[Visto: 1035 veces]
Nacido en Bolivia, Adalid Contreras Baspineiro estudió Sociología (UMSA, Bolivia) y se especializó en Comunicación para el Desarrollo y Derechos Humanos. Doctor Honoris Causa por el Consejo Iberoamericano en Honor a la Excelencia Educativa. Docente de cursos de posgrado de diversas universidades latinoamericanas, fue Director del Programa de Derechos Humanos de la Universidad Andina Simón Bolívar y del Posgrado sobre Derecho a la Información y la Comunicación en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Autor de más de 20 libros, entre los que se destacan ”Imágenes e imaginarios de la comunicación desarrollo”, “Dignity and Human Rights” y “De la Libertad de Expresión al Derecho a la Comunicación”. A continuacion una intersante posicion sobre la guerra Sucia
Gianna
La guerra sucia es una FODA
¡Qué FODA!
FODA se escribe con F, no con J. Nos referimos, por si acaso, al instrumento-síntesis que organiza los elementos del diagnóstico de planificación en dos categorías externas: las Oportunidades (O) y las Amenazas (A) en correspondencia con otras dos internas: las Fortalezas (F) y las Debilidades (D). Estos cuatro elementos se combinan de a dos (siempre una interna con otra externa) para definir la orientación de las estrategias como ofensivas o defensivas.
En las campañas electorales se habla de Fortalezas (F) cuando los partidos y frentes políticos tienen programa sólido, candidatos idóneos, militancia activa y masiva, estructura partidaria organizada, recursos suficientes. Lo contrario señalará las Debilidades (D) aplicables a candidatos sin carisma, caudillismos, militancia reducida, ofertas irrealizables, escasez de recursos. Mientras que las Oportunidades (O) y las Amenazas (A) expresan, desde el contexto, funciones facilitadoras u obstaculizadoras.
Si el resultado de los diagnósticos entrega un cruce entre F (Fortalezas) y O (Oportunidades), las campañas se mueven en terreno propicio, igual que en el fútbol donde la combinación ideal para jugar bonito, atacar y golear se da cuando el equipo es de primer nivel (F), y además juega en su cancha y con una bulliciosa hinchada que lo apoya (O). Pero si la combinación de elementos da un cruce entre F (Fortalezas) y A (Amenazas), es decir que se tiene buen equipo pero se juega en cancha del rival con un árbitro vendido, hay que tomar cuidados y aprovechar las individualidades para el contragolpe, al mismo tiempo que jugar al off side. En cambio si la combinación es entre D (Debilidades) y O (Oportunidades), es decir que el equipo es malo pero tiene a favor el arbitraje, el público, el clima o la mala racha del contrario, se podría pensar en un buen resultado con un gol de penal para defenderlo a rajatabla. Pero si la combinación es D (Debilidad) y A (Amenaza) entonces la F se vuelve J y no queda sino hacer del fair play poesía, jugar a matar, desarmar al rival y armar la tole-tole con el juego sucio.
No era mi propósito hablar de fútbol, pero sirve para entender los entretelones de la guerra sucia en la coyuntura electoral boliviana. Su aplicación pone en evidencia un recurso de doble propósito por parte de partidos políticos con pocas oportunidades de triunfo: impedir y/u opacar, el posible triunfo en democracia de un líder indígena y de una organización política surgida como instrumento político de las organizaciones sociales.
La guerra sucia no es sino un proceso de regresión conceptual, metodológica, ética y organizativa. Existe regresión conceptual, porque el marketing político, o proceso destinado a superar los desajustes entre programa político y demandas o deseos ciudadanos, se reduce a lo que se denomina marketing electoral, que consiste en la búsqueda desenfrenada de captación de votos mediante el posicionamiento de candidatos, siglas y eslóganes. En el caso boliviano esta regresión se evidencia en unas elecciones que no han sabido ponerse a la altura del desafío histórico de refundar el país, como era la pretensión de los movimientos sociales y regionales.
En coherencia con esta limitación conceptual, la regresión metodológica está relacionada con el reduccionismo de un paradigma comunicacional ya limitado por su sentido unidireccional, el difusionista. Con la guerra sucia, este enfoque concentrado en la persuasión se vacía todavía más de consistencia, descartando o minimizando los elementos racionalistas o del conocimiento, para concentrarse en aspectos estrictamente actitudinales, en base a la activación de las sensaciones o emotividades. Con este recurso se busca por una parte destruir o descalificar al polo contrario; y por otra parte se pretende distraer la atención de los temas centrales para posicionar elementos relacionados con comportamientos o perfiles personales. Además, en esta regresión la política, los partidos, los programas, los políticos y los electores son tratados como acontecimientos banales.
Por su parte, la regresión ética tiene que ver en realidad con su ausencia. El marketing político o el electoral realizados en los medios de comunicación deberían asumir las reglas del juego del derecho a la información, que plantea el respeto de la vida privada como la intimidad, la honra y la dignidad; y el respeto de los códigos sociales o colectivos como la seguridad nacional y la cohesión social. Obviamente, este andamiaje es intencionalmente ignorado en la guerra sucia, apoyándose en la naturalización utilitaria de una práctica que sabe lograr resultados efectivos.
Finalmente, la regresión organizativa expresa las permisividades de la libertad de empresa vigente de facto en un régimen de organización con articulaciones entre propiedad de los medios de comunicación, vinculaciones comerciales y pertenencias o afectos políticos. Estas formas de concentración admiten intervenciones propietarias como la censura, la imposición de criterios y el control de procedimientos o estilos. Además, escudándose en la libertad de expresión legitiman prácticas políticas del todo vale y convierten a los medios de comunicación en los campos de batalla privilegiados para la guerra sucia.
La construcción de discursos, otra FODA
Si el discurso es el soporte lingüístico de la manifestación material y espacio-temporal que tiene la producción de sentidos combinando lengua o códigos con habla e imagen o textos, el discurso electoral es la manifestación hablada, visual, escrita y corporal de la estrategia electoral en la búsqueda de poder político. En un contexto signado por la guerra sucia, la construcción de discursos electorales se aferra a la concepción, los métodos y parámetros sensacionalistas, banalizando y espectacularizando la política.
Es sabido en el marketing político que la construcción del discurso resalta la exposición de dos elementos: las formas de presentación de la promesa electoral basada en el programa de gobierno y la relación de este texto con el contexto histórico. En el marketing electoral estos elementos se minimizan y cobran sentido los relacionados con las trayectorias y actitudes personificadas en los líderes de los frentes políticos.
En las elecciones presidenciales y prefecturales bolivianas la guerra sucia está ocurriendo en un particular contexto que evidencia una polarización de preferencias entre una propuesta de derecha y otra de izquierda. La derecha, simbolizada en la agrupación ciudadana Poder Democrático y Social (PODEMOS) liderada por el conservador Jorge Tuto Quiroga, es en realidad un núcleo de inocultables coincidencias y complementariedades con el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el partido de Goni Sánchez de Lozada. En el otro extremo, la izquierda está representada en solitario por el Movimiento Al Socialismo (MAS), del líder indígena y cocalero Evo Morales.
Esta polarización, en un país que en los cinco últimos años ha tenido 5 presidentes, desencadena procesos que no exponen una guerra de propuestas sino de insultos y acusaciones, mediante la descalificación política, social y cultural. El ambiente en cada tienda electoral ha sido ganado por la entropía o el ensimismamiento en sus propios discursos, entendiéndose las cosas como cada uno las quiere entender. Además, y como es propio de estos procesos, la euforia o credibilidad en que cada acción se recompensa en indecisos ganados, las campañas denotan una especie de ilusiones ópticas típicas de los procesos difusionistas basados en la saturación y la descalificación. Estas ilusiones ópticas suelen expresarse en temas tan mínimos como la autoafirmación de fuerzas por haber ocupado primero una plaza, o haber pintado los muros más visibles de las ciudades, o por haber llenado de pancartas los postes de electricidad de las avenidas. Es tan subjetiva la incomunicación, que en ese mismo nivel, de intolerancia, se juzga el arte de la política, y a ese nivel se pretende llevar las preferencias electorales.
Del análisis de las formas como se construyen los discursos en el actual proceso electoral boliviano, encontramos que la guerra sucia se materializa en distintos niveles, densidades y profundidades. Existe una guerra sucia de alta intensidad, sostenida y permanente como la que está dando PODEMOS contra Evo Morales, y el MNR contra Samuel Doria Medina de la Unidad Nacional (UN) y contra el mismo Evo Morales. Se da también una guerra sucia oportunista o de baja intensidad, caracterizada por las acciones de la UN contra PODEMOS y el MAS aprovechando el contexto de confrontaciones producto de la polarización entre estos dos frentes. Un tercer tipo de guerra sucia se expresa en violencia física que ocurre en espacios públicos entre partidarios del MAS y de PODEMOS. Y una cuarta forma de guerra sucia, mediática y sensacionalista, la producen algunos medios de comunicación.
FODA con guerra sucia de alta intensidad
PODEMOS, el segundo en la intención de voto, es el partido más empeñado en desatar una guerra sucia sostenida contra Evo Morales, el primero en las encuestas. En esta opción, el lado de la campaña de PODEMOS dirigido a posicionar propuestas es irregular y discontinuo, salvo la presentación de su asistencialista política social y de empleos temporales así como la lucha contra el narcotráfico, pero sin dejar en claro el país que quiere construir. Por otra parte, su tratamiento del contexto es inmediatista, con un fuerte dejo de explicación del país en sus relaciones comerciales como mercado de oportunidades. El MNR ha sido más constante en la exposición terca de dos promesas: una el mantenimiento del bonosol, que consiste en la entrega de una vez por año de un bono equivalente a $Us. 200,oo a las personas mayores de 65 años; y otra la profundización y universalización del servicio materno infantil. Por conveniencia, puesto que su estrategia consiste en lavar su imagen partidista, su discurso ignora el contexto. En el discurso de don Tuto Quiroga se ha hecho norma la alusión a cuatro recursos lingüísticos: la sinécdoque como evasión, la hipérbole como exageración, la antonomasia como adjetivación, y la hipérbaton como confusión. Nos explicamos con ejemplos. Don Tuto no responde a lo que se le pregunta, pero toda palabra le sirve para atacar a don Evo Morales. Le preguntaron sobre los tránsfugas que acogió su agrupación política, y después de explicar que el 92% de sus candidatos parlamentarios son políticos nuevos afirmó que el único que trae listas de migrantes políticos es el MAS donde además habrían convictos. Le preguntaron sobre el TLC, y después de advertir que el ATPDEA otorga empleo a más de 70 mil familias, no dudó en afirmar que esas fuentes de trabajo se cerrarán con el MAS por el predecible castigo (¿bloqueo?) estadounidense. Le preguntaron sobre la nacionalización de los hidrocarburos y respondió que don Evo promete pero que no se sabe de dónde sacará los recursos para indemnizar a las transnacionales. Cuando le preguntan sobre los muertos en su gobierno, su respuesta es que de los 7, 4 eran policías victimados por las huestes cocaleras de don Evo, y no suma a este balance los más de 30 de su gestión como vicepresidente de Bánzer. Elude, da vueltas, confunde y no propone.
Pero los recursos más evidentes de su guerra sucia son los relacionados con las adjetivaciones, asentándose en las seguridades de una confrontación que alimenta con la polarización. Además de declaraciones de prensa, conferencias y discursos, distintas piezas televisivas y radiales muestran una sucesión de epítetos dirigidos a Evo Morales. Empezó queriendo sembrar miedo con el anuncio del desempleo y quiebra de los textileros. De manera frecuente se acude al origen cocalero y los males de un país que busca despenalizar la coca para –dice- narcotizar la economía. Con el pretexto de buscar debate es intensa la alusión a la incapacidad del indígena que apenas terminó la secundaria. Luego aparecieron spots y cuñas haciendo utilización de niños para mostrar la irresponsabilidad de Evo como padre y esposo, complementadas por otros que le demandan el pago de pensiones familiares. Últimamente la dirección de los ataques apunta a un Evo anti-patria que quiere eliminar la bandera boliviana que nos identifica y nos une.
En gran medida, la estrategia electoral de Tuto Quiroga ha vivido pendiente de las reacciones posibles de Evo. Y como no tuvo eco, encontró argumentos en los deslices de dirigentes del MAS menos preparados para soportar los avatares de la guerra sucia. Así, con la imprudente advertencia del líder campesino y senador suplente Román Loayza que afirmó que Evo será presidente “por las buenas, o por las malas”, PODEMOS creyó encontrar el recurso que en las anteriores elecciones Evo tuvo con la injerencia del embajador estadounidense Rocha. Y echó leña al fuego, y acusó contra el golpismo, y logró de parte del Poder Ejecutivo una investigación sobre los aprestos de presuntos militares y policías pro-masistas.
La estrategia de Tuto está atenta al desarrollo de los acontecimientos, principalmente en la búsqueda de que las Amenazas (A) se transformen en Oportunidades (O), a partir del debilitamiento (D) de las Fortalezas (F) de su contrincante. Es obvio que ésta es una típica estrategia de quién se asume en situación (D) / (A). Acaso por esto, afirmaciones iniciales contundentes de Tuto Quiroga se convierten ahora en medias verdades, como es el caso de su demanda por el respeto a la primera mayoría en aras de la gobernabilidad. Hoy por hoy, esta verdad sirve sólo si la primera mayoría es PODEMOS.
La construcción de estas formas de discurso, tanto por el manejo del lenguaje como especialmente por las prácticas empleadas, hacen cada vez más evidente la existencia de una articulación complementaria entre las estrategias de PODEMOS y del MNR, al extremo que se podría afirmar que obedecen a una misma matriz conceptual.
FODA para guerras más sucias todavía
A diferencia de PODEMOS, el MNR no elude ni da vueltas a los temas, es más directo. Su estrategia es clara en la búsqueda de dos objetivos. El primero, reivindicar su imagen deteriorada por los desatinos autoritarios de Gonzalo (Goni) Sánchez de Lozada que hace apenas dos años, en octubre de 2003, fue echado del gobierno después de haber masacrado a más de 70 ciudadanos. El segundo, posibilitar el triunfo de PODEMOS evitando la subida del MAS, que en su lectura equivaldría a la derrota de la economía de mercado y a la consolidación de los movimientos sociales.
En pleno proceso electoral, el MNR ha logrado ya dos victorias, una en el ámbito de su legitimidad y otra en el de su maniobrabilidad política. Los estrategas del MNR supieron elegir como candidato a presidente un desconocido Michiaki Nagatani que cumple un rol de detergente más que de presidenciable. El MNR logra que a lo largo de la campaña no se le reclame por las muertes de febrero y octubre del 2003. Y no sólo eso, sino que el Parlamento desautoriza el juicio de responsabilidades a Gonzalo Sánchez de Lozada y, por si fuera poco, le está disputando el tercer lugar de la preferencia electoral a la UN de Samuel Doria Medina.
Comunicacionalmente, los mensajes subliminales del MNR saben cómo desmontar las virtudes que se resalta para sí mismo Doria Medina: las de su capacidad gerencial y empresarial. Y lo hace con referencia al monopolio que Doria ejerce sobre la industria del cemento y la consecuente fijación de precios no siempre accesibles para la población. Además, se introduce en las formas de producción de las hamburguesas “Burger King” cuya franquicia le corresponde a Doria Medina, el mismo que importa papas fritas en un país de donde la papa es originaria y en el que basan su economía campesinos del altiplano y de los valles interandinos. Entonces tanto por precios como por soberanía, Doria Medina, el empresario, se puso en la mira del partido más experimentado en guerra sucia, pero no por empresario sino porque sus votos los necesitan PODEMOS y el MNR.
Coincidiendo con PODEMOS, la guerra sucia desatada contra Evo Morales por el MNR tiene ramificaciones que emergen de una misma matriz conceptual en la construcción de discursos: la hipérbole como exageración y la antítesis como confrontación. Tan implacable es la aplicación de estos elementos, que no se duda en invadir la vida privada, utilizar niños, desacreditar reivindicaciones legítimas de las mujeres y hacer alusión a la seguridad nacional. En una coincidencia metodológica evidente, ambos partidos, cuando acuden a estos recursos, y en el intento por demostrar fortalezas mediatizan o terciarizan la fuente de sus mensajes en otros protagonistas, como por ejemplo los microempresarios, las mujeres abandonadas por sus maridos, u otros y otras.
Algunas piezas de comunicación que obedecen a esta matriz son reflejos obscenos de la prostitución de la política. Llama la atención particularmente un spot sobre una mujer en un cuadro doliente de la mayor indigencia, que acusa a Evo Morales por abandono de sus hijos y sugiere que si no es responsable con su familia, menos lo va a ser con el país. Complementando el cuadro, la autoría del spot y la responsable de su pauteo o circulación es la misma mujer. Varios elementos de esta pieza están reñidos con la ética: la utilización de niños, el montaje de personas que no son tales, la invasión interesada y falseada de la vida privada, y la desacreditación de las luchas de las mujeres sujetas a violencia, con un spot que en el menor de los cálculos tiene un costo de difusión semanal de 80 mil dólares, ¿qué mujer en esa condición puede hacerse cargo de estos costos?
Otra evidente coincidencia es la auto-referencialidad sobre las virtudes personales o colectivas. Michiaki Nagatani ocupa largos espacios en el testimonio de su propia vida y en la experiencia emprendedora de su colonia migrante japonesa. Tuto Quiroga no habla tanto de él mismo, pero si de las virtudes de su agrupación como símbolo de “progreso estabilidad seguridad mercado empleo salud futuro (no es problema de composición gramatical la ausencia de comas, pasa que así habla don Tuto, sin pausas) a diferencia del MAS que sería regresión inestabilidad terrorismo narcotráfico bloqueos desempleo…”
Pero más allá de las complementariedades en la campaña, se debe destacar la figuración de una convergencia en el Parlamento, ocupando PODEMOS el segundo y el MNR el tercer lugar electoral con una importante composición congresal que podría darles el número suficiente de votos para que Tuto Quiroga asuma la presidencia. Cobra sentido en este esquema el cambio de orientación de la defensa acérrima de Tuto por el respeto a la primera mayoría, que ahora queda claro que no es válido si Evo Morales es el primero.
FODA para la guerra de baja intensidad
Don Evo Morales marcha primero en las encuestas y actúa desde una relación de Fortalezas (F) con Oportunidades (O), pero su estrategia no oculta la desesperación futbolística del equipo que hace hora esperando que suene el pitazo que dé por finalizado el encuentro. El MAS no se entretiene jugando a ganador, está cuidando que sus defensas no le metan autogoles, por esto se arrincona en su esquina. Es arriesgada la estrategia del MAS refugiado en las masas, donde se fortalece, pero a cambio de dejar abierta la posibilidad de sumar más y encontrar la tranquilidad para definir si le alcanzarán las fuerzas en la última semana pre-electoral no sólo para mantener su diferencia, sino para ganar por goleada.
No parece tener lógica este análisis, pero es así. A cualquier frente político le bastaría ganar por un punto, o incluso empatar, y aún perder por un escaso margen para saberse ganador. En cambio el MAS necesita ganar por una clara diferencia para legitimarse como una alternativa de gobierno. Cosas de una historia apilada de exclusiones.
La polarización política en realidad no lo es tanto por la confrontación de propuestas, sino especialmente por la concepción de las mismas y por las apropiaciones ciudadanas sobre sus sentidos. Dicho de otro modo, se sabe que PODEMOS y el MAS son diferentes, pero no se han debatido estas diferencias. Nadie intentó siquiera tender puentes de encuentro, no hubiera sido posible hacerlo. Tuto Quiroga se ocupa de avivar las diferencias y un debate que no llega, y el MAS quisiera estar marchando sin hacer caso de lo que pasa a su alrededor en un ambiente ciudadano en el que está de moda ser del MAS. Entercado en el posicionamiento de su propuesta con desafíos en el largo plazo y en la profundidad de los cambios estructurales, Evo permanece impávido, sin quererse confrontar con los sentidos inmediatos y cotidianos de las otras alternativas.
La promesa electoral del MAS ha mostrado en distintas facetas la base de su decálogo presidencial, destacando el sentido nacionalizador de sus políticas, así como la inclusión de lógicas de sociedad socializadas en los sectores populares. Su referencia al contexto, en coherencia con la promesa se mueve también en el terreno estructural, partiendo del reconocimiento de la existencia de un “empate histórico” entre propuestas regresivas y emancipadoras, base sobre la cual justifica la realización cultural, política y social de un proceso de descolonización para la configuración de una nueva sociedad.
Encontramos en la construcción del discurso masista un cuidado extremo para no incidir en elementos concentrados en los oponentes, salvo sea para aclarar que los ataques a los que lo someten se hilan con argumentos falsos. De manera implícita, y en esto coincide con la UN, el MAS está trabajando la noción de que Tuto miente sobre las acusaciones a Evo, sobre su desvinculación de las responsabilidades que le tocan como vicepresidente del dictador Bánzer, y sobre los alcances de su programa.
En el discurso del MAS concurren factores como la sinécdoque o evasión en su negativa a debatir bajo el argumento que no lo hará con candidaturas que mienten y desacreditan. Los aspectos relacionados con la hipérbole o exageración no ocurren tanto contra el oponente, sino contra procedimientos del sistema político como el rol interesado de algunos medios de comunicación que efectivamente le dan poca cobertura, o rasgos relacionados con las actuaciones corruptas de los partidos tradicionales en las democracias pactadas, o aseveraciones sobre los “gastos reservados” que sirvieron para el enriquecimiento ilícito y el fomento de la corrupción en gobiernos anteriores. La antonomasia o adjetivaciones no se dan con el oponente en un marco de confrontación, sino accediendo a la ironía, como cuando don Evo Morales preguntó en una conferencia de prensa “¿sabían por qué a don Tuto Quiroga lo llaman ecologista?, respondiéndose él mismo que porque ha reciclado la basura”, en clara alusión a los tránsfugas que invadieron su frente político.
Un elemento lingüístico recurrente en el discurso de Evo Morales es el hipérbaton, por las vueltas y giros que da cuando se refiere a la empresa privada y los contratos comerciales con otros países, particularmente los Estados Unidos. No sólo rodea sino que se enreda en alusiones a la cinco-centenaria situación de opresión indígena, o al imperialismo o a la emergencia histórica popular. Abunda en diagnósticos y no en propuestas, mostrándose más como líder sindical que político.
Evo se preocupa por marcar diferencias y asienta en ellas sus seguridades, muchas como amenazas de futuro, como por ejemplo el desalojo de las empresas petroleras que no cumplan los contratos y condiciones del Estado boliviano, o el anuncio de la creación de una red propia de medios de comunicación que se contrasten con los comerciales. No tiene el MAS un manejo explícito de las coyunturas y relativiza las posibles influencias como obstaculizadores del contexto. Acaso las teorías y metodologías del marketing político tengan que reinventar propuestas que asimilen el acceso al pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo. Acaso, en definitiva, la dialéctica tiene que nutrirse de la tetraléctica y repensar los modos occidentalizados de armar FODAs.
Por su parte Unidad Nacional (UN) del empresario Samuel Doria Medina, es el partido más disciplinado en la exposición de su programa, destacando aspectos gerenciales de gestión como la base para desarrollar políticas de lucha contra la pobreza. No relaciona la promesa con el contexto, salvo cuando hace referencia a la necesidad de un país con tolerancia y unido desde sus regiones para combatir la pobreza.
Acude a la hipérbole para justificar su presencia conciliadora en el medio de dos polos que parecen no tener puntos de encuentro sino sólo de conflicto. Declarado abiertamente como una opción de centro, la UN está jugando a pescar en río revuelto, sabiendo que cuantos más parlamentarios consiga mayor será su capacidad de maniobra en el Congreso. Con este recurso enfatiza en que Tuto estuvo ausente del país en momentos claves de la historia contemporánea y le achaca a Evo las desmesuras de las protestas sociales. Ha intentado por distintos medios debatir con los candidatos de PODEMOS, pero no ha logrado sino evasivas por parte de un grupo que afirma que sólo debe debatir con el MAS. Pese a que PODEMOS ha reiterado como acertijo una hipótesis sobre la existencia de acuerdos entre el MAS y la UN, estando en el centro la opción dirimidora de UN en el Parlamento puede ser ideológicamente indiferente y políticamente convenienciera, está jugando con ello.
FODA para guerras campales y mediáticas
Los espacios públicos se han convertido en espacios de confrontación. La violencia física es de lado y lado entre militantes de PODEMOS y del MAS que sobrepasan los esfuerzos de sus dirigencias por no ser provocadores de violencia. La reacción partidista sobre estos hechos guarda coherencia con los sentidos de las campañas. El MAS denuncia evitando ponerse en situación de víctima. Y en forma por demás paradójica, PODEMOS que asume el papel de víctima repone viejas aseveraciones que se manejaban en grupos reprimidos de izquierdistas, tales como que “las piedras no acallan las ideas”, amén de otras como la condonación de la deuda externa, o la afirmación de su líder de que le importa “un bledo” la embajada estadounidense.
El responsable de la Comisión de Veedores de la OEA afirmó que la guerra sucia ocurre en todos los países y no sólo en Bolivia. En un ambiente caldeado por la polarización, estas aseveraciones sonaron a relativizar la importancia que se le está dando al tema. Le faltó subrayar los acentos para que los medios de comunicación no muestren, a partir de estas declaraciones, que la guerra sucia es un recurso electoral normal, y además efectivo.
La guerra sucia mediática es en realidad la continuación en proceso electoral de formas de producción y circulación de los mensajes en los marcos del sensacionalismo. Estos empeños han contribuido a aligerar el ambiente y dejar de lado los análisis de temas para direccionar las agendas a la personalización de los candidatos. No cabe duda que los espacios con estas características son piezas de una maquinaria electoral más amplia que se ha propuesto banalizar la consideración de los programas de gobierno. El manejo de los medios ha demostrado que sus alcances y limitaciones dependen de las características de los procesos políticos, y que la “mediatización de la política” era más evidente en sistemas en los que la política había dejado de hacerse en las calles.
Los espacios mediáticos sobre elecciones buscan espectacularizar y polarizar más la política, al extremo que varios de ellos no dejan de ser shows de exposición de consignas, de personalización virtuosa o diabólica de los candidatos, de participación discursiva en la contienda con resultados de encuestas trabajadas por los propios medios, y hasta de silencios sospechosos sobre los temas trascendentales.
FODA de cierre
Recuperando los distintos elementos expuestos, queremos preguntar a nuestros lectores y lectoras si se animan a explicar por qué en las contiendas electorales predomina la guerra sucia, si están de acuerdo que quién la promueve se encuentra en una situación de combinación de Debilidades (D) con Amenazas (A), y si es o no una real FODA la guerra sucia en campaña electoral.
La guerra sucia marca escenarios de incertidumbres porque existe una relación lógica entre quien es capaz de desarrollar estrategias de guerra sucia en los procesos pre-electorales, con la posibilidad de realizar fórmulas de fraude electoral, y acometer post-electoralmente con gobiernos de corte autoritario. En otras palabras, quien es capaz de desatar la guerra sucia es capaz de todo. ¡Qué FODA!
Leer más »