Navidad en Tumbes

Justamente hoy me di cuenta de que es el momento indicado para hablar de la navidad. Como allá hay verano eterno a 21ºC y no es aceptable tomar chocolate caliente, teníamos que esperar a que éste, en punto de ebullición, se enfriara como sea.

Mientras tanto, todos nos juntábamos a reventar verdaderos “arsenales militares” en plan de demostrar nuestra valentía mientras las chicas se sentaban en los columpios y observaban nuestras atrevidas acciones, cuando nos colocábamos temerariamente un petardo encendido a la altura de los genitales mientras gritábamos: “Mira, mira la rata blanca” o cuando concursábamos por demostrar nuestra hombría reventando cohetecillos encendidos en nuestros bolsillos, o cuando “íbanos” a detonar “napoleones” en las entradas de las madrigueras de los pacazos y jañapes (¿qué culpa tenían ellas? Sí, malísimo, pero cuando eres niño generalmente eres idiota). En suma, realizábamos acciones que mal que bien se “justificaban” con nuestra pueril edad mental.

Oh! noche buena, se viene la navidad!.

Luego, “subíanos” al pozo de agua y desde esas alturas (apróximadamente 25 metros) gustábamos de atacar a los más “lornas” con cohetecillos dirigidos hacia sus pies. Cuando querías no les dabas y cuando ni te lo esperabas chuntabas con alguna extremidad de la pobre víctima. Los más alucinantes eran los que íban a la “luna”..a la luna de la casa de algún vecino ausente.

Oh noche buena , se viene la navidad!.

“Bajábanos” inmediatamente y corríamos a encender los petardos que al dar vueltas rápidamente cambiaban sus colores. Ya eran las 11 de la noche y nos separábamos poco a poco para recibir la llegada de Jesús en nuestras respectivas casas. Pasábamos por algunas de ellas y ya veíamos en los patios el bosquejo de algunos muñecos rellenos con kilos de polvora (y uno de ellos con un petardo enorme en el área púbica para variar) que iban ser quemados en la noche de año nuevo.

Oh noche buena, se viene la navidad!.

Algunos ya estrenaban ropa nueva y otros alguna pelota Adidas “Questra” que sería la sensación del próximo año. Chimpunes marca Umbro y zapatillas con luces marca L.A. Gear (sí, las mias) llamaban la atención. La verdad hice que me compraran esas zapatillas de puro “mono” ahora que lo recuerdo, esas luces no tenían ninguna funcionalidad salvo que estuviera perdido en Sechura o perdido en el camino de la peregrinación del sagrado señor de Ayabaca. Sin embargo, hoy he visto zapatillas con ruedas, muy prácticas si es que estas apurado por llegar a un sitio puntualmente o si quieres jalar como maleta a tu pequeño hijo. Extravagancias aparte, recuerdo con cierta melancolía esas navidades en grupo rodeado de verdaderos amigos y regalos llamativos.

El nacimiento de Jesús es algo para recordar, a quienes creen en él, que la pobreza en la cual debemos enfocarnos no es esa pobreza material sino la de espíritu que significa la carencia de su presencia en el alma humana.

Dios, nos envía a su hijo como un gran gesto de amor y con ello busca llenar esa falta de iluminación divina dentro de nosotros. Pasarla en familia, con amigos, con quienes más quieres y con quien realmente amas, es lo más bonito y real de la navidad. Por eso, no esperes regalos en navidad, considéralos ya entregados con el más puro amor, bondad y buena voluntad.

El chocolate no llegaba frío a las 12 de la medianoche, entonces le metiamos hielo ante la impotencia de no poder tomar algo refrescante. Llegábamos a nuestras respectivas casas sudando y por eso esperábamos un buen chocolate contra el omnipresente calor .

Oh noche buena, ya llegó la navidad!.

Feliz Navidad!

 

La rutina y la razón

Las mañanas iluminadas de fuerte luz vespertina son muy comunes en el Norte. El sol se levanta justo debajo de tus pies y te despierta como si te encendieran una potente linterna en los ojos. Una vez espabilado y bien desgañitado, bostezas cual hipopótamo sabanero para luego a estirar tus extremidades como gato de faraón.

Esa iluminación, tan fuerte y calurosa, al rato me causaba un ligero dolor de cabeza desde mis ojos hacia la nuca y de paso me hacía sudar. Se suponía que el sol curaba todo y a lo mejor me estaba curando en aquél momento de agonía. Esperaba temblar y levitar, pero no. No importaba. El mejor remedio para ello era salir a comprar el pan para el desayuno en la famosa “casa del gato”. Una caminata mañanera caería muy bien y de paso vería al pequeño minino.

Abro la puerta mosquitera, coloco un pie fuera, entre la puerta y el marco, para aguantarla (es que la puerta tenía algo que la jalaba hacia el marco) y mientras calculaba los céntimos para comprar una buena cantidad de panes-cápsula y cachangas, escucho un sonido poco usual a unas cuadras de mi casa. Saco la cabeza y veo, nada más y nada menos a una vaca que, con torpes trancos respiraba con mucha fuerza con la lengua afuera, estaba huyendo de algo a sólo unos próximos 4 metros de la puerta de mi casa y de mi.

Inmnediatamente después de ver al mamífero desbocado le grité a mi madre que aún no iba a poder comprar el pan para el desayuno porque había “una vaca suelta corriendo frente a la casa” y que, por esa razón, podría ser peligroso salir. Ella no me creyó y me dijo que dejara de hablar huevadas tan temprano; de pronto apareció galopando un vaquero quien portaba una cuerda gruesa que colgaba de su brazo, mientras que con la otra extremidad se sostenía firme de las riendas. Seguramente iba camino a enlazar a la vaca loca. “Tocotoc, tocotoc, tocotoc” concertaban las sonoras pezuñas del brioso equino. Alucinante! nunca había visto una escena así tan de cerca, simplemente quedé sorprendido de ver algo así.

Cuando noté que los inusuales visitantes se habían alejado lo suficiente decidí salir a comprar el pan para el desayuno.

En sandalias caminé por la lustrosa vereda de cemento, doblé la esquina, pero luego, amables lectores, me podían ver regresando en presuroso correr hacia mi casa con una expresión en el rostro de “Puta madre, corre que no la cuentas!”:

Un toro gigantesco corría frenéticamente, como loco, respirando muy fuerte y con los cuernos en posición de ataque, bramaba y exhalaba tanto que su respiración se sentía a muchos metros, a eso añádanle un semblante enojado. Al parecer estaba persiguiendo a la vaca que yo había visto hace rato y escapando de los otros dos arrieros que lo perseguían gritando “Jo!, Jo!, Jei!” y golpeando las costillas de unas “brillantes mascotas de Héctor”. Ellos iban en posición inclinada y muy enojados, veloces: ¿20 km/h aproximadamente?.

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Años después me toparía con una imagen similar en New York

Me fijé un poco y la mirada de los caballos le daban un aire sereno y solemne al momento. Pude ver los grandes y profundos ojos negros de esa bestia y su enormidad me hizo recordar a los demás toros sobre los que había escuchado: los de miura o los de creta junto con las espectaculares acrobacias que sus bípedos oponentes realizaban en sus lomos en vez de clavarles vistosas banderillas con agudas puntas ganchudas que hoy traspasan su carne.

Asimismo recordé la festividad de San Fermín en España donde no sólo habia que tener valentía sino unos enormes mangos piuranos en vez de bolas entre las piernas: Porque correr delante de un toro loco que te puede asesinar de un solo golpecito, podría ser algo posible sólo si estuviera desahuciado. Su altura y su fortaleza me hicieron ver que el ser humano no era nada y sin embargo, gracias a su inteligencia, tiene un privilegiado poder sobre los demás seres vivos (hacer viviendas con caca de burro por ejemplo).

Velocidad, fuerza, corpulencia y gran altura no eran nada si no fuera por la exclusiva organización del pensamiento. Entendí que la inteligencia objetiva era la clave en nosotros. Con este episodio (y no con Kant O Hegel), y en ese mismo momento, comprendí la importancia de la relación entre la razón y la frágil condición humana.

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