Puerto Pizarro: Lugar no propicio para el amor, al menos para parejas que no sepan nadar

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Puesta de sol en Puerto Pizarro

Al igual que las moscas cuando son atraídas por el olor de plantas carnívoras o de algunos animales que gustarían tragar sapos de colores llamativos a pesar de que son concientes de su peligrosidad, las playas de Puerto Pizarro son un lugar no propicio para las parejas de enamorados o esposos que quieren pasar una tarde solos completamente aislados de la civilización o cualquier vestigio de ella. Su belleza encantadora hipnotiza y deja de lado cualquier precaución de algunos calenturientos visitantes.

Sin embargo, como dije, este lugar es una trampa segura para los amantes que, bajo una sensual puesta de sol, se dicen todo lo que no pueden decir cuando estan vestidos sin saber lo que vendrá más adelante. En fin, las trampas estan en todo lugar y en todas las formas. La historia del tramposo con la trampa siempre tiene un final que será conocido tarde o temprano por todos..en este caso será conocido muy pronto:

Cuentan que una pareja se fue a Puerto Pizarro, plenos de alegría, celebrando los días de soledad del amante cuya mujer viajó a la capital para ver algunos asuntos familiares. La chica, quien aún no llegaba a los 20, vió en este fin de semana la oportunidad de pasar un tiempo con ese curita travieso que gustaba de visitar capillas, este sábado, ella era una de ellas. Llegaron por la Panamericana, voltearon a la izquierda y llegaron al puerto. 09:00 hrs, turistas nacionales e internacionales se juntaban con algunos lugareños en una fila para abordar los botes que los llevarían a las playas del puerto que estaban 10 minutos hacia adentro. Vendedores del lugar ofrecían”bolos”, sombrillas, toallas y bolsas de mango verde con sal a los visitantes. “Ahí tiene a un sol, lleve, lleve nomás, a un sol la bolsita de ciruelas con sal”.

Agua, olor a pescado fresco, rostros pringosos cual panes recien horneados; calor mañanero a 28ºC. El sol se estampa en el rostro y calvas de algunos. Todos calurosos, sudando, esperando. El primer bote parte dejando escuchar un moderno motor marca “Honda”. Se aleja. Una estela queda marcada hasta que se escucha: “¡Segundo Bote!”. La ocasional pareja sube, ella con miedo de caer al agua, él la ayuda para que no pierda el equilibrio, se sientan juntos, beso, sonrisas. El bote cruza las aguas de la reserva y los lleva a una gran isla con algunas lomas altas rodeadas de vegetación y manglares más abajo. El guía menciona que el agua es salada y dulce, la pareja comenta esto y rien. No logran escuchar la última recomendación dada por el guía. Algunas garzas volaban a lo lejos.

Llegan, desembarcan y el bote promete llegar a las 18:00 hrs. Hay una cevichería más allá pero hay que ir en bote. La isla es extensa y el agua casi llega a cubrirles la mitad de los pies. Nada profunda. Sintieron que podían caminar sin necesidad de utilizar un bote. Caminaron hacia la cevichería y luego de consumir un delicioso ceviche fresco con ají y conchas negras había llegado la hora del descanso. Sentados en la estancia, abrazados, mirando las lejanas olas que se juntaban con el agua dulce a lo lejos. El día corría, el viento fresco y las caricias elevaban la temperatura de los amantes. Decidieron dejar el lugar y entregarse a la naturaleza sin conciencia ni temores. Grave error.

Luego de sumergirse en las aguas y nadar cual peces antropomorfos, disfrutaron de la refrescante sombra de un extraño árbol del lugar, el tiempo pasaba y “lo que tuvo que pasar pasó”. Caricias, besos y promesas se mezclaron y se derritieron cual caramelo caliente en un sartén. “Yo te amo, yo tampoco”, “Me siento feliz ahorita contigo”, “Amor de lejos”,etc. Melosos y viscosos se entregaron a un sueño plácido y sin preocupaciones, mientras el sol bajaba en su trayectoria con dirección al océano pacífico.

Pasadas algunas horas, una pequeña sensación de humedad en sus pies los despertó. Cuando se levantaron, todo lo que habían visto unas horas antes había desaparecido bajo las aguas de la marea de la tarde. Eran las 17:00 hrs. y la imagen de ellos era la de una pareja abrazada en una isla desierta sin luz ni algo para que, por lo menos, pudieran hacer una señal para que sean encontrados a lo lejos. Temerosos comenzaron a gritar, ella lloraba y con sus sollozos se desesperaba cada vez más el ocasional galán.

Pidieron auxilio en voz alta pero nada. Fue cuando empezaron a sentir el agua a la altura de sus tobillos que gritaron de verdad. Ella seguía llorando desesperada mientras el agua continuaba subiendo. Sólo pasaron 15 minutos y el agua les llegaba a los muslos. Desesperados imaginaron su final. Alucinaron las principales noticias de la prensa local: “Mueren ahogados por tramposos”. Ya veían sus nombres apareciendo en las líneas de la crónica policial en las investigaciones del caso y todo tipo de comentarios en sus respectivos funerales. Finalmente, se insultaron, se callaron mútuamente y se dijeron de todo. Inmediatamente después de esto, escucharon a lo lejos el motor “Honda” de un bote cuyo “capitán” gritaba: “¿Hey!, Dónde están?”.

“Aquí, Aquí, Ayuda por favor!”. El dueño del bote les gritó y les dijo que el guía le había advertido a todos que no se alejaran de la playa porque la marea sube y atrapa a la gente ahogándola y llevándosela con la corriente. Al parecer, este pata era guía también. “Han tenido suerte Shh..” dijo, el conductor de la lancha como queriendo cobrar alguito más por el rescate. Lo justo ¿no?. Al final, pagaron por el rescate. Él retornó a su casa para luego llamar por teléfono a sus amigos y contarles lo que le había sucedido. Reunió a todos al día siguiente, después del trabajo (era lunes) los llevó al chicherillo y dijo: “A que no me van a creer lo que me pasó ayer con la Julita”. La historia de los amantes también se divulgó por Puerto Pizarro, más temprano que tarde, gracias al dueño del bote.

Post: Él regresó con su mujer, un beso y un abrazo y a seguir viviendo la vida, pasó un tiempo y retornaron a Trujillo. Julita regresó a Piura y tiempo después fue raptada por un pretendiente que la quería de verdad. Dicen que ahora vive feliz en Morropón tejiendo telas y modelando cerámica; lejos de puertos, mangles y relaciones prohibidas.

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