Jerusalén y su primer cardenal en el momento más crítico

3:00 p.m. | 25 oct 23 (CM/AO).- En una reciente carta a su diócesis, Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino que lidera católicos de Israel y Palestina, ha insistido en condenar la atrocidad cometida por Hamás, y añadió que esa misma conciencia le lleva a denunciar la respuesta de Israel, que dejó miles de muertes en Gaza. Clamó que “se necesita coraje para exigir justicia sin propagar el odio” y pidió un proceso de paz que inicie por poner fin a decenios de ocupación. Un análisis señala la importancia que Pizzaballa haya sido creado cardenal -en la actual coyuntura- y cómo impacta en el rol que quiere desempeñar la Santa Sede por la paz en la región.

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En el consistorio del 30 de septiembre, el papa Francisco creó 21 nuevos cardenales (dieciocho de los cuales serán electores) en un intento de cimentar su legado. Una de las inclusiones más interesantes es la de Pierbattista Pizzaballa, OFM, italiano nacido en 1965 y patriarca latino de Jerusalén desde 2020, donde lidera a los católicos latinos de Israel, Palestina, Jordania y Chipre. Con dominio del hebreo y anteriormente custodio de Tierra Santa, Pizzaballa es el primer Patriarca Latino de Jerusalén que se convierte en cardenal y reside en Jerusalén. Todos desde 1847 han sido de origen italiano, excepto Michel Sabbah (1987-2008) y Fouad Twal (2008-2016), que fueron los dos primeros hablantes nativos de árabe, la lengua de la mayoría de su comunidad, en ocupar el cargo.

El hecho de que el Patriarca de Jerusalén sea ahora cardenal significa que habrá un vínculo más fuerte entre Roma y Jerusalén, y más voz para la Iglesia de Jerusalén tanto en Roma como en la Iglesia mundial. También indica el deseo del Vaticano de desempeñar un papel más activo en Oriente Próximo. Por supuesto, está por ver el alcance de esta decisión ahora que Israel ha declarado la guerra a Hamás tras su ataque a Israel el 7 de octubre. El nombramiento de Pizzaballa no pudo llegar en un momento más delicado.

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Así quedó demostrado el mismo día de los ataques, cuando los patriarcas y jefes de las iglesias de Jerusalén emitieron una declaración conjunta en la que señalaban que la ciudad “está actualmente sumida en la violencia y el sufrimiento debido al prolongado conflicto político y a la lamentable ausencia de justicia y respeto por los derechos humanos”. La declaración no se pronunciaba directamente sobre Hamás, limitándose a decir que “condenamos inequívocamente cualquier acto que tenga como objetivo a civiles, independientemente de su nacionalidad, etnia y fe”.

Dos días después, la embajada de Israel ante la Santa Sede respondió con una declaración escrita en la que condenaba la “inmoralidad de utilizar la ambigüedad lingüística en tales circunstancias”. Tras señalar que “es particularmente incomprensible que un documento tan estéril haya sido firmado por personas de fe”, la declaración hacía una referencia directa a Pío XII y al Holocausto, y a los aparentes fracasos de los católicos a la hora de aprender de la historia del antisemitismo y el antijudaísmo. El 11 de octubre, el propio Pizzaballa emitió una condena más enérgica contra Hamás.

Pero las tensiones entre el gobierno israelí y el Vaticano siguieron manifestándose en los días siguientes. El ministro de Asuntos Exteriores, Eli Cohen, criticó al Vaticano por centrarse en la situación de Gaza y por considerar que la Santa Sede no había condenado a Hamás de forma clara e inequívoca. Luego, el 16 de octubre, el día después de que el papa Francisco pidiera la liberación de los rehenes y la creación de corredores humanitarios para ayudar a los sitiados en Gaza, el cardenal Pizzaballa se ofreció a cambio de los retenidos por Hamás.

¿Cómo influyen el nombramiento de Pizzaballa, la guerra y la tensión diplomática entre Israel y el Vaticano en las relaciones entre católicos y judíos en la actual globalización del catolicismo? Algo a tener en cuenta en primer lugar es un cambio en las narrativas históricas. Aunque la relación entre Jerusalén y Roma se ha fortalecido, ha sucedido mientras que la globalización del catolicismo ha llevado a una reducción del “prisma judío” en la comprensión histórica y teológica del cristianismo. Para los católicos de más allá del Mediterráneo, el viaje del cristianismo desde Tierra Santa a Atenas y luego a Roma tiene menos resonancia que otros relatos histórico-teológicos.

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Además, la centralidad y singularidad del Holocausto en el siglo XX -tal y como se concibe histórica y teológicamente- se está relativizando y redefiniendo en función de los horrores de la esclavitud y la colonización que lo precedieron. El punto de comparación para el exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial ya no es sólo el comunismo estalinista, sino también la fundación del cristianismo en América, con la llegada de enfermedades devastadoras y el genocidio cultural de los pueblos nativos y de las Primeras Naciones; y en África, Asia y Europa del Este, con los genocidios por inanición. Esta evolución requerirá un atento seguimiento tanto por parte de los historiadores como de los teólogos, ya que es diferente de la forma en que, en la década de 1980, los historiadores alemanes Raul Hilberg, Arno Mayer y Saul Friedländer cuestionaron el lugar del Holocausto en la historia.

Pero estos cambios no sólo afectan a las relaciones entre católicos y judíos. También afectan a la reflexión teológica contemporánea sobre el significado de Dios, la cristología, la eclesiología y la importancia de los derechos humanos a la luz del Holocausto para la autodefinición básica de la Iglesia. En contraste con las narrativas históricas encarnadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto ya no son la clave hermenéutica dominante para interpretar el desarrollo de la doctrina católica en cuanto a las relaciones con el judaísmo. Las trayectorias demográficas y teológicas del cristianismo global y del catolicismo global, cuyo centro de gravedad se está desplazando hacia el África subsahariana, Asia y sus diásporas en todas partes, señalan la menguante supremacía de la narrativa judeo-cristiana. Esto hace que la voz de la Iglesia de Jerusalén sea especialmente importante, dada su posición entre Israel, Palestina y el mundo árabe como epicentro de la “pluralización” de las narrativas históricas.

También hay que considerar la cuestión eclesial: el futuro de la Iglesia en Israel y Palestina. El cardenal Pizzaballa ha sido coherente al plantear esta cuestión en las entrevistas que ha concedido a la luz del repunte del vandalismo y los ataques anticristianos en Jerusalén. Ha hablado de la necesidad de considerar las exigencias de justicia, verdad y perdón: “No se puede renunciar a hablar de justicia allí donde se niega, pero si sólo se habla de justicia puede convertirse en justicialismo, que puede crear otras injusticias. Hay que usar palabras de verdad, que pueden ser de consuelo, pero también hay que hablar de perdón y reconciliación; si no, se cierran las perspectivas y la justicia se convierte en venganza”. En una entrevista concedida en julio a Vatican News, el patriarca habló de la situación de los cristianos: “No queremos protección, sino derechos… queremos vivir como ciudadanos libres en un Estado democrático”.

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Por supuesto, la Iglesia católica debe equilibrar las siempre cambiantes relaciones entre religión y política allí donde esté presente. Pero en Israel, el Vaticano no sólo desempeña un papel en los debates teológicos sobre la identidad de Israel y Palestina; también posee importantes territorios, sobre todo en la disputada Jerusalén. Una de las mayores tensiones en estos momentos es si esas propiedades podrán o no mantener su estatus especial, exento de impuestos. La Iglesia no quiere llevar la cuestión demasiado lejos, y tras los atentados tiene que andarse con pies de plomo.

La tercera cuestión es teológica. Con la redefinición del “prisma judío” en las narrativas históricas globales, han surgido diferentes posiciones católicas, con Jerusalén en el centro del escenario. Esto ya quedó patente en el encuentro de junio de 2019 en el Centro de Conferencias Notre Dame de Jerusalén, organizado con la participación del Patriarcado Latino. El encuentro acogió a teólogos católicos de Europa, Estados Unidos e “Israel/Palestina/Territorios Ocupados”, e incluyó a judíos israelíes y palestinos cristianos no católicos. Las actas se publicaron el año pasado, y demuestran el delicado papel de la Iglesia católica en Tierra Santa.

Por ejemplo, Gavin D’Costa ofreció una exploración de diferentes formas de compatibilidad entre la teología católica y el sionismo, abogando por “una afirmación teológica minimalista del Estado” de Israel por parte de los católicos. El teólogo alemán Dirk Ansorge rechazó un enfoque católico teológico-sacramental del Estado de Israel. David Neuhaus SJ, “quien es parte de una Iglesia de habla hebrea situada en medio de una diócesis de habla árabe”, reafirmó la centralidad de la enseñanza de Nostra Aetate que rechaza el desprecio contra los judíos, pero subrayó cómo “los católicos comprometidos en el diálogo con los judíos deben insistir en que no pueden justificar la experiencia de discriminación y ocupación actual de los palestinos en Israel/Palestina, una experiencia enraizada en cómo el sionismo se ha traducido en duras realidades políticas en el Estado de Israel actual”.

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En el prefacio del volumen, redactado con sumo cuidado, Pizzaballa afirma que en la cuestión de la Tierra y el Estado de Israel, “la posición de un cristiano palestino no es significativamente diferente de la de un musulmán palestino. Un católico de origen judío no comparte necesariamente los puntos de vista de un católico palestino”. Hay una “gama de puntos de vista sobre esta cuestión de eruditos y teólogos que son todos católicos”. También señaló que “decir sin más que Dios ha dado la Tierra al pueblo judío, y que por tanto es suya porque está escrito en el Pentateuco, es una afirmación contraria a un planteamiento católico”.

En conclusión, el Patriarca latino de Jerusalén afirmó que “la Iglesia sólo pretende dialogar con el judaísmo en el plano religioso (…) Este enfoque del ámbito político no satisface, en mi opinión, las preocupaciones de la mayoría de los judíos. La cuestión palestino-israelí y la cuestión de la tierra es, para la Iglesia católica, una cuestión totalmente política y no religiosa”.

Las diferentes teologías del diálogo católico-judío en Occidente repercuten en las relaciones de la Iglesia con Israel. El catolicismo ya no puede confiar en el impulso de acercamiento espiritual y refuerzo teológico que condujo finalmente a Nostra Aetate. Un estudio reciente demostró que, aunque la actitud de los católicos estadounidenses hacia los judíos ha mejorado mucho desde que terminó el Concilio Vaticano II en 1965, los jóvenes cristianos tienden a tener una visión menos positiva de los judíos y de Israel que las generaciones anteriores. El hecho es que siempre ha habido, incluso después del Vaticano II, un persistente “supersesionismo blando”.

El peligro actual es que, en el contexto de las narrativas políticas neointegralistas católicas, el resurgimiento del supersesionismo se vea alimentado por las creencias tradicionalistas de que el acercamiento teológico a los judíos en el Vaticano II supuso una “dilución” de la doctrina católica. Al mismo tiempo, especialmente entre algunos teólogos católicos angloamericanos, se está impulsando un “sionismo católico” (un sionismo “minimalista” distinto del sionismo protestante, según D’Costa), así como la normalización -incluso por parte de algunos israelíes, incluidos antiguos altos cargos de seguridad- del término “apartheid” para describir las políticas israelíes.

Existe una tensión sustancial en las distintas visiones del papel del catolicismo en Israel: la Iglesia católica como tercer interlocutor que puede contribuir a la paz en un conflicto que se considera en gran medida entre judíos y musulmanes; la Iglesia como anfitriona de alguna forma de “sionismo católico” que va más allá de las “relaciones religiosas” con los judíos; y una Iglesia arraigada en la teología de la liberación, que se pone del lado de los pobres y que ve a la pequeña comunidad cristiana árabe indispensable para la Iglesia global, como “levadura en la harina”.

Cada vez es más difícil que estas visiones coexistan. El nombramiento del Patriarca Pizzaballa como cardenal por el papa Francisco subraya la importancia de Jerusalén en el catolicismo global poscolonial. Tendrá un impacto importante en las complicadas relaciones entre la Iglesia, Israel y el pueblo judío.

VIDEO. P. Pierbattista Pizzaballa creado cardenal

Carta del Patriarca Pizzaballa a su diócesis (24 octubre)

“Mi conciencia y mi deber moral me obligan a declarar que lo que ocurrió el 7 de octubre en el sur de Israel no es en modo alguno admisible y no podemos dejar de condenarlo. No hay razón para semejante atrocidad”, ha dicho Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, al inicio de una carta que ha dirigido el 24 de octubre a todas las diócesis del mundo.

El recientemente creado cardenal ha comenzado su misiva censurando los ataques terroristas y secuestros de Hamás. “Estamos atravesando uno de los períodos más difíciles y dolorosos de nuestra historia reciente”, ha considerado. “Desde hace más de dos semanas, nos inundan imágenes de horror que han despertado antiguos traumas, abierto nuevas heridas y hecho estallar el dolor, la frustración y la rabia dentro de todos nosotros”, ha añadido el italiano.

Mientras mantiene su condena a Hamás, Pizzaballa ha denunciado asimismo las violaciones de derechos humanos cometidas por el Estado de Israel. “La misma conciencia, con un gran peso en mi corazón, me lleva hoy a afirmar con la misma claridad que este nuevo ciclo de violencia ha provocado más de cinco mil muertes en Gaza, entre ellas las de muchas mujeres y niños”, ha señalado en referencia a la respuesta del ejército israelí. “Los continuos e intensos bombardeos que han estado golpeando Gaza durante días solo causarán muerte y destrucción y no harán más que aumentar el odio y el resentimiento, no resolverán ningún problema, sino que crearán otros nuevos”, ha advertido “Es hora de detener esta guerra, esta violencia sin sentido”, ha pedido además el cardenal.


Pide el fin de la ocupación

En su carta a todas las diócesis del mundo, Pierbattista Pizzaballa ha pedido el abandono de los asentamientos de colonos israelíes en Palestina. “Sólo si se pone fin a decenios de ocupación y se da una perspectiva nacional clara y segura al pueblo palestino se puede iniciar un proceso de paz serio”, ha diagnosticado. “Si este problema no se resuelve de raíz, nunca habrá la estabilidad que todos queremos”, ha advertido también. Y ha demandado compromiso más fuertes de autoridades religiosas, políticos, sociedad civil y comunidad internacional: “Solo así podremos evitar más tragedias como la que estamos viviendo ahora, se lo debemos a las muchas víctimas de estos días y de todos estos años y no tenemos derecho a dejar esta tarea a otros”.

Como líder espiritual, Pizzaballa ha recordado a los cristianos la necesidad “en este tiempo tan doloroso” de “volver la mirada hacia arriba” y “el pensamiento a Dios”. “Necesitamos una Palabra que nos acompañe, nos consuele y nos anime, la necesitamos como el aire que respiramos”, ha sostenido el cardenal. También ha invitado a los creyentes a sumarse a la jornada de ayuno y oración convocada por el Papa para el 27 de octubre: “Es quizás lo principal que podemos hacer los cristianos en este momento: orar, hacer penitencia e interceder”.


“El coraje del amor”

El patriarca latino de Jerusalén ha pedido hacer un esfuerzo del corazón por la paz para frenar en seco las dinámicas de guerra. “Tener el coraje del amor y de la paz significa no permitir que el odio, la venganza, la ira y el dolor ocupen todo el espacio de nuestro corazón, de nuestros discursos, de nuestro pensamiento”, ha señalado. Un compromiso perfectamente compatible con “ser capaces de afirmar y denunciar la dolorosa verdad de injusticia y maldad que nos rodea”, pero con un matiz, que la condena no “contamine nuestras relaciones”. Al contrario, adoptar la actitud que ha propuesto significaría “comprometerse y estar convencido de que vale la pena hacer todo lo posible por la paz, la justicia, la igualdad y la reconciliación”. “Nuestro discurso no debe estar lleno de muerte y puertas cerradas”, ha advertido Pizzaballa, sino que “nuestras palabras deben ser creativas, dar vida, crear perspectivas y abrir horizontes”.

LEER. Carta completa del cardenal Pizzaballa

VIDEO. Patriarca de Jerusalén: “Se necesita coraje para exigir justicia sin propagar el odio”

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Fuentes

Commonweal Magazine / Revista Alfa y Omega / Videos: Patriarcado Latino de Jerusalén – Christian Media Center – Rome Reports / Foto: Vatican Media

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