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01/02/22: ¿Cuándo se jodió el estado peruano?

¿CUÁNDO SE JODIÓ EL ESTADO PERUANO?

Efraín Gonzales de Olarte

No cabe duda que en el Perú tenemos un Estado débil, que hace difícil la gobernabilidad democrática y menos aún el desarrollo equitativo e inclusivo. Hay innumerables pruebas de la debilidad del Estado peruano: la incapacidad de afrontar la pandemia del COVID19 con mayor eficacia y menos muertos, la improvisación para remediar el derrame petrolero de Ventanilla, el poco criterio de la Marina peruana para advertir de la posibilidad de un tsunami debido a la erupción del volcán submarino, cuando en todos los países vecinos si se dio la alarma, la creciente delincuencia, la incompetencia para reducir la  enorme informalidad económica y laboral existente, la inacabada reconstrucción del norte después del niño costero del 2016-17, el relativo fracaso de los gobiernos descentralizados, la inexistencia de una carrera pública administrativa, la incapacidad de resolver conflictos sociales, la ejecución parcial de los presupuestos de los distintos niveles de gobierno, y podría seguir dando ejemplos de la incapacidad de decisión, de gestión, de fiscalización, de sanción que tienen los organismos estatales.

Un estado débil es aquel que no tiene capacidad para llevar a cabo sus funciones de manera fluida y transparente, es aquel que no es capaz de disciplinar al sector empresarial y a los gremios, es aquel cuyo sistema de justicia es lento e imprevisible, es aquel que la gente desconfía de sus acciones. Obviamente, un estado débil no contribuye a un mejor desarrollo humano y hace lento el desarrollo económico y social.

Pero, nos preguntamos cuál es el origen de esta debilidad, o en otras palabras ¿cuándo se jodió el Estado peruano? Creo que históricamente hay una falla de origen del estado republicano y está en la herencia colonial, de la cual hay una serie de rasgos y de costumbres que hasta hoy persisten, pero que no nos ocuparemos ahora. Nos interesa saber qué ha pasado en la historia reciente, pasamos de un Estado que explicaba más del 40% del PBI en 1975 al actual que apenas explica el 16%, es decir, en los últimos cuarenta años el estado peruano se ha achicado y se ha debilitado. Obviamente, estado chico no es equivalente a estado débil, no es el tamaño el que importa, sino la calidad para cumplir bien sus funciones definidas en la Constitución.

Creo que el inicio de la debacle del Estado peruano se dio en el primer gobierno de Alan García, cuando la hiperinflación debilitó casi todas las instituciones del Estado, incluyendo su moneda y sus organizaciones sociales. Cuando dejó el cargo García la presión tributaria llegó al 5% del PBI, es decir, el estado no tenía recursos ni para comprar gasa y alcohol en las postas médicas. El siguiente gobierno heredó esta catástrofe económica y, como Alberto Fujimori no tenía un plan económico propio y la economía fiscal estaba al borde del colapso, aceptó el apoyo del FMI, BM y el BID y de los países acreedores, bajo la condición de llevar a cabo un Ajuste Estructural de corte neoliberal, el cual se sustentaba en los principios, de propiedad privada, libertad de mercado y estado mínimo.

Las reformas llevadas a cabo por Fujimori, a más de estabilizar la economía, atrajeron al capital internacional tanto a través de las privatizaciones de las empresas públicas como de las inversiones en los sectores más rentables, es decir, el Estado comenzó a tener recursos extraordinarios, los que crearon un terreno fértil para la corrupción, dada la existencia de instituciones incapaces de controlarla y, sobre todo, dada la crisis moral a la que llevó dicho gobierno. La corrupción alcanzaría ribetes anormales cuando empresas brasileras como Oderbrecht y OAS establecieron un sistema de corrupción institucionalizada a través de las licitaciones estatales.

Por otro lado, el Fujimorato se encargó de debilitar a los partidos políticos, generando una atomización de las representaciones políticas, lo que resquebrajó el papel fiscalizador de los partidos políticos al gobierno de turno. Los partidos políticos hacen parte del Estado, son los que originan los gobiernos que lo manejan.

Las razones del debilitamiento del estado peruano en los últimos 30 años parecen ser: la generalización de la corrupción debido al ciclo del crecimiento de los recursos fiscales, la reducción del tamaño y funciones del estado tanto por la hiperinflación de Alan García como por el neoliberalismo adoptado por Alberto Fujimori, la práctica desaparición de los partidos políticos, que fueron reemplazados por alianzas electorales o simplemente por “vientres de alquiler” para participar en elecciones y para medrar del estado, la falta de decisión política para hacer las reformas de tercera generación, es decir, la reforma del estado que permitiera coordinar y cooperar entre sus diferentes reparticiones, la desaparición de la carrera pública en la administración estatal, en todos los niveles de gobierno. Hay que agregar, que se generó toda una ideología en contra del estado y de la planificación, es decir, el extremo neoliberalismo ideológico reemplazó al razonamiento práctico y realista, dadas las características del Perú.

Es duro constatar que las causas del debilitamiento estatal son muy difíciles de remontar, al Perú le tomará varios años, sino décadas, para reducir la corrupción, generar nuevos partidos políticos en serio, mejorar la carrera pública, tener planes de largo plazo y, lamentablemente, cualquier modelo alternativo al neoliberal, llámese social-demócrata, economía mixta o socialista, no tienen posibilidad porque cualquiera de ellos requiere de un estado más grande y, sobre todo, que funcione de manera eficiente y eficaz.

No es broma, pero el Perú está ad-portas de un estado fallido y de la anomia social. Lamentablemente, el gobierno de Perú Libre y de Pedro Castillo no están capacitados para acometer esta enormidad de problemas. Una desgracia.

30.01.2022

15/01/22: Informalidad, mediocridad y el futuro del Perú

INFORMALIDAD, MEDIOCRIDAD Y EL FUTURO DEL PERÚ

Efraín Gonzales de Olarte

No cabe duda que el Perú es cada vez más informal. Las últimas cifras dicen que el 80% de los trabajadores son informales y que sólo producen el 20% del PBI, es decir, además de no estar registrados en el Estado tienen bajísimas productividades y, en consecuencia, bajos ingresos. El otro 20% de trabajadores formales producen el 80% del PBI y tienen mayores productividades y están mejor pagados

Por otro lado, constatamos con consternación que la mediocridad ha ido creciendo en el Perú. Según el diccionario, mediocre indica algo o alguien que no presenta la calidad ni el valor que sea mínimamente aceptable para su entorno. En general se usa como adjetivo para indicar algo que tiene poco valor o algo hecho con el mínimo esfuerzo. Si comparamos al Perú con otros países, lamentablemente tenemos que reconocer que tenemos un importante contingente de mediocres, sobre todo en la clase dirigente y política, que hoy tienen cargos de gobierno, gremiales o empresariales que conducen al Perú.

Lamentablemente, no existen estadísticas al respecto, pero si algunos signos inequívocos de este problema. En el Congreso de la República existe un importante número de congresistas que han estudiado en las universidades no licenciadas, es decir, han tenido una formación mediocre. Los representantes de los profesores de Perú Libre están en contra de los concursos de méritos, es decir, optan por la mediocridad con tal de tener un empleo. Varios de los ministros de este gobierno apenas tienen conocimiento de los temas de su sector y tienen currículos más bien mediocres. Algunos empresarios y políticos de toda orientación ideológica asumen que basta con tener plata para que sus mediocres opiniones sean válidas. Cuando escuchamos en la radio o la televisión las opiniones de algunos dirigentes sindicales o gremiales, que no entienden las preguntas o no pueden responder con claridad, estamos frente a mediocres debido a la mala calidad de la educación que recibieron y su escasa formación cívica. En general, tenemos una clase política bastante mediocre.

Ciertamente, cuando se analiza el nivel educativo de los informales, nos damos cuenta que la mayoría tienen bajos niveles de educación, no sólo con respecto a los estándares medios aceptados hoy, sino en relación al nivel de educación de nuestros vecinos como Chile o Colombia. Los informales son en su mayoría muy mediocres.

Obviamente, quien no está a la altura del puesto que ostenta es el Presidente Castillo, su mediocridad no es casual, es el resultado de la mediocridad más generalizada que tiene el Perú. Por fin, en el Perú hemos elegido a un representante de las mayorías mediocres, digamos que hasta entonces nos habían gobernado gente proveniente de las elites provenientes del 20% del Perú formal. En algún momento, se tenía que dar este cambio y las mayorías se impondrían.

Debemos reconocer que esta situación proviene de la enorme desigualdad económica y social que existe en el Perú, el 80% informal son en realidad personas con muy bajos niveles educativos, en consecuencia, con bajas productividades y como resultado con bajos ingresos y hoy son mayoría y, ciertamente, se van a identificar con sus pares. Por ello, tenemos que reconocer que las desigualdades sociales, la informalidad, las bajas productividades y la pobreza son hijas del modelo económico que tenemos y de la debilidad del Estado peruano, ambos originados en el ajuste estructural de corte neoliberal que se hizo en el Perú al abrigo del Consenso de Washington hace 30 años.

Por ello, es bastante revelador que treinta años después de haber optado por un modelo primario exportador y de servicios, bajo la lógica e ideología neoliberal, tengamos como resultado tan alta informalidad y tanta mediocridad, cuando, en el papel, estas reformas deberían haber catapultado al Perú a ser parte de la OCDE. ¿qué pasó?

Mientras sigamos pensando que la inversión en minería petróleo o agricultura es la solución para el desarrollo del Perú, la informalidad y la mediocridad seguirán su curso. Un país informal y mediocre tiene un futuro también mediocre.

De pronto el futuro del Perú empieza por fortalecer la SUNEDU, iniciar la acreditación de las universidades y sus carreras, para que haya menos mediocres, apoyar a rajatabla la carrera magisterial y recuperar las clases perdidas por la pandemia aumentando el presupuesto para que el retorno a clases sea a tiempo completo y con mejor alimentación para los estudiantes, para que la mediocridad se vaya extirpando desde la primaria. Si esto sucede, la informalidad bajará casi de manera natural, se reducirán también las desigualdades y de pronto tendremos mejores líderes y políticos.

PC 15.01.2020

 

21/12/21: Cuando la improvisación se hace gobierno: el salario del miedo

EL SALARIO DEL MIEDO: Cuando la improvisación se hace gobierno

Efraín Gonzales de Olarte

“El salario del miedo” fue una película del francés H. Clouzot del año 1953, que trataba de un camión que transportaba una carga importante del poderoso explosivo TNT cuyo objetivo era un campo petrolero donde había un incendio. El trayecto era tortuoso y en cada bache o curva la posibilidad de que el camión estallara era bastante alta. El actor principal era el conductor del camión, que sabía que su vida dependía de su pericia y de su suerte en cada tramo de la carretera.

Creo que en el Perú estamos –mutatis mutandis– en una situación parecida, sólo que el conductor no sabe a dónde hay que dirigir el carro y, peor aún, no sabe que el país se está convirtiendo en una bomba de tiempo y que, más allá de que lo vaquen, sus balbuceos como presidente de la república están minando la economía, las instituciones del Estado, la economía de los pobres y las posibilidades de crecimiento en el futuro. Es decir, no es tanto su confuso izquierdismo y sindicalismo el que está haciendo daño al Perú, es su incapacidad de darse cuenta de que lo que hace tiene efectos negativos para los peruanos, en otras palabras, está destruyendo lo poco de bueno que tiene el Perú, no sé si por ignorancia, ceguera o maldad.

Sin embargo, no sólo es el presidente que muestra limitaciones letales, es también el Congreso y sus congresistas que están convirtiendo el parlamento en un circo donde la mediocridad y los intereses más subalternos conducen sus decisiones. Pero también los medios de opinión, cuya incapacidad de ir más allá de las noticias callejeras y de alimentar los dos polos de la mezquindad política, la ultra derecha y la izquierda desunida, juegan el papel de cronistas de una muerte anunciada.

Uno se pregunta cuál es el origen de tanta ignorancia, mediocridad e incapacidad de estos actores. La respuesta es simple: el sistema educativo. Quien formó al presidente y a la mayoría de los congresistas: la educación pública, de donde provienen los congresistas menos calificados de las universidades privadas bamba, de aquellas que venden o regalan títulos. Nos damos cuenta con espanto que mientras la educación pública y privada tenga los niveles que tiene, es imposible pedir que los que participan en política puedan tener una visión que vaya más allá de lo blanco y lo negro, más allá del comunismo arcaico y del conservadurismo fascista. Cuando se piensa así no es posible ni la democracia ni la gobernabilidad.

El miedo en el Perú se ha instalado y el gobierno, el congreso y los medios de comunicación contribuyen diariamente a generar una atmosfera de caos, cuyo objetivo parece ser la vacancia del gobierno y, como consecuencia, el cierre del Congreso. Es decir, los extremos políticos están buscando que se convoque a nuevas elecciones.

Curiosamente, los extremos se han puesto de acuerdo para endilgarle a los “caviares” la culpa de cualquier acontecimiento con el cual estén en desacuerdo. En consecuencia, finalmente los caviares aparecen siendo de centro o de centro izquierda, es decir, gracias a los extremistas de izquierda y derecha los ataques en realidad van a quienes tienen una posición de centro que le daría gobernabilidad al Perú. Hay que reconocer que los denominados caviares tienen mayores niveles educativos que los extremistas, ahí donde participan o gestionan las cosas funcionan con eficacia y apegados a ley, son personas que tienen principios morales firmes y son enemigos de la corrupción y defienden la democracia y el Estado de derecho. Son odiados porque están en las antípodas de los extremistas de izquierda y derecha. Es una pena que no haya un partido político caviar.

Como en la película “el salario del miedo” no sabemos si este gobierno es capaz de llegar a buen puerto.

11/11/21: Los cien dias del gobierno de Pedro Castillo

CIEN DIAS DE INCERTIDUMBRE: EL GOBIERNO DE PEDRO CASTILLO

Efraín Gonzales de Olarte

La historia política del Perú tuvo un inesperado giro el 28 de julio del 2021, cuando asumió la Presidencia de la República un maestro rural, Pedro Castillo que, debido a la atomización política venció, al “establishment” político en unas tensas elecciones.

La izquierda volvía al poder después del 2011, sin embargo, volvía la izquierda más improvisada y sin ideas claras de cómo gobernar. Como señaló el presidente o propietario del partido Perú Libre –Vladimir Cerrón-, su intención al participar en las elecciones era conseguir la permanencia del partido en el registro electoral y poner algunos congresistas, para tener una voz pública. Sin embargo, los electores peruanos prefirieron un probable zafarrancho representado por Pedro Castillo a la vuelta de la corrupción institucionalizada representada por Keiko Fujimori. Fue una decisión que podría cambiar la sociología peruana, pues por primera vez llegaba al poder alguien que no tiene un partido organizado, que no tiene recursos financieros y que no tiene los suficientes cuadros para gobernar, más allá de su familia, los pocos cuadros del Perú Libre de Vladimir Cerrón y los profesores que lo siguieron en la organización del nuevo sindicato de profesores Fenatep.

Con lo que no se contaba, como factor de gobernabilidad, es la personalidad del presidente Castillo, que nos parece tener los siguientes rasgos: su imposibilidad de aterrizar el discurso de campaña electoral, para convertir sus promesas en objetivos plausibles de llevarse a cabo, sus dificultades para coordinar con sus colaboradores, su reticencia a dar una conferencia de prensa por temor a no saber cómo salir librado, su incapacidad de asumir sus limitaciones y seguir creyendo que él será el primer presidente en cambiar lo que no pudieron cambiar todos los gobiernos anteriores. Además, de estos rasgos, su ilustración e información sobre cómo es el Perú, el mundo, la economía, la política, el marco constitucional y legal es muy limitada, es decir es una persona poco preparada para un cargo de tal magnitud y en un momento tan crítico como el que vive el Perú.

El resultado de esta situación es que durante los 100 primeros días de gobierno todo lo que se ha avanzado se ha debido a que tiene dos o tres ministros que conocen sus campos, en cambio todas las crisis políticas semanales las ha generado el propio Presidente Castillo. Creo que el peor rasgo es su limitada capacidad de aprendizaje, no parece alguien que enseñaba a que sus alumnos aprendan.

Hasta ahora lo está salvando, la continuación exitosa de la vacunación, el rebote del crecimiento económico después de la pandemia, que mal o bien está mejorando la producción y el empleo, y, por otro lado, la favorable coyuntura económica internacional que ha mejorado los términos de intercambio para el Perú, aunque no sabemos hasta cuándo. Hasta el momento la economía parece tener un camino paralelo a la política. Pero al próximo año, que será clave para este gobierno, pues se requerirá de políticas económicas y sociales más o menos articuladas, coordinadas y debidamente financiadas, al salir de la pandemia. El problema es que el Presidente no tiene una idea de lo que avecina.

Este gobierno nos está conduciendo a una situación de incertidumbre, en la cual los empresarios no tienen claridad para tomar sus decisiones, los peruanos de a pie no saben si habrá más empleo, mejor educación, salud y mayor equidad –todas promesas electorales- y los pobres seguirán siendo pobres.

El problema es que la izquierda, y el entorno del Presidente Castillo, cree que una Constituyente que elabore una nueva Constitución podría cambiar el modelo económico y el rol del estado. Esta es una muletilla para postergar la solución a problemas urgentes e inmediatos.

Por lo visto hasta ahora, la izquierda o más bien las izquierdas están perdiendo una gran oportunidad para ser consideradas como alternativa política de cambio y de desarrollo y el Presidente Castillo, lamentablemente no da la talla para asumir un liderazgo histórico. Una pena.

10.11.21

13/08/21: ¿ZAFARRANCHO TRANSFORMADOR EN EL PERÚ?

¿ZAFARRANCHO TRANSFORMADOR?

¿Es posible hacer cambios en un país atomizado? 

Efraín Gonzales de Olarte

Con el gobierno de Pedro Castillo el sistema democrático del Perú ha roto un record: es el quinto gobierno sucesivo elegido democráticamente que, pese a todos los problemas del último período gubernamental, se resolvieron dentro del marco constitucional. Es realmente notable que, pese a la precariedad política y a la debilidad institucional, los peruanos hayamos elegido un nuevo gobierno, aunque sea por un margen mínimo, con la pataleta de la contendora que pierde por tercera y de la furia de la llamada derecha bruta y achorada.

Sin embargo, se trata de un gobierno con características muy peculiares: 1. El partido que lo ha llevado al poder es de izquierda provinciana tradicional de inspiración marxista leninista (una opción ya anticuada en pleno siglo XXI), aunque en la segunda vuelta presentó el Programa del Bicentenario con la ayuda del economista Pedro Francke, lo que le ayudó a bajar los decibeles de extrema izquierda. 2. Este partido casi no aparecía en las preferencias electorales a inicios del año 2021, es decir su intención de voto era de 0.5% (IEP enero 2021). 3. Tuvo que competir con otros 17 partidos, lo que constituía una ventaja para quien pudiera lograr un apoyo mayor al 10% del electorado. 4. El dueño del partido, el médico Vladimir Cerrón, estaba condenado por el poder judicial por corrupción cuando fue Gobernador de la Región Junín, lo que le impedía postular para la presidencia e invitó al profesor Pedro Castillo, quien era dirigente de un gremio de profesores contrario al SUTEP, para asumir la candidatura a la presidencia. 5. Como era maestro y cajamarquino asumió el lápiz como símbolo y utilizó el sombrero campesino durante toda su campaña, lo que permitió su fácil reconocimiento. 6. Hizo el esfuerzo de visitar los pueblos más pobres y alejados promoviendo su candidatura, lo que no hicieron sus contrincantes. 7. En cada lugar donde estuvo, hizo promesas populistas de llegar al poder, incluyendo insólitas cifras, por ejemplo: aumentar el presupuesto de educación hasta un 10% del PBI y otro tanto para salud, ignorando que todo el presupuesto estatal alcanza el 20%, lo que demostraba su desconocimiento de datos esenciales para un gobierno, pero también la ignorancia del electorado al respecto.

La atomización de partidos y movimientos en la primera vuelta de las elecciones indicaba una tremenda debilitada institucionalidad política e ideológica, que auguraba no sólo un resultado electoral incierto sino también un próximo gobierno frágil. Por un lado, parte de los partidos participantes eran “vientres de alquiler” es decir, partidos que tenían una inscripción que les permitía participar en las elecciones, pero que se la cedieron o vendieron a personas o grupos: Solidaridad Nacional de Luis Castañeda se convirtió en Renovación Popular, Avanza País fundado por Ulises Humala fue capturado por Hernando de Soto, Restauración Nacional del Pastor Lay se convirtió en Victoria Nacional de George Forsyth. Fue un verdadero mercado de “partidos” aptos para participar en las elecciones que, en realidad, eran cascarones traspasados al mejor postor. Por otro lado, los partidos y los cascarones de derecha no fueron capaces de presentar una candidatura unificada, por la simple razón que tenían como origen el mercado electoral en el cual competían. El ir a un monopolio no estaba dentro de su ideología mercantil. De haberlo hecho, probablemente hubieran ganado con amplitud, empero de esta posibilidad se dieron cuenta faltando una o dos semanas para las elecciones y no hicieron nada. Tampoco la izquierda se unió, pero por otras razones, pues hace mucho que “izquierda unida” es un oxímoron, tanto así que finalmente había 4 partidos de “izquierda” en lisa. En esta polarización si hubiera habido algún partido o frente de partidos de centro probablemente habrían tenido una alta votación, en la medida que al electorado peruano tiene aversión a los extremos.  Sin embargo, se debilitaron progresivamente hasta no ser atractivos. La atomización fue la mejor prueba de la profunda crisis de la política peruana y, en este panorama, era muy difícil vaticinar quien podría ganar las elecciones en la primera vuelta.

La historia conocida es que al final de la primera vuelta quedaron dos candidatos para el “ballotage”, para muchos los peores –Keiko Fujimori y Pedro Castillo-, que obtuvieron entre ambos el 20% de los votos válidos, el otro 80% votó por los otros 16 candidatos. Un problema no siempre señalado es que esta dispersión retrata también la dispersión y desconcierto de la población electoral, es decir la crisis de los partidos políticos ha generado una crisis de entendimiento de la política de la población.

Después del 6 de abril y con miras a la segunda vuelta asistimos a un vergonzoso proceso de demolición del candidato Pedro Castillo, que se originó en las primeras encuestas de intención de voto para la segunda vuelta, que le daban amplía ventaja -de más de 20 puntos- sobre su rival Keiko Fujimori. La derecha y el fujimorismo no esperaban tal resultado, pensaban que, del 80 % que votó por otros partidos, una mayor parte se inclinaría por Fujimori y comenzó a cundir al pánico, y comenzó la campaña de demolición en la cual mostraron su verdadera entraña, una mezcla de racismo, anticomunismo, centralismo y menosprecio en contra del candidato Castillo. Se armó una campaña basada en una serie de mentiras y, sobre todo, en “fake news”, cuyo objetivo era asustar a la población haciendo creer que si no votaban por el fujimorismo el Perú se convertiría en Venezuela, Cuba o Bolivia, con un comunismo que se apropiaría de sus casas, cuentas bancarias, sus tierras y que tomarían el gobierno por décadas y restringiría todas las libertades, incluyendo la libertad de opinión.

En esta campaña participaron de manera activa los grandes empresarios, sobre todo aquellos que tenían investigaciones por la fiscalía por corrupción, el grupo El Comercio, varios políticos de derecha, algunos gremios empresariales y para sorpresa de muchos Mario Vargas Llosa que había sido un acérrimo anti-fujimorista desde que perdió con Alberto Fujimori en 1990 y había apoyado a todos los candidatos contrincantes de Keiko Fujimori. Parecía el ataque de los panzers nazis contra una infantería mal equipada representada por el candidato de una izquierda bastante improvisada, ideológicamente rudimentaria y, sobre todo, provinciana. La mesa comenzó a inclinarse en términos de propaganda y ataques a favor de la derecha, sin embargo, pasaban las semanas y el candidato Castillo seguía adelante en las encuestas, para la desesperación de la derecha, básicamente limeña. La ventaja, cada vez menor, siguió hasta días antes de las elecciones y las últimas encuestas daban ganador a Castillo por 1 o 2%.

Finalmente, el 6 de junio a las 7pm se dio el resultado a “boca de urna” según el cual ganaba Keiko Fujimori por un estrecho margen, pero a las 11pm IPSOS dio el resultado de “conteo rápido” y era favorable a Castillo por 0.5%. Este sería el resultado final, pues esta encuestadora ha acertado en todas las anteriores elecciones con un error estadístico muy pequeño. La derecha entró en trompo, sobre todo porque a los dos o tres siguientes días el Jurado Nacional de Elecciones fue confirmando el resultado de conteo rápido. Por otro lado, la delegación de la OEA y otros observadores internacionales afirmaron sin duda alguna que las elecciones habían sido limpias y ordenadas. Es decir, confirmaban los resultados del JNE.

Las siguientes semanas de junio hasta el 21 de julio los peruanos asistimos a un espectáculo deplorable y antidemocrático. La perdedora y la extrema derecha, la denominada DBA, inventaron un “fraude” y trataron por todos los medios de convencer al público de algo que realmente era una mentira, la idea del fraude era quitarle 200mil votos a Castillo que había ganado por 40mil y revertir el resultado de las elecciones. Inventaron actas con firmas falsas, actas con 100% a favor de Castillo, llenado de actas de manera fraudulenta, nada de esto fue probado, no hubo ningún miembro de mesa electoral que dijera que su firma había sido falsificada. El propio Vargas Llosa y su hijo Alvaro convalidaron la idea del fraude y para asombro de muchos, Lourdes Flores ex candidata a la presidencia del PPC se convirtió en la abogada de esta farsa. Querían que el JNE anulara las elecciones. Lo cierto es que las elecciones fueron muy limpias y fueron reconocidas por la Delegación de la OEA, por los gobiernos de Estados Unidos, y varios países de Europa, pero sobre todo fueron reconocidas por la mayor parte de la población electoral, tal como lo señalaron varias encuestas posteriores a la elección.

Cuando no pudieron probar el fraude, ya en el colmo de la desesperación, pidieron al Presidente Francisco Sagasti que solicitara una auditoria de las elecciones a la OEA. Su respuesta fue que él tenía el deber de mantenerse neutral y que la única autoridad electoral era el JNE, además, no se dieron cuenta que estaban deslegitimando a la comisión enviada por la OEA. Ya en el colmo de la intransigencia, una comisión viajó a Washington y se presentó en las oficinas de la OEA, pero no fueron recibidos. Hicieron el papelón de su vida.

Finalmente, el JNE proclamó a Pedro Castillo como presidente faltando una semana para la asunción de la presidencia. A Keiko Fujimori no le quedó otra actitud que aceptar el resultado, pero lo consideró ilegítimo, es decir, una vez más mostró su esencia de mala perdedora, pues en la anterior elección que también perdió se convirtió en la conductora de una oposición cerril al presidente Kuzcinsky y promotora de la debacle institucional del anterior gobierno. Su actuación durante las elecciones y su desesperación al perder, se puede explicar porque se encuentra investigada por la Fiscalía por corrupción y con grandes posibilidades de ser condenada a carcelería. Como presidenta hubiera tenido cinco años sin poder ser enjuiciada. En realidad, todos los que se asociaron con ella, tenían diferentes problemas judiciales presentes y futuros, que de haber entrado ella probablemente hubieran intervenido en el poder judicial, como lo hizo su padre. Obviamente, hubo quienes apoyaron a Keiko por temor a lo que podría venir con el gobierno de Castillo, claro que el temor lo crearon ellos mismos. Por otro lado, la extrema derecha con tendencias fascistas, simplemente están en contra del resto del espectro político, siguiendo ciertas tendencias internacionales.

Después de esta campaña electoral tan poco democrática, inequitativa y degradante, estamos frente a un país que espera una gobernabilidad mínima, que sin embargo no será fácil porque el panorama político ha cambiado en varios temas de fondo y porque el gobierno tendrá que seguir haciendo frente a la pandemia del COVID19, a la recuperación económica y al restablecimiento de la confianza de la ciudadanía. Trataremos de analizar este panorama y esta coyuntura, tratando de entender los temas estructurales que estarían cambiando, así como los temas coyunturales, de la manera más objetiva posible.

En primer lugar, lo significativo: el electorado al votar a favor de un candidato “débil” que propone cambios de fondo, aún en contra de una poderosa ofensiva mediática y campaña del miedo, ha votado por el cambio. No hay duda que el Perú requiere de varios cambios, económicos, políticos e institucionales para seguir creciendo económicamente, pero de manera inclusiva, reduciendo las desigualdades y con mayor participación democrática. Este ha sido el sentido del voto, el tema es ¿cómo lograrlo?

En segundo lugar, lo imprevisto. Es significativo que por primera vez gana un partido provinciano, un candidato de origen rural, con un discurso izquierdista en una coyuntura crítica: pandemia + crisis económica y con una derecha absolutamente en contra. Cómo se explica este resultado a primera vista insólito. ¿Se trata de un triunfo debido absolutamente al azar o más bien un resultado esperable dada la coyuntura electoral descrita?

Veamos, por un lado, el partido Perú Libre al participar en estas elecciones aspiraba modestamente a dos metas: colocar algunos representantes en el Congreso y, de ser posible, mantener la inscripción como partido político habilitado. En consecuencia, la conformación de las listas para el parlamento fue hecha en función de quienes podrían financiar una campaña electoral y en muchos casos se puso a voluntarios de relleno para completar las listas por departamentos, pues muy pocos pensarían alcanzar ser elegidos. Por otro lado, como la meta era más bien parlamentaria, su plan de gobierno era una especie de manifiesto comunista huancaíno, escrito con el propósito de captar adeptos radicales y de retomar viejas ideas de la izquierda de los años ochenta del siglo pasado, en consecuencia, no se les pasó por la cabeza la posibilidad de gobernar el país, pues para ello se requería otro tipo de plan. Como consecuencia ni pensaron en que requerirían 20 ministros, 40 viceministros, 20 secretarios, asesores, directores, algo así como unos quinientos cuadros preparados para gobernar, porque además no los tenían dado los orígenes sociales de sus partidarios y, sobre todo, dadas sus metas iniciales.

La gran atomización política, la equivocada campaña de la derecha y el hartazgo provinciano están en el origen de este resultado.

En tercer lugar: la improvisación. Desde el día siguiente al conteo rápido de IPSOS, que les daba como ganadores, obviamente se les presentó el problema de no tener un plan para gobernar y no tener los cuadros necesarios. El primer tema lo resolvieron de manera rápida, sobre la base del plan de gobierno de Juntos por el Perú, partido izquierdista que participó en la primera vuelta y que decidió hacer alianza con Pedro Castillo, así se presentó el “Plan del Bicentenario” para los primeros 180 días de gobierno. Lo que ha sido más difícil, o casi imposible de resolver es el tener cuadros preparados para gobernar, con experiencia, con una hoja de vida aceptable.

La improvisación era un hecho esperable, sobre todo porque ni Cerrón ni Castillo pensaron que llegarían al gobierno, pero es aquí donde entró a tallar el voluntarismo y oportunismo de un partido y su propietario a quienes se les presentó la oportunidad de ensayar su propuesta máxima: caminar al comunismo, o por lo menos de intentarlo, aunque también se podría decir que se les presentó la oportunidad de medrar del estado, para lo cual requieren de mantenerse en el gobierno a cualquier precio. Para ello deberían enfrentar la asunción al poder tomando en cuenta que no tienen mayoría en el Congreso y que tienen una oposición muy grande, de sobre todo la derecha perdedora. La cuestión era ¿cómo actuar frente a la coyuntura?

Para entender las posibles decisiones a tomar para mantenerse en el gobierno, utilicemos la teoría de juegos. Hay dos tipos de juegos: los cooperativos y los juegos de suma cero. Los juegos cooperativos prevén que dos contendores obtienen resultados mejores si cooperan, los juegos “suma cero” dicen que lo que gana uno lo pierde el otro y los de suma negativa todos pierden. Entonces bajo estas posibilidades ¿cuál es la estrategia de Perú Libre y la izquierda para mantenerse en el poder tomando en cuenta una oposición radical y poco amigable?

La opción no cooperativa, es decir, no tomar en cuenta al contrincante. Aquí entran los temas ideológicos y las cartas bajo de la mesa. Perú Libre (PL) y Cerrón ven en esta ocasión la posibilidad de enquistarse en el poder por largo tiempo al estilo chavista o de Evo Morales en Bolivia, para ello hay que aprovechar de las reglas del juego y de la poca información que hay sobre las verdaderas capacidades de PL, que a menudo se sobrevaluan, sobre todo basadas en la idea que el presidente de la república es un rey y que puede hacer lo que quiera, lo que no es cierto y no es posible dentro del régimen constitucional que tenemos. La idea es aprovechar de la información limitada que tiene la población sobre las reglas y las verdaderas capacidades del gobierno para lograr su objetivo, que es cerrar el Congreso y prevalecer en el poder por largo tiempo.

Este es un juego suma cero, que en general no tiene un buen final, porque el perdedor no se va a rendir y las posibilidades de violencia e ingobernabilidad pueden ser altas. Según esta opción, que es la de Vladimir Cerrón, no hay forma de cooperar, pues la derecha ya ha gobernado y no ha resuelto los problemas de desigualdad, exclusión, pobreza durante los últimos 30 años, además todos los gobiernos han sido corruptos. Esta estrategia en realidad es el fruto de la debilidad intrínseca que tiene Perú libre y la izquierda que lo acompaña, y la única manera de salir airosos es ir al choque, al todo o nada. Por esta razón se ha nombrado un gabinete de ministros muy cuestionables que rápidamente han logrado el rechazo de la oposición y de buena parte de la opinión pública. La anticuada izquierda representada por Vladimir Cerrón asume que cuando se exacerban las contradicciones la solución es del más audaz, aunque en la práctica no tenga el suficiente poder organizativo y partidario para afrontar la compleja tarea de gobernar.

La opción del juego cooperativo, sólo se podría dar en dos escenarios. 1. Si el Presidente Castillo evalúa sus verdaderas fuerzas y capacidades para gobernar sin ser vacado y asume una posición de negociación. Es aquí donde su cooperación con la oposición se verá confrontada con la situación interna de PL y por la no cooperación que rige el pensamiento de Cerrón, es decir tendría que “zanjar” con su propio partido y alejarse del pensamiento y prácticas cerronistas. Un tema crítico en este impase será la recomposición de su gabinete, dada la pobreza técnica y los cuestionamientos morales que tienen varios ministros. Este será el fiel de la balanza para proponer un juego cooperativo, que favorecería la gobernabilidad del país. Esta es una opción que también dependerá de la capacidad de la oposición para negociar y cooperar. 2. Si en primera instancia, es decir en las próximas semanas, se sigue imponiendo la opción del choque, las posibilidades de cooperación sólo aparecerán si en algún momento, las debilidades del gobierno se comiencen a ver de manera concreta, por ejemplo: mostrando un populismo exacerbado, obteniendo malos resultados en la gestión de tal o cual ministerio o, peor aún, en el momento en que se detecte que están comenzando a aparecer actos de corrupción. En el momento en que el equipo ministerial se vea sobrepasado por las tareas a realizar y no tenga el éxito que requieren, en ese momento la negociación con la oposición y la incorporación de cuadros independientes e, incluso, de cuadros de la derecha será una necesidad de sobrevivencia del gobierno del profesor Castillo. La pregunta es ¿cuánto puede durar este gabinete? y ¿cuánto puede tardar una vacancia presidencial?

No hay que descartar el escenario intermedio: de confrontación permanente entre ejecutivo y legislativo durante largo tiempo, basada en la debilidad del ejecutivo y en los intereses microeconómicos de los congresistas, para quienes vacar al presidente equivaldría a cerrar el Congreso y perder sus salarios por cinco años. Bajo esta espada de Damocles es muy poco probable que el Congreso junte la mayoría necesaria para vacar al presidente. Este escenario sería una continuación de la inestabilidad política que tuvo el Perú en los últimos tres años.

Un tema no menor es si el gobierno de Pedro Castillo acepta dejar al Ministerio de Economía, al BCRP y a la SBS manejar la cuestión económica, de tal manera que se establezca un divorcio entre economía y política. Esto es lo que hizo de alguna manera Evo Morales en Bolivia.

Lo que me parece importante es que: si se logra algún nivel de cooperación con concesiones del gobierno y de la oposición, este gobierno y su presidente podrían terminar su mandato, logrando varios cambios importantes, que incluso la oposición aceptaría, no sólo porque son necesarios, sino también porque su esperanza de vida depende del éxito de este gobierno.

Cualquier intento de vacancia o de cierre del Congreso será un juego negativo y generará conmoción social y una situación de inestabilidad de la cual los grandes perdedores serán los más débiles y pobres, es decir los que votaron por Pedro Castillo. Este escenario no parece posible en el corto plazo.

Lima, 12.08.2021

 

 

 

20/07/21: HACIA UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO PARA EL PERÚ

HACIA UN MODELO DE DESARROLLO INTEGRADOR, DESCENTRALIZADO Y EXPORTADOR (DIDE)

¿Es posible pasar de la recuperación macroeconómica a la recuperación microeconómica?

Efraín Gonzales de Olarte

El Ministro de Economía Waldo Mendoza ha señalado que la recuperación macroeconómica del Perú está siendo más rápida que la esperada, lo que quiere decir que el 2021 la tasa de crecimiento estará en 10%. Lo que no nos ha dicho es cómo se recuperarán los ingresos y el empleo de los trabajadores peruanos, es decir, cuánto de esta recuperación ha de ser inclusiva y capaz de reducir la pobreza y desigualdad estructural, empeorada por la pandemia del COVID19.

En general el problema del análisis macro-económico es que siendo agregado obvia las diferencias sectoriales y las desigualdades sociales. En consecuencia, un crecimiento global oculta tasas de crecimiento de sectores con muy diferenciadas productividades, por lo cual algunos sectores recuperarán su empleo e ingresos anteriores a la pandemia y otros no. La pregunta es: ¿por qué algunos sectores se recuperan más rápido que otros y cuáles son esos sectores y cuáles no?

Entre los primeros están los sectores exportadores cuya demanda internacional está creciendo en la post pandemia, los sectores de demanda permanente como la agricultura para la demanda urbana, los servicios básicos como electricidad, telecomunicaciones, la manufactura y parte del comercio. En cambio, la mayor parte de los servicios se tardarán en recuperar debido a las restricciones impuestas por la pandemia y la agricultura campesina seguirá relegada.

El problema es que toda la recuperación se hará sobre la base de la estructura productiva previa a la pandemia, basada en el modelo primario-exportador y de servicios existente entonces. Esto significa que la economía peruana se recuperará y quizás, comience a crecer nuevamente con las mismas características y problemas, es decir, generando desigualdades, sub empleo e informalidad.

Sin embargo, esta es una oportunidad propicia para corregir el modelo neoliberal y para completarlo, pues tal como está es incompleto en el sentido que no tiene sectores capaces de generar más empleo decente, de elevar las productividades de aquellos sectores atrasados y, sobre todo de generar mejores sueldos y salarios. Por ello, es preciso hacer básicamente dos cambios: 1. Incorporar nuevos sectores dinámicos a los ya existentes, tales como: sectores transformadores de las materias primas y recursos naturales explotados, sectores de servicios capaces de exportar (turismo, gastronomía, cine y música), es decir, sectores que añadan valor y generen empleo decente. 2. Integrar los distintos sectores en cadenas de valor para aprovechar de economías de escala y economías de asociación.

Para lograr estos objetivos se requieren de políticas sectoriales o de políticas industriales como las llevadas a cabo en los países del sud este asiático, con tanto éxito. Pero como los sectores productivos están localizados en distintos lugares del Perú, estás políticas deben ser promovidas por el gobierno central y llevadas a cabo por los gobiernos regionales, donde se encuentran los sectores.

En consecuencia, la idea es generar un nuevo modelo de desarrollo que lo denominaré: DIDE, es decir Desarrollo Integrador Descentralizado y Exportador. La integración sectorial y socio-económica es una condición necesaria para que este modelo funcione, pero tiene que ser descentralizado y desconcentrado en las distintas regiones, teniendo en mente que una parte de la producción sectorial-regional tiene que tener como destino la exportación internacional e interregional, esto significa que la producción para la exportación en cada región debe tener altas productividades para hacer de las regiones competitivas. El DIDE es capaz de resolver los problemas de desigualdad, sub-empleo (pobreza) y reducción de la informalidad, siempre que tenga un amplio apoyo político.

Lima, 20 de julio 2021

 

11/06/21: Cómo hacer gobernable un país polarizado

CÓMO HACER GOBERNABLE UN PAIS POLARIZADO

Efraín Gonzales de Olarte

La pandemia del COVID19 desnudó varios problemas que estaban ocultos por la idea general que el neoliberalismo había tenido éxito en el Perú, al mostrar una macroeconomía estable, un largo ciclo de crecimiento debido al super-ciclo de los precios de los minerales que exporta y una modera reducción de la pobreza. A los dos meses de la pandemia, comenzamos a tomar consciencia que el estado no tenía las capacidades para afrontar un reto tan grande, luego se confirmó la gran desigualdad socio-económica que afectó a los más pobres, pero también nos dimos cuenta que tener más del 70% de empleados informales es una gran desventaja para poder luchar contra los efectos del desempleo y del acceso a las ayudas sociales.

En realidad, la pandemia nos hizo dar cuenta que el modelo neoliberal –economía de mercado más Estado chicho- fallaba frente a un gran schock exógeno. Quienes más sufrieron fueron los pobres, los excluidos del sistema estatal y las regiones más atrasadas y rurales. Esta dura realidad se tradujo en la votación de la segunda vuelta electoral, siendo el dato más sorprendente, como un candidato bastante improvisado, con un programa marxista trasnochado y con una intensa campaña en contra de su candidatura por las fuerzas de la derecha, haya logrado obtener la mitad de los votos. Esto de por sí muestra que hay un Perú olvidado y escindido que quiere un cambio, cualquiera que él sea.

No obstante, el resultado más importante es la polarización social y política generada por estas elecciones. Que es un desafío para el próximo gobierno.

Quien quiera que sea el próximo gobernante deberá tomar decisiones de distinta urgencia y con diferentes objetivos. La decisión más urgente es continuar con la vacunación y mantener la atención en el sistema de salud, por si se dé una tercera ola. Luego deberá tener un plan de reactivación económica con un sesgo pro-empleo antes que pro crecimiento del PBI, esta será una gran diferencia con la política neoliberal que se centra en el PBI. Para tal fin se requerirá de una política de inversión, en la cual la inversión púbica se debería asociar con la privada para lograr la meta anterior. Sin embargo, la inversión debería hacerse en el marco de una política de desarrollo sectorial-regional, es decir se requiere reorientar el modelo de crecimiento, muy centrado en la exportación primaria, a uno que incorpore a otros sectores que generan más empleo, mayor valor agregado y que tienen mayores multiplicadores, como: la agricultura, la agro-exportación, la industria de preferencia exportadora (dentro y fuera del país) y los servicios en los cuales el Perú y sus regiones tienen ventajas comparativas absolutas.

La idea central es definir políticas económicas que comiencen a redefinir los sectores que le den dinamismo a la economía peruana, pero al mismo tiempo que vayan rectificando el patrón o modelo de desarrollo peruano, a uno que tenga tres patas: industria+agroindustria – minería – servicios, en lo posible integrados y con capacidad de exportar y espacialmente desconcentrado.

Esta propuesta permite incorporar varios de los puntos propuestos por Perú Libre cuyo efecto sería fundamentalmente el incremento del empleo en los sectores y regiones con menor productividad y mayor pobreza, pero al mismo tiempo, incorpora las propuestas de Fuerza Popular de mantener los sectores que generan divisas y rentas para financiar al Estado peruano. Si todo esto sucede es muy probable que la base tributaria aumente, en consecuencia, crezcan los ingresos fiscales, no sólo para lograr una más efectiva redistribución del ingreso y de la riqueza, sino también para lograr una desconcentración de las inversiones hacia las regiones. Así tendríamos un Estado más grande y más eficiente en sus tres niveles de gobierno, pero se requerirá de una efectiva estrategia para reducir la corrupción la evasión y la elusión tributaria. Necesitamos otra moral pública y estatal.

Pero para lograr estos objetivos se requiere de acuerdos políticos tanto entre los partidos políticos, los empresarios, el estado y la sociedad civil. Acuerdos sobre los ejes esenciales de la “nueva política de desarrollo” y un “Estado más inclusivo”.

Quizás la parte más débil de la salida de la crisis actual es: “la composición del próximo gobierno” en términos políticos y técnicos, dada la polarización. Se requerirá un presidente del Consejo de Ministros capaz de establecer los puentes entre las partes enfrentadas actualmente, es decir se requiere de un buen operador político. En segundo lugar, se requiere un ministro de salud con el suficiente liderazgo profesional e institucional para continuar con el proceso de lucha contra el COVID19 y, en tercer lugar, se requerirá un ministro de economía que no sea un cajero defensor a ultranza del equilibrio fiscal, sino uno que desde el MEF tenga una mirada de largo plazo, capaz de hacer los cambios necesarios al modelo de desarrollo actual.

Es fundamental entender que, en esta coyuntura, cualquier enfrentamiento en las definiciones políticas tendrá resultados fatales para el Perú, pero sobre todo para los más pobres y excluidos. Es tiempo que el 80% que no votó por los dos finalistas entiendan que el país que es posible construir requerirá de nuestra compresión y de un espíritu democrático que respete la voluntad de “todos” los peruanos.

A puertas del Bicentenario nos toca la gran responsabilidad histórica de desterrar la herencia colonial de ser un país segmentado y asumir el desafío de hacer del Perú un país con oportunidades iguales para todos.

Junio 2021

30/05/21: In memoriam de Bruno Seminario

BRUNO SEMINARIO DE MARZI

In memoriam

A veces la muerte escoge mal o viene muy temprano. Luis Bruno Seminario de Marzi tenía una mirada inquisitiva, pero no sólo cuando hablabas con él, sino una mirada de largo plazo para ver los problemas económicos, sociales y geográficos, más allá de lo que uno normalmente puede ver. Esto lo hacía un economista singular, con un brillo intelectual poco común, y siempre con agendas de investigación inesperadas y fundamentales. Estaba en el mejor momento de su reflexión e investigación sobre temas que muy pocos se atreven a confrontar: estaba conciliando el tiempo con el espacio, es decir estaba trabajando sobre la historia del Perú en su geografía, es decir en los lugares donde se desarrollaron los fenómenos económicos y sociales, con el propósito de tener una visión completa sobre ellos. Por ello, me parece injusta y dura su temprana partida.

Con Bruno fuimos amigos por más de treinta años, su familia piurana estaba emparentada con la familia de mi esposa, por ello tuve una relación especial con él. Recuerdo que inicialmente, él se interesaba por los problemas macroeconómicos, aunque creo que nunca los abandonó, pero progresivamente se fue inclinando por la historia económica, aunque desde una visión macroeconómica. La culminación de este cambio se plasmó en su tesis doctoral: “El desarrollo de la economía peruana en la era moderna: Precios, población, demanda y producción desde 1700” que sustentó en el 2013 en la Escuela de Posgrado de la Pontificia Universidad Católica del Perú y que yo tuve el privilegio de ser su asesor. Obviamente, aprendí mucho más de lo que él investigó, que él de mis comentarios.

Una de las características de esta gran contribución a la historia económica del Perú fue la metodología que le permitió llegar a construir series macroeconómicas de largo plazo, por más de 300 años, hecho insólito si uno toma en cuenta que la información está dispersa y casi siempre incompleta. Uno de los caminos para llegar a esta agregación macroeconómica fue que trabajó con los datos de las intendencias coloniales, que luego, con el advenimiento de la república, se convertirían en departamentos, para al final integrarlas en una estadística con continuidad temporal y dar la sensación de que ha existido una economía nacional, cuando en realidad el Perú ha sido y es aún un país fragmentado regionalmente, unificado por las estadísticas.

Ahí es que se comenzó a interesarse por las regiones, es decir por la economía en el espacio, con el propósito de tener series regionales de largo plazo, cuyo mensaje era que el Perú era o es un país de economías regionales difícilmente integradas geográficamente. Para ello desarrolló métodos de clio-econometría y de econometría espacial, lo que es un legado adicional invalorable.

El desenvolvimiento de la economía en sus espacios geográficos y el problema de la vejez y la jubilación, eran su agenda de trabajo en el momento en que lo encontró la muerte.

Nos deja un invalorable legado de una visión sobre los avatares económicos del Perú y sus regiones, pero, sobre todo nos deja un ejemplo de cómo hacer de la economía una disciplina útil para pensar tu país, para tratar de cambiarlo y, sobre todo, para amarlo.

Querido Bruno, descansa en paz.

Efraín Gonzales de Olarte

29.05.2021

 

 

27/05/21: Modelo económico, desigualdades, democracia y gobernabilidad en el Perú

MODELO ECONÓMICO, DESIGUALDADES, DEMOCRACIA Y GOBERNABILIDAD EN EL PERÚ

Efraín Gonzales de Olarte[1]

Las desigualdades sociales y económicas han sido una constante en el Perú, por lo menos desde la época colonial. Pese a habernos acostumbrado a convivir con ellas casi de manera natural, por alguna razón éstas se exacerban en momentos de crisis. La múltiple crisis acarreada por la pandemia no sólo ha confirmado la situación de pobreza y desigualdad, sino que las ha proyectado al escenario político. Su mejor expresión es la intención de voto -en las elecciones presidenciales del 2021- por un profesor provinciano de escuela primaria que, como candidato a la presidencia, sostiene su campaña sobre la base de la plataforma: “en un país rico no debe haber pobres” sustentada en las grandes desigualdades socio-económicas que tiene el Perú.

Las desigualdades son inherentes a los modelos económicos basados en la economía de mercado. Su reducción a niveles socialmente aceptables depende del poder del mercado y de la capacidad del estado para disminuir las desigualdades, ya sea a través de los impuestos o del gasto público. Por ello, es fundamental entender qué economía de mercado se tiene y qué capacidad tiene el estado para corregir las “fallas del mercado”, entre ellas la desigualdad.

Por ello es importante responder a las preguntas: ¿qué origina la desigualdad? ¿qué capacidad tienen los modelos económicos para corregir las desigualdades extremas? y ¿cuál es el papel del estado para promover igualdad de oportunidades para todos los habitantes?  En sociedades democráticas basadas en economías de mercado es importante reducir los “conflictos distributivos”, para aspirar a un desarrollo pacífico e inclusivo.

Los determinantes de la desigualdad son múltiples, no sólo económicos. Las tecnologías, los niveles educativos, el tamaño y papel asignado al estado, las organizaciones que representan intereses, entre otros. Es pues un problema de origen multidimensional.

En el Perú, tenemos grandes disparidades tecnológicas. Mientras que las minas modernas utilizan tecnologías altamente intensivas en capital, los campesinos de la sierra o de la selva cuentan con apenas unas herramientas y animales como capital y sus actividades son altamente intensivas en mano de obra. El resultado es una gran disparidad de productividades y consiguientemente de ingresos.

Los niveles educativos muestran una gran desigualdad entre ciudad y campo, entre la sierra y la selva, en relación a la costa. Además, la calidad es bastante crítica, en la medida que en las pruebas PISA seguimos a la cola de los países en desarrollo. Además, sólo un 16% de la población tiene estudios superiores. Todo ello se refleja en una desigualdad de ingresos determinada por la educación.

El Estado peruano es uno de los más pequeños en América Latina, medido por la presión tributaria que apenas alcanza un 15% y un gasto total que llega a sólo 20% del producto bruto interno. Además, su capacidad de gestión es bastante mala. Es decir, tenemos un Estado chico e ineficiente. Obviamente, con estas condiciones es bastante difícil reducir las desigualdades, no sólo porque no alcanzan los ingresos fiscales para dar educación y salud de manera adecuada, pero también porque el gasto es poco eficiente.

Por otro lado, las instituciones que podrían manejar el conflicto distributivo o son muy débiles como los sindicatos, o son muy indolentes como los gremios empresariales. No existe una cultura de negociación de intereses, lo que existe es una cultura de confrontación de intereses, que en un país con bajos ingresos engendra tensiones y conflictos sociales, entre los que tienen mucho y los que tienen poco.

Bajo estas características, no debe sorprender que una gran cantidad de peruanos manifiestan apoyar una candidatura que promete reducir las desigualdades y darle un mayor papel al estado.

Este tema hay que tomarlo en serio, más allá de las elecciones. La democracia no puede avanzar si las desigualdades y la pobreza que emana de ellas no se reducen. Para ello se requiere obviamente de un estado de mayor tamaño y, sobre todo, más eficiente y mejor descentralizado, pero también se requiere de un modelo económico que reduzca las desigualdades aún sin la intervención del estado.

La única manera de lograrlo es modificando el modelo económico actual, incorporando mecanismos para generar más inversión y empleo en sectores donde está la mayor parte de la fuerza laboral y que tiene bajas productividades. La vía es una combinación creativa de políticas sectoriales con políticas sociales. El apoyo a un mayor desarrollo de la agricultura abastecedora de los mercados urbanos, de la agro-exportación, de la industria y servicios para la exportación, acompañada de políticas sociales –educación, salud e infraestructura básica- que complemente las políticas sectoriales, con trabajadores mejor educados y calificados. Este tipo de políticas fueron las que promovieron el crecimiento con redistribución en el Japón y el Sudeste asiático.

El próximo gobierno, cualquiera que sea, debería estar consciente de estas desigualdades y emprender un cambio en el modelo económico, manteniendo la estabilidad macroeconómica, pero incorporando las políticas sectoriales coordinadas con las políticas sociales como ingrediente fundamental, es decir fortaleciendo el papel del Estado. De lo contrario el Perú va camino a conflictos sociales mayores, que se deben evitar, si creemos en la gobernabilidad democrática como parte de nuestro pacto social.

Fines de mayo 2021

 

[1] Profesor de Economía en la PUCP.

01/04/21: PACTO POLÍTICO, CONSTITUCIÓN, DESARROLLO Y GOBERNABILIDAD

PACTO POLÍTICO, CONSTITUCIÓN, DESARROLLO Y GOBERNABILIDAD: PERÚ FRENTE A LAS ELECCIONES DE ABRIL 2021

Efraín Gonzales de Olarte

En la actual coyuntura política se ha puesto en cuestión la actual Constitución. Algunos la quieren reformar y otros cambiar. Lo cierto es que la constitución vigente, aprobada por el régimen fujimorista en 1993 después del “auto-golpe de estado”, dio el marco al funcionamiento de la economía basada en la empresa privada y a un rol subsidiario del estado, acorde con la corriente ideología neo-liberal de los años 90 del siglo pasado.

El así llamado modelo neo-liberal, generó un crecimiento inédito hasta más o menos el 2014, redujo la pobreza, pero no la desigualdad, sin embargo, no hubiera obtenido estos resultados si la coyuntura económica y financiera internacional no hubiera sido tan favorable. Por otro lado, la reducción del estado no permitió que los recursos fiscales fueran suficientes para compensar las desigualdades y deficiencias generadas por el modelo económico.

El Perú es uno de los países con menor presión tributaria de América Latina, hoy entre 13 y 14% del PBI, y con un gasto público que llega al 20% del PBI. A todas luces insuficientes para reducir las desigualdades, la pobreza, mejorar la educación, la salud e incrementar la inversión pública, además de la limitada capacidad de gestión del Estado, como se ha demostrado durante la pandemia del COVID 19.

Está claro para una gran parte de la población, que el modelo económico neoliberal más un estado chico e ineficiente son culpables de las desigualdades vigentes, de la informalidad, de las carencias en salud, del alto subempleo, de los déficits en infraestructura etc. Que algo debería cambiar con el próximo gobierno.

En virtud de esta realidad, para varios sectores políticos, el medio para resolver los problemas generados por el modelo neoliberal y la pequeñez e incapacidad del estado, es cambiar o reformar la Constitución fujimorista.

La diferencia entre reformar y cambiar la constitución es equivalente a reformar el pacto social existente o crear uno nuevo. Hay que recordar que la constitución es el resultado de un pacto social, a través de la deliberación de las fuerzas políticas representativas de la población, que se plasma en un conjunto de normas esenciales para el funcionamiento de la sociedad, la política y la economía, dentro de un sistema democrático.

Los inclinados a la reforma de la constitución son aquellos partidos y movimientos políticos que parten de la idea que el modelo neoliberal puede perfeccionarse si se hacen los ajustes. Su inspiración se basa en la experiencia de otros países y en la doctrina constitucional que propone “enmiendas” periódicas, en la medida que los problemas socio-económicos van cambiando con el tiempo.

Los que proponen una nueva constitución argumentan por su reemplazo, postura que es promovida por sectores de izquierda que creen que una nueva constitución podría cambiar el modelo económico y el tamaño y el rol del estado. De alguna manera, proponen la refundación del orden jurídico y económico. En esta corriente hay mucho de voluntarismo y, hasta cierto punto, de demagogia. Proponer un drástico cambio de la constitución requeriría de una muy amplia mayoría para que la nueva constitución tenga la legitimidad y pueda realmente funcionar. Situación que en el Perú no existe, dada la atomización no sólo de la política sino de la sociedad.

En los momentos actuales, en el que se juntan varias crisis: sanitaria, económica, política e institucional, la mayoría de los peruanos están esperando que el próximo gobierno comience a resolver los problemas más acuciantes: oxígeno, agua, bonos, alimentación y empleo. Una nueva constitución no resolvería estos problemas en lo inmediato. Su cambio tomaría por lo menos dos años, mientras tanto hay que actuar con lo que se tiene y desde donde estamos.

Bajo estas circunstancias, lo urgente y sensato es que las fuerzas de la derecha, centro e izquierda se pongan de acuerdo sobre los ajustes que requiere la constitución para llevar a un modelo económico con equidad y sostenibilidad y a un estado igualador de desigualdades. Para ello se requiere de un “pacto de desarrollo y gobernabilidad democrática” que deberían suscribir todos los partidos y movimientos participantes al término de la primera vuelta de las elecciones. Creo que este es uno de los pocos caminos para salvarnos de un colapso social al que nos dirigimos.

De esta manera, el próximo gobierno tendría posibilidades de manejar la salida de la profunda crisis en que estamos. En este momento, ninguna propuesta particular de los partidos que compiten en las elecciones es suficiente. Se requiere de un verdadero “acuerdo político”, sobre algunos puntos esenciales: manejo de la crisis sanitaria, reactivación económica, seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción y reducción de las desigualdades. Es sobre estos puntos que se podría establecer una agenda del cambio/reforma de la Constitución, que el propio Congreso futuro podría trabajar. En consecuencia, estaríamos forjando un nuevo pacto social sin polarización ni fragmentación, de lo contrario el Perú será ingobernable.

Lima, marzo 2021.

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