Una Iglesia para los pobres

Bergoglio y los pobres

11.00 p m| 11 set 14 (NEW YORK TIMES/BV).- Hace poco el Papa Francisco acaparó los titulares cuando anunció que Roma había levantado el bloqueo al proceso de canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien fue asesinado a tiros mientras celebraba misa en 1980. Sin embargo mucha menos atención recibió otra de sus acciones, una que pone de relieve un cambio significativo al interior del Vaticano, dirigido por el primer Papa latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica Romana: la rehabilitación de la Teología de la Liberación. Texto de Paul Vallely, director del semanario católico británico The Tablet, publicado en la edición internacional del The New York Times.

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Monseñor Romero fue asesinado después de hablar a favor de los pobres durante una época en que los escuadrones de la muerte acechaban El Salvador, bajo un gobierno respaldado por Estados Unidos y dirigido por los militares (en los años 1970 y 80). Durante tres décadas Roma le bloqueó el paso al proceso de canonización por temor de que se viera como un respaldo a los defensores de la Teología de la Liberación, el movimiento que insiste en que la Iglesia católica debe priorizar el trabajo en la cuestión económica y social -así como espiritual – de los pobres.

Con Francisco ese obstáculo ha sido removido, y más aún, ahora dice que es importante que la beatificación del arzobispo Romero -paso previo a la santificación- “se haga rápidamente”. Católicos conservadores han tratado de minimizar el significado político de la postura del Papa al afirmar que el arzobispo, aunque defensor de los pobres, nunca acogió de lleno la Teología de la Liberación.

Sin embargo, otra movida del Papa socava tal revisionismo. Este mes también levantó una prohibición de celebrar misa impuesto hace casi 30 años al P. Miguel d’Escoto Brockmann, que había sido suspendido como sacerdote por servir como ministro de Relaciones Exteriores al gobierno sandinista de Nicaragua en la misma época. No hay ninguna ambigüedad acerca de la posición del Padre d’Escoto respecto a la Teología de la Liberación, quien una vez calificó al presidente Ronald Reagan de “carnicero” y “bandido internacional”. Más tarde, como presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Padre d’Escoto condenó los “actos de agresión” de Estados Unidos en Irak y Afganistán.

Pero hay más en la acción del Papa que amabilidad con un hombre de 81 años de edad. En un cambio notable, se le está dando cabida y notoriedad a la Teología de la Liberación. Durante la Guerra Fría, la idea de que la Iglesia católica debe ofrecer “una opción preferencial por los pobres” fue visto por muchos en Roma como un apenas disimulado marxismo. El Papa Juan Pablo II, que había crecido bajo el totalitarismo del bloque soviético, estaba decidido a acabar con él. En una visita a Nicaragua, se hizo mediático un gesto cuando amenazó con el dedo al sacerdote Ernesto Cardenal, amigo del Padre d’Escoto y ministro del gabinete. El Vaticano también silenció otros exponentes claves de la Teología de la Liberación, y su fundador, el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez, fue puesto bajo investigación por la Congregación para la Doctrina de la Fe, o CDF.

Washington compartió los temores del Papa polaco de que la nueva teología podría abrir otra puerta a la infiltración comunista en América Latina. La CIA creó una unidad especial que informó sobre cientos de sacerdotes y monjas radicales, muchos de los cuales se convirtieron en víctimas de las dictaduras militares de la región.

El Papa Benedicto XVI dio un enfoque más sofisticado que su predecesor. Como jefe de la CDF, antes de convertirse en Papa, formuló críticas oficiales a la Teología de la Liberación en 1984 y 1986. Estas respaldaron su defensa de los pobres, pero denunciaron “graves desviaciones ideológicas” por parte de radicales que acogieron el determinismo económico marxista y la lucha de clases. Pero la mayoría de los teólogos de la liberación no estaban diciendo que los pobres debían tomar las armas, sino que la Iglesia católica debía ayudar a los pobres a liberarse de los sistemas económicos injustos a través de sindicatos, cooperativas y grupos de autoayuda.

Tras el fin de la Guerra Fría, el Papa Benedicto animó a los obispos de América Latina a encontrar nuevas formas de expresar la preferencia por los pobres. Asistió a la Conferencia Episcopal Latinoamericana en Aparecida, Brasil, en 2007, en la que se hizo algunos ajustes en el mensaje de la Teología de la Liberación. El sacerdote que los obispos eligieron para redactar el documento era Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, que seis años más tarde sería elegido Papa, y anunciaría que quería “una Iglesia pobre, para los pobres”.

El Papa ha tenido su propia revolución respecto a la Teología de la Liberación. Fue nombrado superior de los jesuitas argentinos en 1973, en parte para tomar medidas contra el movimiento. Pero 15 años más tarde, después de sufrir lo que ha llamado una “gran crisis interior”, se convirtió en “el obispo de las barriadas” de Buenos Aires y revisó sus puntos de vista. En las décadas siguientes rehabilitó personajes clave de la Teología de la Liberación en Argentina, y apoyó el tipo de iniciativas de base que el Vaticano, con su modelo jerárquico, tanto temía.

Cuando Argentina experimentó el mayor default de deuda de su historia en 2001 -que hundió la mitad de la población por debajo del umbral de la pobreza- el Padre Bergoglio comenzó a condenar lo que llamó estructuras económicas “corruptas”. Atacó el “capitalismo salvaje” por fragmentar la vida económica y social, y dijo que la “injusta distribución de los bienes” crea “una situación de pecado social que clama al cielo”.

Ese es el lenguaje de la Teología de la Liberación incluido en la doctrina social de la Iglesia católica. Papas anteriores habían hecho críticas similares del capitalismo, pero el lenguaje del Papa Francisco ha tenido un tono más vehemente e indignado.

El año pasado, el Papa invitó al Padre Gutiérrez -cuyo libro “Teología de la Liberación: Perspectivas” (1971) había sido durante años objeto de investigación por la CDF- a reunirse con él en El Vaticano. L’Osservatore Romano, el periódico semioficial del Vaticano, resaltó el evento al señalar que la Teología de la Liberación ya no puede “permanecer en la sombra, a la que ha sido relegada desde hace algunos años, al menos en Europa”. Por otra parte, se ha publicado recientemente un libro que tiene como coautores al Padre Gutiérrez y al cardenal Gerhard Müller, el actual Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, nombrado para el cargo por Benedicto XVI. Müller describe a la Teología de la Liberación como una de las “corrientes más importantes de la teología católica del siglo 20”.

La perspectiva occidental, que ha dominado tan largamente el pensamiento vaticano está siendo enrriquecido por el enfoque latinoamericano. Un nuevo momento histórico ha llegado. El Papa Francisco está tomando un riesgo. Los conservadores, que murmuran sobre otros cambios de esta nueva era, no están contentos. Pero en tiempos en que la brecha económica entre ricos y pobres es cada vez mayor, la rehabilitación de la Teología de la Liberación por parte del Papa es oportuna y muy bienvenida.


Fuente:

The New York Times

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