17/02/23: La rebelión de la periferia

LA REBELIÓN DE LA PERIFERIA

Efraín Gonzales de Olarte

El Perú está organizado geográfica, económica y socialmente en un sistema centro-periferia. Lima es el centro nacional y el resto de departamentos y provincias es la periferia nacional. Sin embargo, en cada departamento cada ciudad –de acuerdo a su tamaño- es un centro de una periferia rural o de ciudades más pequeñas. La economía y la sociedad se organizan económica y espacialmente dentro de este sistema, y dependiendo de dónde uno vive estará en el centro o en la periferia.

Esta es generalmente la forma como están organizados casi todos los países en su geografía. Sin embargo, el caso peruano tiene algunas características de un sistema centro-periferia atrofiado, que permiten explicar las protestas y marchas más prolongadas de su historia y que, a estas alturas, configuran una verdadera rebelión de la periferia.

El sistema centro-periferia del Perú está caracterizado por: 1. El producto per cápita promedio de Lima es 4 veces más grande que del resto de departamentos. 2. El crecimiento de Lima es divergente del crecimiento del resto del país, es decir, la brecha de producción, ingresos y productividades se va haciendo cada vez más grande. Esta tendencia se repite entre los centros y las periferias de las regiones. 3. Esto se explica porque no hay causalidad entre el crecimiento del centro y el crecimiento de la periferia, es decir el crecimiento de Lima no necesariamente genera crecimiento del resto de regiones, así como el crecimiento del resto de regiones no genera el crecimiento de Lima. El mismo patrón se repite en cada región del Perú, pues las relaciones económicas de ida y vuelta entre las ciudades y los entornos rurales son muy débiles. 4. El resultado de este sistema centro periferia es que el ingreso promedio de un trabajador limeño es tres veces más que el de un trabajador de Huancavelica y la relación entre el ingreso urbano con el de un trabajador rural es también de 3 a 1. Esto no debería suceder en una economía de mercado. 5. Esto se refleja en el índice de desarrollo humano de Lima es 0.7, mientras que el de Apurímac es de 0.4, esta es una diferencia parecida a la que hay entre países de Europa y países africanos, es decir, una gran desigualdad en el desarrollo humano entre el centro y la periferia del Perú.

Estas cifras nos dicen dramáticamente que hay una persistente desigualdad entre los centros y las periferias, que en el tiempo no se van a igualar porque están económicamente poco integrados y es probable que en largo plazo esta situación de desigualdad y de desconexión no varíe, si las bases económicas y políticas no cambian.

Bajo esta óptica las protestas, las tomas de carretera y pedidos de cambios políticos tienen sustento. Estamos frente a la rebelión de las periferias, que han tomado conciencia política de las desigualdades, de la exclusión económica y de la falta de una respuesta a su situación, desde el Estado y de los gobiernos, pero también desde el sector privado moderno. Respuesta que podría cambiar su situación. Por ello, apoyaron a un representante de las periferias como presidente de la república y quienes votaron por él tenían grandes expectativas, creo que exageradas, que estando en el gobierno alguien como ellos, pudiera cambiar las cosas. Pero obviamente, Pedro Castillo no dio la talla, el establishment político y el congreso tampoco.

La simbólica “toma de Lima”, en realidad habría que interpretarla como la toma del centro por las periferias. Lima y las ciudades son lugares donde está el poder, desde dónde se pueden cambiar los problemas de exclusión económica y social, de desigualdad y de donde se toman las decisiones políticas. Por ello, las marchas han convertido a la periferia en un actor político, que espera una respuesta del centro, del gobierno, en una coyuntura especialmente crítica, en la que se puede definir el futuro del Perú y de la mayoría de los peruanos, sobre todo los que viven en las periferias.

Las soluciones no son muchas, la primera es la respuesta militar y policía que el gobierno de Dina Boluarte ha asumido. Esta solución está generando un gobierno cívico-militar cuyas decisiones no cambiarán los problemas que venimos de señalar, la rebelión continuará meses, quizás años, con el efecto de un país sin futuro, sin democracia y la deriva. La solución histórica sería la de asumir el reto de darle más poder a las periferias, lo que pasaría por elecciones lo antes posible, seguido de un diálogo nacional capaz de romper nuestros códigos de comportamiento social excluyente y adjetivado (terruco, DBA, DBI, caviar), admitir las diferencias, conversarlas y llegar a acuerdos, y obviamente relanzar la descentralización con el propósito de integrar los centros con sus periferias. Esta sería la salida política para cambiar el contrato social que tenemos y canalizar la enorme energía social que tienen las periferias. ¿Tendrá la presidenta Boluarte el coraje de renunciar y precipitar las elecciones? Si lo hace habrá contribuido, quizás, a un cambio mayor y en democracia.

Febrero 2023

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