermedades desconocidas y masivas, sin cura aparente, sino también las grandes guerras -mundiales y focalizadas- que se han llevado de encuentro a millones de seres, bien combatientes, bien inocentes civiles en medio de un territorio, una ideología o una religión.

Pero el ser humano siempre se ha repuesto. Ciudades enteramente devastadas se han
reconstruido, la economía ha mejorado y la industria de emergencia (sea militar o sanitaria) luego servido para el desarrollo industrial, económico y de salubridad. Eso se llama “resiliencia”, cuya definición más común es la capacidad de recuperación frente a la adversidad para seguir avanzando a mejor en el futuro. En algunas circunstancias, difíciles o con severos traumas, permiten desarrollar nuevos recursos y habilidades que estaban latentes en nuestra potencialidad pero que desconocíamos hasta enfrentar la crisis.

Hace 100 años vivíamos la secuela de una grave postguerra que trajo la muerte de lo mejor de nuestra juventud, muchas familias enlutadas, grave crisis económica, militar, política y de desarrollo que nos postró por casi 30 años luego de haber tenido a un enemigo saqueador (la Biblioteca Nacional, p.e.) y de tener casi 3 años de invasión (desfilando por la Plaza de Armas), amén de terminar con nuestro territorio cercenado. También sufrimos otras desgracias, como los terremotos del 40 y del 70, por solo citar dos, graves epidemias de gripe, sarampión, viruela y cólera, por citar algunas, y gobiernos tiránicos marcadamente ineficientes. La cereza la puso los casi 20 años de terrorismo vesánico que trajo muchas muertes y nos tuvo en vilo trabajando sin luz con generadores en tiendas y oficinas. Y de todo nos hemos repuesto ingresando al Siglo XXI con una relativa estabilidad económica y una sustancial mejora en la calidad de vida. ¿Resiliencia? Claro que sí; y de comer nicovita en las barriadas, hoy por lo menos ese margen paupérrimo se ha superado con esfuerzo, ingenio, proactividad y mucho costo social de nuestros antepasados, abuelos, padres y de los que pasamos los 50 años.  Los milenials no conocieron de eso, solo bebieron de la bonanza, hasta que llegó esta pandemia.

Nos toca enfrentar esta adversidad. Una enfermedad desconocida, de contagio omnipresente, sin más cura que el propio sistema inmunológico de cada quien y de marcada letalidad. Para luchar en parte contra eso, nos han confinado en casa y nos prohíben salir. Los trabajos se pierden, los negocios se arruinan y el futuro para muchos se presenta sombrío y deprimente. ¿Me pagarán? ¿Podré pagar? ¿Me ayudarán?

Pero al igual que ayer, y que antes, y de lo que venga en el futuro, saldremos adelante. Encontraremos fortalezas en aquello que parecen debilidades, oportunidades en lo que parecen masivas quiebras y en el mediano plazo nos volveremos a estabilizar.  Así ha pasado siempre. Así pasará. Claro, nadie dice que no cuesta dejar lo logrado, ni resignarse al balance de lo perdido. De la actual incertidumbre, duda y temor, sacaremos valor, certeza y nuevas oportunidades.  Así somos los seres humanos.

Pero algunas lecciones deberán aprenderse: no se puede descuidar la salud pública -nunca la salubridad del Estado podrá ser reemplazada por la privada-, los profesionales de la salud deben estar siempre bien pagados y tratados (no solo con oportunistas y asustados aplausos y lágrimas de cocodrilo), y las FFAA-PNP deben estar bien remuneradas, entrenadas y capacitadas porque son elementos esenciales en la seguridad de la sociedad.  Y nuestros políticos, ¡ay los políticos!  Esos, deberían ser mejores.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP

MUCHO MÁS QUE UNA GRAVE CRISIS DE SALUD PÚBLICA

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Limay.pe – Un necesario recambio ministerial – Aníbal Quiroga https://limay.pe/politica/un-necesario-recambio-ministerial/


Aníbal Quiroga León ([1])

En su última “conferencia de prensa vertical y reglada”, el Presidente de la República  al responder el nuevo dardo envenenado de ATV de tener que referirse -malaya su suerte- al escándalo farandulero/político Swing, no cabe duda que pegó un capotazo y volteando la respuesta en 360° empezó por victimizarse por una foto antigua corrida en redes y, sin responder el eje central del tema, terminó hablando de la maratón de Gladys Tejeda, las medallas de oro de los Panamericanos y el orgullo nacional.  Sólo faltó, como en los estadios de Rusia 2018 cuando jugaba la selección peruana, ponerse de pie y entonar “Contigo Perú” al mejor estilo del Zambo Cavero.

Fue uno de los “bullets” que le habían preparado para la ocasión, para que la pregunta de marras -si nuevamente tocaba en suerte- no le pillara desprevenido como la primera vez, dejándolo sin aire, y sin una respuesta coherente. Los profesionales del marketing político hablan de los “bullets” como frases cortas que se repiten machaconamente para que queden en el imaginario popular. Los llamados “bullet points” son frases o ideas cortas que recogen las características principales de un producto político. Sus destinatarios (nosotros) debemos entender rápidamente lo que es o quiere el producto. El Presidente los usa permanentemente y, en algunos casos, le venden “bullets” copiados, como -por ejemplo- “el Perú primero”, tomada de la política norteamericana “America First”; o aquella expresión “Debo alejarme hoy, para poder abrazarte mañana” copiada  del Primer Ministro italiano. Otras son nativas: “nos apegamos estrictamente a la Constitución”; “en nuestro gobierno hay tolerancia cero a la corrupción”; “todos los funcionarios públicos que prestan servicio al Estado han sido convocados por estricta meritocracia”; o, “no me van a doblegar”; etc.  Finalmente, como bien aconsejaba un viejo político, se responde lo que se quiere, no lo que te preguntan.

Sin embargo, en medio de una pandemia que aún no hemos domeñado, con carencias esenciales en materia de salubridad (lo del oxígeno medicinal es  escandalosamente obsceno) o actitudes socio-económicas inadmisibles en las que brilla por su ausencia la mínima solidaridad (como el que las clínicas cobren por pruebas moleculares que no realizan, y que el Instituto Nacional de Salud hace gratuitamente, o que las empresas de telefonía amenacen, cuales “hombrecitos amarillos”, el cortar abruptamente los servicios de conectividad (datos e internet) con la complaciente anuencia del OSIPTEL, el regulador que no regula y que juega para las grandes empresas; la actividad política también enfrenta mínimos.  Por eso tanto populismo en el Congreso y por eso el espectáculo de la semana pasada: un Premier que se resistía a pedir un voto de confianza por temor a su negación, ante un Congreso que -nacido de la improvisación, la prisa y las encuestas, con el “síndrome de Estocolmo” a cuestas- se lo iba a conceder de todas maneras, también por temor.

Quizás por ello mismo sea el momento de plantearse en serio un recambio ministerial profundo.  El Poder Ejecutivo también requiere de una necesaria oxigenación, lo que no significa que todos los ministros deban o tengan que irse, pues los mejores y funcionales a la pandemia -que no son la mayoría, lastimosamente- podrían ser reconfirmados. Pero esencialmente la cabeza del Consejo de Ministros debería cambiar: el Premier.

Si, como ha dicho el Presidente de la República, se trata de meritocracia y de buscar a los mejores, hay varios peruanos y peruanas que con holgura podrían ocupar ese cargo y colaborar más eficientemente a sacarnos de la pandemia, liderar a los ministros, tener la vocería apropiada del Poder Ejecutivo, y ayudarnos a salir de la grave secuela de crisis económica, social, de seguridad y credibilidad que aún tendremos por delante.  Pero, claro, eso pasa porque el Presidente honre su promesa de buscar meritocracia para el aparato del Estado y no la anteponga a la mera lealtad e incondicionalidad que, al parecer, es la característica básica su relación con el actual Premier y la razón de su permanencia.

([1]) Jurista. Profesor Principal PUCP

VIDAS PARALELAS

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Aníbal Quiroga León [1]

La abrupta aparición de la pandemia del Covid 19, de etiología, alcances y real letalidad aun desconocidos, pero con una velocidad de contagio ciertamente exponencial, ha puesto de vuelta y media a los aparatos del Estado de varios países, se ha desbordado en no pocos países del primer mundo, ha puesto en vitrina a los verdaderos estadistas y a aquellos que solo son un mero remedo de tales.  Desde aquellos que han tomado en serio tan grave amenaza, tomando las mejores previsiones del caso, hasta aquellos bufos que creen que, con demagogia y populismo, como los brujos de antaño, alejarán al maléfico virus de sus fronteras y que con sus naciones no será. El tiempo y los resultados les enrostrarán la fatalidad de sus equívocas decisiones.

El gran peligro para la salud pública que esta pandemia representa es que su incontrolado avance sobrepase en mucho la magra oferta que el Estado ofrece y se vea avasallado por la enfermedad, sin tener cómo asistir a los contagiados en sus diversos niveles de gravedad.  Esa línea media es la que no debería sobrepasarse so riesgo de caer en el caos social.

A nivel social esto presenta un caos laboral y económico. Servicios que no se prestan, gente atrapada dentro y fuera de su hogar, ingresos que no se perciben, salarios que no se reciben, sueldos que hay que pagar sin obtener las ganancias para eso, obligaciones que se vencen, bancos implacables, la Sunat, etc.

Poco a poco todo aquello irá solucionándose después del 30 de marzo, y recogeremos los platos rotos, nivelaremos la economía, recompondremos la política en lo que queda del Congreso corto que a duras penas se acaba de instalar, literalmente entre gallos y medianoche, y también evaluaremos las experiencias que el manejo publico de esta pandemia dejará para el futuro.  Esperemos que en ese balance nuestra lista de fatalidades sea inexistente o, en el peor de los casos, la menor posible.  No queremos la selección natural darwiniana ni menos aún la solución inglesa de corte economicista exhibida por uno de los máximos exponentes del populismo mundial.

A nivel social esta pandemia -grado mucho más grave que una epidemia- también nos dejará diversas experiencias, ya que el afrontarla tan abrupta y duramente nos muestra lo mejor y lo peor del ser humano en sociedad. Desde el egoísta que corre al supermercado a llenarse de mercadería que no necesita sin importarle dejar desabastecido a su vecino, sin darse cuenta que le está regalando pingues ganancias a sus empresas propietarias con una artificial e innecesaria sobre demanda, hasta aquella apacible ama de casa, adulta mayor, que de pronto se arrancha como fiera leona una plancha de papel higiénico con su vecina; desde aquella joven profesional que envía un mensaje a su vecindario ofreciéndose para hacer las compras de sus vecinos mayores, sin recargo alguno, bastando que se lo pidan, hasta aquellos adultos mayores que sin paciencia ni empatía alguna mandan callar a los críos -en obligado confinamiento- del apartamento contiguo.

Egoísmo y generosidad, entrega y desprendimiento, irresponsabilidad y disciplina. Este forzoso aislamiento inevitablemente sacará lo mejor y lo peor de nosotros. Desde las autoridades, policías, militares, enfermeras, médicos y trabajadores de los servicios básicos que se baten heroicamente en medio de la  emergencia, so riesgo de contagio, y que han merecido el espontáneo reconocimiento de la ciudadanía, hasta alcaldes distritales reyezuelos que creen que tienen “fronteras” allí donde la ley y la Constitución solo les otorgan límites jurisdiccionales administrativos, tratando de sacar ventaja política pensando en cargos mayores -que ciertamente les quedarán muy grandes- por lo que sólo han recibido un unánime rechazo.

[1] Jurista. Profesor Principal PUCP

PANDEMIA

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Mapa de regiones con pacientes diagnosticados con coronavirus al 18 de marzo de 2020. Fuente: https://cnnespanol.cnn.com/2020/03/18/este-mapa-te-muestra-la-situacion-del-coronavirus-en-el-mundo-en-tiempo-real/


Aníbal QUIROGA LEON (*)

Constituye un atavismo del ser humano el temor a lo desconocido. Y nada causa mayor miedo en una población que la propagación veloz e incontenible de una enfermedad desconocida, sin tratamiento eficaz y, sobre todo, sin vacuna. Si antes del 31de diciembre de 2019, ya entrados en el primer quinto del Siglo XXI, alguien hubiese vaticinado que el Comité de Salud Municipal de Wuhan -una remota provincia china- iba a reportar una desconocida súbita neumonía de 27 trabajadores de su Mercado de Mariscos como prolegómeno de una pandemia mundial, poniendo en vilo a naciones desarrolladas del primer mundo, paralizando el tránsito mundial, el turismo, cerrando fronteras, afectando seriamente la economía globalizada y haciendo estallar los controles y la contención de la salubridad en casi todos los continentes, nadie le hubiese prestado atención o lo habrían puesto en la sección de ciencia ficción.

Pero no, lo que estamos viviendo -y lo que falta por ver- no es una ficción producto de una afiebrada mente; es la realidad cruda y madura que ha hecho que en tan solo dos meses del verano meridional el planeta se vea conmocionado con una verdadera “pandemia”, palabra muy superior en gravedad a la “epidemia”, guardada por mucho tiempo en los anaqueles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que ahora rápidamente se ha tenido que desempolvar para enfrentar el severo ataque que significa el rapidísimo contagio del nuevo coronavirus o Covid 19.

Una “pandemia” es la propagación a nivel de un gran territorio de una nueva enfermedad donde la mayoría de los afectados no tiene inmunidad ni existen remedios o vacunas eficaces contra ella. Es una verdadera emergencia de salud pública a nivel masivo, nacional e internacional. Se caracteriza por causar muchos casos graves en grandes áreas geográficas, traspasando fronteras y, muchas veces, continentes.

Desde la Peste, pasando por la Gripe Española, para aterrizar en el Cólera, el Sida o la Gripe H1N1, no se vivía una verdadera “pandemia” de la agresividad y velocidad de contagio que la que hoy enfrentamos, sin que tengamos una verdadera cura a la mano. Ni siquiera tenemos los reactivos suficientes para atender la determinación oportuna de la simple confirmación o descarte de los contagios.

Sin precedentes, el Presidente de la República ha anunciado necesarias medidas de emergencia que pueden lucir drásticas frente a nuestros antecedentes, pero que sin duda son más que necesarias ante el enorme riesgo al que nos enfrentamos y que algunos se resisten en admitir, disponiéndose el cese de las actividades escolares públicas y privadas. Han seguido las superiores y universitarias prontas a iniciarse, y todo evento que congregue a público masivo, ya que se trata de contener el contagio y no de propiciarlo. Con verdadera responsabilidad, si miramos la realidad, nadie podría asegurar que puede estar exento del contagio del Covid 19. Ni ricos ni pobres, ni obreros ni empresarios, ni profesionales ni empleados. Esta pandemia no distingue territorio, condiciones sociales, edad, sexo o nacionalidades. Por eso debemos extremar las precauciones sin riesgo a la exageración. La protección de la salud pública y la vida de los ciudadanos lo requiere.  Disciplina y solidaridad social hasta que el peligro pase. Aún estamos en medio de la tormenta.

(*)   Jurista. Profesor Principal PUCP