Primera exhortación de León XIV: Los pobres, el corazón de la fe
8:00 p.m. | 17 oct 25 (AM/RVN).- En Dilexi te, su primera exhortación apostólica, León XIV reafirma la opción evangélica por los pobres como pilar de la vida cristiana y prolonga el impulso de Francisco hacia “una Iglesia pobre y para los pobres“. El pontífice sostiene que la fidelidad al Evangelio se reconoce en la cercanía a los descartados y en el compromiso con la justicia social, porque no se puede adorar a Dios sin reconocer su rostro en el que sufre. Compartimos editoriales, citas más importantes y reflexiones sobre los temas esenciales del documento, difundidos en medios oficiales de la Iglesia y en portales católicos.
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Editorial de Andrea Tornielli en Vatican News
Dilexi te, sobre el amor hacia los pobres, la primera exhortación apostólica de León XIV, está vinculada desde su título a la última encíclica del papa Francisco, Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo (octubre de 2024) y es, en cierto modo, su continuación. No es un texto sobre la Doctrina Social de la Iglesia, no entra en el análisis de problemas concretos. Más bien propone los fundamentos de la Revelación, destacando el fuerte vínculo que existe entre el amor de Cristo y su llamada a estar cerca de los pobres.
En efecto, la centralidad del amor a los pobres está en el corazón mismo del Evangelio y, por tanto, no puede reducirse a un “pálpito” de algunos Pontífices o de ciertas corrientes teológicas, ni presentarse como una consecuencia social y humanitaria extrínseca a la fe cristiana y a su anuncio. “El afecto por el Señor se une al afecto por los pobres”, escribe León. Son, pues, inseparables: “Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”, dice Jesús. Por tanto, aquí “no estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación: el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia”.
El Papa observa que, por desgracia, también los cristianos corren el riesgo de “contagiarse” de actitudes mundanas, ideologías y visiones político-económicas engañosas. El fastidio con que a veces se oye hablar del compromiso con los pobres, casi como si fuera una distracción del amor y del culto dirigidos a Dios, revela la actualidad del documento: “El hecho de que el ejercicio de la caridad resulte despreciado o ridiculizado, como si se tratase de la fijación de algunos y no del núcleo incandescente de la misión eclesial, me hace pensar -afirma León XIV- que siempre es necesario volver a leer el Evangelio, para no correr el riesgo de sustituirlo con la mentalidad mundana”.
A través de citas bíblicas y comentarios de los Padres de la Iglesia, se nos recuerda así que el amor a los pobres no es un “camino opcional”, sino que representa “el criterio del verdadero culto”. Iluminadoras, incluso para la Iglesia de hoy, son, por ejemplo, las palabras de san Juan Crisóstomo y san Agustín: el primero nos invita a honrar a Jesús en el cuerpo de los pobres, preguntándose qué sentido tiene tener altares llenos de cálices de oro mientras Cristo está extenuado por el hambre a las puertas de la iglesia; el segundo define a los pobres como “la presencia sacramental del Señor”, viendo en el cuidado de los pobres una prueba concreta de la sinceridad de la fe.
En virtud de este vínculo con la esencia del mensaje cristiano, la parte final de Dilexi te contiene una llamada dirigida a todo bautizado para que se comprometa concretamente en la defensa y la promoción de los más débiles: “Es responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios hacer oír, de diferentes maneras, una voz que despierte, que denuncie y que se exponga”. Incluso a costa de parecer “estúpidos”.
Un mensaje lleno de consecuencias para la vida eclesial y social: el actual sistema económico-financiero y sus “estructuras de pecado” no son ineluctables y, por tanto, es posible comprometerse a pensar y construir, con la fuerza de la bondad, una sociedad diferente y más justa, mediante “un cambio de mentalidad, pero también con la ayuda de las ciencias y la técnica, mediante el desarrollo de políticas eficaces en la transformación de la sociedad”. La exhortación fue preparada inicialmente por Francisco. Fue adoptada por su sucesor León XIV, que como religioso y luego como obispo misionero compartió gran parte de su vida con los pobres, dejándose evangelizar por ellos.
LEER. Exhortación Dilexi te, sobre el amor hacia los pobres (completa)
VIDEO. El amor a los pobres en el centro del Evangelio: entrevista con A. Tornielli
Cinco ideas centrales en Dilexit te
1) Jesús que se hizo pobre
Gran parte de Dilexi te refleja la estructura de la encíclica Dilexit nos de Francisco, de la cual es una especie de continuación o complemento. Al igual que la encíclica, dedica el segundo de sus cinco capítulos a recorrer su tema a través del testimonio de la Sagrada Escritura, antes de pasar en el tercero a seguir el mismo hilo en la tradición patrística y en la historia de los carismas religiosos.
En particular, Dilexi te afirma que “la predilección de Dios por los pobres”, visible a lo largo del Antiguo Testamento, “encuentra en Jesús de Nazaret su plena realización”, quien por nosotros se hizo pobre en la Encarnación (n. 18). El papa León describe a Jesús experimentando tanto las dimensiones materiales de la pobreza —nacido en condiciones humildes y ganándose el sustento con el trabajo de sus manos— como sus dimensiones existenciales, al enfrentar “la misma exclusión que caracteriza la definición de los pobres: ellos son los excluidos de la sociedad” (n. 19).
La exhortación también profundiza en la enseñanza de Jesús sobre el mandamiento principal, vinculando inseparablemente el amor a Dios con el amor a los pobres y relacionando ambos con el amor a Jesús, tal como se expresa en la parábola del Juicio Final (Mt 25,31-46). La primera comunidad cristiana comprendió bien esto, afirma el Papa, comprometiéndose a compartir sus bienes y realizar obras de caridad siguiendo “directamente el ejemplo de Jesús, de las mismas palabras del Evangelio” (n. 29).
León vuelve a subrayar esta identidad entre la Encarnación y el amor por los pobres hacia el final de la exhortación, donde escribe: “La realidad es que los pobres para los cristianos no son una categoría sociológica, sino la misma carne de Cristo. En efecto, no es suficiente limitarse a enunciar en modo general la doctrina de la encarnación de Dios; para adentrarse en serio en este misterio, en cambio, es necesario especificar que el Señor se hace carne, carne que tiene hambre, que tiene sed, que está enferma, encarcelada” (n. 110).
Por Sam Sawyer, S.J.
2) Francisco y el Concilio Vaticano II
No es sorprendente que un documento iniciado por el predecesor del papa León muestre una notable continuidad con los escritos del papa Francisco. El Concilio Vaticano II también está presente en todos sus rincones. Las dos influencias van de la mano, pues el papa Francisco consideró que la implementación del Concilio era un foco primordial de su pontificado. Que el papa León se mantenga tan cercano a la visión de Francisco sugiere un compromiso perseverante con el Concilio, compromiso que manifestó ya en su discurso al Colegio de Cardenales tras su elección.
Cuando el papa Juan XXIII anunció el Concilio, el futuro papa León XIV tenía tres años. Su comprensión del Concilio se realiza a través del prisma de la tradición de la Iglesia —y Francisco ahora es parte significativa de dicha tradición. En Dilexi te aparece citado o aludido decenas de veces, en temas que van desde la eclesiología hasta la pobreza, desde la cristología hasta la ecología y la atención a los presos.
El papa León describe el Concilio Vaticano II como “una etapa fundamental en el discernimiento eclesial en relación a los pobres” (n. 84) y cita la constitución Gaudium et Spes como fundamento para entender el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad, incluso reproducciendo una frase —que podría inquietar a cualquier defensor del capitalismo—: “Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí” (n. 86). Tener en cuenta también el día en que el actual pontífice firmó este documento: 4 de octubre, la Fiesta de San Francisco.
Por James T. Keane
3) Repensar la pobreza
Dilexi te de León XIV llega en un momento particularmente precario para los pobres del mundo, cuando EE.UU. y varias naciones europeas han reducido significativamente la ayuda humanitaria y los programas de lucha contra la pobreza destinados a los países en desarrollo, mientras incrementan de forma desproporcionada sus presupuestos de defensa. La exhortación invita a ampliar la comprensión de lo que significa la pobreza.
“Deberíamos hablar quizás más correctamente de los numerosos rostros de los pobres y de la pobreza, porque se trata de un fenómeno variado; en efecto, existen muchas formas de pobreza”, escribe el papa León. La pobreza incluye ciertamente la carencia de bienes materiales como alimento, agua y vivienda; pero el Papa recuerda también que “se percibe que han aumentado las distintas manifestaciones de la pobreza. Esta ya no se configura como una única condición homogénea, más bien se traduce en múltiples formas de empobrecimiento económico y social, reflejando el fenómeno de las crecientes desigualdades también en contextos generalmente acomodados” (n. 12).
Los marginados y vulnerables del mundo se encuentran tanto entre quienes permanecen atrapados en la pobreza en sus países de origen como entre los millones de migrantes y refugiados que buscan en otros lugares una vida mejor, aunque las naciones más ricas cierren sus puertas (n. 75).
El papa León también advierte contra distintas distorsiones ideológicas en torno a la manera de afrontar la pobreza. A quienes afirman que el mundo moderno ha reducido la pobreza, responde: “Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual” (n. 13). Asimismo, critica a quienes —incluso dentro de la Iglesia— miran a los pobres como responsables de su propia condición o como una pieza necesaria del engranaje económico, víctimas de “esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida” (n. 14).
Por Kevin Clarke and Zac Davis
VIDEO. Dilexi te puntos clave del primer documento magisterial de León XIV
4) Influencia latinoamericana
En 2023, el cardenal Christophe Pierre, nuncio apostólico en Estados Unidos, provocó revuelo al manifestar su sorpresa de que, en general, los obispos estadounidenses no estuvieran familiarizados con la historia de la Iglesia en América Latina ni con la influencia que esta ha tenido en el papa Francisco. Tras la lectura de Dilexi te, resulta evidente que el papa León —estadounidense que desarrolló gran parte de su ministerio en el Perú— conoce bien esa historia.
En un documento colmado de citas de pontífices anteriores, llama la atención que el papa León también haya querido citar los trabajos de las conferencias episcopales latinoamericanas, en particular las de Medellín y Aparecida. “Yo mismo, misionero durante largos años en Perú, debo mucho a este camino de discernimiento eclesial, que el papa Francisco ha sabido unir sabiamente al de otras Iglesias particulares, especialmente las del Sur global” (n. 89), escribe el Papa.
En América Latina, los obispos llamaron a la Iglesia a “no sólo debe compartir la condición de los pobres, sino también ponerse de su lado, comprometiéndose diligentemente en su promoción integral” (n. 90). Esto implicaba no limitarse a alimentar al hambriento, sino examinar los sistemas de injusticia que generan pobreza desde su raíz. Quizá esta sea una de las secciones más exigentes de Dilexi te: no basta con donar a la despensa parroquial o a una obra caritativa; se requiere confrontar el “pecado social” que engendra la pobreza y asumir la propia responsabilidad ante él.
Por Tim Reidy
5) Amor a los pobres y culto a Dios
En varios pasajes de la exhortación, el papa León aborda la relación entre el amor de la Iglesia por los pobres y el culto verdadero. Según subraya, ambos no pueden separarse, ni uno puede considerarse superior o previo al otro en un sentido calculado o jerárquico: “Es innegable que el primado de Dios en la enseñanza de Jesús va acompañado de otro punto fijo: no se puede amar a Dios sin extender el propio amor a los pobres” (n. 26).
No se trata, advierte, de un problema nuevo dentro de la comunidad cristiana. León cita el Antiguo y el Nuevo Testamento, junto con los Padres de la Iglesia, que ya denunciaban la tendencia de sus comunidades a privilegiar un culto bello mientras se ignoraba a los pobres y marginados. En una sección particularmente contundente, evocando el testimonio de san Juan Crisóstomo, el Papa concluye: “Si los fieles no encuentran a Cristo en los pobres a su puerta, tampoco lo encontrarán en el altar”. Y añade: “la caridad no es una vía opcional, sino el criterio del verdadero culto” (n. 41).
León muestra que toda la vida de Jesús —desde su nacimiento, su oficio y condición social, su ministerio y predicación, hasta su rechazo y ejecución— estuvo marcada por la pobreza. Amar a Jesús, en cierto modo, significa asumir la relación inseparable entre Dios y la pobreza.
No se trata simplemente de servir a los pobres porque Jesús fue pobre. La integración entre el culto y el amor a los pobres desemboca, más bien, en una pregunta fundamental: ¿qué significa rendir a Dios un culto auténtico? El Papa explica que el culto verdadero tiene la tarea de transformarnos interiormente, para que lleguemos a ser imágenes vivas de Cristo, y al mismo tiempo liberarnos “del riesgo de vivir nuestras relaciones en la lógica del cálculo y del interés” (n. 27). De este modo, el amor a los pobres purifica nuestro culto, y un culto verdaderamente transformador profundiza, a su vez, nuestro amor por los pobres.
Por Sebastian Gomes
VIDEO. Las claves de Dilexi te, el primer gran documento de León XIV
Diez reflexiones de León XIV en su exhortación sobre los pobres
El Papa, además de poner en valor la Teología de la Liberación y el caminar de los obispos latinoamericanos, denuncia que “vemos crecer algunas élites de ricos” mientras aumenta la pobreza, carga contra las “ideologías que llevan a injustas generalizaciones” sobre los más pobres y arremete contra una “falsa meritocracia” que repite el mantra de que la pobreza se elige. En el primer gran documento de su pontificado, Robert Francis Prevost también hace un aviso a la Iglesia pidiendo atajar las “pastorales de élites” que olvidan a los pobres. La revista católica Vida Nueva recogió las 10 reflexiones más importantes de Dilexi te en sus 121 puntos:
1. “El compromiso en favor de los pobres sigue siendo insuficiente”
“Se puede decir que el compromiso en favor de los pobres y con el fin de remover las causas sociales y estructurales de la pobreza, aun siendo importante en los últimos decenios, sigue siendo insuficiente. Esto también porque vivimos en una sociedad que a menudo privilegia algunos criterios de orientación de la existencia y de la política marcados por numerosas desigualdades y, por tanto, a las viejas pobrezas de las que hemos tomado conciencia y que se intenta contrastar, se agregan otras nuevas, en ocasiones más sutiles y peligrosas. Desde este punto de vista, es encomiable el hecho de que las Naciones Unidas hayan puesto la erradicación de la pobreza como uno de los objetivos del Milenio”, señala en el punto 10.
2. La cultura del descarte
Y en el punto 11, León XIV se expresa así: “Al compromiso concreto por los pobres también es necesario asociar un cambio de mentalidad que pueda incidir en la transformación cultural. En efecto, la ilusión de una felicidad que deriva de una vida acomodada mueve a muchas personas a tener una visión de la existencia basada en la acumulación de la riqueza y del éxito social a toda costa, que se ha de conseguir también en detrimento de los demás y beneficiándose de ideales sociales y sistemas políticos y económicos injustos, que favorecen a los más fuertes. De ese modo, en un mundo donde los pobres son cada vez más numerosos, paradójicamente, también vemos crecer algunas élites de ricos, que viven en una burbuja muy confortable y lujosa, casi en otro mundo respecto a la gente común.
Eso significa que todavía persiste —a veces bien enmascarada— una cultura que descarta a los demás sin advertirlo siquiera y tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano. Hace algunos años, la foto de un niño tendido sin vida en una playa del Mediterráneo provocó un gran impacto y, lamentablemente, aparte de alguna emoción momentánea, hechos similares se están volviendo cada vez más irrelevantes, reduciéndose a noticias marginales”.
3. Una “falsa visión de la meritocracia”
“Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza, para la mayor parte de ellos, es una elección. Y, sin embargo, todavía hay algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad. Obviamente entre los pobres hay también quien no quiere trabajar, quizás porque sus antepasados, que han trabajado toda la vida, han muerto pobres.
Pero hay muchos —hombres y mujeres— que de todas maneras trabajan desde la mañana hasta la noche, a veces recogiendo cartones o haciendo otras actividades de ese tipo, aunque este esfuerzo solo les sirva para sobrevivir y nunca para mejorar verdaderamente su vida. No podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido ‘méritos’, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que solo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida”, denuncia en el punto 14.
4. “Posicionamientos políticos que llevan a injustas generalizaciones”
En el punto 15, el Pontífice denuncia que “también los cristianos, en muchas ocasiones, se dejan contagiar por actitudes marcadas por ideologías mundanas o por posicionamientos políticos y económicos que llevan a injustas generalizaciones y a conclusiones engañosas. El hecho de que el ejercicio de la caridad resulte despreciado o ridiculizado, como si se tratase de la fijación de algunos y no del núcleo incandescente de la misión eclesial, me hace pensar que siempre es necesario volver a leer el Evangelio, para no correr el riesgo de sustituirlo con la mentalidad mundana. No es posible olvidar a los pobres si no queremos salir de la corriente viva de la Iglesia que brota del Evangelio y fecunda todo momento histórico”.
5. El magisterio de los obispos latinoamericanos
“El martirio de san Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, fue al mismo tiempo un testimonio y una exhortación viva para la Iglesia. Él sintió como propio el drama de la gran mayoría de sus fieles y los hizo el centro de su opción pastoral. Las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida constituyen etapas significativas también para toda la Iglesia. Yo mismo, misionero durante largos años en Perú, debo mucho a este camino de discernimiento eclesial, que el papa Francisco ha sabido unir sabiamente al de otras Iglesias particulares, especialmente las del Sur global”, afirma en el punto 88.
6. Una economía que mata
Como reconoce en el punto 92, “es preciso seguir denunciando la ‘dictadura de una economía que mata‘. Aunque no faltan diferentes teorías que intentan justificar el estado actual de las cosas, o explicar que la racionalidad económica nos exige que esperemos a que las fuerzas invisibles del mercado resuelvan todo, la dignidad de cada persona debe ser respetada ahora, no mañana, y la situación de miseria de muchas personas a quienes esta dignidad se niega debe ser una llamada constante para nuestra conciencia”.
7. Denunciar las injusticias “aún a costo de parecer estúpidos”
Para León XIV, como explica en el punto 97, “es responsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios hacer oír, de diferentes maneras, una voz que despierte, que denuncie y que se exponga, aun a costo de parecer ‘estúpidos’. Las estructuras de injusticia deben ser reconocidas y destruidas con la fuerza del bien, a través de un cambio de mentalidad, pero también con la ayuda de las ciencias y la técnica, mediante el desarrollo de políticas eficaces en la transformación de la sociedad”.
8. Abrazo a la Teología de la liberación
Prevost echa mano de la “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación” firmada en 1984 por el prefecto de Doctrina de la Fe de Juan Pablo II, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, para ensalzarla, siendo consciente de que se trata de “un documento que al principio no fue bien acogido por algunos”, pero que “nos ofrece una reflexión siempre actual”:
“A los defensores de ‘la ortodoxia’, se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y de los regímenes políticos que las mantienen. La conversión espiritual, la intensidad del amor a Dios y al prójimo, el celo por la justicia y la paz, el sentido evangélico de los pobres y de la pobreza, son requeridos a todos, y especialmente a los pastores y a los responsables. La preocupación por la pureza de la fe ha de ir unida a la preocupación por aportar, con una vida teologal integral, la respuesta de un testimonio eficaz de servicio al prójimo, y particularmente al pobre y al oprimido”, reza el punto 98.
9. Freno a las pastorales para élites
En el punto 114, el Pontífice indica que la “atención espiritual hacia los pobres es puesta en discusión por ciertos prejuicios, también por parte de cristianos, porque nos sentimos más a gusto sin los pobres. Hay quienes siguen diciendo: ‘Nuestra tarea es rezar y enseñar la verdadera doctrina’. Pero, desvinculando este aspecto religioso de la promoción integral, agregan que solo el gobierno debería encargarse de ellos, o que sería mejor dejarlos en la miseria, para que aprendan a trabajar. A veces, sin embargo, se asumen criterios pseudocientíficos para decir que la libertad de mercado traerá espontáneamente la solución al problema de la pobreza.
O incluso, se opta por una pastoral de las llamadas élites, argumentando que, en vez de perder el tiempo con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los profesionales, para que, por medio de ellos, se puedan alcanzar soluciones más eficaces. Es fácil percibir la mundanidad que se esconde detrás de estas opiniones; estas nos llevan a observar la realidad con criterios superficiales y desprovistos de cualquier luz sobrenatural, prefiriendo círculos sociales que nos tranquilizan o buscando privilegios que nos acomodan”.
10. “Necesitamos practicar la limosna”
Ya al final del documento, en el punto 117, el Papa se refiere a la limosna de esta manera: “Hay que alimentar el amor y las convicciones más profundas, y eso se hace con gestos. Permanecer en el mundo de las ideas y las discusiones, sin gestos personales, asiduos y sinceros, sería la perdición de nuestros sueños más preciados. Por esta sencilla razón, como cristianos, no renunciamos a la limosna. Es un gesto que se puede hacer de diferentes formas, y que podemos intentar hacer de la manera más eficaz, pero es preciso hacerlo. Y siempre será mejor hacer algo que no hacer nada. En todo caso nos llegará al corazón. No será la solución a la pobreza mundial, que hay que buscar con inteligencia, tenacidad y compromiso social. Pero necesitamos practicar la limosna para tocar la carne sufriente de los pobres”.
LEER. Síntesis completa de Dilexi te publicada por Vatican News
VIDEO. Las huellas del papa Francisco en Dilexi te
Reflexión: Visión teológica de León XIV sobre una Iglesia para los pobres
“Una Iglesia pobre y para los pobres”. Esta visión, expresada por el papa Francisco pocos días después de su elección en 2013, hacía eco de las esperanzas manifestadas seis décadas antes por san Juan XXIII en los albores del Concilio Vaticano II. Ahora, al inicio de su propio pontificado, otro papa, León XIV, ofrece una aspiración semejante con la exhortación apostólica Dilexi te.
Basándose en el legado y en la obra iniciada por su predecesor, León dirige nuestra atención al vínculo esencial entre el Evangelio y el amor por los pobres, que describe como “la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios” (n. 103). Al igual que Francisco, León subraya la necesidad de afrontar las dimensiones estructurales de la exclusión y utiliza con confianza el lenguaje del pecado social y estructural para diagnosticar la crisis que enfrenta hoy la humanidad (n. 90).
Pero ¿qué significa esto para nosotros? ¿Cómo debe la Iglesia afrontar las estructuras de pecado? ¿Cómo debe responder a quienes viven en los márgenes? En otras palabras, ¿cómo llegar a ser una Iglesia de los pobres y para los pobres?
Explorar la “gran Tradición” de la Iglesia
Para el papa León XIV, una forma de responder a este “desafío ineludible” (n. 108) es retomar los ejemplos inspiradores de quienes pusieron en práctica el Evangelio. “He decidido recordar esta bimilenaria historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres”, explica en el capítulo quinto, “para mostrar que ésta forma parte esencial del camino ininterrumpido de la Iglesia. El cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos” (n. 103).
El capítulo tercero ofrece un recorrido inspirador por esta “gran Tradición”. Comenzando con los Padres de la Iglesia —en particular san Juan Crisóstomo y (como era de esperarse en León XIV) san Agustín—, Dilexi te subraya “que la teología patrística fue práctica, apuntando a una Iglesia pobre y para los pobres, recordando que el Evangelio sólo se anuncia bien cuando llega a tocar la carne de los últimos, y advirtiendo que el rigor doctrinal sin misericordia es una palabra vacía” (n. 48).
Al leer esto, se percibe una preocupación pastoral por quienes, dentro de la Iglesia, se sienten atraídos por la tradición y las intuiciones del período patrístico, pero pueden descuidar o incluso desestimar el compromiso social eclesial y sus esfuerzos por afrontar las dimensiones estructurales de la pobreza.
Una tradición de caridad organizada
Tras abordar los orígenes de la Iglesia, el capítulo tercero de Dilexi te ofrece una panorámica de diversos esfuerzos organizados agrupados en siete grandes ámbitos: el cuidado de los enfermos, la hospitalidad monástica, la liberación de los cautivos, la pobreza evangélica mendicante, los ministerios educativos, el acompañamiento de los migrantes y el servicio a los más pequeños entre nosotros. Cada sección ilumina ejemplos de santos y santas que fundaron congregaciones religiosas para responder a necesidades concretas —desde los mercedarios, creados en el siglo XIII para liberar prisioneros, hasta las Misioneras de la Caridad, fundadas en el siglo XX para servir a “los más indigentes, descartados por la sociedad” (n. 77).
En conjunto, el documento destaca los ejemplos o escritos de más de cincuenta figuras en la vida de la Iglesia y menciona la labor de veintiséis congregaciones religiosas. De este modo, el papa León XIV propone una manera renovada de comprender la historia eclesial, enmarcada tanto por la obra heroica de individuos que se consagraron a los pobres como por los esfuerzos colectivos de grupos y movimientos que buscaron transformar la sociedad y renovar la Iglesia.
Si bien el texto no aborda de manera directa la teología de los carismas religiosos, sugiere que el amor a los pobres constituye un criterio decisivo de discernimiento para evaluar la autenticidad de cualquier grupo o movimiento eclesial. “A este respecto —escribe León— es necesario recordar que la religión, especialmente la cristiana, no puede limitarse al ámbito privado, como si los fieles no tuvieran que preocuparse también de los problemas relativos a la sociedad civil y de los acontecimientos que afectan a los ciudadanos” (n. 112).
El capítulo tercero concluye con una sección dedicada a los movimientos populares, categoría que comprende a grupos de pueblos indígenas, campesinos sin tierra, trabajadores no calificados, personas con discapacidad y minorías oprimidas. Citando ampliamente los discursos del papa Francisco a estos movimientos, Dilexi te elogia su acción organizativa en la “luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del imperio del dinero” (n. 81).
Esta atención a las formas de organización de base representa una afirmación significativa: la opción preferencial de la Iglesia por los pobres va más allá de los actos de caridad, extendiéndose a la solidaridad con los movimientos que trabajan por una transformación sistémica.
Omisiones notables
Si bien sería imposible ofrecer una historia completa de los esfuerzos organizados de la Iglesia en favor de los pobres dentro de una exhortación de esta extensión, el capítulo presenta varias lagunas. En primer lugar, con la excepción de Caritas Internationalis, todas las personas y grupos mencionados en el capítulo tercero pertenecen al clero ordenado o a institutos de vida consagrada. De los casi cincuenta santos y figuras históricas mencionados en este panorama de la “Iglesia de los pobres”, solo siete son mujeres, y únicamente un santo —san Agustín— fue padre de familia. Esto resulta aún más llamativo si se considera que las mujeres, al igual que las viudas asistidas por la Iglesia primitiva (n. 32), se ven desproporcionadamente afectadas por la pobreza y que son ellas quienes sostienen una parte significativa de las obras caritativas eclesiales.
Podría haberse incluido también la referencia a los movimientos laicales de la Acción Católica especializada —como los Jóvenes Obreros Cristianos—, a diversos sindicatos, a las experiencias de los nuevos movimientos eclesiales como Focolar y San Egidio, o a las comunidades eclesiales de base. Asimismo, se echa de menos la mención del testimonio de numerosos laicos y laicas que vivieron la santidad en el compromiso social, como Dorothy Day, Frédéric Ozanam, Satoko Kitahara o Julius Nyerere. Sus experiencias aportan ejemplos significativos a la vida de la Iglesia y ayudan a esclarecer qué significa ser una Iglesia con y para los pobres.
En segundo lugar, entre los ejemplos citados, muy pocos proceden de fuera de Europa. Llama la atención que, de todos los santos mencionados a lo largo del texto, solo dos —santa Dulce de los Pobres (Brasil) y san Óscar Romero (El Salvador)— provienen de fuera de Europa y los Estados Unidos. Aunque el documento recoge varios encuentros de los obispos latinoamericanos en el capítulo cuarto, no se hace referencia directa a experiencias semejantes surgidas en África subsahariana o en Asia, regiones donde vive la mayoría de los pobres del mundo y donde numerosos movimientos y organizaciones eclesiales trabajan activamente para combatir la pobreza. Esto representa una ligera divergencia respecto de los escritos del papa Francisco, que solían incluir ejemplos y notas a pie de página procedentes de una amplia diversidad geográfica.
Estructuras de gracia
A pesar de estas ausencias, el documento representa una aportación importante a la doctrina social de la Iglesia en este Año Jubilar. No se limita a subrayar la importancia del encuentro personal e individual con los pobres, sino que insiste también en la necesidad de organizarse y de promover movimientos sociales —incluidas congregaciones religiosas y movimientos populares— capaces de actuar de múltiples maneras para combatir las estructuras de pecado que hieren nuestro mundo.
De este modo, los esfuerzos organizados que el capítulo tercero pone de relieve pueden entenderse incluso como estructuras de gracia: instituciones y movimientos que ofrecen espacios donde inspirar y sostener a las personas, trabajan para afrontar las causas estructurales de la pobreza y contribuyen a la renovación de la Iglesia en su camino hacia ser verdaderamente una Iglesia de y para los pobres.
Esta intuición teológica, aunque solo de manera implícita en el texto de León XIV, apunta a una verdad más profunda: así como el pecado puede arraigarse en las estructuras sociales, también la gracia puede encarnarse en comunidades organizadas dedicadas a la justicia y la misericordia. Estas estructuras de gracia se convierten así en signos concretos de esperanza y en caminos de transformación en un mundo marcado por la desigualdad y la exclusión.
VIDEO. Exhortación Apostólica Dilexi te – Conferencia de prensa
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Fuentes
- Tornielli, A. (2025, 9 de octubre). Editorial: Dilexi te: los pobres son el corazón del Evangelio. Vatican News
- Cruz, R. (2025, 9 de octubre). Las 10 reflexiones más importantes de León XIV en su exhortación apostólica Dilexi te sobre los pobres. Vida Nueva.
- America Staff. (2025, October 9). Top 5 takeaways from Pope Leo’s first major document, Dilexi Te. America Magazine.
- Ahern, K. (2025, October 10). Pope Leo’s theological vision of a church for the poor in Dilexi Te. America Magazine.
- NCR Editorial Staff. (2025, October 10). Pope Leo delivers breathtakingly bold salvo on wealth, elitism and poverty. National Catholic Reporter.
- Videos: Canal Orbe 21 – Rome Reports – Ecclesia COPE – Radio María (Argentina) – Vatican News
- Imagen: Vatican Media – Radio Veritas Asia

