Nueva serie invita a releer obra de Tolkien

4:00 p.m. | 16 set 22 (AM/EQ).- Este setiembre se cumple el 49º aniversario de la muerte de J.R.R. Tolkien. Casualmente, este mes se estrenaron los primeros episodios de una serie inspirada en su obra, Los Anillos de Poder (Amazon Prime Video). Aunque no es una adaptación estricta de los escritos de Tolkien, la historia se desarrolla en el mundo fantástico de la Tierra Media, donde se ambientan sus famosas novelas, El Hobbit y la saga de El Señor de los Anillos, y se imagina como una precuela de esas narraciones. America Magazine presenta una crítica que resalta la alta calidad de la producción y la narración, que encaja muy bien con las adaptaciones previas. Y otro artículo nos recuerda los profundos vínculos de la obra de Tolkien con su fe.

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Las adaptaciones cinematográficas de El Hobbit y El Señor de los Anillos cambiaron la experiencia de Tolkien -comparado con la lectura de sus libros- en algunos aspectos. Por mucho que estuvieran repletas de entes que todo lo ven, guerras impresionantes y aventuras peligrosas, en el fondo las películas de El Señor de los Anillos trataban de una idea de Tolkien que era tan pequeña y fácil de pasar por alto como un hobbit: el poder de la amistad. Sin embargo, por muy conmovedoras que fueran las películas, carecían de los niveles de fantasía y sensación escalofriante de los libros de del autor británico, la intuición infantil de que cualquier cosa podría estar a la vuelta de la esquina.

En sus robustos apéndices de El Señor de los Anillos esbozó una detallada cronología de la Segunda Edad de la Tierra Media, situada miles de años antes. Su narración de los acontecimientos es extensa, pero desprovista de la riqueza novelesca de su legendario núcleo, y se desarrolla como una letanía de batallas, sucesiones y reflexiones genealógicas. Cuando Amazon anunció hace unos años que iba a producir una precuela creo que mucha gente temió un desastre.

Pero en los dos primeros episodios de El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder, cualquier duda sobre la calidad de la narración queda rápidamente resuelta. Los Anillos de Poder es una adición convincente, bien concebida y a la vez magnífica a la obra de Tolkien previamente adaptada. Comenzando unos 5.000 años antes de El Señor de los Anillos, en una época en la que la Tierra Media ha conocido siglos de paz (después de una terrible guerra de siglos), la serie sigue el avance del mal en el mundo, que finalmente conducirá a la creación de los anillos y a la destrucción de gran parte del esplendor de las civilizaciones del mundo.

En el centro de la historia se encuentra la elfa Galadriel. En El Señor de los Anillos fue la narradora de la historia (los elfos viven prácticamente para siempre), amable, apacible y preocupada por el mundo. Pero en la nueva producción, Galadriel es una feroz joven guerrera, decidida a dar caza a Sauron, el malvado del Tolkienverso, aunque no se le haya visto en cientos de años. La actriz galesa Morfydd Clark aporta una enorme audacia e intensidad al papel; el personaje es icónico casi desde el momento en que la vemos.

En paralelo a la misión de Galadriel se desarrollan otras historias: el elfo Arondir (Ismael Cruz Córdova) busca una explicación a una extraña enfermedad que afecta al ganado en la región del sur de la Tierra Media, donde viven muchos humanos; el elfo Elrond (Robert Aramayo) acude a su amigo enano el príncipe Durin IV (Owain Arthur) para que le ayude en un proyecto y descubre que los enanos prosperan de una forma que no parece posible; y la brillante y curiosa Nori Brandyfoot (Markella Kavenagh), miembro de una banda itinerante de pelosos (ancestros de los hobbits que permanecen ocultos a los demás en todo momento), se hace amiga de un hombre extraño y potencialmente peligroso.

La historia de Nori, en particular, tiene un encanto y una inocencia que recuerda a la imagen de los hobbits en las recientes adaptaciones cinematográficas y a la propia obra de Tolkien. También aporta ideas interesantes sobre las tradiciones culturales del pueblo de los pelosos, algunas de ellas bastante estrictas. Si un miembro de la comunidad, por alguna razón, no puede emigrar cuando los ancianos decretan que es el momento, lo dejan atrás. Siempre ha habido una oscuridad dentro de la visión de Tolkien sobre el pueblo hobbit (también conocido como los ingleses), una desconfianza hacia otras razas y una profunda resistencia a ayudar cuando otros lo necesitan. Es interesante ver que Los Anillos de Poder recoge esa idea, sobre todo en esta época post-Brexit.

La historia de Nori también se ajusta a un tema mayor de la serie (hasta ahora) y de la obra de Tolkien: la lucha entre los individuos y sus comunidades. Al final de las dos primeras horas, casi todos los personajes principales que conocemos se encuentran en conflicto con su comunidad. Y en cada caso, la comunidad es la que está en falta; se niegan a enfrentarse a las crudas verdades, no consideran las necesidades de los débiles, ni confían en otras razas. Aunque las historias de Tolkien casi siempre giran en torno a sociedades que acaban acordando trabajar juntas para derrotar a las fuerzas del mal, normalmente comienzan como espacios en los que el mal ya se ha instalado silenciosamente. Las adaptaciones anteriores han podido tocar estas ideas, pero parece que esta serie puede permitir un nivel de reflexión más profundo, lo cual es intrigante.

Uno de los aspectos más interesantes de Los Anillos de Poder es la exploración que hace la serie del poder curativo de la belleza. En los primeros episodios el tema aparece repetidamente, y es apropiado para la serie, que (como las películas que la precedieron) hace gala de un gran orgullo por su arte. Cada detalle del mundo de “Los Anillos” está muy cuidado. Más de lo que uno podría imaginar, de hecho: Ema Horvath, que interpreta a la aprendiz de arquitecto Eärien en la serie, me dijo en una entrevista telefónica: “Pasé tres horas a la semana dibujando con Daniel Reeve, que creó la letra de Bilbo Bolsón y muchos de los mapas que el propio Tolkien no dibujó”. Del mismo modo, al aprender su dialecto para la serie, Horvath describió la profundidad de las ideas que se pusieron en su creación: “No sólo aprendimos el acento inglés, sino la historia que hay detrás de estos sonidos, por qué esta gente habla así”.

El poder salvífico de la belleza es una parte esencial del esquema de creencias de Tolkien. La fe para Tolkien no es simplemente la esperanza en las cosas que no se ven, como leemos en Hebreos, sino el recuerdo de las cosas que se han visto, tocado y saboreado. Y las profundidades de la desesperación llegan cuando esos recuerdos se pierden. “No puedo recordar el sabor de la comida”, le dice Frodo a Sam cerca a su momento más crítico en El Retorno del Rey, “ni el sonido del agua, ni el tacto de la hierba. Estoy desnudo en la oscuridad. No hay nada, ningún velo entre mí y la noria de fuego”.

Puede que sea imposible para cualquier adaptación de Tolkien recrear la experiencia de pasar las páginas de sus libros cuando se es niño, la sensación de misterio, la sensación de niebla rozando los tobillos. Pero uno de los aspectos más prometedores de Los Anillos de Poder es el grado en que me hace desear volver a los libros de Tolkien. A juzgar por sus primeros episodios, parece estar preparada para llevar bien su legado y ofrecer un trayecto enriquecedor y que invita a la reflexión.

La fe (y el pesimismo) de Tolkien en sus obras

Tolkien era tan fascinante como las historias que escribía, un genio lingüístico que hablaba o leía más de 30 idiomas (e inventó varios más), que luchó en las trincheras de la Primera Guerra Mundial pero que también tradujo el “Libro de Jonás” para la Nueva Biblia de Jerusalén. Profesor universitario durante décadas, fue un miembro clave de The Inklings, un club literario informal que incluía a C.S. Lewis y a Charles Williams y que se reunía semanalmente desde aproximadamente 1933 hasta 1949 para discutir el trabajo de cada uno. C.S. Lewis atribuyó a Tolkien el mérito de haberle conducido al cristianismo.

“No eran especialmente cosmopolitas o urbanos. Procedían de familias corrientes de clase media. Y, salvo quizás Williams, ninguno era especialmente conocido por su carisma personal”, escribió recientemente Rachel Lu sobre Los Inklings en America Magazine. “En cierto nivel, los Inklings no eran más que un grupo de veteranos intelectuales ingleses, que no poseían ninguno de los astutos instintos que hoy asociamos con los influencers”. Pero “de alguna manera, estos hombres trascendieron su propia época y circunstancias, plasmando las ideas cristianas en un lenguaje que todo el mundo quiso escuchar”.

Lu ahonda en un elemento central de la vida de Tolkien que puede haber contribuido a cierto recelo hacia él entre los literatos: su fe católica. En sus cartas recopiladas (publicadas en 1981), Tolkien escribió repetidamente sobre su devoción al Santísimo Sacramento, la importancia de la oración (incluidas las oraciones de lamento) y la conexión entre su fe y su ficción. En una carta a un amigo jesuita, Tolkien señaló que “El Señor de los Anillos es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa y católica; inconscientemente al principio, pero conscientemente en la revisión. Por eso no he alterado ninguna de las referencias a algo parecido a la ‘religión’, a los cultos o a las prácticas, en el mundo imaginario. Porque el elemento religioso está inmerso en la narración y el simbolismo”… (clic aquí para leer artículo completo).

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Fuentes

America Magazine (2) / Equire / Videos: Prime Video – DW Español / Foto: Amazon

Puntuación: 5 / Votos: 1

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