Líderes cristianos: Defender democracia desde la fe
5:00 p.m. | 30 oct 24 (NCR/RNS).- Unos 200 líderes y académicos de las principales confesiones cristianas (católicos, ortodoxos, diversidad de protestantes, etc.) se han unido para firmar una declaración y participar de una cumbre. Exhortan a defender la democracia desde la fe ante crecientes tendencias autoritarias e ideologías nacionalistas, y ofrecen un marco de principios compartidos. Según el manifiesto, a pesar de “diferir en muchas cuestiones morales y sociales”, urge “preservar el espacio democrático dentro del cual se pueda discernir colectivamente”.
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La declaración fue redactada en los últimos meses por un grupo de católicos, protestantes, cristianos evangélicos y cristianos ortodoxos. Entre los católicos que participaron en la convocatoria se encuentran el teólogo jesuita P. David Hollenbach, de la Universidad de Georgetown; la teóloga y jurista Cathleen Kaveny, del Boston College; el columnista del Washington Post, E.J. Dionne; la profesora de la Universidad de Virginia, Nichole Flores; y la religiosa Simone Campbell, activista y Hermana del Servicio Social. El manifiesto se hizo público y estuvo disponible para su firma al comienzo de una conferencia de dos días en Washington, D.C., titulada “Test of Faith: A Summit to Defend Democracy”.
“Nos enfrentamos a una crisis de la democracia y a una prueba de fe en este país”, dijo Jim Wallis, reconocido escritor protestante y uno de los principales organizadores de la iniciativa ecuménica detrás de la elaboración y publicación de la declaración: “Debe haber una respuesta teológica”. El Centro de Fe y Justicia de la Universidad de Georgetown (del que Wallis es director) fue el anfitrión de la conferencia.
Un ethos, no una ética
El nombre del candidato presidencial republicano y expresidente Donald Trump no aparece en ninguna parte del documento y apenas se le mencionó en la conferencia. Los participantes en la declaración rechazaron un espíritu partidista y señalaron que, como cristianos, tenían puntos de vista muy diferentes sobre las cuestiones políticas más controvertidas de la política estadounidense. El objetivo de la iniciativa, dijeron, no es abordar problemáticas, sino articular y defender un conjunto de convicciones teológicas cristianas que justifican la democracia constitucional.
Afirmaron que su objetivo era ayudar a defender estructuras jurídicas como el derecho al voto y prácticas culturales como defender la difusión de la verdad como fundamentos de la democracia. El teólogo cristiano ortodoxo Aristóteles Papanikolaou, de la Universidad de Fordham, miembro del equipo de redacción, dijo que el manifiesto “no es sobre ética; es sobre ethos”.
La declaración tampoco afirma que el cristianismo sea la única base de la democracia. En su lugar, entiende que los principios cristianos tienen amplias afinidades “con muchas otras tradiciones religiosas y éticas y (con) personas de buena voluntad”. Al adoptar un enfoque que considera la historia cristiana de la democracia como singular, pero profundamente conectada con el público en general, el manifiesto se distancia de manera importante respecto a la teología pública sectaria conservadora, católica y cristiana evangélica de los últimos años.
Por otro lado, el texto no pretende afirmar que el cristianismo siempre ha defendido la democracia. Tanto Dionne como Hollenbach señalaron en sus charlas que el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, representó el momento de inflexión en la aceptación católica de la democracia. Pero el camino hasta ese punto fue excepcionalmente pedregoso. Como explica el franciscano Kenneth Himes en su libro Christianity and the Political Order, la Iglesia católica se opuso rotundamente a la idea durante siglos. Durante gran parte del siglo XIX, papas y aristócratas católicos advertían lo que les parecía peligroso de la democracia para el nombramiento de obispos y la calidad moral de la sociedad. Pero las corrientes más positivas del pensamiento político católico y la devastación de la Segunda Guerra Mundial provocaron un cambio radical de rumbo.
En su mensaje de Navidad de 1944, el papa Pío XII consideró la compatibilidad entre la dignidad de la persona humana, otorgada por Dios, y las normas de igualdad y participación en el corazón de la democracia. Declaró: “La forma democrática de gobierno se presenta a muchos como postulado natural impuesto por la razón misma”.
Veintiún años más tarde, en el Concilio Vaticano II, el documento Gaudium et Spes decía, en clave democrática, que “es perfectamente conforme con la naturaleza humana que se constituyan estructuras político-jurídicas que ofrezcan a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección creciente, posibilidades efectivas de tomar parte libre y activamente en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política” (GES, 75). Además, en la Declaración conciliar sobre la libertad religiosa, los obispos reunidos ratificaron el derecho humano a la libertad religiosa, piedra angular de las democracias constitucionales de todo el mundo.
En la conferencia, Hollenbach observó el dramático efecto de estos cambios doctrinales en el amplio apoyo católico al cambio democrático en las décadas de 1980 y 1990 en países como Filipinas y Polonia. Pero ahora nos enfrentamos a un panorama democrático católico más ambivalente. El apoyo doctrinal sigue siendo fuerte. El proceso sinodal muestra prácticas democráticas a una Iglesia otrora completamente jerárquica. Pero los grupos reaccionarios siguen nostálgicos de lo autoritario en el pasado católico.
Cuatro amenazas clave para la democracia
En cualquier caso, la declaración “Fe cristiana y democracia” analiza cuatro amenazas concretas a la democracia a la luz de convicciones cristianas compartidas:
La “igualdad de valor y dignidad ante Dios” de todo ser humano, argumenta el documento, justifica el rechazo de “cualquier intento de limitar, suprimir, intimidar o subvertir la igualdad de participación en nuestra democracia” mediante prácticas como la inhibición del registro de votantes y la amenaza a los trabajadores electorales.
La convicción cristiana de que la pacificación es una práctica venerada que contribuye de manera especial a la vida divina (“Bienaventurados los pacificadores”) y el mandamiento de Jesús de amar a tu enemigo son dos fuertes desafíos a la “creciente ola de lenguaje y comportamientos violentos” que recorre nuestra vida política.
La promesa de Jesús de que “la verdad los hará libres” contrasta proféticamente con la avalancha de mentiras de los candidatos políticos, las grandes cadenas de televisión y las publicaciones en las redes sociales.
La convicción de que el Evangelio avanza “por la gracia divina y la persuasión humana” viene acompañada de un respeto por la conciencia y un reconocimiento del pluralismo, dice la declaración. A su vez, señala, tales compromisos requieren el repudio de “los principios del nacionalismo cristiano y la idea de que los cristianos o el cristianismo deben tener un lugar de privilegio y poder en el gobierno de nuestra nación”.
En la conferencia, la amenaza del nacionalismo cristiano fue objeto de un agudo escrutinio. La profesora Kristin Kobes Du Mez, autora de Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation, describió el problemático binomio “nosotros-ellos” que subyace a tal alcance de un poder político privilegiado: “Dios está de nuestro lado y, por tanto, el fin justifica los medios”. Pero, argumentó, este modo de pensar contradice la afirmación cristiana de que “el pecado recorre todos los corazones”, un hecho que debería impedir el uso de simples binomios y que teólogos protestantes como Reinhold Niebuhr han argumentado que se aplica especialmente a quienes se mantienen firmes en que Dios está de su parte.
El manifiesto y la conferencia también abordaron ampliamente las implicaciones cristianas del desafío de la raza y la democracia. Para empezar, muchos oradores argumentaron que en Estados Unidos el nacionalismo cristiano se entiende mejor como nacionalismo cristiano blanco. El profesor Samuel Perry, coautor de The Flag and the Cross: White Christian Nationalism and the Threat to American Democracy, argumentó que en la raíz de los retos actuales en los EE.UU. está la convicción nacionalista de que este país “pertenece principalmente a los cristianos blancos”. Esta convicción se nutre perversamente, añadía Perry, de la suposición generalizada de que ser cristiano significa ser blanco.
En medio de las noticias sobre las mentiras generalizadas de muchos cristianos sobre los inmigrantes haitianos en Springfield (Ohio), Barbara Williams-Skinner, de Faiths United to Save Democracy, expuso en la conferencia las implicaciones para los afroamericanos y otras minorías de tales perversiones raciales del cristianismo y la democracia. “La democracia consiste en saber quién tiene derecho a estar aquí”, dijo la activista afroamericana. “No solo es malo que la democracia fracase, sino que también puede significar que no pertenecemos aquí”.
El cristianismo es una religión de palabra y acción, de fe y obras. Y a lo largo de la conferencia, numerosos oradores abordaron el reto de actuar para defender la democracia y mantener la esperanza. Du Mez afirmó que la declaración podría ayudar a muchos cristianos evangélicos moderados que ahora se enfrentan a una “enorme presión” para ajustarse al giro a la derecha dura del mundo evangélico blanco.
Kessley Janvier, estudiante de último curso de la Universidad de Georgetown, dijo que la Generación Z no era apática respecto a la política, sino que estaba “decepcionada y frustrada”. Exigió un asiento en la mesa política para su generación y dijo: “La gente con la que me organizo me da mucha esperanza”. La religiosa Campbell, que ahora trabaja con el grupo Understanding US, argumentó que la esperanza en un futuro democrático se entiende mejor como una virtud comunitaria aprendida de la forma más local posible. Últimamente, se dedica a hablar de cuestiones de justicia social como la democracia en librerías independientes de pequeñas ciudades de todo el país.
Por último, Robert Jones, presidente y fundador del Public Religion Research Institute, advirtió contra las caracterizaciones de nuestro predicamento democrático que restan importancia a la acción. “Nos estamos confundiendo al definir el problema como polarización”, dijo. “En lugar de polarización, tenemos que hablar de lo que sustancialmente estamos defendiendo”. Jones, autor de The Hidden Roots of White Supremacy and the Path to a Shared American Future, añadió: “Hay un grupo que está atacando los cimientos de nuestro país y hay que derrotarlo”.
Otros firmantes son el reverendo Galen Carey, vicepresidente de Relaciones Gubernamentales de la Asociación Nacional de Evangélicos; el reverendo Michael Curry, obispo presidente de la Iglesia Episcopal; Michele Dunne, directora de la Red de Acción Franciscana; la reverenda Leslie Copeland-Tune, profesora de la Universidad Calvin. Leslie Copeland-Tune, alto cargo del Consejo Nacional de Iglesias; Yolanda Pierce, decana de la Vanderbilt Divinity School; y Colin Watson, ex director ejecutivo de la Iglesia Cristiana Reformada de Norteamérica.
VIDEO. Test of Faith: Defending Democracy
Información adicional
- Declaración completa “Fe cristiana y la democracia”
- Página web de la cumbre “Test of faith. A summit to defend democracy”
- Resistencia al nacionalismo cristiano: Informe del laboratorio PRRI-Meanings of Democracy
- Retos para la democracia: Las elecciones de 2024 en el punto de mira
- ¿Una nación cristiana? Comprender la amenaza del nacionalismo cristiano para la democracia
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Fuentes
National Catholic Reporter / Religion News Service / Videos: Center on Faith and Justice / Foto: Georgetown University