El ranking de autoridad en los documentos pontificios
7:00 p.m. | 4 nov 25 (AM).- Las palabras de un Papa no tienen siempre el mismo peso ni la misma intención. Algunas definen la fe, otras orientan la vida moral, otras abren caminos pastorales o dialogan con el mundo. Comprender los distintos tipos de documentos pontificios —de las constituciones apostólicas a las encíclicas, exhortaciones o motu proprio— es también comprender los diversos modos en que el magisterio se expresa, enseña y gobierna en la Iglesia.
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El jueves 9 de mayo de 2024, el papa Francisco promulgó Spes Non Confundit, la Bula de convocación del Año Jubilar 2025, que él mismo abrió en la Basílica de San Pedro el 24 de diciembre de 2024. En la ceremonia oficial de promulgación, el pontífice entregó ejemplares a los obispos representantes de las cuatro basílicas mayores de Roma, en un acto simbólico de difusión de la bula celebrado frente a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Con eso en mente vamos a la pregunta: ¿qué es exactamente una bula papal?
Durante muchos siglos, ha sido el medio predilecto de comunicación de los Papas. Toma su nombre de los sellos de plomo (bulla, en latín) que se colocaban en los documentos pontificios oficiales. Las bulas pueden contener toda clase de decretos o nombramientos —incluidas excomuniones, canonizaciones y promulgaciones de constituciones apostólicas—. La declaración infalible del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, Ineffabilis deus, se realizó mediante una bula papal. Lo mismo ocurrió con la declaración infalible del dogma de la Asunción de María en 1950, Munificentissimus deus.
Para la Compañía de Jesús —que históricamente ha desempeñado un papel de contrapunto frente al papado—, las bulas pontificias han marcado a menudo los momentos de auge y de crisis en su historia. La orden jesuita fue aprobada oficialmente por el papa Pablo III en 1540 mediante la bula Regimini Militantis Ecclesiae. Más de dos siglos después, el papa Clemente XIV empleó la bula Dominus ac Redemptor para suprimir (en gran parte) a los jesuitas en 1773. Sin embargo, en 1814 el papa Pío VII promulgó otra bula, Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, que restableció la Compañía de Jesús.
En la actualidad, las bulas papales se utilizan principalmente para anunciar Años Jubilares (como fue Spes Non Confundit, para el jubileo que se desarrolla este año) aunque con frecuencia el término se aplica coloquialmente a casi cualquier documento procedente del Vaticano. Pero ¿dónde se sitúan las bulas dentro de la jerarquía de los documentos vaticanos? ¿Qué grado de autoridad poseen en comparación con otros textos?
Una jerarquía de autoridad
Hay católicos que no se cansan de recordar que la Iglesia es extremadamente prudente al hablar con autoridad, y que la infalibilidad papal solo se ha invocado dos veces en toda su historia (cierto). Hay católicos que sostienen que el Catecismo de la Iglesia católica es infalible (falso). Y hay quienes tratan cada palabra del Papa como si de inmediato pasara a formar parte del depósito de la fe (falso también). Entre unos y otros se encuentra la mayoría de los fieles, más o menos seguros de lo que enseña la Iglesia, pero no siempre claros respecto al grado de autoridad que tienen los distintos documentos y declaraciones.
Debido a la gran variedad de medios que la jerarquía eclesiástica ha empleado a lo largo del mundo para comunicar la enseñanza de la Iglesia —y a los cambios en su relevancia a lo largo del tiempo—, la historia puede tornarse confusa. Por ejemplo, todo el mundo “sabe” que Galileo fue excomulgado… salvo que en realidad no lo fue. También se dice que los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI condenaron toda la teología de la liberación… pero tampoco es cierto.
Aunque el Vaticano no ofrece un sistema rígido o formal de clasificación para sus declaraciones autoritativas —en parte porque muchas de ellas contienen, a su vez, afirmaciones con distinto grado de autoridad—, lo que sigue pretende ser una breve guía introductoria sobre el tema.
Declaraciones infalibles
La infalibilidad papal, una figura relativamente reciente en la historia de la Iglesia, fue definida en el Concilio Vaticano I y proclamada en 1871. Supuso una expansión significativa de la autoridad magisterial del Papa —más de un historiador ha llamado al Vaticano I “el concilio del papado”—, ya que la infalibilidad, que hasta entonces se entendía como atributo de toda la Iglesia, pasó a reconocerse oficialmente también en su dimensión petrina.
Sin embargo, el dogma no significa en modo alguno que el papa no pueda equivocarse (recordemos que hubo un Papa que llegó a prohibir los trenes). Una declaración infalible requiere el uso de un lenguaje y unas circunstancias muy precisas: el pontífice debe tener la intención explícita de hablar ex cathedra (del latín “desde la cátedra”, es decir, desde la sede de Pedro) sobre “cuestiones de fe y de moral” dirigidas a toda la Iglesia.
Como se mencionó antes, la infalibilidad solo ha sido invocada dos veces: en la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (1854) y en la de la Asunción de María (1950). Algunos católicos afirman que la Iglesia ha declarado infaliblemente que las mujeres no pueden recibir la ordenación sacerdotal, basándose en que Juan Pablo II afirmó en Ordinatio sacerdotalis (1994) que “esta determinación debe ser definitivamente mantenida por todos los fieles de la Iglesia”. Sin embargo, es significativo que en dicho documento el Papa evitara deliberadamente emplear el lenguaje técnico que invoca explícitamente la infalibilidad.
Constituciones apostólicas
Las constituciones apostólicas, se promulguen o no en el marco de un concilio ecuménico, son los documentos de mayor peso en la jerarquía vaticana. Suelen abordar —y subrayar la importancia de— asuntos graves de fe y de moral; pueden definir dogmas, crear nuevas estructuras eclesiales, modificar el derecho canónico o introducir reformas de amplio alcance en la vida de la Iglesia. Cuatro de los documentos del Concilio Vaticano II —Sacrosanctum concilium, Gaudium et spes, Dei verbum y Lumen gentium— son constituciones apostólicas.
Esta última constitución, de enorme influencia —conocida en español como Constitución dogmática sobre la Iglesia— propuso una visión de la infalibilidad que armoniza con la interpretación histórica que describe al Vaticano II como “el concilio de los obispos”:
“Aunque cada uno de los Prelados no goce por si de la prerrogativa de la infalibilidad, sin embargo, cuando, aun estando dispersos por el orbe, pero manteniendo el vínculo de comunión entre sí y con el sucesor de Pedro, enseñando auténticamente en materia de fe y costumbres, convienen en que una doctrina ha de ser tenida como definitiva, en ese caso proponen infaliblemente la doctrina de Cristo. Pero todo esto se realiza con mayor claridad cuando, reunidos en concilio ecuménico, son para la Iglesia universal los maestros y jueces de la fe y costumbres, a cuyas definiciones hay que adherirse con la sumisión de la fe” (Lumen gentium, n. 25).
Fuera del contexto de un concilio ecuménico, los tres Papas más recientes han recurrido con frecuencia a las constituciones apostólicas como instrumentos ordinarios de gobierno, aunque normalmente para asuntos menos trascendentes que los ejemplos anteriores. Estas constituciones han servido, por ejemplo, para anunciar la creación de nuevas diócesis, reformar la estructura de la Curia romana o modificar las normas que rigen la elección de un pontífice. Sin embargo, de vez en cuando surge una constitución apostólica que genera mayor repercusión, como Ex Corde Ecclesiae (1990) de Juan Pablo II, sobre la misión e identidad de las universidades y centros de estudios católicos. Un ejemplo más reciente es Praedicate evangelium (2022), del papa Francisco, que reformó la Curia Romana.
Encíclicas
Cartas dirigidas a los obispos de la Iglesia universal (aunque casi siempre concebidas para un público global), las encíclicas suelen abordar un tema social de relevancia para la Iglesia en un momento determinado. Generalmente no poseen el mismo peso doctrinal que una constitución apostólica, pero son sus “parientes más vistosos”. En los dos últimos siglos, estas “cartas circulares” se han convertido en uno de los principales medios mediante los cuales los papas no solo orientan a los católicos, sino que también desarrollan la enseñanza de la Iglesia en áreas relacionadas con la vida contemporánea.
Por ejemplo, las grandes “encíclicas sociales” de la Iglesia —que han buscado identificar las causas de la injusticia en el mundo moderno y proponer remedios— se han publicado desde 1891, comenzando con el llamado profético del papa León XIII a la justicia obrera en Rerum novarum, hasta llegar a Fratelli tutti del papa Francisco, escrita en medio de la pandemia de COVID-19 en 2020.
Las preocupaciones de la Iglesia sobre el modernismo y la disidencia en los siglos XIX y comienzos del XX dieron origen a algunas de sus encíclicas más polémicas, entre ellas Mirari vos (1832) y Singulari nos (1834) de Gregorio XVI —que condenaban la libertad de prensa y la separación entre Iglesia y Estado—, Quanta cura (1864) de Pío IX —acompañada del célebre Syllabus Errorum— y Pascendi Dominici Gregis (1907) de Pío X.
Quizá la encíclica más conocida de los dos últimos siglos sea Humanae vitae (1968) de Pablo VI, que reafirmó la prohibición del uso de métodos anticonceptivos artificiales. Aclamada como profética por sus defensores, la encíclica generó también desconcierto entre muchos obispos y, de modo más significativo, una amplia resistencia entre los fieles laicos. Un estudio de 2023 estimó que más del 90 % de los católicos estadounidenses han utilizado anticonceptivos artificiales en algún momento. En este sentido, Humanae vitae planteó una cuestión que ha acompañado desde hace tiempo a las declaraciones eclesiales: si el sensus fidelium (el “sentir de los fieles”) se opone a la enseñanza del Vaticano, ¿puede decirse que esa enseñanza ha sido realmente “recibida”? Y si no ha sido recibida, ¿puede considerarse una enseñanza válida?
Un nivel por debajo de las encíclicas, el rango de autoridad de los demás tipos de documentos vaticanos —y su relación entre sí— se vuelve más difuso. Sin embargo, en la cúspide de ese grupo se encuentran las exhortaciones apostólicas.
Exhortaciones Apostólicas
Una exhortación apostólica es un documento papal que anima a practicar una virtud o acción determinada. Con frecuencia sigue a un sínodo de obispos y resume sus deliberaciones, ofreciendo orientación a la Iglesia sobre los temas tratados. Aunque puede incluir enseñanzas doctrinales, su finalidad principal es pastoral: inspirar y orientar. Probablemente la más influyente en la era posterior al Concilio Vaticano II fue Evangelii nuntiandi (1975), la exhortación de Pablo VI sobre la evangelización.
El papa Francisco también ha empleado las exhortaciones apostólicas como medio para desarrollar algunos de los temas centrales de su pontificado, entre ellas Evangelii gaudium (2013), presentó su visión de una Iglesia misionera que sale hacia las periferias; mientras que Amoris laetitia (2016) ofreció una reflexión sobre el amor en la familia y Querida Amazonia (2020), ambas al cerrar sus respectivos Sínodos. Papas anteriores, Juan Pablo II, también recurrieron a las exhortaciones para expresar prioridades pastorales e interpretar los resultados de los sínodos. Aunque no tiene la misma autoridad que una encíclica, una exhortación apostólica posee un peso magisterial significativo, sobre todo cuando concluye un sínodo o marca una etapa importante en la enseñanza de un pontificado.
Cartas Apostólicas
La carta apostólica es un instrumento versátil que el Papa utiliza para tratar diversos temas. Puede presentarse como motu proprio —cuando se emite por iniciativa propia— o como un mensaje menos formal dirigido a personas o comunidades concretas. Mediante los motu proprios (definido más adelante), los Papas han reformado el derecho canónico, establecido nuevas normas o aclarado aspectos del gobierno eclesial. Por ejemplo, Vos estis lux mundi (2019), del papa Francisco, estableció nuevos procedimientos para denunciar e investigar casos de abuso y encubrimiento. Otras cartas apostólicas tienen un propósito más espiritual o conmemorativo, como señalar un aniversario o rendir homenaje a un santo. Su tono puede variar de jurídico a meditativo, según el contenido y el público al que se dirijan.
Declaraciones
Una declaración es un instrumento que los papas y los dicasterios vaticanos utilizan habitualmente para aclarar o modificar la legislación eclesiástica existente. Esto puede implicar, en algunos casos, el estudio de determinadas prácticas de la Iglesia, como ocurrió con la declaración Fiducia supplicans (2023), en la que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe estableció las circunstancias particulares en las que pueden ofrecerse bendiciones pastorales a personas en situaciones matrimoniales irregulares. Cabe señalar que, aunque las declaraciones suelen ser publicadas por un dicasterio vaticano, siguen llevando la firma del Papa.
Decretos y cartas motu proprio
Un decreto (o carta apostólica) emitido motu proprio es aquel que el Papa promulga por su propia autoridad e iniciativa. Por lo general, se ocupa más de cuestiones relativas a la ley y la práctica eclesiásticas que de la doctrina, y suele emplearse para ajustar disposiciones canónicas o conceder privilegios a una persona o grupo determinado. Dos de los ejemplos más conocidos de motu proprio en los últimos años son Summorum pontificum (2007), del papa Benedicto XVI, que flexibilizó las restricciones para la celebración de la misa tradicional en latín, y Traditionis custodes (2021), del papa Francisco, que impuso nuevas limitaciones a dichas celebraciones y reafirmó la liturgia posterior a 1970 como normativa para la Iglesia.
Lo demás
¿Qué se encuentra por debajo de este segundo grupo de documentos? Alocuciones. Cartas decretales. Respuestas a dubia. Notificaciones. Notas. Breves apostólicos. ¿Y por debajo de eso? Audiencias papales, tanto formales como informales. Libros sobre Jesús. Homilías. Entrevistas. Comentarios espontáneos en los aviones.
Fuentes
- Keane, J. T. (2024, 15 mayo). Explainer: Papal documents and their (different) levels of authority. America Magazine.
- Foto: Vatican Media

