Salir de la ilusión, solo en una tarde
Ha llegado a esta parte de mi vida el sentimiento de haber reconocido muchos errores que cometí en el pasado. La causalidad hizo que me de cuenta del hecho que cada cosa que realizo tiene una consecuencia irremediable. El mar, la soledad y la naturaleza me mostraron en un sueño repetido los ecos de un recuerdo que no valió la pena atender. Luego descubrí que nunca me quise, y recién ahora me doy cuenta de lo mucho que vale un ser humano. Gracias a ese cariño incondicional de alguien tan especial, de un ser humano que algún día encontraremos en nuestras vidas, de ese ser humano que sólo quiere nuestra felicidad y nuestro bien sin ser familiar nuestro. Esto me resultaba inexplicable, pero antes que tarde, y solo en un tarde, me dí cuenta de ello.
He concluido que el amor tiene la fantástica característica de curar todo, así como lo hace el olvido. En mi manera de ver las cosas, el olvido y el amor son dos cuestiones atadas a la felicidad del espíritu. A punta de pulsaciones nocturnas y pensamientos contínuos aprendí a vivir con los recuerdos de algo que ya no existe más. Hasta ahora me di cuenta que muchos cargamos penas, tristezas o culpas; pesos que son tan enormes que nos intentan clavar y sepultar en donde nos encontremos, deteniéndonos en medio de la nada como si estuvieramos perdidos en un desierto, en medio de un camino, en un encrucijada, dudando permanentemente, gastando la vida y un tiempo precioso.
Sentí que el pasado consumió mi presente. Pensé en ilusiones que me mantuvieron en medio de aquél desierto de dudas, entre recuerdos y posibilidades inexistentes. La felicidad no había llegado a mi vida hasta hace un tiempo. Y la respuesta a la angustia de una espera infructuosa estaba en la simpleza del olvido. Descubrí que la felicidad se encuentra en el olvido así como en el amor. Completé este dúo y descubrí que el desapego es la clave de la felicidad. Gracias a esto sé que no vale la pena identificarse con algo falso o inexistente. Salir de la ilusión entonces es la verdadera clave.
Los recuerdos vienen cuando queremos. No vale la pena odiar ni estar resentidos con alguien. Esa sensación de amargura se diluyó cuando me convencí de que mis pensamientos y mis sueños no eran correspondidos de igual manera. Amar u odiar sin que el otro lo sepa era un desperdicio tremendo de energías. Decidí no vivir pensando en esa persona para vivir haciendo mi vida con otra persona en el presente. La vida es muy corta para criticar o juzgar a otros.
El futuro es incierto, nadie sabe lo que sucederá. He aprendido a borrar todo lo negativo de mi aprendizaje para tener en este presente una memoria convencida. Yo no soy más mi cuerpo porque al fin he salido de la ilusión.