La foto mostrada arriba ha sido tomada en la misma calle, durante y después de un desastre, la 2da guerra mundial.
La prevención es una característica usual que uno encuentra en los ciudadanos de los países desarrollados, algunos dicen que al punto de ser desconfiados, lo cierto es que si se revisa la historia de estas naciones, han sufrido guerras, epidemias, revoluciones, crisis que los han marcado y obligado a generar lo que llaman los franceses un “fil rouge” de reflexión y análisis entorno a alineamientos del bienestar común, no presentes aún en nuestra sociedad. La prevención obliga a ejercer una visión del impacto futuro por acciones u omisiones que se vayan a presentar producto de la toma de nuestras decisiones. En el caso de los desastres toda crisis tiene dos componentes que la explican, los factores relacionados al estado de vulnerabilidad y los factores relacionados al estado de resiliencia.
Con una elevada vulnerabilidad (casas mal construidas, ausencia de drenajes pluviales, presencia de quebradas en las cercanías de la urbe, etc.) y baja resiliencia (mucha corrupción, uso de los espacios expuestos al paso de huaicos, ausencia de una gestión eficiente de los recursos, etc.), el impacto no puede ser otro que las imágenes que se ven por estos días en Trujillo, Lambayeque, Lima. ¿Cómo reducir el impacto en otra ocasión donde el fenómeno disruptor se hará presente?, muy simple, reducir la vulnerabilidad y elevar la resiliencia.
La vulnerabilidad se reduce, construyendo las obras que mitigan los efectos derivados del aumento de lluvias. La resiliencia se incrementa, visibilizando las carencias, limitaciones y trabas que tenemos como nación, respetando la ley, no tergiversando la ley, no manipulando la ley y no creando leyes para corromper o boicotear la construcción de un bien común.