Heraldos del Evangelio investigados a fondo por el Vaticano
8:00 p.m. | 3 dic 19 (VN).- Según reveló un especial informativo de la revista Vida Nueva, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha reabierto una investigación por presuntos abusos sexuales del fundador y algunos miembros de los Heraldos del Evangelio. Esta es una Asociación Internacional de Fieles de Derecho Pontificio nacida en Brasil, aprobada por Juan Pablo II en 2001, y que cuenta con más de 4.000 miembros y 40.000 colaboradores en 78 países, entre sacerdotes, religiosas y laicos.
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Especial: Expediente Heraldos (Texto de Darío Menor)
La Congregación para la Doctrina de la Fe abrió una investigación a esta realidad eclesial, que ya está intervenida por el Vaticano, debido a las acusaciones por presuntos abusos sexuales a menores cometidas por el fundador, monseñor João Clá, y otros posibles “delicta graviora”.
Los Heraldos del Evangelio, una de las más pujantes de las nuevas realidades eclesiales desarrolladas en este principio de siglo, se han colocado al borde del precipicio por los presuntos delitos, pecados e irregularidades de gravedad que se habrían producido en su interior y que han provocado una doble reacción por parte de la Santa Sede.
En primer lugar, está la visita apostólica iniciada hace dos años, continuada con el nombramiento, el 25 de septiembre, del cardenal Raymundo Damasceno, arzobispo emérito de Aparecida, como comisario pontificio. La institución no reconoce esta intervención alegando motivos jurídicos.
Según ha podido saber Vida Nueva, la segunda respuesta vaticana viene con la apertura de una investigación en Doctrina de la Fe debido a presuntos casos de abusos sexuales a menores que salpicarían al propio fundador, João Scognamiglio Clá Dias, y a otros superiores de esta entidad cuyos miembros se distinguen por sus botas de caña alta, sus desfiles de estilo militar y sus túnicas de aspecto medieval con una enorme cruz de Santiago en la parte delantera.
El antiguo Tribunal del Santo Oficio, el organismo de la Santa Sede encargado de juzgar los “delicta graviora” (delitos más graves, entre los que está la pederastia), va a examinar además otras denuncias contra este grupo nacido como una escisión del movimiento ultraconservador brasileño Tradición, Familia y Propiedad (TFP) tras la muerte en 1995 de su promotor, Plinio Corrêa de Oliveira.
Esas otras acusaciones son relativas a la supuesta práctica de exorcismos irregulares y la alteración de los contenidos de la fe para conseguir manipular a las personas. También se estudiará algún episodio de presunto suicidio inducido.
Doctrina de la Fe ya abrió una investigación a esta organización en 2017 debido a los supuestos exorcismos practicados por Clá, algunos de los cuales fueron grabados en vídeos que se difundieron aquel año por Internet, además de otros posibles delitos. El caso no prosperó y acabó archivándose en 2018, pero la llegada de nuevas denuncias por eventuales “delicta graviora” ha propiciado su reapertura. Los Heraldos del Evangelio niegan tajantemente estas acusaciones, aseguran que no existen pruebas que las corroboren y advierten de que se reservan el derecho a denunciar a los “calumniadores de la entidad”, como ya hicieron en el pasado.
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Denuncia civil
“Sufrí acoso, humillación, abuso psicológico, físico y sexual. Me sentía sin libertad y esclavizada”, cuenta la colombiana María Paula Pinto Vargas, que tiene ahora 23 años y entró en los Heraldos cuando estaba a punto de cumplir 10. Su testimonio forma parte de la denuncia colectiva presentada ante la Justicia civil brasileña por 43 exintegrantes o sus familiares, un documento al que ha tenido acceso esta revista.
Así, cuando tenía 12 años, Pinto Vargas recibió uno de los llamados “besos sagrados” que Clá daba a algunas chiquillas que estudiaban en los colegios con que cuenta la institución. Otras tres jóvenes que formaron parte de esta realidad eclesial cuando eran niñas aseguraron igualmente haber sufrido actos deshonestos por parte del fundador, al que las muchachas llaman “papito”.
Clá renunció al cargo de superior general poco antes de que se hiciera público el inicio de la visita apostólica en 2017, justificando su decisión por los 77 años con que contaba entonces. A la edad se sumaban las consecuencias del ictus sufrido unos años antes. Pese a que dejó las riendas de la institución, el fundador sigue siendo objeto de una devoción que rayaría el fanatismo –explican algunos testigos–, lo que genera una gran inquietud en los dicasterios vaticanos que estudian el caso.
“Me regalaron las agujas que se usaban para las sesiones de acupuntura de monseñor, sus cabellos, sus pañuelos con manchas de sangre y sus camisas sucias. Me contaban que eran reliquias. Se nos decía que no podíamos contar lo de los besos y las reliquias, porque, quien no tuviera nuestra vocación, no lo entendería”, explica María Paula, que aún recuerda con disgusto cómo Clá, un día después de misa, la llamó a la sacristía y le dio un beso en la boca.
“No fue algo inocente. Yo no sabía qué hacer. Me quedé roja y temblando. Luego fui a contárselo a una niña más grande y me dijo que tenía que guardármelo en secreto, porque había recibido la gracia de papito”. Esta joven colombiana consiguió salir de los Heraldos gracias a la intervención de su familia después de que empezara a sufrir graves crisis de ansiedad. Está convencida de que los abusos no fueron más allá debido a que Clá sufrió un ictus. Según relata, otras niñas no habrían tenido la misma suerte.
Hablan las víctimas
Una joven denunció ante la Justicia civil al fundador y a dos de sus más estrechos colaboradores por haberla supuestamente violado cuando tenía 13 años después de suministrarle medicación para dejarla medio inconsciente. Cuando informó a la encargada de lo ocurrido, esta se limitó a enviarla a la consulta de un psiquiatra. “Los abusos psicológicos y sexuales estuvieron muy presentes para mí. En el tiempo que estuve en Brasil, Clá tuvo tres o cuatro acercamientos personales conmigo. Me llevaba aparte a una capilla y luego supe que también le ocurría a otras niñas”, relata otra colombiana, llamada María Paula Martínez, que no duda en dar detalles de los tocamientos sufridos. Estos episodios sucedieron cuando ella tenía unos 12 años.
Otra supuesta víctima, que pide en cambio mantener el anonimato, asegura que durante su estancia en uno de los colegios de la institución en Brasil, lo que ocurrió cuando ella tenía entre 12 y 16 años, sufrió numerosas situaciones similares por parte de Clá. “Cada vez que se producía un encuentro privado con él, había acoso sexual”, rememora.
Los testimonios coinciden en que estas situaciones eran conocidas por varios adultos, que no habrían hecho nada para evitar que siguieran produciéndose ni tampoco denunciaron lo sucedido. “Había algunos superiores alrededor del fundador que le llevaban a las niñas y las separaban del grupo. Eran conscientes de lo que hacían”, asegura Martínez, que formó parte de la institución entre 2009 y 2011.
La sacó a la fuerza su familia y sigue hoy precisando de apoyo psicológico para recuperarse del “lavado de cerebro” que dice haber sufrido. “Adoctrinan a los niños desde la más temprana edad para meterles en la cabeza día y noche con canciones y oraciones que Clá, Plinio y su madre, doña Lucilia, son santos. Hay una exaltación increíble de esos personajes. Hay además la obligación de obedecer siempre. Es un abuso para un niño el modo en que se manipula su mente y su forma de vivir”.
Heraldos: fidelidad al Evangelio… y a Roma (Editorial)
Según ha confirmado Vida Nueva, el Vaticano se adentra a examinar irregularidades de gravedad, lo que requiere contar con todos los medios a su alcance para que el proceso ofrezca las mayores garantías posibles para todos los actores implicados, en aras de la verdad, evitando condenas previas o favoritismo alguno. Máxime cuando la reacción de los Heraldos ha sido no reconocer al comisario enviado por Roma y tachar de “encarnizada y arbitraria” la actuación de la Santa Sede.
Este plante no ayuda cuando debería primar la máxima transparencia y colaboración mutua sin temor alguno, sobre todo si, como aseguran, “no se ha incurrido en ningún delito y siempre se ha mantenido una integridad de la fe y de las costumbres”.
Más allá de los Heraldos, lo cierto es que en los últimos años no pocas realidades eclesiales de nuevo cuño han tenido que ser intervenidas por abusos de poder, conciencia y sexuales, dislates eclesiológicos, financieros. Por ello, cabe preguntarse si, hasta hace poco, Roma ha dado manga ancha para aprobar nuevas asociaciones de fieles sin discernir a fondo si verdaderamente se suscitaba un auténtico carisma o, simplemente, eran fruto de intereses personales.
En algunos casos, su peso económico y en la vida pública, así como un ingente número de vocaciones, ha llevado a respaldarles sin reparar en el excesivo rigorismo, adoctrinamiento e ideología que arrastran. A la par, se denostaba a congregaciones históricas por confundir su escucha a los signos de los tiempos con cierta laxitud vital.
Lamentablemente, los escándalos que han rodeado a algunas entidades han dado la razón a quienes veían en ellas una errada apuesta de una “Iglesia fortaleza” ante una galopante secularización, aferrándose a las formas y a los hábitos, frente a una Iglesia vestida de calle y revestida del soplo fresco del Espíritu.
Así pues, urge una honda reflexión desde Roma sobre el ser y hacer de estas “viejas” nuevas formas de vida consagrada y laical. Una tarea que atañe no solo a la Santa Sede como garante de fidelidad al Evangelio, sino a los obispos, a quienes compete la primera aprobación y tutela en lo cotidiano para dilucidar si nacen de Dios. Mirar para otro lado o dejarse seducir por espejismos varios puede resultar letal a posteriori para toda la Iglesia.
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Fuente:
Revista Vida Nueva